Atenas terminó con la ilusión de Quilmes que descendió

No hizo falta un tercero y, mucho menos, un cuarto juego. Superior a lo largo de casi toda la noche, el más ganador de la Liga Nacional vino decidido a definir la serie a Mar del Plata, derrotó al "tricolor" por 105 a 90 y lo mandó a la Liga Argentina.

La arenga de Maxi Maciel en el final. Quilmes entregó todo pero fue superado por Atenas y descendió. (Fotos: Diego Berrutti)

25 de Mayo de 2019 22:58

Por Redacción 0223

PARA 0223

No hubo milagro para Quilmes. No hubo equivalencias. Chocó contra un rival mejor preparado para esta instancia, que llegó con la tranquilidad de la ventaja sacada en Córdoba y sabiendo que lo peor que le podía pasar era volver a su casa. Y chocó contra sus propios nervios, la tensión, la presión, y no la pudo superar. Estuvo a la altura con el envión de la gente, con ese hombre demás que supone jugar en Once Unidos, pero con el correr de los minutos fue superado, cayó en las garras de Atenas que le ganó bien por 105 a 90 y condenó al "cervecero" al descenso. Noche triste en Parque Luro, el "tricolor" se va de la Liga Nacional y tendrá que barajar y dar de nuevo la próxima temporada para jugar en la Liga Argentina. Nos quedamos sin clásico en Mar del Plata.

El empujón de la gente, efusiva desde el arranque, se transmitió a los jugadores que salieron con todo, con mucha concentración, una alta intensidad en defensa y un parcial de 12-5 con los dos primeros triples que entraron y confianza a la hora de pasar la pelota. Sin embargo, de a poco se fue acomodando Atenas, de la mano de Williams que cuando salió por faltas parecía ser una solución. Sin embargo, además de Martina en reemplazo del americano, saltó a la cancha Maximiliano Stanic, que no está en plenitud física, pero tiene el básquet en la cabeza y en un minuto le cambió la cara a su equipo con un robo y dos asistencias para dejar el partido a 2 (19-17) y obligar al tiempo muerto de Javier Bianchelli. El regreso a la cancha de Jackson (7 en el chico) que había descansado lo volvió a acomodar al local que cerró mejor y se fue al descanso 24 a 21.

El arranque del segundo parcial fue inmejorable para el "cervecero", que tomó nuevamente el control, defendió bien y atacó con claridad para sacar una luz de 8 (32-24) y obligar el minuto de Arduh cuando apenas habían pasado 2' 08" del parcial. El encuentro era equilibrado, Quilmes podía alejarse un poquito pero Atenas volvía, en parte por virtudes propias y en otras aprovechando las ventajas del local, por ejemplo, desde la línea de libres, con un pobrísimo 4 de 11 a esa altura de la noche. El revulsivo, el que sostenía al "tricolor" era Fernández e, increíblemente, Bianchelli lo sentó. De la mano de Moore y un triple de Romano que no había aparecido, Atenas igualó las cosas por primera vez en la noche y equiparó el tablero en 43 a 1'41" del cierre. El tramo final fue todo del "griego", porque el local perdió claridad y se equivocó en ataque, Moore lastimó de todos lados y los mandó al vestuario con una bomba sobre la chicharra que golpeó duro en Once Unidos: 46-51.

La vuelta de los vestuarios fue un desconcierto total. Ortiz erró el libre que había quedado pendiente por un técnico a Moore y Atenas se escapó en el marcador. Tantos recuperó, descontó y del otro lado hizo una falta que terminó adentro y le dio ventaja de 7 (52-59) a la visita, pero un triple del "9" lo aocomodó nuevamente. Tuvieron que pasar 2'30" para que el juego se encarrilara otra vez. Lo peor que le podía pasar a Quilmes era desesperarse tan rápido y empezar a abusar del tiro externo. Moore era una pesadilla, se agrandó por el contexto, metió un triple desde el costado que enmudeció Once Unidos y se río mirando a los cuatro costados. A tal punto enojó a Quilmes que Bianchelli lo enfrentó, Lezcano marcó la técnica cruzada y eso benefició al local porque el americano debió abandonar la cancha. El partido se calentó del todo y los árbitros no dejaron pasar ninguna, por lo que se empezaron a cargar de faltas. El "tricolor" era un manojo de nervios, Romano (12 en el cuarto) se puso al hombro lo que dejó su compañero y empezó a sentenciar la historia (67-81).

El último cuarto quedó para ver a un equipo desesperado, jugando contra el rival, contra el tablero, contra el reloj y contra sus propios nervios. Entonces, cuando parecía que podía descontar, recibía un mazazo que lo mantenía siempre lejos y la hazaña se volvía más difícil. Cuando entre los pibes Baralle y Lema dibujaron un magnífico "alley oop" para sacar la máxima de 17 (73-90), con 5'04" en el reloj y Bianchelli pidió minuto, las caras en las tribunas lo decían todo y la suerte estaba echada. El resto fue la gente alentando, jugadores que lloraban aún con el partido en juego, los de Atenas que los consolaban y una historia que se definió mucho antes de la chicharra final.