A 30 años de un día gris: la muerte de Alberto Olmedo

El 5 de marzo de 1988 el genial cómico cayó desde el piso 11 del Maral 39 de Mar del Plata. Así lo recuerdan protagonistas de aquella jornada triste. 

Frente al edificio Maral 39, un busto del Negro Olmedo lo inmortaliza. 

5 de Marzo de 2018 09:00

El 5 de marzo de 1988 Mar del Plata se despertó conmocionada: a primera hora de la mañana, el comediante más famoso de la Argentina, Alberto Olmedo, había muerto tras caer al vacío desde el piso 11 del edificio Maral 39, en plena costa marplatense. Con esta nueva tragedia, la segunda en apenas veintiún días -el 14 de febrero el exboxeador Carlos Monzón había asesinado a su esposa Alicia Muñiz al arrojarla por el balcón del primer piso de una casona del barrio La Florida-, el verano de hace treinta años atrás tenía un cierre sombrío.

Según reflejan las crónicas de entonces, las últimas horas de Olmedo transcurrieron en el restaurante Hamburgo de avenida Colón y 14 de Julio, en donde comió costillas de cerdo, bebió un vaso de vino blanco Kleimburg y, como era habitual, estuvo rodeado de un numeroso grupo de amigos: era un ritual que repetía cada noche al salir del teatro Tronador, en donde presentaba su exitosa comedia "Éramos tan pobres". Aunque no habían compartido la misma mesa, esa noche previa a la tragedia había coincidido en el lugar con Ana María Picchio, Antonio Gasalla y Javier y Fernando, dos de los hijos que el rosarino había tenido con su primera esposa, Judith Jaroslavsky.

De acuerdo al relato de Néstor, el mozo que lo atendió aquella última vez, Olmedo se retiró del restaurante alrededor de la 1 de la mañana, luego de pagar la cuenta de todos sus invitados. Se fue solo, a bordo de su auto particular con rumbo al departamento del piso 11 del Maral 39 -ubicado en el boulevard Patricio Peralta Ramos 3673- que alquilaba desde el inicio del verano y en donde ya lo esperaba su pareja Nancy Herrera, con quien había hablado por teléfono antes de la cena. No sabía que, a los 54 años, conducía rumbo al final de su vida.

Alberto Olmedo, el bufo genial, cayó de un piso 11 mientras hablaba con Nancy Herrera, según varios testigos, tituló el diario El Atlántico en su edición del domingo 6 de marzo de 1988, junto a la imagen del cuerpo del Negro, con el torso desnudo y los ojos abiertos. La fotografía fue tomada por Fabián Gastiarena, fotógrafo del desaparecido diario local y actual corresponsal de Clarín en Mar del Plata.

 

La edición del día después de la tragedia tuvo récord de ventas: se repartieron 65 mil ejemplares en los kioscos de la ciudad, que aún no salía del estupor ante la pérdida del humorista más célebre de entonces. Incluso, durante la semana siguiente, con las novedades de la investigación del hecho, las rotativas de El Atlántico comenzaban a funcionar poco después de la medianoche y continuaban en plena actividad hasta las 9 ó 10 de la mañana. “Mandaban los diarios a los kioscos y desaparecían en un rato. Un día nos quedamos sin papel”, aseguró el fotógrafo.

Cuando Gastiarena llegó al lugar, alertado por un aviso a través del radiollamado al que permanecía atento todas las madrugadas por si pasaba algo para ir a cubrir, el cuerpo de Olmedo aún yacía sobre el asfalto, apenas cubierto con una sábana. “Cada vez que venía el jefe de la policía, el juez u otras autoridades, la levantaban, lo miraban y lo volvían a tapar. Yo aprovechaba esos dos o tres segundos que duraba la maniobra y disparaba la cámara”, contó.

 

“Habré llegado alrededor de las 8, hacía pocos minutos había pasado todo. El periodista Julio Lagos transmitía en vivo para LU6 y ya había estado en el lugar un taxista y fotógrafo aficionado que sacó las primeras fotos del cuerpo y al que se llevaron rápidamente de allí para negociar el precio del material que luego se publicaría en la revista Gente”, recordó.

 

La muerte del rosarino originó una causa caratulada “Olmedo, Alberto s/ muerte dudosa”, a cargo del juez del Juzgado en lo Criminal Nº 3, Pedro Federico Hooft. Las actuaciones oficiales comenzaron formalmente a las 8.20 de ese 5 de marzo, a partir de la intervención de efectivos de la comisaría segunda. Las primeras pericias toxicológicas sobre el cuerpo del capocómico arrojaron resultados negativos. Sin embargo, nuevos estudios sobre las vísceras determinaron la presencia de una “cantidad no especificada de cocaína”.

“No entendía qué había pasado, sólo atiné a tomar mi cámara y sacar las fotos antes de que se llevaran el cuerpo. De a poco se empezó a concentrar la gente en el lugar. Nadie podía creer que Olmedo estuviera muerto”, describió Gastiarena.

Por su trabajo como cronista de espectáculos, Gastiarena solía compartir noches enteras con los artistas y durante ese fatídico verano del ‘88 se transformó en testigo de veladas, reencuentros, peleas y romances de las figuras que hacían temporada teatral en la ciudad. Si bien no tuvo un contacto directo con Olmedo, lo describió como “un tipo muy reservado, que no hablaba mucho y siempre tenía en la mano una copa de champgne”.

 

Un artista récord: el recuerdo de Carlos Rottemberg, el último productor de Olmedo

 

El verano de la tragedia fue el segundo en el Alberto Olmedo hizo temporada en Mar del Plata. Había desembarcado a fines del ‘86 en el teatro Neptuno de la mano de los productores Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston. La comedia “El negro no puede” se convirtió en un éxito en cuanto a la cantidad de espectadores: sólo ese título vendió 118.500 boletos.

Ante semejante éxito del verano, los productores llevaron el espectáculo a Buenos Aires y allí comenzaron a pergeñar volver al Tronador al año siguiente, esta vez, con “Éramos tan pobres”, aunque con el mismo equipo y el libro y dirección de Hugo Sofovich. El debut fue a finales de diciembre de 1987 y se vendieron 760 mil boletos durante toda la temporada estival, un récord en la historia marplatense.

Apenas dos días antes de su abrupto final, se había estrenado “Atracción peculiar”, una película que había protagonizado junto a Jorge Porcel. Olmedo no llegó a verla.

“La noche anterior a la muerte de Alberto -el viernes 4 de marzo- habíamos pactado llevar la misma comedia al teatro Astral de Buenos Aires”, rememoró Rottemberg en diálogo con 0223. Sin embargo, la fatalidad se cruzó en el camino y los planes no se pudieron concretar.

A pesar de que ya pasaron tres décadas de aquel hecho, Rottemberg recuerda con todos los detalles cómo fue la noche anterior al accidente fatal. "Ese viernes nos fuimos a dormir muy tarde, ya que la cena fue después de las dos funciones de ese día y a las 8.30 de la mañana del sábado, me despertó Guillermo Bredeston en el portero eléctrico: me pedía que le abriera la puerta, que tenía que darme una noticia. En ese departamento de Playa Grande que había alquilado ese verano, de la boca de Bredeston, me enteré lo que había pasado con Alberto", resumió.

 

Aún sin recomponerse de la novedad, el último productor de Olmedo salió de su casa rumbo a la cochería de Rogelio Roldán, un amigo personal del humorista, y dejó en sus manos los trámites que había que hacer ese largo sábado en el que la noticia impactaba a todo un país. “Mientras se hacía el velatorio, el administrador de la compañía de ‘Éramos tan pobres’ se apersonó en la boletería del Tronador para esperar al público que tenía entradas para esa noche y devolverles el dinero. En medio de todo esto, un espectador pidió el libro de quejas y dejó un mensaje en el que decía que era una irresponsabilidad empresaria suspender las funciones porque no teníamos un reemplazo para Olmedo”, recordó Rottemberg, quien luego dirá que esa fue la única anécdota risueña que quedó tras la desgracia.

-¿Cómo era Alberto Olmedo?

-Era una persona muy similar a la mayoría de los cómicos que son cómicos cuando están en público pero tienen una vida mucho más seria cuando están en reuniones privadas. De todas maneras yo puedo decir que si bien fui su último productor durante las últimas dos temporadas en Mar del Plata, no llegué a pertenecer a su círculo de amigos. Fue una relación más profesional que personal.

 

-¿Hubo o hay otro artista de sus características?

-Olmedo fue una figura que durante muchos años estuvo en un lugar muy estelar dentro del espectáculo, pero no hay duda de que ostentaba un lugar que justamente le dio más visibilidad a la tragedia. No sé si hubo antes o después alguien como él.

-¿Qué recuerdo le queda a treinta años de su muerte?

-Un recuerdo doloroso porque fundamentalmente la vida humana está por encima de cualquier profesión, talento o circunstancia. Ni el rating en televisión, en una radio ni el borderó de un teatro te acompaña a la puerta de un sanatorio. Ese espectador, ese lector, esa audiencia no están; están sólo los afectos personales. Y en ese sentido, la muerte de Olmedo, más allá del impacto popular por la figura que representaba, tiene que ver con la pérdida humana. Lo demás, es todo cartón pintado.

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