De cirujear en el basural a soñar con su propia panadería: el largo camino de Roxi Mosqueira

Sola, con 14 años y embarazada, vino desde el conurbano a Villa Evita. Cartoneó, trabajó en la quema del basural y limpió casas por horas. Hace tres meses empezó a elaborar pan con chicharrón y facturas para vender. Sus compañeros de la iglesia cristiana a la que asiste le equiparon la cocina de su casa y ahora sueña con tener su propia panadería.

24 de Abril de 2022 11:20

El sábado 9 de abril, cuando Roxi entró a su casa después de haber ido a prestar un servicio en la iglesia a la que concurre, sólo atinó a taparse la cara y llorar. La cocina en la que ella elabora panes caseros para vender en algunos barrios del sudoeste de Mar del Plata era otra. Sus compañeros de la comunidad cristiana de la que participa habían aprovechado los momentos en los que ella salía a entregar la mercadería en bicicleta para tomar medidas y planificar las modificaciones que, sabían, le iban a cambiar la vida a esta mujer de 41 años, mamá de siete y un sostén fundamental para el hogar. “Nunca me imaginé que podía tener una cocina nueva, siempre pensé que todo se conseguía trabajando, que nadie regalaba nada”, dice. Sin embargo, un repaso por su vida da cuenta de lo contrario: trabajó mucho y de lo que fuera para que sus chicos no pasaran hambre. 

Roxi Mosqueira tenía apenas 14 y estaba embarazada de su primera hija cuando se fue de San Fernando, en pleno conurbano bonaerense, y se instaló en la casilla de unos conocidos en Villa Evita. Lejos de sus padres y sus siete hermanos, Roxi dice que se “crió” en ese lugar: parió a su beba y enseguida salió a cirujear con un carrito -a veces con un caballo prestado-, para aportar a la frágil economía de la familia que le dio cobijo y que, a esa altura, también era la suya. No pasó mucho tiempo hasta que empezó a ir a la quema, en el basural. 

Roxi tiene siete hijos que se suman a los ocho de su pareja y una docena de nietos completa el familión. Fotos: 0223

Llegar al predio de disposición final de residuos dependía de que alguien la llevara, pero logró agilizar la logística para estar casi toda la semana. Hacía así: pasaba toda la noche tratando de rescatar algo de entre la montaña de basura, a la mañana lo clasificaba y lo vendía. El resto del tiempo cuidaba a su beba y dormía. Cuando podía, claro. Más adelante, se dedicó a limpiar casas particulares por hora y salió a vender sándwiches de milanesa, aunque, dice, “nunca alcanzaba”. 

En total, tuvo siete hijos que hoy tienen entre 27 y 14 años; que se suman a los ocho de su pareja, Rubén, un albañil con el que se va a casar el próximo 10 de junio. La megafamilia se completa con una decena de nietos.

Con el enorme esfuerzo que representa una movida de esas características, Roxi, Rubén e hijos abandonaron hace un año atrás el asentamiento de Villa Evita y empezaron a alquilar una casita en el barrio Colinas de Peralta Ramos. Con la intención de sumar una entrada de dinero a la familia, Roxi inició ahí mismo un emprendimiento productivo de pan con chicharrón, rellenos y facturas que, hasta hace diez días atrás, elaboraba en una cocina que no daba para más.   

Además de renovarle la cocina y el bajo mesada, sus compañeros de la iglesia le regalaron una freidora y una amasadora. Fotos: 0223

Si bien dice que cocinar es una actividad que siempre le gustó -“siempre tuve muchas bocas a las que dar de comer”, se ríe-, fue durante una reunión de la iglesia Profundidades de Dios en la que recibió “el” mensaje. “Yo estaba contando que lo que ganaba limpiando en casas por hora no me alcanzaba y el pastor me dijo que buscara en mi cocina qué hacer. Entonces volví a casa, vi que tenía harina y aceite y cociné pan. Los primeros salieron buenos, entonces seguí. Un día hice ocho y los ofrecí para vender y me fue bien”, cuenta. 

De a poco, Roxi se hizo de una clientela fiel: vecinos, conocidos, amigos que viven en Santa Rita, Villa Evita, El Martillo y Fortunato de la Plaza. Por esas zonas se la suele ver de lunes a sábado, a bordo de su bicicleta, con parte de la mercadería en el canasto y la otra, en una mochila de Pedidos Ya que le prestaron para que los panificados (sobre todo, los rellenos) lleguen calientes a domicilio.

Su cocina anterior no daba para más. FFotos: 0223

Por eso, el hecho de que sus compañeros de la iglesia le hayan renovado la cocina -con freidora y amasadora nueva, incluidas-, para Roxi es “un lujo” que agradecerá toda la vida. “Cuando empecé con esto lo hice con la decisión de cambiar el rumbo de mi vida; de tomar vuelo para ver si alguna vez puedo cumplir mi sueño de tener mi propia panadería. Y con todas estas cosas, puedo amasar mejor y hornear una mayor cantidad de pan, roscas, bombas de fraile o pasta frolas”, asegura. 

Pese a que los cambios en su pequeño emprendimiento son muy recientes, la mujer advierte que ya empezó a notar la diferencia: en donde antes cocinaba dos panes, ahora cuece hasta seis, por lo que estima que en poco tiempo podría ampliar su zona de reparto. “Hoy por hoy, este es mi trabajo, a lo que me quiero dedicar porque me gusta. Ese es el mensaje que quiero dar: a veces las cosas no salen como uno quiere, pero hay que insistir para salir adelante”, dice por último.