Sebastián Musso y su dedicación por acercar la astronomía a las personas ciegas

El divulgador científico marplatense Sebastián Musso distribuye por el mundo kits de material táctil para enseñar astronomía a personas ciegas. También traduce un libro al braille y participa de cursos y charlas internacionales. Desde la llegada a la Luna y a Marte, hasta vaticinar cuando descubriremos vida extraterrestre.

AstroTES es una iniciativa de Sebastián Musso que hoy recorre el mundo.

20 de Diciembre de 2022 08:34

Sebastián Musso es periodista y divulgador científico. Desde Mar del Plata, realiza cursos y disertaciones sobre astronomía, tanto a nivel nacional como internacional. También fue presidente del comité organizador local de tres Congresos Internacionales de Astronomía en esta ciudad.

Desde siempre tuvo la iniciativa de acercar la astronomía a las personas ciegas, lo que lo llevó a innovar y crear diferentes recursos para hacerlo. Hoy, con un subsidio de la Universidad de Southampton (Reino Unido), Musso está distribuyendo en treinta países kits de material táctil para enseñar astronomía a ciegos: AstroTES. A esta iniciativa hay que agregarle el armado y edición de un libro en braille, que también comenzó a traducirse a diez idiomas diferentes para que su uso gratuito le permita acercarse a la astronomía a muchos en todo el mundo.

AstroTES consiste en 20 maquetas para aprender sobre galaxias, distintos tipos de estrellas y sobre el universo en general, enmarcadas en el proyecto Astronomía para tocar, escuchar y sentir.

Del libro original que se traducirá al braille sabemos que es un texto corto, unas 35 páginas, porque por cada una de texto son, aproximadamente, siete en braille. Su temario alcanza a la astronomía en forma general, pero lo más interesante es que está pensado para que las personas ciegas puedan sentir las imágenes que se crean con el relato. Son imágenes más de texturas, de sonidos y de olores, para que logren estrictamente describir cómo se ve el universo.

Todas esas iniciativas, más la realización de un curso virtual en la Universidad Galileo de Guatemala, son la excusa para actualizar la información sobre nuestro universo.

El telescopio de treinta metros en el norte de Chile.

-Lo que está sucediendo con la Artemisa 1, la reciente misión en la órbita lunar sin tripulación, empuja la pregunta sobre cuándo el ser humano vuelve a la Luna…

-Para ver gente pisando la luna no falta nada. Si todo marcha bien, será en el 2024 o 2025 para ser más cauto, pero es muy poco el tiempo que falta. Entre medio, desde luego, tendremos un montón de misiones preparatorias, como esta de Artemisa 1, que serán muy parecidas a las Apolo de hace 50 años atrás, buscando realizar aquel “ocho” particular de inserción a la órbita de la luna y de volver. También sirven para probar los cohetes SLS, así como la nave espacial Orión, la cápsula que llevará a los tripulantes a la Luna. Esta lleva en su interior maniquíes, pero también vendrán algunas misiones con tripulantes que no bajarán a la luna como se hizo con el Apolo 8 y el resto hasta llegar al 11. En el medio también aparecerá la Estación espacial orbitando el satélite.

-La misión también ha tenido sus controversias.

-Sí, claro. Sobre la exploración de la luna con fines científicos que se comienza con Artemisa 1 es, desde luego, la parte en que estamos todos de acuerdo. Pero también lleva de la mano el tema de la explotación de los recursos económicos mineros que hay allá. Y eso es sobre lo que la Nasa está buscando como guiños de la comunidad internacional, para que digan: ‘Bueno, estamos de acuerdo con esto’. Porque, ciertamente, está la duda sobre si ese dinero sirve para acelerar la exploración espacial del Sistema Solar, para que nos convirtamos en una especie interplanetaria y vayamos mucho más lejos y mucho más rápido a explorar el entorno o si esos recursos sirven para seguir aumentando la brechas entre los países que tienen la capacidad tecnológica para conseguir esos recursos y los que no. Entonces, en eso se debate una buena parte del programa también dentro de la comunidad.

-¿Primero será la luna y después el resto del sistema o qué?

-Tal cual. Lo hemos charlado con vos hace años ya. Pensar la Luna como trampolín para luego llegar a Marte y, de hecho, por ahí pasan desapercibidas algunas noticias, pero este último año ocurrieron cosas muy significativas en base a pensarnos en Marte. La misión Perseverance de Nasa que llevaba un instrumento adosado, Moxie, que toma dióxido de carbono de la atmósfera marciana, su principal componente, y produce oxígeno. Ahora tenemos que aprender a hacerlo a mayor escala, pero ese oxígeno producido en Marte nos puede dar la forma de crear una atmósfera respirable artificial para viviendas, así como combustible para los cohetes que lleven instrumental y seres humanos a ese sitio. El comienzo de ir más allá de la luna lo estamos viendo por estos años.

El Telescopio de Treinta Metros en el norte de Chile.

-¿Estamos técnicamente, tecnológicamente, preparados para estar en otros planetas o viajes espaciales?

-Hay algunas cosas técnicas que se deben resolver aún, por ejemplo: hoy mandar seres humanos a Marte es condenarlos a que vuelvan todos con cáncer. En realidad, tenemos que solucionar todavía una protección para la nave, para poder hacer por primera vez en nuestra historia, un vuelo fuera de la protección de los campos magnéticos de la tierra. Ir a la luna es tener una menor protección, pero seguimos protegidos en cierto punto. No así cuando viajemos los cien millones de kilómetros que nos separan, en el mejor de los casos, de Marte. Entonces, hay todavía un montón de investigaciones que tienen que ver con generar un campo magnético a la nave. También pensar en la base en la superficie para que tenga cierta protección (incluso algunos suponen que nos convertiremos en una suerte de topos con hábitats directamente enterrados en la superficie o en algunos conductos de lava extintos que hay en la parte ecuatorial de Marte).

Es decir, hay que solucionar y pensar varias cuestiones aún para llegar a Marte. La buena noticia es que hoy la ciencia y la tecnología avanzan en forma exponencial. Lo que antes ocurría en miles de años, después empezó a resolverse en cientos y hoy en décadas. Según cuenta el propio Musso, “El noventa y nueve por ciento de las personas que generan conocimiento en la historia de la humanidad vive en la actualidad. El otro uno por ciento son Marie Curie, Plank, Galileo, Hipatia o Aristóteles. Todos juntos sumados son el uno por ciento, el resto está hoy pensando, trabajando, generando cosas, mejorando las ciencias y la tecnología para que podamos ver gente en Marte en la década que viene”.

-¿El telescopio espacial James Webb nos está llevando al límite?

-El Webb trabaja distinto que el telescopio espacial Hubble. Trabaja en otra longitud de onda. No mira como miran nuestros ojos, sino que trabaja en el infrarrojo. Podríamos simplificar diciendo que detecta el calor con respecto al frío circundante del espacio, donde se está a 270 grados centígrados bajo cero. Pero lo hace con una gran resolución, con la capacidad de ver detalles pequeñitos, angularmente, pedacitos chiquitos del cielo que el Hubble mostraba borroso. Ya el Hubble había mirado hasta los 400 mil años después del Big Bang, que es más o menos el límite donde el universo se hace visible, donde los fotones se escapan de una zona muy densa, donde estaban rebotando y salieron para que el universo se haga observable. Lo que significa que, por más que mejoremos nuestros telescopios, y esto está bueno aclararlo, no es que vamos a ver mucho más lejos, vamos a ver siempre hasta ahí pero mucho mejor. El infrarrojo tiene la ventaja de que puede pasar a través de las nubes de gas y ver cosas que nosotros no por esa barrera. Él puede sortear eso y mostrarnos algunas cosas como los nacimientos de estrellas o de planetas. Y me voy a jugar con esto: lo que se espera del Webb y de alguno de los nuevos telescopios, de la nueva generación, como el Gigante Magallanes que se está construyendo en el norte de Chile o el Telescopio de Treinta Metros de Hawai, o el de la región de Atacama, más al norte de Chile, es que en la próxima década encuentren vida fuera de la Tierra. A ver, aclaro, no van a ver un marcianito saludando, pero nos van a mostrar un elemento químico que esté en pequeñas proporciones en la atmósfera de un exoplaneta, elemento químico que no tendría que estar ahí, si no fuera que abajo hay algo respirándolo. Como si alguien desde muy lejos viera el metano de la atmósfera de la tierra y diga: ‘Por la ubicación de la Tierra en el Sistema Solar, acá no tendría que haber tanto metano. Tiene que haber algo generando metano para la atmosfera’. No van a descubrir una vaca, pero van a descubrir que hay vida ahí abajo que está produciendo ese elemento químico, eso es un bio-marcador. La señal estará ahí. Ahí hay vida, no sé cómo es, probablemente no voy a llegar nunca a ella, porque puede ser que esté en un planeta a miles de años luz de distancia, pero será un enorme descubrimiento ya fuera de la estadística.

-Hay gente que aún discute los recursos que se dedican a la investigación espacial. Se preguntan si ese dinero no es mejor utilizarlo para resolver los problemas más cercanos…

-No tiene que ver con que uno se maraville con estas cosas y sea un despreocupado y un insensible de los otros problemas. De hecho, la tecnología ya ha demostrado que nos genera riqueza y esa riqueza después, indirectamente, nos mejora la calidad de vida. Hoy, por ejemplo, hay muchísimas personas que curan sus enfermedades por tecnología basada en el programa espacial que fue pensada primeramente para paliar los problemas musculares y óseos inmunitarios de los astronautas. Gracias a eso hoy no solo mejoran la calidad de vida, sino que salvan muchas vidas acá en la superficie terrestre. Desde eso hasta poder llegar a nuestro trabajo gracias a un aparatito que nos dice a dónde tenemos que doblar, o comunicarnos con nuestros celulares, con nuestra tía, la ambulancia o por cualquier emergencia. Hay páginas de la Nasa que muestran la tecnología que fue primeramente pensada para la exploración espacial y que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana.

El Webb nos mostrará cosas como el nacimientos de estrellas o de planetas.

Musso se entusiasma al hablar. Y no es por poco. Los tiempos avanzan rápidos y mucho de aquello que ayer era ciencia ficción hoy es realidad o está por concretarse. “En este momento hay gente que tiene la capacidad de pagar un boleto, viajar al espacio y ver la tierra desde la órbita. Ya hay un número interesante de gente que lo ha hecho y hay dos o tres empresas que te dan esa experiencia. Pero en la cola hay unas cuarenta que van a empezar a ser operativas en los próximos cinco o seis años. Los de hoy son los pioneros. Esos pocos que hoy han ido al espacio en cinco o seis años van a ser varios miles, es decir, la curva va a muy rápido. Nuestra generación es la que queda en el medio” sostiene.

Y agrega: “A la generación de mi vieja que, incrédula, no sabían si lo de Yuri Gagarin había sido real o no, a la de los que vienen después de la nuestra, donde todo esto le parece absolutamente natural. Nosotros en el medio, aquellos que, seguro lo hiciste, mandamos una carta a los diez años a la Nasa para recibir por correo un sobre con fotos que habían sido tomada ocho años antes, en papel, en un sobre que esperamos tres o más meses, a este hoy donde nos metemos en una página en la web y descargamos la imagen que fue tomada en Marte ayer o hace un rato. En definitiva, nosotros estamos en el medio del asombro y pensar que vamos a vivir dentro de veinte años es estar seguro de que no se sabe. No se tiene las más absoluta idea. No lo podemos imaginar”.

Por ahí debo tener las fotos que me envió la Nasa cuando tenía diez o doce años. Si bien es material desactualizado, algo se mantuvo en el tiempo: el universo sigue sorprendiéndome, cautivándome y abrumándome tanto como ayer.

Nada genera mayor fascinación que un pensamiento y una mirada hacia lo desconocido.