Murió Roberto Servente, el sobreviviente
Roberto Servente tenía 39 años cuando tomó la decisión de subirse al primer avión que viajaba de Buenos Aires a Mar del Plata. Se trataba de un Curtis de la Segunda Guerra Mundial, reacondicionado como aeronave comercial. La historia cuenta que ese primer vuelo fue trágico: la nave cayó con las 59 personas que volaban en ella. 54 murieron por el impacto, 4 murieron ahogados, sólo 1 sobrevivió. El ingeniero Roberto Servente, que el viernes a las 2 de la mañana, a los 93 años, a casi 54 de haber sobrevivido por milagro, murió en la Ciudad de Buenos Aires.
“Desde hace un tiempo venía con algunos problemas de salud”, le cuenta a 0223 Alejandro, el sobrino de Roberto. La misma fuerza que le permitió sobrevivir aquella noche de 1959, Roberto la utilizaba para relatar lo sucedido cada vez que alguien le preguntaba. “Yo lo escuché contar lo que vivió muchísimas veces. Y siempre contaba los mismos detalles: la suerte que tuvo de nadar para el lado correcto, de no dormirse…”, recuerda Alejandro. Remarca que en los últimos años Roberto había dado varias entrevistas para relatar lo sucedido.
El periodista Jorge Fernández Díaz fue uno de los que eligió la historia de Roberto Servente para contarla –con una pluma magistral-, primero, en La Nación, y luego en un libro La hermandad del honor, historias verídicas sobre la vida y el destino.
Allí, Fernández Díaz relata lo que vivió Servente aquella noche tormentosa en que el avión intentó un aterrizaje en Mar del Plata, falló, retomó altura y poco después se estrelló en el mar. Relata el instintivo movimiento de agacharse y proteger la cabeza, que le salvó la vida a Servente cuando el avión golpeó contra el mar.
Cuando este ingeniero tomó consciencia de lo que había ocurrido, tuvo que elegir. ¿Para dónde nadar en medio de una noche oscura y tormentosa? Eligió bien. Siguió la corriente que lo llevó a tierra firme. No fue fácil. Estuvo a punto de dormirse varias veces. Y en el medio del mar, herido como estaba (aunque no lo supiera tenía varias fracturas), dormirse era sinónimo de muerte.
Como sea, Roberto llegó a la playa. Y se salvó. Y vivió muchos años. Hasta que este viernes, en calma y rodeado de su familia, murió.
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