No da igual contar una historia de cualquier manera

En la década del 70  Tom Wolfe propone a Truman Capote como el iniciador del Nuevo periodismo. Pero diez años antes, en Argentina, Rodolfo Walsh ya lo había inventado todo. La crónica narrativa o literaria busca la combinación, entre los hechos concretos y los recursos literarios. La importancia del punto de vista y de las voces protagonistas a la hora de hacer creíble una historia.

31 de Marzo de 2019 09:03

En su libro El nuevo periodismo del año 1973, Tom Wolfe realiza un provocativo análisis de lo que él llama el “nuevo periodismo”. Allí, el periodista y escritor realiza un análisis de este fenómeno surgido en 1966 con la aparición de la novela A sangre fría de Truman Capote.

Según Wolfe, la aparición de este fenómeno pone al periodismo ante el desafío de desarrollar lo que él considera “el género más rico de la época” sobre la agonizante novela.

El nuevo periodismo retoma la vieja escuela realista, pero juega más con el compromiso del autor, en este caso del periodista, que debía “tomar contacto con completos desconocidos, meterse en sus vidas de alguna manera, hacer preguntas a las que no tenía derecho natural a tener respuestas, pretender ver cosas que no se tenían por qué ver, etc…”

Lo que no tuvo en cuenta Wolfe en ese libro  es que diez años antes, en 1956, en nuestro país aparecía un libro firmado por Rodolfo Walsh titulado  Operación Masacre,  que ya  cubría todas esas características y más.

Podemos  decir que Walsh se adelantó al Nuevo periodismo, cosa que ellos desde el norte quizás nunca reconozcan. Dice Wolfe que “todo lo que tiene el escritor para trabajar es el material que era reunido como resultado de su propio esfuerzo y de sus observaciones y no se le puede negar el derecho de usarlo”. Dado esto, repito, Walsh, diez años antes, en Operación Masacre logró una novela periodística, verosímil  y  con la cualidad de inmediato de una película cinematográfica, la profundidad y la libertad de la prosa y la precisión de la poesía.

 

Truman Capote no llamó periodismo a ese nuevo género sino que, por el contrario, le dio un nuevo nombre también. Así, aparece la novela de “no ficción” para diferenciarse de la novela tradicional.

El género alcanzaba, como técnica, a ofrecer una descripción objetiva completa, más algo que los lectores siempre tenían que buscar en las novelas o relatos breves: la vida subjetiva o emocional de los personajes. Por otro lado, como procedimiento para lograr el texto, se indicaba una construcción escena por escena de la acción, la inclusión de diálogos, la aparición y uso de los puntos de vista y la relación de la categoría social de la vida. Eso sí, dicha narración llevada adelante con recursos literarios y que dejan en nuestra mente personajes imborrables, está siempre sostenida, y así debe ser para no dejar de tener un pie en el periodismo, en la verdad.

El nuevo género siguió su camino. En el mundo y en nuestro país. Fue difícil de aceptar, en una primera instancia, por los “académicos” de las letras. Sin embargo, a los codazos,  fue haciéndose lugar hasta dejar las revistas, pasar a los diarios y llegar a los libros.

En nuestro país tenemos grandes ejemplos que siguieron el camino de Rodolfo Walsh, que vieron en este espacio  la mejor forma de contar lo que nos pasa.

Con el paso del tiempo fueron apareciendo los diferentes nombres: de la no-ficción a las crónicas, al periodismo narrativo,  hasta las ficciones verdaderas y lacrónica (sí, todo junto).

Pero, ¿cuál es el secreto del estilo? Muchos coinciden que es lograr una voz propia del autor, una visión de los otros que consiga que esas voces cobren vida a través de detalles reveladores, así como la selección de historias, el recorte y enfoque que se haga de ella. Es decir, como sostiene Roberto Herrscher, que “el lector vea por nuestros ojos. Que se haga sentido con lo visible: mirarlo como si nunca lo hubiera visto y tratar de sorprender al contarlo, reponerlo en su contexto, relacionarlo y entenderlo” para el otro y en el otro.

Quedó así en evidencia que se podía y se puede escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas que habitualmente son propias de las novelas o de los cuentos. Así el periodista puede escribir sus notas, tomando todas las libertades que la literatura le ofrece, sin olvidar su oficio. Martín Caparrós define al texto periodístico, cualquiera sea, como “aquel texto que se ocupa de lo que no es noticia”. Es decir, sobre todo aquello que no se quiere saber o ver de nuestro día a día.

 

¿Qué leer?

Desde Operación Masacre a hoy ha pasado mucho tiempo, muchos estilos y muchos nombres. Comenzar por Walsh parece una muy buena opción, pero venidos del norte también lo son el propio Tom Wolfe, Truman Capote o Norman Mailer. Y desde este punto del sur no podemos dejar de mencionar al propio Martín Caparrós, Tomás Eloy Martínez, Leila Guerriero, Gabriel García Márquez, Juan Villoro, Pedro Lemebel, Josefina Licitra, Cristian Alarcón y otros tanto.

Pero como es sabido que no se puede escribir sin haber leído demasiado, desde aquí consultamos a periodistas, colegas locales que desde su experiencia, tanto en la escritura como en la lectura, pudieran ayudarnos en una selección de crónicas y cronistas para entrar en tema.

El periodista y locutor Martín Kobse, abrió la rueda de consultas. Él prefirió rescatar a El duque en sus dominios, crónica  de Truman Capote que está en el libro Retratos (Lumen, 2018).  Se trata de una crónica acerca de la filmación de una película en la que el protagonista es Marlon Brando, “Es en parte una entrevista y una crónica de ese momento mientras se filmaba en el hotel  pero  también una pintura de lo que era Marlon Brando. Me estuve por inclinar  por una de Caparrós sobre la ex Yugoslavia, de Belgrado, pero me quedo con esta por el estilo de Truman Capote, el cual no alcanzo a descifrar porque no es como el cronista abordaría una crónica tradicional. Arranca por donde uno no arrancaría y te sorprende cuando mete los diálogos y va en el tiempo hacia atrás y vuelve. Escribe de una manera no convencional, realmente es un estilo muy atractivo. Además de que Marlon Brando siempre me interesó como actor y personaje”, sostiene.

 

Juan Carrá, periodista, escritor, cultor del periodismo narrativo, nos recomendó el libro  Enrique Raab, Periodismo todo terreno, donde encontramos una compilación de crónicas del autor hecha por María Moreno. Juan Carrá argumenta, “Creo que leer a Raab nos permite disfrutar la pluma de un periodista finísimo que puso la mirada sobre la cultura popular sin alejarse de la crítica social. Él escribió durante los 60 y los 70, era miembro el ERP y es un desaparecido en la Esma. Recomiendo para comenzar una que está hecha en Mar del Plata que se titula Mar del Plata, viaje hacia la noche que es del año 1971”.

 

Luciana Acosta, periodista del diario digital 0223 recomienda sin dudar: “Cualquiera de Leila Guerriero”.  Pero destaca uno: “Sin embargo, mi preferido es Frutos extraños. Crónicas reunidas 2001-2008 (Aguilar, 2009), un compilado de crónicas y perfiles que van desde la historia del basquetbolista Gigante González, hasta la asesina Yiya Murano, el ilusionista René Lavand (el mago de una sola mano), hasta  del doble de Fredy Mercury, un hombre que se gana la vida imitando a su ídolo en clubes de barrio, entre otras. El método de la periodista consiste en concertar varios encuentros con el protagonista de la historia, en lo posible en la casa de ellos, recabar datos y opiniones de su entorno y luego, con su prosa envidiable, logra convertir ese material en lo que llama ‘textos integrados’. De esa antología, mi recomendación particular es ‘La voz de huesos’, una crónica donde Guerriero habla sobre los orígenes del Equipo Argentino de Antropología Forense, a cargo de la exhumación e identificación de los desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar y eclesiástica en nuestro país.  Allí,  en un tramo, la cronista cuenta como Berta Schubaroff, la mamá de Marcelo Gelman (el hijo del poeta), al recuperar los restos de su hijo pide despedirse en soledad. Dice Guerriero: ‘A puertas cerradas en las oficinas del Equipo, trece años después de haberlo visto por última vez, al fruto de su vientre lo besó en los huesos’, dejándonos ser testigos de una escena íntima y desgarradora”.

 

Ezequiel Casanovas, periodista y finalista del premio de Crónicas La Voluntad, recoge el guante y responde, “Me resulta muy difícil elegir una sola crónica o un solo autor. Pero creo que siempre hay que volver a los inicios y orígenes más cercanos. Por eso me inclino por Operación Masacre de Rodolfo Walsh y La pasión según Trelew de Tomás Eloy Martínez. Ambos libros conjugan todo lo que una crónica debe contener. Ambos son ejemplo de literatura bajo presión como se definió alguna vez”. Y por último nos recomienda también la Antología realizada por Jorge Carrión 'Mejor que ficción. Crónicas ejemplares',  donde encontramos una selección de lo mejor de las crónicas iberoamericanas reunidas.

 

Finalmente, el periodista Federico Bruno, quien es también un apasionado por la lectura, nos trae un autor más contemporáneo. “Mi elegido es Magnetizado de Carlos Busqued, que cuenta la historia de un asesino de taxistas a principio de los 80. Un caso que por mi edad a mí me queda medio lejos, pero  que con  muchos de los que hablé sobre el libro, tienen alguna referencia  del caso. Está bueno por cómo está contado, es una crónica de alto voltaje literario y con muchos recursos de literatura. Se lee muy rápido, como si fuese una película. Y está el detalle de que una pequeña frase de cada capítulo termina siendo el título del capítulo siguiente. Me hizo acordar mucho a la crónica de Soriano sobre Robledo Puch, donde agarra todas las publicaciones que se hicieron en esa época sobre el caso y las contrasta con la realidad,  y  tomarse en broma el análisis al medir, por ejemplo, qué tan sensacionalista fueron los medios gráficos. Es una historia muy rara y da forma a un libro muy vertiginoso. Busqued ya es un autor respetado en el género a pesar de que solo tiene dos libros, lo cual habla de su calidad como autor y cronista. Muy buena historia, muy bien contada y que se lee con todas las herramientas que debe tener una buena crónica” nos dice.

 

Nuevo periodismo, crónica narrativa, periodismo narrativo. Los nombres se suceden y se superponen en este género híbrido, fronterizo, mezcla de relato, ensayo, memoria e impresionismo,  hasta quizás más poético que narrativo en determinados casos,  que busca llevar comprensión y mostrar sensibilidad a través de una historia. Como dice Leila Guerriero, “El periodismo narrativo es muchas cosas, pero es, ante todo, una mirada. Ver en lo que todos miran, algo que no todos ven, y una certeza: la certeza de creer que no da igual contar la historia de cualquier manera”.