Por qué amamos tanto a Diego

Maradona al lado de los niños. Agobiado minuto a minuto, pero siempre dispuesto a dar felicidad. Foto: @MaradonaPics

26 de Noviembre de 2020 04:01

La noticia vuela con frialdad por los smartphones. Parece ser un mediodía más de esta pandemia eterna. Pero no. Versiones, rumores, confirmaciones. No puede ser. No me jodas. Es fake news. Pero no. El corazón de Diego Armando Maradona dijo basta y el mito se transformó en eternidad. El dolor cala en cada hueso de cada argentino que fue feliz por el "10". Y el mundo entero ingresa en conmoción. 

¿Por qué tantas lágrimas?. ¿Por qué tanto estupor?. ¿Por qué amamos tanto a Diego, el tipo que no solo fue fútbol?

Amamos a Diego porque fue el pibe de barrio que somos todos nosotros, jugando en el potrero o en la calle, enceguecidos por una pelota destrozada a la que soñamos domar como nadie.

Amamos a Diego por Doña Tota y Don Diego, madre y padre que ninguna gloria ni dinero les pudo borrar sus miradas sufridas de un pasado muy duro.

Amamos a Diego por su origen humilde y orgullosamente villero, el cual jamás olvidó desde la cima de las cimas del mundo que lo idolatró.

Amamos a Diego porque con 16 años se puso a su numerosa familia al hombro para sacarla de la miseria, y debió enfrentar al mundo repentinamente cuando pocos pueden estar preparados. 

Amamos a Diego porque fue el lujo, la alegría, el éxtasis de los que nada tenían durante la semana pero se sentían poderosos los domingos.

Amamos a Diego porque fue "el más humano de todos los dioses", como describió el gran Eduardo Galeano.

Amamos a Diego por sus contradicciones e imperfecciones, que también son nuestras, a pesar de los moralistas que esconden sus miserias detrás de una gran careta. 

Amamos a Diego porque todos sus excompañeros y amigos destacaron siempre su generosidad y sencillez, lejos del divismo de las estrellas.

Amamos a Diego porque siempre estuvo al lado de las Madres y las Abuelas, de cada causa justa y noble, de cada necesitado. 

Amamos a Diego porque defendió al fútbol puro y sus jugadores en cada acción y declaración.

Amamos a Diego porque fue un intelectual de la calle, incomodando con su desboque que también es el nuestro. Maradona le decía al mundo lo que el sentir popular quería.

Amamos a Diego por solidario, organizando partidos benéficos en lugares inhóspitos, peleándose con la dirigencia de Nápoli que no lo dejaba viajar.

Amamos a Diego por representar a la Argentina en el mundo, prevaleciendo -como el globo lo demuestra por estas horas-, el respeto y la admiración por el genio sin importar su vida personal.

Amamos a Diego por su amor a la bandera nacional, con esa camiseta celeste y blanca que fue su verdadera piel. 

Amamos a Diego porque sabemos que le debemos felicidad. Que el amor sincero y a veces extremo con que quisimos pagarle no alcanzó, e incluso tal vez lo perjudicó. 

Amamos a Diego porque fue el futbolista más impresionante de todos los tiempos. Magia, estética, brillo, arte divino. Goles imposibles, gambetas de leyenda.

Amamos a Diego porque con el dolor de los pibes caídos en Malvinas en carne viva, se inspiró para que nos burlemos de Inglaterra con un gol tramposo y otro irrepetible e inexplicable.

Amamos a Diego por esa copa que ya nadie más pudo levantar aquí, la última vez que nos sentimos los mejores del mundo.

Amamos a Diego porque muchos se hacen los boludos, pero bien saben que no hubieran aguantado ser Maradona ni una hora. 

En definitiva, amamos a Diego porque nos hizo felices cuando más lo necesitábamos. Y la vida sigue, continúa. La vorágine nos lleva. Pero cada argentino de los últimos 44 años recordará para siempre que en medio de una dictadura, de crisis económicas y tantas desgracias, un "negrito" enrulado y bajito, con pinta de duende, nos hizo sonreír. Y eso, hacernos felices en Argentina, es impagable.