Pacto Foradori-Duncan: un retroceso en el reclamo de soberanía de las Malvinas

¿Qué implica el pacto firmado en septiembre de 2016 entre Carlos Foradori y Alan Duncan para la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas?

2 de Abril de 2019 19:39

El aniversario del inicio de la Guerra de Malvinas genera una sensación en los argentinos de tristeza, enojo y orgullo a quienes combatieron en una guerra absurda que intentó funcionar como salvavidas de una dictadura agotada y en retirada. 

Lo más importante alrededor de la causa Malvinas es la reivindicación de soberanía que el Estado argentino debe llevar a adelante frente a Gran Bretaña. Desde el retorno de la democracia, los gobiernos democráticos optaron por diferentes estrategias para llevar adelante el reclamo pero con el correr del tiempo, profundizándose en la denominada década progresista, se convirtió en una causa latinoamericana con alto grado de instalación en los ámbitos multilaterales como la ONU, Unasur o Celac. 

Sin embargo, cabe destacar que durante el gobierno de Mauricio Macri la intensidad del reclamo disminuyó y lo que Macri argumentó diciendo “no hace falta pedir soberanía a los gritos”, en clara alusión a Cristina Fernández de Kirchner, no es más que una resignación de soberanía. 

Esto se expresa con más brutalidad en el denominado pacto “Foradori-Duncan”, firmado en septiembre de 2016 por el ex vicecanciller de Susana Malcorra, Carlos Foradori y su par británico Alan Ducan que habla de “eliminar obstáculos”, incluye la reanudación de los vuelos del continente a las islas Malvinas y la “explotación conjunta” de pesca e hidrocarburos en la zona marítima del conflicto. Más precisamente  dice “remover todos los obstáculos que limiten el crecimiento económico.

La medida fue muy criticada por miembros de la oposición porque puso en riesgo la soberanía de las Islas y “presupone el levantamiento de todas las medidas administrativas, legislativas y judiciales que ha tomado la República Argentina para proteger sus recursos naturales frente a la explotación ilegal de nuestra pesca e hidrocarburos”.

En esta linea, la ex embajadora argentina en el Reino Unido, Alicia Castro, dijo en 0223 Radio que lo consideraba “una traición a patria”, aseguró que “es un pacto de entrega de soberanía y saqueo de los recursos naturales” y disparó que “cuando el gobierno se vaya debe ser investigado”. “Si le damos tiempo, este gobierno entrega el petróleo a los británicos”, sentenció. 

En el mismo programa radial, el ex Canciller Jorge Taiana, fue más suave que Castro pero coincidió en que “tiene que ser investigado” y sostuvo que “el gobierno tiene políticas contrarias al intereses nacional y fortalece la posición británica”. 

Lo cierto es que lo que establece este acuerdo es la legalización de lo que ya viene pasando de hecho: la extracción de los recursos naturales en las islas. Esto intento ser penalizado durante el kirchnerismo mediante una modificación en el código penal que pretendía sancionar a las empresas que operaban sin permiso del estado argentino. 

Este acuerdo, bajo la promesa de inversiones que nunca llegaron, fue la institucionalización de la depredación de los recursos pesqueros y la explotación del petróleo. Es decir, el gobierno decidió bajar la guardia para que no solo se lleven los recursos sino también la militarización. 

La firma viola la Constitución que contempla el derecho soberano a las Islas Malvinas como inalienable y evitó la discusión en el Congreso demostrando que para el gobierno y buena parte de la oposición, los asuntos de soberanía no tienen la relevancia como para ser debatida en el ámbito legislativo. 

Los "obstáculos" de los que habla el pacto no es ni más ni menos que un freno establecido por la legislación nacional en defensa de nuestros recursos renovables y no renovables. Derribar eso es abril la puerta al zorro para que entre al gallinero, darle la lleve a quienes tiene la intención de robar lo que nos pertenece.

Malvinas no puede dejar de ser una causa latinoamericana a pesar del cambio de orientación ideológica de los gobiernos. De todas formas, la intensidad tiene que darla el gobierno argentino que hace tres años solo se limita la formalidad en algunas instancias internacionales pero que en los hechos, terminó resignando todo lo que pudo. En definitiva, cuando hablamos de Malvinas no solo nos referimos a la conmemoración de una fecha histórica sino a la disputa actual por la defensa de nuestros recursos en un contexto internacional en el que las potencias que están en crisis intentan mantener sus enclaves coloniales. 

El pacto Foradori-Duncan no tuvo la cobertura mediática que merece un tema de semejante gravedad y sensibilidad para nuestro país, tal vez en el futuro se estudie como aquello que no hay que hacer para defender un territorio. 

 Malvinas no es pasado, es presente y por sobre todas las cosas, es futuro.