Dolores Reyes: "Siempre hubo escritoras descollantes, pero estaban tapadísimas por ser mujeres"

La autora de "Cometierra", una de las novelas más impactantes de los últimos años, reconoce que hace "malabares" para escribir, ser madre de 7 chicos, trabajar en una escuela, coordinar talleres y, como si fuera poco, militar causas feministas y relacionadas con el medioambiente.

Dolores Reyes está trabajando en la continuidad de su novela publicada por Sigilo en 2019. Foto: Agencia Télam.

22 de Enero de 2022 16:20

Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978), autora del libro “Cometierra” (Sigilo, 2019), se convirtió en la penúltima charla del ciclo organizado por el Banco Provincia y que desarrolla durante todos los jueves de enero en el Museo MAR. Acompañada por su colega Gabriela Cabezón Cámara, la escritora disertó a partir del disparador “Territorio, cuerpo y violencia”, que reúne conceptos claves en su literatura. Es que su obra prima -ya traducida al inglés, italiano, francés y hasta el holandés- narra la historia de una jovencita que, al comer la tierra que estuvo en contacto con otros cuerpos, principalmente, de mujeres, puede ver en dónde se encuentran y hasta reconstruir cómo fue que terminaron en esas circunstancias. Todo transcurre en una casita del conurbano bonaerense, en donde Cometierra (así se la conoce, no sabemos su nombre) vive con su hermano, y, a pesar de su reticencia inicial, no podrá hacer oídos sordos al pedido de ayuda que hacen los familiares de ellas, las desaparecidas. "Son temas que me conmueven, problematizan y convocan un montón", reconoce Reyes al comienzo de una entrevista con 0223.

-"Cometierra” es una novela muy potente, no sólo por su trama, sino por la construcción de la protagonista. ¿Cómo fue ese trabajo? ¿Cómo empezó todo?

-Yo estaba trabajando en un taller hacía más de un año, en donde al principio escribía cuentos. Ahí nos juntábamos una vez por semana a leernos y a escucharnos, y en uno de esos encuentros, un compañero que es poeta y narrador, Marcelo Carnero, leyó un texto muy potente, muy corto, que terminaba justamente en tierra de cementerio. Yo estaba muy concentrada y vi una nena, como al principio de la novela, con el pelo largo, llovido, del color de la tierra, sentada sobre la tierra de un cementerio y lo que hacía era estirar la mano y comerla. Fue una imagen inesperada y tan potente que dejé los cuentos en los que estaba trabajando y me puse a armar esa imagen por escrito, algo que funcionó porque le gustó a todos. Ahí empecé a tirar desde la ficción pura y ver qué puede pasar con una nena que está comiendo tierra que es de un cementerio; tierra que está en contacto con otros cuerpos. Entonces empecé a pensar en que quizás algo del orden de la vida, de la experiencia pasa a la tierra de la misma forma que pasa la sangre, la carne, los pelos, los huesos cuando ya no estamos más. Lo que hace Cometierra es, de alguna forma, recibir eso en su cuerpo al tragarse esa tierra y poder ver, establecer alguna forma de diálogo con esa información que tiene la tierra y poder transmitirla también.

-¿Cuánto tiempo trabajaste en la novela? Sos mamá de siete chicos, secretaria en una escuela, das talleres literarios...

-Y, como cuatro años y medio… Hago malabares para encontrar mi tiempo de escritura. Trabajo, escribo otras cosas, entonces siempre tengo tiempo "robado" para ponerme a escribir. Me gustaría poder dedicar más tiempo a la escritura...

-O sea, todavía no hay "habitación propia".

-Noooo. (risas) Igual, yo creo que si esperamos habitación propia, al menos para muchas mujeres, no podríamos escribir nunca. Siempre hay razones para procrastinar y hacer diez mil cosas. Para mi sigue pasando por decir, bueno, cuelgo la ropa, están los nenes durmiendo, no están, salieron, fueron al club o lo que sea, tengo este rato y escribo. Siempre hay miles de cosas para hacer antes de ponerse a escribir hasta que decís 'no, ahora escribo'.

-Pero, así y todo, ¿llegás a escribir algo todos los días?

-La mayoría de los días trato de hacer algo, porque algo que se produce en la escritura. En el momento en el que te sentás a escribir, se resuelve, se activa, funciona, se pone en marcha realmente. Eso es importantísimo y hay que hacerlo; la única forma de escribir es sentarte y hacerlo.

-También coordinás talleres. ¿Te gusta la docencia? ¿Qué ocurre en esos espacios?

-Sí, me gusta mucho porque siento que hay algo del aprendizaje que es con los otros. Incluso, ni siquiera de a dos. Hay algo que se retroalimenta, funciona y sucede de a varios; leyéndose, incluso, armando significación juntos, algo del trabajo con el lenguaje. Me gusta mucho trabajar con otros, leer los textos en voz alta, leerlos para otros es una práctica que enriquece muchísimo la escritura y la lectura.

-"Cometierra” es una novela muy visual, ¿hay posibilidades de llevarla al cine? ¿Tal vez una serie?   

-Sí, hay algo de eso, en realidad, es una posibilidad concreta pero no me permiten dar información. Mientras la escribía no me imaginaba que se iba a dar esto, pero ahora, con el trabajo que se hizo con "Distancia de rescate" y otras autoras argentinas, lo veo más. En poco tiempo, seguramente habrá novedades.

-Tu novela se lee en las escuelas y vos, incluso, solés ir a conversar con los chicos. ¿Cómo es eso? 

-Sí, se sigue leyendo un montón, incluso, en diciembre me escribió una infinidad de chicos y docentes. Obviamente que a veces voy, otras no se puede porque no me dan los tiempos ni la existencia, pero generalmente trato de acompañar, de dar una devolución. Me mandan dibujos, trabajos que hicieron y hasta filmaciones. Me gusta mucho ver lo que hacen, las cosas que les despiertan y cómo se meten en la piel de los personajes.

-¿Qué dicen esos chicos y chicas? ¿Se sienten identificados?

-Sí, los leen como personajes muy próximos y con las mismas problemáticas que ellos, operando en esos territorios cargados de violencia pero también por relaciones afectivas mucho más saludables, que son elegidas entre ellos y demás. Yo creo que hay muchos puntos de identificación: la hermandad, la amistad, incluso la relación docente-alumno.

-Te tradujeron a otros idiomas y llegaste a varios países. En esas sociedades, ¿la temática que aborda "Cometierra" impacta tanto como en la nuestra?

-Primero, a mí me sorprende mucho el trabajo del traductor, porque se tradujo a idiomas imposibles, y para mí era algo inimaginable. Sin embargo, estas cuestiones que son tan universales, no es solamente Latinoamérica la que está asolada por la violencia machista. Esto pasa realmente en todos lados del mundo. Por un lado, eso les impacta también: de alguna manera la violencia se actualiza en cada territorio de una forma distinta, con cierta particularidades. Hay cosas que son universales y que están en la novela. Cometierra es una piba que, además de estar en contacto con los desaparecidos y los muertos, también tiene toda esta cuestión de la adolescencia que es súper vital: quiere salir, enamorarse, ama a su hermano, elige amigos y compañeros. Todo cambia a partir de la llegada de Miseria, en donde se profundizan los vínculos y entiendo que todo eso también le llega a los lectores de otros idiomas y otros países.

-¿Tenés planeada una segunda parte?

-Sí, hace dos años que estoy trabajando y ya está bastante avanzada. Lo mejor de todo es cuando la novela se actualiza con otros: la lectura, la magia. Yo creo que algo del ida y vuelta nos enciende a la hora de escribir.

-¿Leés mientras escribís? ¿Qué estás leyendo?

-"El verano en el que mi madre tuvo los ojos verdes" (Tatiana Tibuleac), que me regaló Camila Sosa Villada hace meses pero estuve con tantas cuestiones que no lo había podido leer. Aproveché las vacaciones para ponerme al día y me voló la cabeza. También estoy con algunos textos que escribo para distintas publicaciones.

-Ya que mencionás a Camila Sosa Villada, ¿sentís que este es un gran momento para las escritoras mujeres?

-Yo siento que siempre hubo escritoras descollantes, pero que hubo que hacer un rescate cuerpo a cuerpo, de escritora a escritora. Cuando fui a Colombia conocí a muchas poetas y escritoras, y me traje un montón de nombres que, si uno va a buscar a de uno en los librerías, no las va a encontrar. De alguna forma se tiene que dar ese boca a boca de escritoras mujeres, tratando de buscar a las vinieron antes. Acá pasa mucho. Sí empezaron a circular nombres que hasta hace poco estaban olvidados o tapadísimos, como Sara Gallardo, Libertad Demitrópulos, Aurora Venturini. Nos retrotraemos veinte años y nadie las conocía, no se publicaban y eran inconseguibles. Pero, sin embargo, se reactivó esa cadena de lecturas. Las escritoras actuales sí llegamos a un público lector, pero las que vinieron antes tienen una calidad y potencia impresionante, lo que da cuenta de que estaban realmente tapadas por ser mujeres. 

 

“Para mí, Mar del Plata es la tierra de la felicidad”

-Tenés un gran compromiso social: participaste de la lucha por el aborto legal, a través de tu novela denunciás la violencia machista y en los últimos días te pronunciaste en contra de la exploración petrolera en la Costa Atlántica. ¿Siempre fue así?

-(Risas) Sí, soy la persona más militante que hay. Siempre fue así, y cómo no. Acabo de llegar de la Costa, todos los años voy con mi familia a Santa Teresita, que para nosotros es el Edén. Incluso, estaba muy conmovida por ir a Mar del Plata porque ahí pasé todos los veranos de mi infancia, y pensaba en todo lo que significa no sólo el mar, sino la tierra, la gente, los recuerdos de la felicidad; para mí, Mar del Plata es la tierra de la felicidad. Entonces, ¿cómo vamos a dejar que esto lo estropeen las petroleras? Sobre todo porque sabemos que en el caso de que ocurra un accidente, destrozaron todo y los que quedamos ahí somos los que vivimos y habitamos este territorio. Por supuesto que me sumo a la lucha contra las petroleras, pensando también en la biodiversidad que hay en la zona y cómo se va a ver dañada. Es espantoso que nos quieran hacer creer que las petroleras van a solucionar el desempleo... Hay un libro de Leila Guerriero, "Los suicidas del fin del mundo", que transcurre en un pueblo petrolero y ahí se muestra realmente a lo que lleva el capitalismo salvaje que hay detrás de estas multinacionales que no van a explotar el territorio de ellos, sino que vienen al nuestro porque creen que porque somos sudamericanos, pueden hacer lo que quieran. ¿Cuándo un organismo del Estado controló de forma eficiente? Ya sabemos lo que pasa, ni siquiera hay que hacer futurismo: mirás a los costados y esto ya pasó, ya está pasando. Por supuesto que no quiero eso para Mar del Plata porque, vuelvo a decir, es una ciudad que adoro y que está muy ligada a los períodos más felices de mi vida. 

-Es un tema que te conmueve y hasta te enoja, evidentemente.    

-Es que siento que si estas cuestiones no las paramos nosotros, no las para nadie. Para mí sería mucho más cómodo decir 'bueno, me invitan a una lectura, me quedo en el hotel leyendo como una diva y listo'. Pero no, siempre estoy pensando en estas cosas como un trabajo extra -por supuesto, no pago ni mucho menos- porque sino van a arrasar con lo poco que nos queda. ¿Qué le vamos a dejar a nuestros hijos?  Todo arrasado, violencia. A veces pienso que les dejamos un mundo absolutamente violentado y yo quiero otra cosa para ellos.