Venezuela: una crisis sin mediadores

5 de Febrero de 2019 20:16

Venezuela continúa en una etapa de incertidumbre respecto de su futuro inmediato. La tercera vía de negociación impulsada por México y Uruguay (de lo más racional que se ha visto desde el estallido del conflicto) parece haber muerto antes de haber comenzado dado que lo que se propone como una mesa de diálogo neutral no tendrá presencia de la oposición ni del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, quien se ofreció como mediador pero aclaró que el organismo multilateral no formará parte de ninguna reunión.

Si bien habrá que esperar el desarrollo de esta cumbre, todo indica que no tendrá ningún tipo de influencia en el desenlace de la crisis profunda que se vive en el país sudamericano. Es así, entonces, que predominan dos teorías que se chocan. Por un lado la que dice que Venezuela es escenario de un teatro de operaciones internacional, conocida como "Guerras proxy", en la cual Estados Unidos, China y Rusia dirimirán sus intereses geopolíticos en ese territorio, similar a lo ocurrido en Siria. En contraposición a esto, aparecen los que reconocen a Juan Guaidó como presidente legítimo y piden elecciones libres y democráticas pero se diferencian del intervencionismo norteamericano.

En este sentido, nos encontramos con varios dilemas. En relación a la postura que ubica a Venezuela como un escenario de disputa global se limitan a denunciar el injerencia norteamericana y eximir de responsabilidad que tiene Nicolás Maduro la ruptura de orden constitucional, al menos, desde 2016 cuando el Tribunal Supremo de Justicia decidió quitarle facultades a la Asamblea Nacional de mayoría opositora y luego reemplazada (en los hechos) por la Asamblea Nacional Constituyente.

Es importante mencionar que al inhabilitarse otro medio de resolución que junte a los actores, lo que se impone es el golpismo local y regional que corre detrás de la estrategia de Estados Unidos basada en un solo objetivo: derrocar a Maduro sin importar las consecuencias. Por su parte, el Grupo de Lima integrado por gobiernos conservadores del continente no han hecho nada más que condenar a Maduro, aislarlo y presionar para su salida. Si bien descartan cualquier opción militar, la distancia con la Casa Blanca es mínima, en especial por su falta de propuestas superadoras.

 

Por el momento, Maduro se sostiene con el apoyo internacional de China y Rusia y la lealtad de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas. ¿Hasta cuando puede durar? Nadie lo sabe. Por el momento y más allá de algunas fisuras importantes, los militares sostienen al gobierno y hacen explicita su vocación de defensa ante cualquier amenaza.

Juan Guaidó sigue sumando reconocimientos internacionales. Los últimos fueron Austria, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Portugal, Lituania, Polonia, República Checa, Estonia, Letonia, Luxemburgo y Finlandia reconocieron al jefe legislativo, que se suman a Estados Unidos y Canadá. ¿Alcanza para forzar una transición? Evidentemente no. 

 

El primer interrogante que aparece está relacionado con la persistencia de un doble comando. ¿Cuánto puede permanecer esta doble institucionalidad? Cabe recodar que Venezuela cuenta con dos Tribunales Supremos de Justicia, dos poderes legislativos (en la práctica, la Asamblea Nacional Constituyente funciona como tal) y, desde el 23 de enero, dos presidentes reconocidos por cada de lado del hemisferio. 

La postura de China y Rusia en la crisis venezolana no está vinculada con simpatías ideológicas sino con intereses económicos que si no corren riesgo en una eventual transición de gobierno no habría problemas para que ambos países reconozcan a otro gobierno. Guaidó sabe esto como la importancia de las FANB en cualquiera de los acontecimientos futuros, por eso, promete no tocar intereses chinos y rusos y propone amnistía porque entiende que no es posible una transición sin los militares. 

 

¿Tarde para el diálogo?

Maduro y Guaidó se desconocen y anulan de manera permanente. Este último aún no fue detenido porque el gobierno sabe que no es la imagen que necesita en un contexto de fuerte presión internacional. Demasiado tienen con los 4 millones de venezolanos que se fueron y el colapso de una economía que cayó 18 puntos en 2018. El problema es que sin mediación, los extremos juegan al conflicto permanente y cada pieza es demasiado fundamental como para evitar (o activar) un enfrentamiento civil. 

En las últimas horas, el Papa Francisco se ofreció, "si las partes están de acuerdo". Francisco puede ser un actor central pero tiene dos problemas muy difíciles de resolver. En primer lugar que nadie aceptará un diálogo con Maduro. Para muchos, chavistas disidentes incluidos, el presidente es parte del problema y la mejor opción para descomprimir es una renuncia del Jefe de Estado, acompañada de una convocatoria a elecciones. En esta línea se anota la Unión Europea que condicionó el reconocimiento a Guaidó a la realización de los comicios. 

 

¿Entonces? No hay ninguna posibilidad de sentar en una mesa a Maduro con Guaidó. Esto la de fuerza a la estrategia insurreccional de la derecha radicalizada de sacar a Maduro como sea iniciando una guerra civil  si es necesario. Si esto sucede las consecuencias serán desastrosas, para Venezuela y para todo el continente, la crisis humanitaria empeorará, los refugiados se multiplicarán y el territorio venezolano quedará arrasado, saqueado y sin Estado, más parecido a Libia que a Túnez durante la primavera árabe. Trump no tendría inconvenientes con eso si le permite recuperar le control estratégico de los recursos y borra todo vestigio chino de los sectores productivos venezolanos, ¿qué diría Guaidó y el Grupo de Lima?

La ideologización con la que los países de la región hostilizaron a Venezuela y el seguidismo con el que se subordinaron a la Casa Blanca, impidió que las estructuras regionales sea parte de una resolución pacifica como lo supo ser Unasur en otros momentos de la historia reciente. 

Quienes condenan el autoritarismo de Maduro y temen una guerra civil, sostienen la necesidad de avanzar en nuevo pacto de punto fijo (acuerdo de partidos políticos luego de la dictadura) que incluya al chavismo disidente. Pensar en este escenario resulta muy complejo sin pensar en todo lo que puede pasar antes.  En este orden de cosas, a Maduro no le queda otra alternativa mas que acudir al Vaticano y adelantar elecciones legislativas que no hará mas que profundizar el pésimo estado de situación. Guaidó deberá definir si quiere ser el títere de Trump y mueve las piezas de forma tal que no se convierta en un riesgo para China, Rusia y las Fuerzas Armadas

Venezuela atraviesa su peor crisis sin horizontes de resolución, una potencia sedienta de destrucción y una ausencia alarmante de mediadores pone al enfrentamiento civil como una posibilidad real.