Santiago Sánchez: "En el ring, nadie me pegará más fuerte que mi vieja"

Tras una infancia de maltratos en su pueblo, llegó a Mar del Plata hace 10 años. Durmió en una plaza, se enfermó por el hambre, pero trabajando hasta de peluquero, salió a flote. El viernes, debutará como boxeador profesional. La historia de Santiago Sánchez.

15 de Agosto de 2018 12:00

-¡Pará un poco! ¿No sabés pegar más despacio? Estamos haciendo un guanteo
-No, no sé, pego así.
-Mirá que te voy a arrancar la cabeza eh…
-Dale, vos pegá. Tirá en serio, más duro que lo que me ha pegado la Lucy no creo que me pegues.

Una tarde de hace 5 años, el boxeador Rubén Eduardo “Siru” Acosta -campeón Mundo Hispano mediano, argentino, sudamericano y latino de los supermedianos- se preparaba para una pelea en el hotel Sheraton, e invitó a guantear a un pibe que acababa de conocer y que no medía fuerzas: Santiago Sánchez. 

Este viernes a las 21, con Acosta como entrenador -junto a Martín Aiello- el ligero Sánchez dará el salto del amateurismo al profesionalismo (hasta 61 kg): a 4 rounds, enfrentará a Alan Gauna –de Florencio Varela- en la velada que se hará por primera vez en el Club Atlético San José (España 3443), junto a otras 12 peleas.

A los 28 años y a la par de su trabajo como obrero en la construcción, el nacido en la pequeña ciudad de Ranchos (partido de General Paz, 85 kilómetros al sur de La Plata) pero que vive en Mar del Plata hace 10, cumplirá uno de sus sueños, luego de atravesar una historia realmente de película y que, en resumen, tuvo la valentía de contar en esta entrevista con 0223.

Tal vez sea una sentencia caprichosa, pero las vidas de los boxeadores de la historia nunca fueron, al menos en sus inicios, un cuento de hadas. Para llegar a subir a un ring, antes, hubo que sufrir. Y Santiago Sánchez vaya si sufrió. Primero, por la violencia y el desengaño de quien le dio nada menos que la vida. Luego, por la soledad, el frío y el hambre. 

“Los golpes se olvidan, el abandono, no”

Sencillo, respetuoso, Santiago “el Ranchero” Sánchez fue abriendo de a poco su corazón ante 0223, en el café ubicado debajo del gimnasio Squatgim donde acaba de terminar su entrenamiento. Nunca había contado su historia en una nota. 

-¿Cómo fue tu infancia?

-De parte de mi madre, muy dura. No solo nos golpeaba por algún reto, sino que sufríamos palizas las 24 horas del día. Y no te pegaba así nomas, con un cachetazo. Te pegaba con la hebilla del cinto, te partía un jarro en la cabeza, tiraba piñas, o hacía que te ahogaba en el agua...cualquier cosa.

-¿Cuánto tiempo duró ese maltrato?

-Y...toda la infancia. Hasta que, a los 14 años, se separan mis viejos y ahí no le permití que me levante más la mano. A mis tres hermanos les pasó igual. Hasta los 20 no le hablé nunca más, ni supe nada de ella. 

-¿Y tu padre no los defendía?

-Mi viejo (Miguel Adolfo) es un pan de Dios. Siempre laburó en la construcción. Lamentablemente, la autoridad en la casa la tenía mi mamá. Era al revés de lo habitual la violencia de género. Le faltaban huevos para defendernos. Sabía que, si nos defendía, era para lío. Mi viejo es una muy buena persona, no se prendía a la discusión, y no le daba para parar la mano dura. Le dolía. Y ante una situación violenta, se iba. 

-¿Por qué pensás que reaccionaba así tu vieja?

-Yo creo que la ha pasado mal en la infancia, fue abandonada por sus padres, también se crió sola y se fue como yo, pero no supo revertir la situación. Ella volcó su rencor hacia nosotros, parecía que tenía venganza y la descargaba sobre nosotros. No tenía control sobre eso. Era todo el tiempo palo, palo y palo.

Me encantaba tomar el té. Pero cuando lo preparaba, tenía que echarle mitad agua fría, mitad agua caliente. Por ahí ella me pegaba un cachatezo en la nuca y se me volcaba todo encima.

-¿Realmente todo el tiempo?

-¡Sí! Yo tengo 9 tajos en la cabeza, 8 son de ella. Y así, con cualquier cosa. No era educación lo de ella, era maltrato, ira.

-¿Qué más les hacía?

-A mí me encantaba tomar el té. Pero cuando lo hacía, le tenía que echar mitad agua fría, mitad agua caliente porque por ahí te pegaba un cachetazo en la nuca y se te volcaba todo. No podíamos comer tranquilos. Siempre era esperar una golpiza. Por ahí me venía a saludar, y yo me atajaba esperando el golpe, y me decía ´¿por qué te atajás si no te voy a pegar?´, y te terminaba pegando porque me había atajado. Arriba del ring, nadie me pegará más fuerte que mi vieja.

-¿Y mostraba arrepentimiento en algún momento? ¿Se comportaba con normalidad?

-El único perdón que tenía era hacia Dios. Los cumpleaños eran el descanso, pero nos pegaba igual. Íbamos a la escuela y nos pegaba adelante de todos. No tenía vergüenza. Y después yo, encima, sufría bullying en la escuela. 

-¿Y qué tipo de bullying?

-Porque sabían que me pegaban en mi casa. Después, me jodían y me decían ´feo´, ´carancho´… Toda la vida en el colegio me dijeron de todo y jamás me defendí ni nada, porque llegaba a mi casa y era otra paliza. 

-¿El pueblo estaba al tanto de la violencia que sufrían?

-Sí, en la escuela sí. En un momento mis cuatro hermanos llegamos a quedar tartamudos del miedo que teníamos. Los vecinos a veces venían a defendernos, nos querían sacar de ahí. Mi casa, con ella, fue dura.

-Tu madre, además de la violencia, ¿luego los abandonó?

-Sí. Cuesta contarlo porque sucedió algo que no es normal. Mis padres se separaron. Mi mamá le falló a mi viejo con el hermano. Uno puede aceptar que se separen los padres, es algo normal en todo el mundo. Pero eso no tiene un perdón. O sea: hasta los 14 años estuve recibiendo palos suyos en la cabeza, de repente nos abandona, y después le mete los cuernos a tu papá con tu tío. Eso es lo que no se perdona. La mano dura, sí. 

-¿Cómo fue enterarte de esa traición?

-Yo la pasaba a ver, saludaba mi tío con normalidad, y mi papá jamás nos habló mal de ellos. No terminaba de entender, hasta que en un momento le pregunto ´che, pá, ¿qué onda con mami?`. Y me aclara, ´no, mami y el tío son novios´. Ahí como que tomé el dolor que sufrió tu viejo, que lo hizo interno porque jamás lo expresó. Ahí es donde digo que los golpes se olvidan, pero una traición así, no. Con mis hermanos le hicimos una pared a mi mamá. Eso es lo que costó perdonar. Mi viejo también ya los perdonó.

-¿Cómo llegás a reconciliarte con ella?

-En un momento me sentía mal. No podía más. Abandoné un trabajo, y recurrí a ella con ganas de perdonarla. Ver qué haría ella ante una nueva oportunidad. Los golpes se olvidan, ¿viste?, dejan de doler, ya no existen más. Pero el abandono, no. Hoy en día puedo decir que está todo bien con ella, y junto a mis hermanos, la perdonamos.

-¿De dónde salió tu perdón ante tanto dolor?

-El equilibrio en lo que hoy soy yo, fue mi papá. Era vivir con un ángel como mi viejo, que lo sigue siendo, y convivir a la vez con el diablo, los dos extremos totalmente diferentes. Eso me llevó a quedar en el medio, porque hoy no soy rencoroso, ni una persona mala. Jamás tuve problemas en la calle. Siempre pedí permiso, perdón, y dije gracias.

-¿Ella alguna vez pidió disculpas?

-No, jamás. Y nunca se las pedí, no me interesó. Qué se yo... al principio me costaba verla reír, lo sentía como una burla. Pero después se me pasó. O nos juntábamos a cenar, mi papá decía ´voy a lavar los platos´, y ella decía ´no, sentate tranquilo´ y ya me molestaba que le discuta eso. No permitía que le dijera ni discuta nada. 

Escape a dedo a Mar del Plata

La vida en Ranchos no daba para más. La calma de su pueblo contrastaba con su vida personal en una edad de quiebre. Aturdido, Santiago Sánchez decidió escapar. A los 14 años se fue a La Plata para trabajar en un lavadero de autos. Y tras haber podido vacacionar en Mar del Plata con uno de sus hermanos y ver que pedían empleados en varios lavaderos, tomó la decisión de venir a “la Feliz”, donde en 2004 había sido campeón en el fútbol de los Juegos Bonarenses con el club de su pueblo: “Agarré un bolsito y caminé desde el centro de La Plata hasta el cruce Etcheverry en la ruta 2, y me vine a dedo. No tenía un mango. Pensé ´Mar del Plata es para mí´”, recuerda. 

Y aquí, realmente desde cero, empezó su verdadera historia, la que lo tiene hoy como incipiente boxeador profesional. Pero sus inicios en la ciudad desde aquel febrero de 2008 no fueron nada fáciles. “Apenas llegué empecé a trabajar en un lavadero y a vivir en la plaza de Libertad y Dorrego. Estuve ahí una semana. Vine sin nada, algo de ropa nomás. Era tan chico, que con 17 años no tenía consciencia de lo que hacía. Venía de un pueblo inocente, donde no hay maldad ni violencia. La rebeldía me fue llevando.Por suerte, el destino siempre me protegió."

-¿Cómo fue vivir, dormir en una plaza?

-Fue bravo. Si bien era el final del verano, las noches eran frías. Llegaban las 5 de la mañana y creía que era pleno día. Me iba a la arena a dormir un rato bajo el sol y luego a buscar laburo. Pero luché por lo que quería. El primer paso era estar en Mar del Plata, y ya no eran vacaciones. Era depender de mí o volverme.

-¿Podías alimentarte en esos días?

-No, fue durísimo. Me enfermé incluso. Comía cada diez días. Ni saco la cuenta porque no me lo olvido más. Me compraba 100 gramos de jamón todos los días, era lo que más sabor tenía. Comía dos sandwichitos por día. Ahorraba lo que podía. Ganaba 15 pesos al día. Siempre soñaba con alquilar algo, y a la vez poder ahorrar. Y cuando ahorraba 35 pesos, me iba a un tenedor libre chino por la calle Belgrano, cerca del Casino. Y estaba ahí prácticamente todo el día.

-Era el paraíso...

-Me acuerdo que me servía como 12 veces, pero el estómago ya estaba cerrado. Al rato estaba sin querer en el baño vomitando, y yo pensaba que estaba haciendo lo correcto, que me estaba alimentando por los diez días que no había comido. Y era todo lo contrario. El cuerpo rechazaba la comida. Era bulimia. Gracias a Dios me pude recuperar.

-¿Cómo seguiste?

-Trabajé en el Lavadero Jara, eso me dio posibilidades de alquilar una pieza en hotel del Paseo, en Santiago del Estero y Rivadavia. Costaba 1000 pesos al mes. A la vez era tarjetero de Sobremonte, pagaban 18 pesos. Hacía lo que podía. Me alcanzaba para pagarme la habitación, pero seguía sin comer. Era mejor que una plaza ya (risas). Luego, empecé a trabajar en la distribuidora como repartidor, empecé a hacer conocidos, me inicié en el boxeo. Con ese laburo avancé. Era un conocido de mi familia, sabía de mi situación de calle y me dio una mano. También enganché en una peluquería.

-No me digas que fuiste peluquero...

-Sí, estuve en desfiles y todo. Me ensañaron el oficio, las mañas, solo me faltó el título académico. Al ser tarjetero de Sobremonte, me contacté con este peluquero, que hacía muchos desfiles, shows en boliches. Integraba el staff. Colocaba extensiones, hacía brushing, lavado de cabeza... un lindo ambiente. Hasta los 22 estuve ahí. Hoy en día con toda la gente que trabajé, me sigo viendo. Son mi público. Cosas del destino.

-¿Pensaste en algún momento volver a tu pueblo?

-No. Sí me tuve que volver a la plaza una vez. Le choqué el auto a mi patrón y, enojado, me dijo ´te llevo a tu pueblo, ya está´. Me negué, y volví unos días a la plaza, otra vez a lucharla. Ahora quedó como anécdota. él se enteró después que me fui a la plaza, y ahora que tenemos una relación me dice ´nunca lo hubiera imaginado, cómo no me dijiste´. 

Santiago mira hacia atrás y nada es rencor. Es orgullo por haber forjado su destino. "Siempre me tocó llorar solo, a escondidas. Nunca para nadie. De todos los problemas que tuve, jamás se enteró mi familia. En los primeros años acá ni me comunicaba. Y viajaba cada dos años. Después pude traer a mi hermano más chico a vivir acá. Pero siempre luchándola", comenta.

El boxeador, al influjo de "Siru" Acosta

Santiago Sánchez siempre fue un practicante del deporte. Tenía facilidad para cualquier disciplina. “Con tal de no estar en casa regañado, prefería ir al club del pueblo”, recordó. Pero comenzó a boxear a los 20 años. Mientras buscaba su estabilidad en la ciudad, se insertó en un gimnasio para practicar K1 (una rama del kickboxing). “Quería enfrentarme a rivales, tener competencia. La disciplina no estaba instalada, y me dijeron ´si querés rivales, dedícate al boxeo´”, declaró a 0223. Y así, el destino, lo cruzó rápidamente con “Siru” Acosta. 

"Yo trabajaba en el reparto de materia prima para panaderías, y un panadero era amigo de Siru. Lo conocí de pasada, y siempre que iba lo encontraba, hablábamos de boxeo. El panadero me contaba ´este es el campeón sudamericano´. Siru estaba por viajar a competir por el título mundial. Y eso para mí fue lo que me inspiró a largarme al boxeo. Lo empecé a seguir, y sin dudas se convirtió en mi gran referente. Fue la inspiración. Veía que tenía un título sudamericano, latino, que viajaba. Él me contaba sus viajes, me llamó la atención, y me dijo ´vení y probate´", relató Santiago Sánchez sobre cómo conoció a su mentor.

Tras unos meses con Acosta, al no poder pagar la cuota del gimnasio se fue a otro ubicado en avenida Libertad y 186, con el boxeador César Reynoso. Tuvo allí sus primeras 9 peleas como amateur durante 4 años. “Éramos 22 compañeros. Pero la escuela se separó, y volví con Siru, con quien llevo ya cinco años”. 

En un momento, Sánchez quiso abandonar el boxeo: “Decía ´esto no es para mí´. No encontraba mi técnica. Quería volver al K1, que me rompieran un brazo. Siru me tranquilizó: ´Vos tenés que seguir con el boxeo. Dejame a mí, que como vos pegás, no pega nadie´. Le respondo ´no hago nada con solo pegar´, y ahí me termina de convencer ´es como la escuela, cuando te enseñan la ´A´, de tanto repetir, la vas a aprender. Dejame que te corrija. Con la pegada se nace, no se fabrica ni se estudia´."

El diálogo reproducido al comienzo de esta nota, reconoce Santiago que “rompió el hielo” en la relación con “Siru” Acosta. “Me preguntó quién era Lucy (su madre), y si las peleas que había tenido las había ganado todas por knock out, por la fuerza de mi golpe. Y que si pegaba en el ring como en el gimnasio, no podía perder nunca. Vio en mí una piedra para sacarle agua. Ahora me gustaría devolverle el tiempo y la confianza que invirtió en mí", contó ilusionado con su futuro.  


 

A horas del debut: "Sueño con ser campeón mundial"

De Santiago Sánchez, todos destacan la fuerza de sus golpes. Él tiene bien claro sus límites: “Yo no tengo talento, tengo sacrificio y lo voy a hacer valer”, sentencia. Dice que no es técnico, que conoce poco de estrategias de pelea: “Siru trabaja mucho mi técnica. No conozco nada de mi rival, solo su apellido. Siempre fui así. Por más que los mire, si se tiran a la derecha o para atrás, siempre voy a tirar al bulto. Lo que vea que se está moviendo, le quiero pegar. Mis entrenadores estudian al rival, y vienen y los practicamos con manopla, la bolsa, sin que me digan qué hacer. De tanto practicar, me sale por inercia todo", contó sobre su método de trabajo. 

-Pasaron más de 40 peleas como amateur, ¿qué pensás que te vas a encontrar en el profesionalismo?

-Me tengo mucha fe y confianza. Habrá otro roce, sin dudas. A todos lados que fui, lo que siempre se destacó de mi fue la pegada. Vamos a apostar a eso. Bajar de 10 a 6 onzas en los guantes del profesionalismo, será una ventaja para mí. Y seguiré puliendo mi técnica.

-¿Cómo te sentís para el debut?

-Me encuentro tranquilo. Antes se habían frustrado otras oportunidades. Tengo que tomar la pelea como si fuera un guanteo para sentirme tranquilo porque muchas veces en las peleas me he sentido presionado, y en un guanteo no me pasa. La preparación fue al 150 %. 

La rutina de Santiago es de un gran sacrificio. Desde las 8 a las 16, trabaja en la construcción. Pasa brevemente por su casa. "Después de una ducha, mirás la cama de reojo y la cabeza te dice ´tenés que seguir´", cuenta. Y se va al gimnasio a entrenar hasta las 22. Los fines de semana, sale a correr por la costa o la laguna. Se alimenta sanamente. No le gusta el vino, ni la cerveza ni el fernet. "A veces un Gancia o Campari", acota. Tanto tiempo invertido en sus sueños, dice, alejaron a sus novias. "Me tienen que aceptar sin tiempo, casi no existo. Por suerte ahora estoy con una chica que estudia y tiene también sus exigencias, nos combinamos bien", expresa. Trabajar tiene su sacrificio, pero Sánchez valora tener "perserverancia, constancia. Uno va a trabajar a la obra, pero siempre pensando que a la tarde uno estará peleando por su sueño. El trabajo para mí pasa a ser secundario. Es un complemento para poder vivir, pero mi sueño siempre está en el boxeo". Y agrega: "Ya son ocho años y medio que vengo invirtiendo, dejando familia, amigos de lado. La posibilidad de estudiar incluso. Muchos dicen ´no estudiaste`. Pero para mí esta es mi facultad. Está el que se recibe y tiene su graduación. Para mí, llegar a debutar ahora como profesional es mi graduación. Si voy a soñar, voy a soñar a lo grande. El sacrificio no tiene que ser en vano. Hay que seguir soñando". 

Los sueños. Santiago Sánchez los tiene en claro. "Ser campeón mundial, para darle el gusto a Siru, a los dueños del gimnasio que me cedieron el lugar como becado, a todo el equipo que trabaja conmigo: Martín Aiello, Ariel Catalbiano, Marcos Acosta (preparadores), Perdo López Martucci, Franco Ibáñez". 

"El Ranchero" celebra el presente. Se acuerda de todos. De sus tres mejores amigos que lo siguen a la distancia "Federico Porto, Francisco Ratelli y Nicolás Castro (exfutbolista de Unión de Mar del Plata, hoy en Sarmiento de Junín). son de fierro." De su padre: "le dije mil veces que se venga a vivir conmigo, que lo mantengo, pero él es fiel a su pueblo". De su madre: "cada dos por tres viene. La amo, es mi vieja. Está en pareja, ya no con mi tío eh (risas)". Enloquece de felicidad por sus sobrinos: "son hermosos, me mandan fotos con los puños cerrados ´como el tío Santi´". De sus hermanos mayores, Jonathan, Carmen y David. 

"Yo me veo ahora con 28 años, y recuerdo en mis 14 las que pasé. Conocí mis límites. Supe que pude estar 10 días sin comer y no me morí. Quedé con toda mi historia dura, pero siempre tratando de progresar. Me tengo fe por estos 8 años donde creo que aposté correctamente. Todo saldrá bien", declara cerca del final Santiago a 0223. Y como epílogo que lo define casi a la perfección, cerró: "Siempre que tengo un tropezón, recuerdo que viví en una plaza, entonces todo lo demás es yapa, sobra. Ya que alguien me salude o me diga ´Santi´ es un montón para mí. Soy un agradecido al boxeo y a la vida".

 

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