Juan Di Matteo, el apasionado de las emergencias que hace frente a la pandemia

Es la cara visible del Same en Mar del Plata. Su servicio de vocación despertó a los 14 años cuando se inició en el cuartel de bomberos voluntarios de General Belgrano. Los salvatajes en helicóptero son su gran delirio. Las tragedias que lo marcaron.

Juan Di Matteo no se despega del teléfono ni del handy y sueña con perfeccionar el Same en los tres años de gestión que le quedan. Foto: 0223.

20 de Diciembre de 2020 13:01

Era una tarde calurosa de enero. El fuego arrasaba con las malezas de la ruta 41. Un incendio se había gestado cerca de unas líneas de alta tensión. La vida le preparaba un mal trago. De repente, uno de sus compañeros y amigo cayó al piso tras recibir una descarga eléctrica. La muerte del bombero voluntario Emilio Piccioni conmocionó a todo General Belgrano, una pequeña localidad del interior de la provincia de Buenos Aires.

Pasaron 16 años de ese accidente que lo marcó para siempre. Las tragedias también estuvieron presentes en el largo camino que lleva recorrido desde los 14, cuando comenzó como bombero voluntario en su ciudad natal, hasta el cargo que ocupa al día de hoy como titular del Sistema de Atención Médica de Emergencias (Same) de Mar del Plata. Desde que comenzó la pandemia de coronavirus no para de trabajar. Con mucha suerte, alcanza a descansar seis horas por día. Su pasión, compromiso y vocación no le permiten relajarse ni despegarse de su teléfono y del handy. Juan Ignacio Di Matteo es un amante de las emergencias.

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Nació el 8 de octubre de 1971 en General Belgrano, donde aún hoy viven sus padres y el resto de la familia. Es el mayor de cuatro hermanos. Su padre trabajó como empleado de un banco y también de una farmacia. Su mamá es ama de casa. En aquellos pagos se crió y parte de su adolescencia la forjó en el cuartel de bomberos voluntarios, donde inició como cadete en 1986. Es una de sus grandes pasiones.

"Es difícil explicar el tema de la vocación. Surge de poder ayudar y te vas compenetrando, te vas metiendo", confiesa a 0223 desde una de las oficinas que tiene la Secretaría de Salud en el Centro de Especialidades Médicas de Emergencias (Cema) que se convirtió en su refugio. De su paso por el cuartel tiene los mejores recuerdos y también alguna que otra desgracia que lo estremeció.

El 22 de enero de 2004 un trágico desenlace lo perturbó para siempre. Fue la peor vivencia que experimentó en el mundo de las emergencias. Era un incendio de unas plantas cercanas a una línea de alta tensión que ya estaba prácticamente sofocado. Cuando su compañero y amigo maniobraba una escalera se formó un arco voltaico que le lanzó una descarga eléctrica de un cableado de 13.200 volts. La muerte había pasado cerca y se había llevado a uno de los suyos.

A los 18 ya tenía autorización para salir a emergencias. Acudía a accidentes en la ruta y otros escenarios de catástrofes. En el último año del secundario ya tenía decidido irse a estudiar Medicina a la Universidad Nacional de La Plata y para poder costearse la carrera trabajaba durante la noche de chofer de un servicio de emergencias. A la mañana iba a la Facultad y la tarde dormía un rato para descansar.

Mientras estudiaba Medicina, los fines de semana se volvía a General Belgrano para prestar servicios en el cuartel de Bomberos. Completó los siete años de carrera y se recibió. Por su labor previa, se inclinó por Terapia Intensiva para hacer la residencia en el Hospital Rodolfo Rossi, donde en el último año se convirtió en jefe de residentes.

Por su especialidad lo hicieron rotar algunas veces a la unidad coronaria del Hospital San Martín. Allí conoció a su pareja, Marina, una cardióloga oriunda de Mar del Plata con quien tuvo dos hijos. La mujer que lo acompaña hace más de 20 años en su travesía diaria de las emergencias. En 2002 los jóvenes médicos se instalaron definitivamente en la ciudad balnearia y tuvo que dejar su gran pasión que cimentó desde su adolescencia en su pueblo natal.

Comenzó a trabajar en la Clínica 25 de Mayo -donde aún continúa como médico intensivista- y en el Hospital Interzonal General de Agudos (Higa), donde dejó de cumplir funciones en 2015 para coordinar el Grupo de Intervenciones Especiales (GIE) del antiguo Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (Sies) que funcionaba en la Zona Sanitaria VIII, que lo catapultó en la dirección del Same.

En la Prefectura Naval Argentina (PNA) encontró una nueva manía que lo deslumbró: salvatajes a bordo de un helicóptero en altamar. "Es el mejor trabajo que tengo", expresa sin titubeos. Siempre primó la vocación de servicio. En el inicio del milenio hizo un curso de aeromédico mientras hacía la residencia en La Plata. Cuando llegó a Mar del Plata no había ingresos a Prefectura. En 2009 trabajó ad honorem haciendo rescates hasta que un año más tarde finalmente pudo ingresar y ganó el concurso al que se habían presentado solo dos médicos.

Uno de sus hermanos y su tío son pilotos. Así surgió su interés por los vuelos de Prefectura, la única guardia costera del mundo que lleva médicos a bordo. Cuando un tripulante requiere de atención, primero se hace una consulta telefónica con el médico y, si corre peligro su vida, se pone en marcha el operativo para rescatar a la persona. Su trabajo es especial. Di Matteo es uno de los cinco médicos que hacen esta tarea en todo el país. Sus allegados, cuenta, le diagnosticaron cierto grado de locura.

"Di Matteo es un tipo formadísimo. Es un diamante en bruto. Es amante de la emergentología. Se hizo todos los cursos posibles. Es uno más de los nuestros. Cuando va en el helicóptero es uno más de la dotación. Lo quiere todo el mundo", aseguran desde el núcleo de la fuerza.

Cuando se pone en marcha el operativo, Di Matteo emprende viaje con los pilotos, el operador de grúa y dos nadadores de rescate. La labor requiere de mucha coordinación y trabajo en equipo. Él lo vive con mucha adrenalina. Brindar atención médica en movimiento, arriba de un helicóptero y en espacios reducidos, no es nada sencillo. Las comodidades no son como las de una guardia. A eso se le suman las variables meteorológicas.

El miedo también lo acompaña en esa mezcla de emociones. Antes de que ingresara a Prefectura, un helicóptero que estaba a 180 millas de Comodoro Rivadavia cayó al agua. La nave alcanzó a acuatizar. Cuando esto ocurre los sistemas de flotación se liberan y apenas tenés diez minutos para alejarte, antes de que la aeronave de gran porte se hunda en las profundidades del mar. Los integrantes de aquel vuelo no llegaron a las balsas y murieron de hipotermia.

Este tipo de antecedentes le encienden las alarmas. "Miedo tenemos todos. Es una sensación como el enojo o la angustia. El tema es tener algo extra que no sabemos bien qué es. Hay que capacitarse mucho para minimizar los errores. Son situaciones de todo riesgo", reconoce. Pero su vocación, difícil de explicar, es mucho más grande.

Desde que se declaró la emergencia sanitaria, Di Matteo es una de las caras visibles de la pandemia de coronavirus en Mar del Plata. Un escenario como este, tan estresante y desgastante, admite, no se lo imaginó nunca. En un accidente o un incendio, el escenario se resuelve. Tiene un principio y un final. La pandemia, en cambio, no da abasto.

Su jornada comienza antes de las 7 de la mañana -si es que no recibe ningún llamado de urgencia que lo obliga a salir de madrugada- y vuelve a su casa cerca de las 19. A esa hora es cuando comienza la tarea más ardua. El Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentina (Sisa) comienza a cargar la información y ahí es cuando el Same debe empezar a aislar o trasladar a los positivos. Los operativos terminan recién pasada la medianoche. Pero detrás de él hay un grupo excepcional que tiene la camiseta del Same recontra puesta. Sin el acompañamiento de su equipo, sería imposible cumplir esta tarea.

Se define como un hombre con mucha vida social y apasionado de los deportes. La pandemia y las restricciones suspendieron sus partidos de fútbol. También los asados con un grupo de veteranos de Prefectura con los que se juntaba un viernes por mes. Hoy lleva el teléfono y el handy a todos lados y no se despega ni un minuto. Su responsabilidad no le permite desconectarse. Su familia entiende el rol que cumple. A los 13 y 15 años, sus hijos ya saben una cosa: qué carrera no estudiar.

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Estaba de guardia en una ambulancia cuando sonó su teléfono: Viviana Bernabei. La entonces directora ejecutiva del Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil (Hiemi) le confesó que el intendente electo le había ofrecido la Secretaría de Salud. Ella intentó convencerlo de que era la persona indicada para comandar el Same, pero le contestó que no. No quería sumar más trabajo y cargas a su agenda.

La respuesta no dejó satisfecho a Guillermo Montenegro, que a los dos días lo llamó. Acordaron una reunión. Bastaron 15 minutos para ponerse de acuerdo. La propuesta del jefe comunal, exministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo sedujo. Montenegro y Di Matteo hablan casi el mismo idioma. Lo único que pidió fue mantener su trabajo en Prefectura, ese que le despierta su fuego sagrado y le llena el alma.

No tardó menos de una semana para ponerse en acción. Un incendio en la distribuidora Torres y Liva fue el inicio de la ardua tarea que despliega desde diciembre. A ello siguió el vuelco de un micro con 60 personas a bordo en ruta 2. Cuando pensaron que podían relajarse, tras un verano agitado, comenzó lo peor: la pandemia de coronavirus.

Actualmente el Same cuenta con diez móviles en las calles: siete están destinados a cubrir las emergencias, dos para hacer traslados de pacientes con Covid-19 de baja complejidad y uno que se ocupa de los hisopados domiciliarios. Su forma de vivir y pensar lo llevan al lugar de los hechos. No le gusta estar en el escritorio, pues los asuntos administrativos le resultan tediosos.

No conoce de comodidades políticas. Tampoco lo desvela algún cargo en especial. De su vasta trayectoria no tiene nada para reprocharse. Sus aspiraciones, confía, pasan por perfeccionar el servicio del Same en los tres años de gestión que le quedan, y por supuesto conservar su mejor puesto en el universo de las emergencias. "Voy a seguir hasta el último día que me pueda subir al helicóptero, es mi mejor trabajo", concluye.