Frigorífico Bermejo: la historia de 38 trabajadores olvidados

Hace 50 días que ocupan la planta de pescado en Irala y Bermejo. El empresario desapareció y ninguna autoridad se interesa por su suerte. De estar registrados bajo convenio a pasar las fiestas navideñas en la soledad de un comedor fabril.

Obreros de Frigorífico Bermejo. 50 días y 50 noches de indiferencia oficial.

5 de Enero de 2017 08:17

“Golpear, el timbre no funciona”, advierte un cartel precario escrito a mano y pegado en la puerta de ingreso al Frigorífico Bermejo, en Irala 3366. Desde hace 50 días y 50 noches, un grupo de trabajadores ocupa pacíficamente sus instalaciones, en el ostracismo del interés público más absoluto.

En la playa de estacionamiento han improvisado un toldo para guarecerse del sol. Hay cajones de pescado amontonados junto con los pallets de madera que se utilizan para el transporte de la materia prima. Lo demás es desolación y abandono.

Son 38 trabajadores registrados bajo convenio 161/75 que hace seis años dependen del empresario José María Poletti, quien se hizo cargo de la antigüedad cuando compró el establecimiento a Ho, el mismo industrial chino que manejaba Arhehpez en Champagnat.

Antes de Ho, hasta mediados de la década del '90, la planta fue sede de “Estrella de Mar”, una empresa símbolo de la pesca marplatense. Conducida por Oscar, el hermano de Poletti, y Héctor Antonio hasta una quiebra fraudulenta que hoy sigue regalando impunidad y cosechando víctimas en entre las calles del puerto

En su mayoría el grupo de trabajadores se compone de envasadoras, peones de planta, de congelado y camaristas. “Nos debe todo el mes de octubre, noviembre, diciembre, vacaciones y aguinaldo”, cuenta Walter Piriz, el delegado de la empresa.

El corte de pescado Poletti lo hace en la cooperativa El Tigre, o lo hacía. Sus 50 fileteros se fueron de la planta que el empresario alquilaba sobre Guanahani, frente a la sala de Salud municipal, previo arregló con quien últimamente le entregaba pescado: Marcelo Farías, también desaparecido por estas horas.

El comedor del primer piso es un símbolo de la inactividad que reina en la planta. Todos los cajones donde los trabajadores guardan sus pertenencias y elementos para los tiempos de descanso, sobre las mesas, cerrados.

“No tenemos luz y ya no tenemos agua; cortaron el servicio”, cuenta Pamela Camio, una envasadora del grupo que hace un resumen de la incertidumbre que embarga al personal en las últimas semanas.

“Desde que Poletti vino una vez a la planta con un arma, con revólver, y nos amenazó a todos, no hablamos más con él sino que tratamos con Etelvina Santandreu, su señora”, dice la trabajadora sin perder la calma.

“Exigimos que nos paguen el sueldo pero también mejorar el nivel de trabajo porque estamos con el garantizado. Etelvina nos pidió tiempo y nosotros se lo dimos. Nos dio licencia unos días, pero cuando volvimos notamos que faltaban elementos de trabajo”, aporta el delegado.

Entre las herramientas que retiraron del frigorífico, los trabajadores enumeran desmoldadoras, el autoelevador, balanzas, bandejas, elementos de la sala de máquinas para el mantenimiento de la planta y computadoras de las oficinas.

“La intención fue vaciar la planta. La ocupamos porque es lo único que nos queda para defender la fuente laboral”, cuenta Ana Altamirano, con 13 años de antigüedad. En el patio nadie se explica cómo de exportar 20 contenedores por semana hace dos años de tener el frigorífico funcionando las 24 horas, hoy enfrentan esta incertidumbre.

La instancia de negociación abierta en el Ministerio de Trabajo expiró sin ninguna novedad. A la primera audiencia acudió como representante de la empresa el doctor Pablo Gálvez. A los pocos días el letrado les dijo a los obreros que se desvinculó de Poletti. A las siguientes citas ya no mandaron a nadie al Ministerio.

El grupo debió turnarse para pasar las fiestas en la soledad de un comedor sombrío. “Brindamos con agua, no hay nada que celebrar”, dice Sergio Suárez, que lleva 16 de sus 44 años trabajando como peón en el frigorífico. El Sindicato del pescado entregó una caja navideña pero eligieron dársela a sus familias.

Sergio está casado con Marcela Leóz. Tiene su misma antigüedad envasando pescado, primero para Ho y luego para Poletti. “Hay otros matrimonios en el grupo y compañeros que son único sostén de familia numerosa”, avisa el Delegado.

Aldo Galván es peón y padre de 6 hijos. “La situación es desesperante. Como no nos manda el telegrama de despidos, no podemos pedir el fondo de desempleo. Al no tener ingresos tampoco cobramos el salario familiar”, lamenta.

De Poletti no se sabe mucho. Algunos aseguran que está en Capital intentando encontrar un comprador para la planta y asumir sus compromisos. Otros creen que está en Entre Ríos, donde su hermano Oscar tiene un emprendimiento vinculado al proceso y comercialización de pescados de río.

El empresario había reconocido hace un tiempoestar quebrado. Fue en las puertas del Museo MAR, cuando quiso ingresar a hablar con la Gobernadora el día que Vidal desactivó el “pescadazo”.

En esa oportunidad negó evaluarpresentarse en convocatoria y apostaba a una gestión salvadora de las autoridades provinciales para recibir el crédito que había solicitado tiempo atrás. Hubo gestiones pero ninguna respuesta.

Todo por acá languidece este miércoles de verano intrascendente y pegajoso: el aluminio de la línea de envasado, opaco por el polvillo. La rama del pino cortado de uno de los árboles de la vereda y que oficia de árbol navideño  ya muestra un verde sepia que desentona con las guirnaldas brillantes.

Los propios trabajadores son parte de una postal mustia de una industria pesquera que el año pasado dejó a más de 500 obreros en la calle y pese a las medidas oficiales que le devolvieron parte de la rentabilidad perdida, no termina de arrancar.