La prohibición que siempre acompañó a una figura mítica del comercio callejero

Son imágenes que eran más usuales tiempo atrás pero que todavía se siguen observando, principalmente en los barrios de Mar del Plata más alejados de la locura vehicular que ofrecen los centros en las grandes urbes.

Los vendedores ambulantes en carro que ofrecen sus productos y servicios a viva voz o con el respaldo de algún amplificador son una verdadera especie en extinción, pero lo que poco se sabe es que siempre debieron desempeñar su tarea haciendo equilibrio entre una práctica cultural de fuerte arraigo y lo que disponen las normas de convivencia.

Allí se inscriben el tradicional afilador que con su chiflo anuncia su paso, el pescador con su producto más fresco y económico que el de cualquier comercio formal, el verdulero o, posiblemente más añejo, el mimbrero, entre los más recordados o algunos de los cuales aún recorren las calles de la ciudad.

La aún vigente Ordenanza 4.544 de 1979 que establece el Régimen de Penalidades por Faltas -más conocido como Código Contravencional-, fija en en su Artículo 56° multas por “las ofertas de mercadería y ventas por pregón con amplificadores”.  Las sanciones son por demás elevadas, pudiendo ir desde el equivalente a un salario mínimo municipal hasta cien.

Complementariamente, la Ordenanza 12.032 de 1998 establece el régimen para la erradicación de ruidos molestos, donde aborda la cuestión. De modo genérico se prohíbe “producir, causar, estimular o provocar ruidos molestos, cualquiera sea su origen, cuando por razones de hora y lugar o por su calidad o grado de intensivas, se perturbe o pueda perturbar la tranquilidad o reposo de la población”.

Más en concreto, el Artículo 5° habla que esa prohibición contempla “toda clase de propaganda o difusión comercial y musical realizada a viva voz, con amplificadores o altavoces, tanto en el interior de locales y hacia el ámbito público, como desde éste efectuada desde vehículos”.