Del ascenso con Instituto a la vida rural: el giro inesperado que tuvo un jugador tras colgar los botines
Fue figura en la Gloria y jugó en Europa, pero hoy su pasión está lejos del fútbol: trabaja con plantas y tierra.
Por Redacción 0223
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En el mundo del fútbol no son pocos los que sueñan con la gloria, pero son muy pocos los que logran reinventarse lejos del deporte. Ese es el caso de Enrique “Quique” Ortiz, exjugador de Instituto de Córdoba, quien hoy lleva una vida completamente distinta, dedicada al campo, los cultivos y la agronomía. Su historia es una de esas que merece ser contada, porque demuestra que hay vida —y éxito— más allá de la pelota.
Ortiz dejó una huella imborrable en Instituto, el club que lo vio debutar en 2001 y donde rápidamente se ganó el corazón de los hinchas. Su gran momento llegó en 2004, cuando fue parte fundamental del equipo que logró el ascenso a Primera División, una campaña inolvidable que lo elevó a la categoría de ídolo. A partir de allí, su carrera dio un giro inesperado: saltó al fútbol europeo para jugar en el FC Lyn Oslo, convirtiéndose en el primer argentino en participar de la liga noruega.
En Noruega, además de adaptarse al frío y a un estilo de vida distinto, Quique también se dio el lujo de disputar la Europa League. Fueron dos años y medio de experiencia en el viejo continente, donde sumó minutos, aprendizaje y una vivencia que pocos futbolistas argentinos pueden contar. Sin embargo, su destino no estaba solo en las canchas.
Al regresar a Córdoba, lejos de los flashes y las entrevistas, Ortiz tomó una decisión que cambiaría su vida: se graduó como ingeniero agrónomo en 2011. Poco después, colgó los botines y se volcó por completo a su nueva pasión: el trabajo con la tierra. En lugar de diagramar jugadas, hoy planifica cultivos y diseña jardines.
Actualmente, Quique trabaja en la comercialización de insumos agrícolas para la empresa “Gallará”, y también lanzó su propio emprendimiento vinculado al mantenimiento de espacios verdes y reforestación. “Encontré en la agronomía la misma pasión que sentía al jugar”, expresó en una reciente entrevista.
El caso de Enrique Ortiz es único en el fútbol argentino: pasó de lograr un ascenso histórico con Instituto a dejar su nombre en Noruega, y ahora escribe un nuevo capítulo en la vida rural. Una historia de superación, humildad y amor por lo que se hace, dentro o fuera del campo.
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