Miguel, el cartonero que cirujea a cambio de comida para los chicos de Villa Evita

Junto a su esposa, cocinan los fines de semana para 40 familias que viven en el asentamiento. Cada tanto, el municipio les envía un pack de fideos y otro de leche. Chicos que juegan entre aguas servidas, hambre y la solidaridad entre los que no tienen nada: así se vive en Villa Evita.

24 de Julio de 2017 17:05

Por Redacción 0223

PARA 0223

Detrás el estadio mundialista "José María Minella" y a diez minutos del centro de Mar del Plata, el abandono del Estado se traduce en casillas de cartón y madera, hambre y chicos que juegan entre el barro y las aguas servidas que brotan del suelo. Allí, en el corazón de Villa Evita, en donde el olvido muestra su cara más cruel, vive Miguel y su familia, un cartonero que trabaja a cambio de mercadería para el comedor que montó en su propia casita para asistir a los pibes del barrio.

 

 

“Me dedico a cirujear con el carro y el caballo. Limpio a la gente que me pide; antes les cobraba pero ahora les pido mercadería”, explicó Miguel, quien junto a su esposa Graciela y sus tres hijos, dan un plato de comida caliente a más de 40 chicos en el comedor denominado "Olla popular El Sol".

Según contó a 0223, gracias a su trabajo y a la colaboración de la gente a veces logra juntar cajitas o latas de puré de tomate, fideos, menudos o alitas de pollo. “Con eso nos arreglamos para cocinar sábado y, si podemos, a veces los domingos también”, dijo.

Este lunes, mientras un grupo de vecinos de Villa Evita cortaba calle Vértiz a la altura de la vía para reclamar obras de cloacas para que la zona no quede sumergida entre desechos cada vez que llueve, Miguel juntó la mercadería que le mandaron desde el municipio para todo el mes y lo colocó en la entrada a su humilde hogar-comedor-merendero. Ese pequeño bulto de comida con el que, con mucho esfuerzo, estirarán para dos o tres comidas, le demandó a este cartonero numerosos reclamos y semanas de espera. “La municipalidad no nos baja nada, y si lo hacen, son chauchitas: dos paquetes de fideos, tres o cuatro cajas de leche; ni el azúcar para la copa de leche nos mandan”, aseguró.

 

Graciela,  por su parte, explicó que en algunas oportunidades el menú incluye verduras -papa y cebolla- gracias a las changas que realiza su marido. “Ahora, en pleno invierno, la gente no tiene trabajo y cada vez hay más necesidad, eso lo tiene que ver la municipalidad”, advirtió.

Desde hace 10 años, la urbanización de Villa Evita es un proyecto del que mucho se ha hablado pero que nunca tuvo un lugar en la agenda del gobierno municipal, y en la ciudad que ocupa un lugar privilegiado en el ranking de mayor desocupación del país, el asentamiento es uno de los puntos más golpeados por la pobreza. Los últimos temporales de viento y lluvia y la suma de años sin ningún tipo de obra en el sector complicaron aún más la situación de cientos de familias, que sobreviven en la precariedad, el olvido y las promesas de campaña que se repitan pero jamás se cumplen.

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