La historia del soldado Cabello: prisionero de guerra, salvado por una pelota de trapo

Adrián Cabello se animó a contar su increíble historia en una carta.

2 de Abril de 2020 18:53

Por Redacción 0223

PARA 0223

Adrián Cabello es un excombatiente de Malvinas que nunca se animó a contar su historia. Este año tomó valor y escribió una conmovedora carta que envió a la redacción de 0223 en la que relata lo que vivió después de la Guerra de Malvinas, como prisionero de guerra de un buque inglés.

Cabello formaba parte del Comando de la X Brigada en La Plata. Luego de la guerra quedó en las islas para remover las minas y ayudar a enterrar a los soldados caídos. Allí empezó una historia increíble que él la relató en esta carta:

A vos que te gustan las historias de vida, te voy a contar algo que me pasó estando como prisionero de guerra en la bodega de un buque Inglés, Saint Edmund.

Después de que terminó la guerra de Malvinas, quedamos 150 soldados para hacer las tareas de remoción de las minas y ayudar al entierro de los compañeros. Con el correr del tiempo en el Sur comenzó a nevar y la altura de la nieve y la hostilidad del clima no permitió continuar con esas tareas. Entonces nos subieron a un buque en calidad de prisioneros ya que Argentina no firmaba el cese de hostilidades. Nos dejaron en la bodega.

Ya hacía más de 30 días que estábamos ahí, con los pisos de hierro, dos canaletas a los costados para orinar, defecar y vomitar cuando se movía mucho. El techo medía apenas 1,80mts. El buque navegaba por el Atlántico Sur, nunca supimos bien. Solo teníamos lo puesto y una manta para doblarla y usarla como colchón.

Un día, el guardia escocés que nos cuidaba me cuenta en inglés que nos iban a llevar a una Isla entre Brasil y África (Base militar Americana) llamada Isla Ascensión, volcánica, de clima tropical, por tiempo indeterminado. Enseguida ante la desesperación les traduje con mucho miedo a todos los compañeros lo que iba a pasar.

 

Cabe aclarar que al ser prisioneros de guerra, en realidad, no nos conocíamos. Solo nos reconocíamos como argentinos. Esta noticia pegó de diferente manera. Esto generó tristeza e incertidumbre al grupo y a cada uno de nosotros… se hizo un gran silencio.

Un cordobés rompió ese silencio de angustia con su chispa y gracia. No lo dudó se cortó el pantalón y lo convirtió en bermudas. “Hay que aprovechar para tomar sol”, dijo y también se sacó las mangas a la remera.

Por supuesto todos nos reímos. Y nos marcó una línea de pensamiento para afrontar lo que se venía.

 

Inmediatamente, propuse a todos los que estábamos ahí sacarse una media para construir una pelota: “La pelota de trapo”. Comenzó así, una hora de fútbol todos los días. No parábamos de reírnos de darnos, patadas, hacernos chistes de acuerdo a las tonadas. Este espacio comenzó a generar en cada uno de nosotros y el grupo una alegría y una unidad que no sabíamos de dónde venía.

Los guardias bajaban a la bodega y miraban lo que sucedía. Nos miraban con asombro ya que pasaban los días y el panorama era de mucha incertidumbre. Pero esa hora de futbol era sagrada, esa hora nos permitió salir de esa realidad.

 

Con el tiempo, esta anécdota me sirvió para toda la vida y recién ahora me animé a escribirla: Y me hizo reflexionar:

  • En ciertos momentos las cosas no dependen de nosotros.
  • Ante un panorama incierto, tenemos que ser positivos.

Siempre me pregunté si en ese lugar que permanecimos como grupo de soldados argentinos, en esas bodegas detestables del barco, jugar con esa pelota de medias fue inconsciencia, fue irresponsabilidad o fue sabiduría.

Lo que si me quedó claro  que cada uno elige como pasarlo. En este momento que estamos viviendo, ¿cómo elegís pasarlo? ¿Te animás a contarlo?