Bajo los ideales de mayor libertad y alergia al trabajo, el día que casi 300 crotos se reunieron en Mar del Plata

Las actividades, organizadas en 1996 por Crotos Libres, incluyeron charlas, proyecciones de películas, debates, una suelta de palomas, caminatas y una gran "ranchada" de cierre. ¿Sus principios? Reivindicar el ocio creativo, practicar el trueque, rechazar el consumo desenfrenado y promover la liberación del ser humano del materialismo, así como su teoría sobre la alergia al trabajo. 

El espíritu que rodeó la Cumbre fue de total solidaridad, alegría y libertad.

5 de Julio de 2025 08:34

“No tenemos presidente ni secretario. Nos basta con ser hombres libres que se encuentran para compartir el pan y la palabra”, explicaba Carlos Luna, alias Tango, uno de los referentes de la agrupación Crotos Libres y participante de la cumbre realizada en Mar del Plata en septiembre de 1996.

Cerca de 300 “crotos” se reunieron entre los días 23 y 29 de septiembre de ese año en nuestra ciudad para celebrar la Primera Cumbre Internacional de Crotos Libres. Fue un evento sin jerarquías, discursos protocolares ni escenarios oficiales, pero con un lema tan potente como cualquier proclama histórica: "La libertad, derecho supremo del hombre".

El término “croto” apareció en Argentina en los años 20 y se atribuye a José Camilo Crotto, aquel gobernador que autorizó a los trabajadores temporarios a viajar gratis en trenes de carga. Lo que fue un decreto solidario devino símbolo de una identidad errante, resistente y profundamente humana.

Desde entonces, los “crotos” han sido confundidos con linyeras, hippies o anarquistas. No obstante, su esencia va más allá: reivindican el ocio creativo, practican el trueque, rechazan el consumo desenfrenado y creen en el poder transformador de la amistad y la imaginación.

Crotos reunidos en las vías del tren.

El diario La Razón, en su quinta edición del 24 de septiembre de 1996, manifestaba: “Cuando se anunció la conferencia, muchos comerciantes y empresarios temieron una invasión de vagabundos de pelo largo y aspecto horrible. Sin embargo, al final, la municipalidad local terminó proporcionándoles centros de conferencias, así como una biblioteca y un centro cultural”. La mayoría de las actividades se desarrollaron en la Biblioteca Popular Juventud Moderna y los temas fueron de lo más variados. Entre ellos se destacaron: el rescate de la personalidad histórica del “croto”; el derecho al ocio; los elementos imprescindibles para viajar que utiliza el “croto” en el camino; la liberación del hombre del materialismo; comidas baratas cuando se viaja y la teoría sobre la alergia al trabajo.

También se desarrollaron caminatas y paseos en bicicleta, vida al aire libre y alimentación austera, todo con el fin de reivindicar una filosofía de vida basada en la libertad, el anti-consumismo y la ecología.

Muchos de los asistentes, tanto hombres como mujeres, vinieron, en su mayoría, del interior del país, pero también hubo quienes se acercaron desde Uruguay, Canadá y Grecia. Entre ellos había “crotos” históricos que sumaron anécdotas a la Cumbre, como Martín Finamori, un "histórico" de 89 años; Pedro Ribeiro, incansable cronista de caminatas y recorridos en bicicleta por países de América y África, además de fundador de Crotos Libres; la activa “crota” Ana María Ordóñez; el escritor Hugo Nario, y Diógenes, otro "histórico" de 83 años, por mencionar a algunos. No obstante, el símbolo indiscutible de este movimiento fue José Américo Ghezzi, más conocido como Bepo, quien falleció en 1999 y vivió "como él mismo eligió", bajo su máxima "el ser libre crece a medida que disminuye la necesidad de cosas". Él inspiró la película Que vivan los crotos, de Ana Poliak, y fue autor de libros como Versos y otras yerbas.

Entre sus anécdotas se rescata una que habla sobre la solidaridad, incluso entre aquellos que no se conocen (En tiempos donde las propias instituciones no lo son con los más desfavorecidos, vale algo de lo que él dijo en aquella oportunidad). Ante la pregunta de una periodista sobre el sentido de solidaridad entre “crotos”, Bepo respondió: “Sí, somos solidarios. Por ejemplo, estábamos en una ranchada y yo observaba que varios tenían el fuego prendido y todos ponían la pava, pero nadie un churrasco, estábamos todos al mismo nivel. Entonces, ¿qué hacíamos? Le decía a los ‘bolseros’: ¿me da un ‘pique’? ¿O me presta el sombrero? Porque era para hacer una changa. Así, me ganaba el peso e iba y, a los otros que yo no conocía, les decía: ‘Prendan un fuego grande, muchachos’. Y con ese peso iba a la panadería, a la carnicería y traía ‘las tres Marías’: el pan, la yerba y la carne. Y ahí comíamos todos juntos; esa es la solidaridad del croto”.

El programa de la Cumbre de Crotos incluyó charlas, proyecciones de películas, debates, una suelta de palomas y caminatas por distintos puntos de la ciudad.

Uno de los momentos más esperados fue la caminata final por las vías del tren, desde Juan B. Justo hasta el camping de Calasanz. Fue un gesto simbólico que cerró la cumbre con la misma dignidad con la que había comenzado: caminando, siempre caminando, y con una gran "ranchada" en aquel lugar.

Los resultados de aquella Cumbre se pueden resumir en algunas directrices como: ser caminantes felices; creer en utopías; promover el deporte no profesional; tomar de la naturaleza lo necesario sin depredar; no mendigar, sino practicar formas de trueque; evitar el consumo de alimentos chatarra, bebidas gaseosas, tabaco, alcohol y drogas; ejercer el ocio creador; consumir lo menos posible; trabajar poco y/o por placer y, como decía José Martí, recurrir a los libros para ser cada día más libres.

Nota del diario El Atlántico cubriendo la Cumbre de Crotos en Mar del Plata.

Estos principios fueron pensados para que los crotos los aceptaran y los llevaran con convicción en sus vidas. Aun así, como bien remarcaron quienes participaron del encuentro, “el optimismo es uno de los pilares de la filosofía crota, y la amistad es clave para atravesar cualquier bajón”.

Porque ser “croto” no es simplemente negarse a trabajar, como algunos dicen a la ligera. Es elegir un modo de vida sin adornos y conectado con la tierra.

El espíritu que rodeó la Cumbre fue de total solidaridad y libertad. Diógenes, a sus 83 años, lo sostuvo ante la prensa en aquellos días: “Venimos a rescatar el derecho a seguir pensando que la libertad es posible y que una manera de vivirla en plenitud es recorriendo los caminos sin horarios ni presiones de este mundo cada vez más opresivo".