A cien días, cómo evolucionó la cuarentena en Mar del Plata

El aislamiento sufrió modificaciones y poco queda de las primeras jornadas de marzo. Etapa por etapa, las distintas medidas que se fueron implementando. 

27 de Junio de 2020 13:54

Por Redacción 0223

PARA 0223

"A partir de las 00 horas de mañana, los argentinos deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esto quiere decir que a partir de ese momento nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas", anunciaba en la noche del jueves 19 de marzo el presidente de la Nación, Alberto Fernández, para contener los avances del coronavirus. Para ese entonces, las clases ya estaban suspendidas y las fronteras cerradas. En principio estaba previsto que durara hasta fin de mes, pero la cuarentena ya lleva 100 días en todo el país.

Nada fue igual desde entonces. El Covid-19 fue el centro de atención en los medios de comunicación y se instaló en la sociedad. Mientras Europa sufría las consecuencias de las tardías medidas implementadas, el coronavirus se comenzaba a propagar por Sudamérica. Al principio, solo se podía salir a la farmacia, el supermercado o al hospital. Los infectólogos se convirtieron en los protagonistas de las pantallas de televisión fomentando distintos hábitos. El distanciamiento se impuso en las calles, el tapabocas se convirtió en una extensión de la cara y el lavado de manos fue parte de la nueva rutina.

Mar del Plata transitó un centenar de jornadas inestables. De un día para el otro, los comercios de bienes no esenciales debieron bajar las persianas y las calles quedaron vacías. Las limitaciones eran totales. Sin embargo, con el correr de las semanas se empezaron a exceptuar distintas actividades y la cuarentena se empezó a flexibilizar. Algunos rubros, a la fecha, insisten con los reclamos para que los dejen trabajar. Los efectos del parate de trabajo y la caída sostenida en las ventas ya empieza a surgir efecto la economía de Mar del Plata.

La cuarentena sirvió para unir a las fuerzas políticas, en un comienzo. El intendente Guillermo Montenegro consiguió el respaldo de los bloques del Concejo Deliberante de General Pueyrredon y el oficialismo y la oposición empezaron a trabajar forma mancomunada para transitar la pandemia. El dirigente del Juntos por el Cambio se ganó el reconocimiento de Fernández, pero con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, el trato fue más áspero. Las fricciones y miradas de reojo con la administración bonaerense se acrecentaron a medida que se sorteaban las fases.

Fase 1

Nueve días después de que se confirmara el primer contagio de coronavirus en la Argentina, en Mar del Plata se detectaba el primer positivo que trajo aparejado temor y desconcierto. Fue el puntapié inicial de las 47 infecciones que suma la ciudad. José Jacho Benzadón, conocido del intendente, tenía antecedentes de viaje a España y, después de permanecer 13 días internado en la clínica 25 de Mayo, murió a los 71 años. Cuatro días más tarde, el virus se cobraba en la clínica Pueyrredon la segunda vida: un hombre de 51 años que había visitado España y Egipto.

El intendente fue artífice de los primeros movimientos políticos y hasta se anticipó a las decisiones de Provincia y Nación. Por decreto, suspendió los eventos masivos que concentraran dos mil personas y también las clases en todos los niveles educativos de General Pueyrredon. Desde el 20 de marzo, las fuerzas de seguridad ganaron las calles y dieron lugar a controles rigurosos. Los patrulleros recorrían las calles y alertaban, mediante altavoces, las consecuencias del incumplimiento al Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU).

La circulación se redujo al mínimo: en cuestión de días, trenes y colectivos interurbanos quedaron sin efecto. El uso del transporte público de pasajeros se desplomó en un 90%. Decenas de historias sobre marplatenses y argentinos que estaban varados en algún país del exterior afloraron por todos los medios posibles. El operativo retorno estaba en marcha y desde el Municipio avanzaban a gestionar negociaciones con distintos gremios para que les cedieran hoteles para hospedar a posibles infectados.

Hacia el 29 de marzo, el mandatario presidencial comunicaba lo que era un secreto a voces: la cuarentena se extendía hasta Semana Santa. Las restricciones se mantenían firmes en todo el país. Por primera vez desde que había arrancado la pandemia, el Ejecutivo local veía en peligro el trabajo hecho hasta el momento: el viernes 3 de abril cientos de jubilados, pensionados y beneficiarios se agolparon en las puertas de las entidades bancarias. La desorganización despertó malestar de Montenegro como también de la secretaria de Salud, Viviana Bernabei, de enérgica participación mediática en aquellos tiempos otoñales.

Fase 2

En el tercer anuncio oficial, el Gobierno comunicaba el inicio de una nueva fase para todo el país. Con distintos protocolos de seguridad e higiene, comenzaba a flexibilizarse el estricto aislamiento. A la par, los sectores productivos proclamaban por la reapertura de los principales rubros y el intendente recibía en su despacho del Centro de Operaciones y Monitoreo (COM) a cada empresario y referente.

Para mediados de abril, en General Pueyrredon ya circulaban unas 100 mil personas por las calles. Montenegro se jactaba de ser el único intendente en la historia que le pedía a los turistas que no vinieran. En el marco de los controles para frenar la circulación, el Municipio endurecía las medidas de seguridad y se disponía a cerrar los accesos de la ciudad para evitar el ingreso de personas foráneas. Mar del Plata estaba blindada.

Cada persona que regresaba al distrito debía permanecer 14 días en aislamiento y los primeros repatriados se hospedaban en los hoteles. Las comodidades no eran las mejores, pero fue la forma que encontró el Gobierno local para controlar la situación. Mientras tanto, la Provincia de Buenos Aires determinaba que el uso de barbijo era obligatorio para circular. Taparse la boca y la nariz era una incomodidad, pero con el tiempo se transformó en un hábito.

La jornada del 21 de abril fue, acaso, de las más inquietantes. Las alarmas se encendían en el Puerto: dos trabajadores de la pesca estaban infectados. Eran tripulantes de los buques Scirocco y Atlantic Surf. El temor a un posible brote se imponía con firmeza, pero afortunadamente los testeos del resto de las tripulaciones daban negativo.

Fase 3

El país avanzaba a una nueva etapa. Fernández confiaba que todas las personas podían realizar salidas diarias de una hora en un radio de 500 metros a los domicilios. Rápidamente, casi en forma simultánea, Montenegro y los gobiernos de Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba las prohibían en sus territorios. De todas formas, el movimiento en las calles crecía cada vez más.

En poco más de un mes, el Municipio se abasteció de diferentes insumos para combatir la pandemia. En las inmediaciones del Hospital Interzonal General de Agudos (Higa) se levantó un hospital modular en tiempo récord con 72 camas. En el Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cema) quedaba inaugurado el primer Centro Covid-19.

Los comerciantes de la calle San Juan fueron los primeros en manifestarse. El pedido se comenzó a replicar en las distintas zonas y se forjó una lucha en común: trabajadores y empresarios llenaron las calles de reclamos.

Fase 4

La misma noche del 8 de mayo en la que Fernández comunicaba el inicio de la fase 4, en Mar del Plata arrancaba una seguidilla de contagios. Una mucama de la Clínica del Niño estaba infectada. A partir de allí, se desencadenaron 13 infecciones entre el personal de salud en apenas dos semanas. Mar del Plata atravesaba el peor momento de la pandemia y alcanzaba el pico máximo.

Fue durante el mismo fin de semana, ni más ni menos, en el que los comercios reabrieron sus puertas por 48 horas bajo una prueba piloto. Si bien se respetaron la mayoría de las normas, la calle Güemes estuvo en el centro de la polémica. Algunas personas aprovecharon para pasear y tomar un helado. Montenegro se enojó por lo sucedido y llegó una advertencia por parte de Kicillof.

La tensión social empezaba a crecer y el Municipio buscaba abrir la economía. Los comerciantes de Mar del Plata se unieron por el mismo reclamo: "Queremos trabajar", era la consigna. Finalmente, después de tres días consecutivos de protestas y permanecer dos meses cerrados, los locales tuvieron el visto bueno para reabrir.

A lo largo de cada discurso, el jefe comunal enfatizaba en la efectividad de los controles en los accesos, que se vieron vulnerados la última semana con la llegada de un joven cordobés que ingresó con documentación falsa para ver a su pareja. A fines de mayo, Montenegro iba por más y decidía cerrar el distrito durante la madrugada.

Para los primeros días de junio se registraban dos nuevas muertes por coronavirus: una mujer de 88 años, en el Hospital Privado de Comunidad (HPC), y un hombre de 85, en el Hospital Español.

En Buenos Aires los runners colmaban las calles y espacios verdes. Las flexibilizaciones no eran concordantes con la cantidad de contagios y en Mar del Plata no tardaron en alzar la voz. Así fue que, por decreto, las salidas recreativas quedaban habilitadas después de 83 días.

El Gobierno bonaerense implementó un sistema de fases e instauró un tedioso requisito: alcanzar 21 días sin contagio para poder avanzar a la etapa de distanciamiento. Los comerciantes gastronómicos fueron los protagonistas de las últimas manifestaciones y hasta llegaron a montar un restaurante a cielo abierto frente a la Municipalidad. La relación con la Provincia se tensó luego de que rechazara el pedido de excepción. A los pocos días llegaba un nuevo revés: las actividades deportivas tampoco se permitían.

El último viernes la cuarentena se volvió a prorrogar. Esta vez, hasta el 17 de julio. Mar del Plata debe acumular 21 días para pasar a la fase 5, de lo contrario, persistirán la mayoría de las restricciones. A 100 días de su inicio, aún quedan 35 actividades por habilitar, pero el ritmo de la ciudad crece constantemente.