Mariani: “Siempre pensamos qué es lo mejor para Mar del Plata”

Hijo de Carlos Mariani y María Haydeé Pérez Maraviglia, el arquitecto continúa, junto a Oscar Cañadas, el legado de uno de los estudios más representativos de Mar del Plata, con premios y reconocimientos internacionales. Mano a mano a 0223, evoca anécdotas familiares, comparte miradas de ciudad y analiza el desarrollo inmobiliario local. “En la arquitectura no hay cosa más importante que hacer ciudad”, sostiene.

Mariano junto a Cañadas y su mamá, Pérez Maraviglia.

29 de Octubre de 2021 13:48

Por Redacción 0223

PARA 0223

“Hacer arquitectura es hacer ciudad”. Jerónimo Mariani lo repite, no como un simple slogan, no como una leyenda empresarial, sino como un mantra que invoca una tradición de familia, una forma de asumir y pensar la arquitectura. Siendo quinta generación de marplatenses, hijo de Carlos Mariani y María Haydeé Pérez Maraviglia – apellidos que se leen como un bloque sólido e indivisible desde 1970 –, y con más de veinticinco años de trayectoria, Jerónimo Mariani hoy es el hombre que se hace cargo, junto a Oscar Cañadas, de continuar un legado ambicioso que busca resolver las necesidades de la época sin desatender los desafíos urbanísticos de la Mar del Plata del futuro.

Es que si bien el estudio Mariani-Pérez Maraviglia-Cañadas Arquitectos trasciende fronteras con numerosas obras que también han sido motivo de reconocimientos y premios de carácter internacional, la identificación y preocupación con la ciudad nunca quedó de lado y día a día se mantiene la apuesta por nuevos proyectos para fortalecer y profundizar el vínculo local. “La preocupación por Mar del Plata siempre está. Tenemos obras importantes afuera pero nada de eso nos quita compromiso con Mar del Plata. Nos sentimos marplatenses ante todo”, ratifica Mariani, en un extenso mano a mano que le concede a 0223.

Con este sentido de pertenencia, los arquitectos construyen una filosofía de reivindicación permanente por sus raíces. Carlos y María Haydeé – él marplatense, ella porteña – se conocieron en 1968 en Buenos Aires durante las cursadas que realizaban en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Fadu) de la UBA, y dos años más tarde se mudaron a la ciudad, con la firme convicción de crear el estudio que resultó ser la gran guía de sus vidas. El destino pronto confirmó que la decisión no estaba equivocada: a los pocos meses, ganaron el primer concurso a nivel nacional para construir el Hospital Odontológico en Mar del Plata.

Foto: Jeronimo Mariani junto a sus padres.

El auge más importante, sin embargo, llegó a mediados de 1980 cuando el matrimonio se impuso con una estética arquitectónica bien distinguible de ladrillo visto con edificios de fuerte impacto para “La Feliz”, como el Shopping Los Gallegos y el lujoso hotel Sheraton de calle Alem, y con otros proyectos de vivienda que se plasmaron sobre la avenida Colón y sectores de la costa. Así, el estudio encontró un sello propio que no solo despertó elogios en tierras marplatenses sino en el resto del país. “En Rosario y Córdoba ya habían aparecido algunos arquitectos y mis papás fueron de alguna manera los representantes que tuvo Mar del Plata por esos años a partir de todos los proyectos que pasaron por el estudio”, destaca Mariani.

Y con un estudio ya consolidado, de prestigio, sinónimo de calidad, innovación y excelencia, a fines de 1990 Jerónimo y Oscar Cañadas desembarcaron como socios, con el desafío de aportar una cuota de renovación pero siempre con un eje de continuidad. La incorporación del hijo de Mariani y Pérez Maraviglia era un hecho inevitable: desde chico, al ser testigo del amor y de las charlas “monotemáticas” sobre arquitectura que una y otra vez se repetían en cada cena y almuerzo, él imaginó un lugar propio en aquel espacio de trabajo para seguir su camino profesional.

Foto: Oscar Cañadas, Jeronimo Mariani, Carlos Mariani y María Haydeé Pérez Maraviglia. 

De todos modos, los trabajos en el estudio no fueron los primeros para Jerónimo Mariani como arquitecto. Cuando se asoció, ya contaba con más de tres años en Capital Federal, el destino que eligió para ganar experiencia y crecer de manera independiente. Curiosamente, el camino de Jerónimo fue muy distinto al de su hermano menor, a quien sus padres no lograron cautivar en el arte de diseñar y construir edificios: su rumbo se desvió a una rama distinta pero no menos compleja como la ingeniería industrial. “Mi hermano antes no quería saber nada pero ahora le está tomando un poco más el gusto a la arquitectura”, asegura Mariani, entre risas, y reconoce: “La verdad es que en casa la arquitectura siempre fue muy monotema”.

Entre pasiones y obsesiones

Al ahondar en los recuerdos familiares, Jerónimo no puede no detenerse en la particular figura de su padre, fallecido en julio de 2008, a quien define como un hombre muy “obsesivo y extrovertido”. “Cuando él se enojaba, era capaz de hacer cualquier cosa. Muchas veces se han roto entregas, planos, cualquier cosa… y eso habla de la apasionado que era y de lo súper compromiso que tenía con lo que hacía”, dice, y ejemplifica: “Papá no manejaba y a veces nos pedía que lo lleváramos a recorrer una obra, en pleno temporal, para ver si había algo que funcionaba o no”.

La obsesión de Carlos Mariani llegaba a tal punto que nunca pudo ir a ver una película a una sala que él construyó. “No podía ir por todo lo que sufría. Era realmente así: si se cortaba la película, sentía que era su responsabilidad y se ponía mal. Papá asumía una suerte de responsabilidad con el todo que, en el fondo, no tenía nada que ver con la realidad pero él lo vivía así, de esa manera, con esa intensidad y esa pasión”, explica el hijo, quien confiesa: “Y a nosotros también nos termina un poco eso”.

Foto: Carlos Mariani y Pérez Maraviglia.

Las obras del estudio Mariani-Pérez Maraviglia-Cañadas son otro fiel testimonio de esa permanente búsqueda por la perfección. En el itinerario de los trabajos más representativos a nivel local, pueden citarse edificios como el de la Universidad Caece, el imponente shopping que se montó sobre la estructura de la vieja terminal de ómnibus, el Paseo Hermitage, el Colegio de Escribanos, la Iglesia San Benedetto Mártir, y, ya fuera de la ciudad, se destacan proyectos como el Complejo Hotel – Casino – Centro de Convenciones de Santa Fe, la Torre La Prensa o el hotel Aloft en Asunción de Paraguay.

Y el trabajo no se detiene: por esta fecha, los arquitectos llevan adelante, tal como hicieron pocos años atrás en la Normandina, un complejo proceso de recuperación estructural en el Torreón del Monje y realizan otras ambiciosas tareas en el chalet que supo ser del músico Mariano Mores así como la construcción de las torres con 226 departamentos que reemplazarán al exhotel Royal.

Miradas y desafíos                              

-¿Cómo entiende la arquitectura el estudio Mariani-Pérez Maraviglia-Cañadas?

-Desde el primer día hasta hoy seguimos creyendo que en la arquitectura no hay otra cosa más importante que hacer ciudad; es decir, no se trata del objeto en sí mismo sino del entorno que lo condiciona para bien o para mal, para poder mejorarlo. Para nosotros, ese es un postulado clave. Es la principal actividad que hacemos. Es muy importante el objeto en relación a su entorno. Nunca perdemos este mantra de vista aunque eso no quiere decir que siempre lo hagamos bien porque hay muchos factores que terminan influyendo para que los trabajos salgan de una determinada manera. Pero más allá de eso, siempre hay que mirar el entorno, el contexto y ver las alternativas posibles. En realidad, creo que esto lo hacen todos los profesionales pero para nosotros es una obsesión: cada vez que llega un encargo nuevo, lo pensamos desde qué es lo mejor para la ciudad o para determinada circunstancia o situación. Y siempre tenemos mucha convicción en lo que hacemos.

-¿Y cuál es el principal interés que tiene el estudio a la hora de ponderar un proyecto?

-Nos interesa mucho la posibilidad de generar lugares de encuentros. Cuando tenemos oportunidades proyectuales tratamos de generar una plaza, una bahía, un espacio público, tratamos de darle una planta baja importante, una relación entre la vereda y el adentro, un montón de recursos que nos interesan porque con la arquitectura que generamos siempre queremos que haya una instancia de participación y un encuentro.

Foto: el edificio del Shopping Los Gallegos es una de las grandes construcciones del estudio de arquitectos.

-¿Hay una clave para el ‘éxito’? ¿Por qué cree que el estudio pudo dar el salto y ser uno de los principales en todo el país a partir de 1980?

-Siempre es una suma de muchas cosas. A veces hay suerte, otras veces oportunidad, pero lo que siempre se necesita es muchísimo esfuerzo, compromiso y pasión por lo que uno hace. Eso es una condición que tiene que estar sí o sí. Y creo que algo muy destacable en el estudio es la continuidad con los clientes. Nosotros tenemos clientes desde hace veinticinco o treinta años que nos siguen llamando para hacer cosas nuevas. Nos gusta mucho la relación posterior con el cliente cuando se termina una obra. Y esa continuidad muchas veces no solo es importante por la confianza sino también porque a nosotros mismos nos ayuda a verificar cosas que quizás pensábamos que iban a funcionar de una forma y terminan funcionando de otro modo, como puede ocurrir con detalles de iluminación y decoración.

-El estudio es principalmente reconocido por muchos edificios de gran envergadura y obras de fuerte impacto urbanístico pero, ¿cómo se piensa el trabajo cuando hay que planificar la construcción de una casa o de otros proyectos de menor escala?

-Es satisfactorio hacer obras conocidas y que resultan representativas de una ciudad pero también nos es muy satisfactorio hacer trabajos de otra escala. Encontramos una satisfacción muy grande en trabajos así. En general, lo vivimos con una gran intensidad en todo sentido; inclusive a veces el proceso termina siendo mucho más intenso que una gran obra comercial a pesar de que el compromiso económico es otro. Una vivienda obliga un involucramiento muy grande y por eso nosotros tratamos de no hacer un gran número. Es tanta la necesidad y demanda que te limita en la cantidad de proyectos. La tradición de hacer casas no la perdimos porque las seguimos haciendo pero en una medida determinada porque llevan muchísimo tiempo.

El boom del Malecón

En 2008, la constructora marplatense IMASA se unió al estudio de arquitectura para desarrollar la marca “Malecón”, un nuevo concepto en edificios de alta gama y que pronto marcó tendencia en la industria de la construcción. El Malecón Hué, uno de los cuatro edificios de la saga, llegó a ser como la mejor obra en su escala y programa por FADEA - ARQ 2017 y recibió reconocimientos de la Sociedad Central de Arquitectos (SCA) y el Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU).

La característica distintiva de los “Malecón” es la utilización de de elementos naturales del entorno en el que se levantan los edificios. Así, lo que prima en su identidad es el diseño, la innovación y la calidad, en una fuerte simbiosis con la naturaleza, siendo protagonista de una arquitectura comprometida con soluciones sustentables que atienden las demandas cada vez más urgentes que impone la crisis energética y climática en todo el mundo.

Foto: el Malecón impone las nuevas tendencias para viviendas multifamiliares y espacios comunes.

“Estamos súper orgullosos de la línea Malecón. Uno de sus slogans, que de hecho ahora lo utiliza una marca de autos, dice ‘buscar lo mejor de los dos mundos’ y eso me encanta porque se refiere al sentido de la vivienda unifamiliar y colectiva. En cada Malecón se ve esta idea de generar un lugar de encuentro y de promover mucha relación con el verde del entorno”, dice Jerónimo Mariani.

-En el plano personal y profesional, ¿qué significan los premios y reconocimientos que ha tenido el Malecón Hué?

-El Malecón Hué ya tiene más de cinco años de inauguración y ocho de diseño y específicamente tuvo que ver con una idea que vimos con Fernando Miconi después de teminar el Malecón Playa Chica. Los ocupantes de ese Malecón quedaron contentísimos pero todavía quedaba una sensación de que uno tenía que relegar el jardín personal para pasar al comunitario y entonces surgió la idea de tratar de dar lo mejor de vivir en un edificio pero no perder todas las ventajas de la casa. Y el Malecón Hué es una respuesta directa a eso, con sus aciertos y errores. Después tuvo premios académicos, reconocimiento comercial, del público, y la verdad que es un orgullo enorme. Todo eso lo permite una marca como Malecón que busca un plus en calidad y una diferenciación.

-¿Cómo sigue siendo la experiencia de trabajar en esta marca?

-Trabajar con IMASA en Malecón es un placer porque hay mucha conciencia sobre lo que se hace, hay mucho compromiso y está siempre la idea de ir superándose en la medida de lo posible e ir manteniendo calidad, estándares buenos, apuntando a otros desafíos en estética, revestimientos y cuestiones acústicas. Es un placer porque además es un proceso que no se agota, uno va mejorando el producto; es un desafío lindo porque todos los Malecones tienen una propuesta estructural importante.

-¿Y va a seguir la línea?

-No hay dudas de que va a haber más. Malecón ya se logró imponer como una marca importante en un momento donde hubo muchas marcas y hoy está ocupando un espacio de prestigio muy valioso.

Discusiones de fondo

El Código de Ordenamiento Territorial, que regula todas las condiciones de uso, ocupación, subdivisión y equipamiento del suelo, así como la preservación de todos los ámbitos arquitectónicos y paisajísticos, ya tiene unos cuarenta años de uso en Mar del Plata. En los últimos tiempos, en el debate político se instaló con fuerza la  necesidad de reforma pero Jerónimo Mariani, con su experiencia profesional, se mantiene escéptico sobre estas discusiones. “Yo no estoy muy convencido de que haya que cambiar el Código. Al contrario, soy muy optimista de los resultados que dio”, confía.

-¿Por qué no comparte la mirada reformista del COT?

- Llevo muchos años trabajando con el Código y con todo lo que estudié y analicé,  veo que casi siempre que se modifican los códigos, no se encuentran los resultados esperados. Porque muchas veces se buscan resultados próximos, inmediatos, y en realidad pueden llevar décadas. Yo soy más de la idea de ir haciendo correcciones y ‘parches’ en el Código. Cambiar el Código parece una solución planificada perfecta pero no existe tal cosa. Mientras pasan los años, cada vez creo más en respetar las reglas generales y en tratar los casos particulares aparte y no poner reglas para cada caso particular porque entonces ahí hay un problema. Tampoco hay que olvidarse que al Código que actualmente tenemos lo hicieron los mejores profesionales que trabajaban aquellos años en urbanismo. Fue muy sensato lo que pensaron.

Foto: el Sheraton es otro de los trabajos más representativos del estudio marplatense.

-¿Y entonces cree que en estas décadas ha dado resultados el Código de Ordenamiento Territorial que se diagramó para la ciudad?

-Yo creo sí. Gran Buenos Aires, La Plata Y Santa Fe, son ciudades que sirven de ejemplo porque ahí se ve realmente muy poco orden y planificación, pero en Mar del Plata, en cambio, el Código ya se empezó a notar: si miramos una foto panorámica desde un drone, se pueden ver bien los barrios y las zonas protegidas. Obvio que creo que se podría hacer una reforma del Código pero después de mucho análisis y no como una cosa coyuntural o electoral. Hoy la ciudad está tomando un buen camino porque se mantiene siempre la misma la estructura. Y si mantenemos la estructura para cuando estén nuestros nietos, entonces esa estructura va a estar bien consolidada. A estas cosas hay que darles un plazo y un tiempo importante para que se puedan consolidar. Y hay que tener cuidado con las excepciones. Estoy de acuerdo con estas medidas porque el mismo Código las contempla, y está bueno que ocurran en determinadas situaciones pero no como cosa habitual. A Mar del Plata cada tanto le hace bien salir de la monotonía para que aparezcan o se recuperen nuevas zonas comerciales como ahora está pasando con la calle Alem.

-¿Cómo ve el nivel de desarrollo inmobiliario en estas últimas décadas en la ciudad?

-Mar del Plata es una ciudad que se hizo varias veces y siempre exitosamente, lo cual es muy difícil. Cuando quiso ser el primer puerto del sudeste, lo fue, cuando quiso ser la ciudad de la oligarquía, lo fue en muy pocos años y estaba al nivel de Biarritz, y después, con los cambios políticos, quiso pasar a ser la ciudad popular y también lo logro. Es decir: Mar del Plata tuvo tres éxitos en menos de cien años. Es muy raro. No hay ciudades que sean de las más aristrocáticas a las más masivas y populares en tan poco tiempo. Estamos en medio de una ciudad que cuando se alinean las cosas y decide, logra muchos objetivos.

Mar del Plata tuvo una particularidad entre 1960 y 1970, años en donde se hablaba de que acá se construyó la mayor cantidad de metros cuadrados en el mundo a partir de edificios como el Pepsi y el Havanna, y la calidad proyectual no fue muy elevada o alta. Pero creo que de un tiempo a esta parte, y gracias a tener una facultad que generó una cultura proyectual que no había, se logró un aprendizaje de alguna manera. Y a partir de la crisis del 2001 y 2002, hubo desarrollo de vivienda a gran escala y lo sigue habiendo. Llevamos más de 20 años así. Yo pensaba que esta continuidad se iba a cortar en algún momento pero la verdad que no: fue una meseta que se sigue sosteniendo en el tiempo y eso es algo que hay que valorar y mucho. Me gusta que haya una mesa porque eso evita que haya grandes picos o saltos y de esa manera también se evita una especie de exceso de oferta que tampoco le sirve a nuestro sector.

-Y también es cierto que, a fuerza de varias crisis, ya se instaló la idea de que el ladrillo es una inversión segura a mediano y largo plazo…

-Sí, es así. Comprar ladrillos es comprar dólares: es una forma de tener un ahorro y una capitalización. Los desarrolladores suelen repetir como slogan que es “la inversión que se disfruta” pero es tal cual porque no se trata de una inversión especulativa y financiera. Y lo que no se puede obviar es que la construcción es una industria de mucha mano de obra intensiva. La multiplicidad de rubros que empiezan a encadenarse y la generación de trabajo que provoca es increíble.