La mala salud del gobierno de Bolsonaro

12 de Febrero de 2019 19:31

El nuevo gobierno de Brasil lleva 44 días de contradicciones, puntos y contrapuntos. Su composición es demasiado heterogénea como e impide evitar tensiones respecto del rumbo que este debe tomar. En ese sentido, las complicaciones de salud de Bolsonaro agudizaron la interna y sembraron dudas respecto del rumbo programático.

En ese punto, es importante preguntarse, ¿qué es lo que lleva al gobierno a tener tantas contradicciones? Para eso es clave analizar las cuatro patas que forman para de este nuevo e incierto proceso político que se lleva cabo en el gigante suramericano. Militares, liberales, antiglobalistas y evangelistas configuran las partes de un gabinete que parece no estar gozando de la tranquilidad que toda administración tiene en los primeros cien días de gestión. 

En su primer discurso, Bolsonaro se dedicó a alertar sobre la "gravedad" de la "ideología de género" y, saltándose del protocolo, prometió "que nunca más la bandera roja flameará sobre el país" en una clara apelación a los gobiernos de izquierda del Partido de los Trabajadores. Si tomamos en cuenta el corto discurso inaugural, podemos inferir que el estilo conservador y su cruzada contra "los rojos" lo acerca al bloque conservador evangelista, su retórica amable con Estados Unidos y la enorme gestualidad con el premier israelí Benjamín Netanhayu lo ubica en el terreno del antiglobalismo. Sin embargo, Bolsonaro no deja de ser excapitán del ejército y en cuanto los nombramientos, los militares se imponen por sobre el resto con 7 funcionarios en el gobierno. Entonces, ¿de qué tipo de gobierno hablamos? 

Bolsonaro dejó algunas pistas antes de internarse con algunas medidas prometidas en campaña como la entrega de tierras para el sector de los agronegocios que tiene su representante en la Ministra de Agricultura, Tereza Cristina Correa, que forma parte de la devolución de favores al apoyo proveniente del bloque agrario, la quita de derechos para los comunidades LGTB, como parte de la guerra contra “la ideología de género” impuesta por los sectores evangelistas que son una de las bases de sustento del nuevo gobierno (con Damara Alves en el Ministerio de Familia y Derechos Humanos) y con un importante poder fuego en el Parlamento. A su vez, la posibilidad de tenencia de armas como forma de resolución a los graves problemas con la seguridad pública (uno de los motivos por el que millones de brasileños votaron por Bolsonaro) y la asignación d más poder para la Secretaria de gobierno para supervisar y coordinar actividad de organismos internacionales y ONGs como forma de control sobre la sociedad civil.

Ya en su ausencia, las diferencias empezaron a  salir a la luz, especialmente a través del vicepresidente Mourao. En primer  lugar, el General del Ejército aclaró que su país no intervendrá militarmente en Venezuela y se reunió con el embajador de Palestina en Brasilia que "por ahora" el gobierno no está pensando en trasladar la embajada brasileña en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Todo lo contrario a lo que dijo Bolsonaro.

El contacto con el Estado de Israel viene por el lado de los evangelistas que, con dos ministros y un creciente poder mediático de la mano de la Iglesia Universal de Reino de Dios ha influido en el fortalecimiento de los vínculos con el país de Medio Oriente. El voto confesional fue clave para el aluvión de votos que recibió Bolsonaro en las elecciones, Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, hizo público su apoyo y alineó inmediatamente al bloque de los evangelistas. Los medios que les responden, como Record TV, y buena parte de sus fieles que en algún momento votaron a Lula, se volcaron a Bolsonaro por considerarlo el candidato capaz de “resolver la crisis moral que atraviesa el país”. En 2016, Marcelo Crivella, sobrino de Macedo, ganó la alcaldía de Río Janeiro demostrando el aumento de la representatividad electoral de estas propuestas. 

De todas formas, las chispas se generan entre liberales y nacionalistas. Si bien las Fuerzas Armadas no profesan el nacionalismo industrialista de la dictadura de 1964, su visión del mercado no llega al nivel del expresado por Paulo Guedes, actual Ministro de Economía y un alumno destacada de la Universidad de Chicago. Su plan se basa en el ajuste y la privatización de empresas públicas, pero esto no le será fácil, existen dos escollos que harán las veces de filtro en la intención de Guedes de instaurar un modelo de valorización financiera en Brasil: el Congreso, dado que ninguna privatización se hará sin debate parlamentario y los militares que  no miran con buenos ojos el liberalismo ese tipo de liberalismo. Además, el responsable de la política económica deberá dialogar con Onyx Lorenzoni, Jefe de Gabinete de Bolsonaro encargado de la relación con el Parlamento que, como sucedió con el Impuesto a las Operaciones Financieras, al radicalismo liberal de Guedes vino una suavización de Lorenzoni para construir consensos con el resto de los partidos. Otro ejemplo de los limites que se le imponen al super ministro de económica es lo que sucedió con la fusión de Embraer con Boeing defendida por Guedes pero que quedó que fue frenada por los militares.

Otro escollo es el geopolítico, el sector anti-globalista representado por el Canciller Ernesto Araujo promueve la linea de Whashington de abandonar pactos globales y correr a China de la escena comercial. Ninguna de las dos son fáciles de realizar y, China sigue siendo el principal socio comercial e inversor en áreas importantes como energía e infraestructura. En el caso del Acuerdo de París que Bolsonaro prometió abandonar en un guiño a Trump, finalmente, la decisión fue la contraria, Brasil seguirá siendo parte. Según Bloomberg, las exportaciones chinas en Brasil aumentaron 137 por ciento con una presencia muy fuerte en la mayoría de los Estados. En ese sentido, el gigante asiático compra el 30 por ciento de las exportaciones agropecuarias de Brasil contra solo un 10 por ciento de los Estados Unidos. Entonces, ¿es posible que Brasil tome partido por Whashington en esta puja de poder poniendo en riesgo la importancia de Pekín para la dinámica comercial?

Finalmente, a evangelistas, liberales, militares y antiglobalistas hay que sumarte un quinto grupo: los lavajistas encarnados en Sergio Moro, juez responsable de la prisión de Lula y principal articulador de un sector del poder judicial que trabajará en coordinación con las fuerzas de seguridad para demonizar y perseguir a los grupos de izquierda que se opongan al gobierno y que el propio Bolsonaro calificó de terroristas. Por el momento, en el reparto de poder interno, Moro parece tener vía libre para mantener el perfil alto que lo favorece sin entrar en colisión con el resto de los actores del gabinete.

Guedes pelea con Lorenzoni y los militares para aplicar su plan liberal, Mourao se muestra moderado y se reúne con el Presidente de la CUT para escuchar quejas sobre reformas que quiere instrumentar el propio Ministro de Economía y desafía al antiglobalismo tendiendo puentes con Palestina y los países árabes. 

Resulta difícil pronosticar lo que sucederá en Brasil en lo inmediato en una gestión que recién comienza y en donde lo mas visible es la falta de acuerdos internos. El parlamento es clave, y el partido de gobierno necesita del apoyo de los bloques sociales. Sin ir mas lejos, el Partido Social Cristiano acordó la continuidad de Rodrigo Maia en la presidencia de la Cámara de Diputados, tercera línea de sucesión y logró presidir el Senado, a través de un partido aliado, sacado al histórico Renan Calheiros. ¿Cómo? Negociando con el sistema que dijo despreciar y alejandose de la lógica "mas Brasil, menos Brasilia" con la que el presidente hizo campaña. 

Hoy, cada sector atiende su juego y lo que queda en evidencia es que Bolsonaro no tiene el control en la toma de decisiones y el choque de planetas en su gabinete puede costarle la cabeza.