Tiene sólo dos alumnas y enseña “de a pedacitos” para que puedan descargar los videos en el celular

Patricia Lezcano es maestra del jardín de infantes rural 6 de Coronel Vidal, al que sólo concurren dos nenas de tres años. A pesar de la falta de conectividad en la zona y la extensión del aislamiento por la pandemia, buscó la manera de mantenerse presente en la vida de sus pequeñas alumnas.

Patricia, cualquier día antes del inicio de la pandemia, a la salida del jardín.

13 de Octubre de 2020 17:58

Si bien ya tenía veinte años de experiencia en jardines urbanos, cuando en 2007 llegó al jardín número 6 de Coronel Vidal, Patricia Lezcano (56) sintió que debía empezar de cero. Con un grupo reducido -en promedio, la cantidad de alumnos no supera los cinco chicos- y con familias que hacían varios kilómetros para que sus hijos no falten, el panorama con el que se encontró fue totalmente distinto. Pero, como todo, se acostumbró. De hecho, ya hace tiempo podría haberse jubilado pero cree que todavía no es el momento de irse.

Al igual que el resto de los docentes, el inicio de la cuarentena por la pandemia de coronavirus le significó un desafío difícil pero que, en un contexto como el suyo, se complejiza aún más. La falta de conectividad es, hoy por hoy, la principal dificultad que deben sortear tanto ella como las otras seis docentes y dos preceptoras del jardín, en donde funciona una sala multiedad para chicos de entre dos y cinco años. El establecimiento es uno de los siete de estas características que hay en todo el Partido de Mar Chiquita y se encuentra en el Paraje Esquina de Argúas -a 18 kilómetros de Coronel Vidal-, lugar que lleva ese nombre por la pulpería fundada en 1817. En su caso en particular, tiene apenas dos alumnas, Sofía y Catalina, de tres años.

El jardín comparte edificio con la escuela 6 "Fray Mamerto Esquiú", del Paraje Esquina de Argúas.

Si bien la maestra echó mano a las herramientas que les proporciona la tecnología -grupos cerrados de Facebook y de WhatsApp- para enviar actividades semanales, la falta de wifi y de datos en los celulares quedaron en evidencia rápidamente. Así fue como empezó enseñar de “a pedacitos”, con videos de pocos segundos para que, al ser descargados, gasten la menor cantidad de datos posible.

“En general, hay un sólo teléfono que comparten los chicos de primaria y sus hermanitos que van al jardín y la mamá que los ayuda a hacer las tareas también es una sola. Les hicimos llegar los cuadernillos que nos mandó el Estado pero, al principio, asusta un poco: hay cosas que por ahí las mamás no recuerdan, además de que es un trabajo muy desgastante. Pero sin el esfuerzo de esas familias, nosotros no podríamos hacer demasiado”, asegura.

Otro grupo de docentes, en tanto, les acerca a esas familias bolsones de alimentos y material específico para trabajar con alguna propuesta determinada. “La visita a un chico te parte el alma porque lo nuestro es el afecto, el abrazo, el mimo, hacer upa, pero nada de eso podemos hacer ahora”, dice Patricia, quien nació y se crió en esa localidad del partido vecino. Ella, al ser considerada paciente de riesgo por padecer asma, se pierde de esas salidas, pero mantiene el contacto permanente con sus pequeñas alumnas a través de viodeollamadas. “A mí me toca explicarles porqué no nos podemos abrazar y decirles que, aunque no nos vemos personalmente, no las dejé de querer. Es muy difícil, sobre todo porque siempre me preguntan cuándo vamos a volver al jardín y no tengo una respuesta para eso”, cuenta.

“Antes de la pandemia, la escuela era el centro cultural y social del lugar porque era donde se reunían los papás cuando llevaban o iban a buscar a los chicos; un lugar de encuentro y reencuentro y todo eso se extraña. Por eso todas hacemos lo posible para seguir estando presentes en la vida de los chicos, ya sea con una canción, un cuento o una llamada”, remarca por último.