Adiós a Héctor Ricardo García, el periodista que mejor interpretó a las masas

1 de Julio de 2019 14:55

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Oscar Gastiarena, especial para 0223.

El periodismo argentino está de duelo: murió Héctor Ricardo García, el hombre que mejor interpretó el lenguaje y el pensamiento de la mayoría de los argentinos. Porque la masa la forman los que son pobres, mal que le pese a quienes hoy nos gobiernan y a los que antes lo hicieron. Los pobres, en general, no tienen acceso a la educación superior.

Tuve la suerte de trabajar a su lado, dirigiendo el “El Atlántico” de Mar del Plata y aprendí mucho. Podría llenar muchas carillas, narrando parte de su vida o algunas anécdotas. Pero no es este el momento. Los griegos, con su experiencia milenaria, afirmaban: de los muertos, lo mejor.

El colega que falleció el sábado pasado fue un hombre común, con defectos y virtudes, que nació predestinado para ejercitar el oficio de “informar, no de formar”; como Gardel para cantar, Pavarotti para dar un do de pecho, Maradona y Messi, jugar al fútbol o Fangio para ser el primero en recibir banderazo a cuadros que lo convirtió en campeón mundial. Para mí, que compartí muchas horas con él, tener una primicia o una fotografía única, le daban un estado de éxtasis, imposible de reflejar con palabras…

En este triste obituario quiero escribir del periodista, del hombre que, de fotógrafo raso, se convirtió en brillante empresario del periodismo y millonario sin haber dejado de lado en ningún momento de su vida el amor por la profesión.

Cuando se producía algún hecho trascendente, de interés para la gente, no vacilaba en tomar papel, lápiz y su cámara fotográfica para tener la mejor información. Incluso, en muchas oportunidades, cuando el diario no tenía quién manejara un móvil, él se sentaba al volante, trasladaba a periodistas y fotógrafos y también tomaba apuntes o sacaba fotografías.

García interpretó mejor que nadie el lenguaje popular. Sólo ejemplo: en una ocasión, mientras recorríamos el taller de composición, observó el título en una página: “Las FFAA amenazan con gobernar 10 años en la Argentina”. Sin detener el paso, me preguntó: ¿No te parece que es más sencillo poner ‘los militares’ amenazan con gobernar 10 años en la Argentina?”.

García, según mi real saber y entender, fue par de Natalio Botana, innovador de Crítica y El Sol, dos diarios emblemáticos. También de Roberto Noble hacedor de “Clarín” o los descendientes de Bartolomé Mitre (La Nación); Alberto Haynes (El Hogar, El Mundo) y otros ignotos difusores de la letra escrita que, por estar en el interior, no alcanzaron la dimensión de algunos de los citados.

Para mí, el fotógrafo, cronista, corrector e impresor que fue García tuvo otro mérito superlativo: fue el hombre que hizo cambiar la orientación y el cometido de los diarios argentinos. Hasta la irrupción prepotente de Crónica con su lenguaje popular o populachero, los diarios argentinos tenían en sus páginas más información de Europa y América del Norte que de Argentina.

El hombre de la calle sabía, por ejemplo, quién era el político inglés, Clement Attlee y desconocía a Ángel Borlenghi, integrante del gabinete de Juan Domingo Perón.

Tuvo la sinceridad de confesar que, si veía algo novedoso en otros diarios, de inmediato lo incorporaba a “su” Crónica; copiaba o “robaba” sin experimentar arrepentimientos.

En la evocación que se transmitió en una de sus grandes ideas (Crónica TV,) se lo presentó como “padre de la placa roja”. Tuvo otros méritos periodísticos: fue valiente para informar y no callar cuando hablar estaba prohibido.

Durante la última dictadura militar fue preso por orden de un jefe de la policía bonaerense. Estuvo varias horas en el calabozo, pidiendo, reclamando a los gritos, que le permitieran ir al baño. Ante la negativa, cuando obtuvo la liberación, el alto jefe castrense, irónicamente le aconsejó que mejorara el lenguaje de “los pasquines que embrutecían a la población”. García, con su mejor sonrisa, respondió que así lo haría, pero que antes tenía necesidad de “hacer algo”. “Hágalo, que ahora estamos en un país libre”, le respondió el alto jefe castrense. Entonces García se desabrochó la bragueta y le orinó el escritorio.

Con defectos y virtudes, se fue un grande. Que Dios lo tenga en la gloria, aunque le rechacé su intención de hacerle un reportaje exclusivo en Crónica TV anticipándolo con la placa roja…

García fue un tipo especial. Recuerdo que, estando en la redacción de El Atlántico en el fragor del trabajo –había muerto el actor Claudio Levrino-, tuvimos una violenta discusión, en presencia de todos los periodistas. Mi patrón, molesto por una corrección que le hice, se ofuscó y me gritó: “El diario es mío y yo hago lo que quiero… Y si no estás de acuerdo, fundá un diario”. Yo, también exasperado, le respondí: “Si el diario es tuyo metetelo en el c…”. Me levanté y me puse el saco. Enseguida García salió atrás mío, gritándome: “Negro, no te vayas que ya reservé la mesa para que vayamos a cenar”.

Era un tipo duro que pagaba una invitación a comer de un batallón pero le costaba dar un peso de aumento de sueldos.

Descansá en paz, “Gallego”. Lo ganaste en tu paso terrenal.

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