"Saqué el arma y les disparé sin asco": hace 40 años, Margarita Di Tullio se convertía en "Pepita la pistolera" y nacía la leyenda

Un 20 de agosto de 1985, Margarita Graciana Di Tullio se adjudicó los crímenes de tres sujetos que ingresaron a su vivienda para reclamar una deuda, dando origen al apodo que la catapultó a los medios. En esta nota, recordamos su historia.

Un 20 de agosto de 1985, Margarita Graciana Di Tullio se adjudicó los crímenes de tres sujetos que ingresaron a su vivienda para reclamar una deuda.

20 de Agosto de 2025 08:20

La mañana del 20 de agosto de 1985 a las 9:30, un hecho de sangre en su propia casa haría que Margarita Di Tullio dejara de ser Marga, la rubia avasallante del barrio Del Puerto que estaba en pareja desde hacía una década con Guillermo “el Negro” Schelling, para convertirse en “Pepita la pistolera”.

"En impresionante suceso, una mujer mata a tres maleantes" titulaba en su edición del 21 de agosto el diario La Capital, que en una primera instancia daba cuenta de un confuso episodio en el que "todos los protagonistas integran el hampa marplatense", al tiempo que indicaba que Di Tullio -a quien denominaban como "la triple homicida"- había sido detenida con lesiones levísimas en sus manos.

Según las crónicas de la época, aproximadamente a las 9:30 se escucharon gritos, disparos y corridas provenientes de la finca de Alvear al 200. "El juez penal Bernardo René Fissore llegó acompañado de uno de sus secretarios. Se pudo conocer que los hampones eran Alejandro Raúl Lozada (Tarta Grande), su hermano Mario Lozada, de 21 años, y Américo Córdoba. La homicida resultó ser Margarita Graciana Di Tullio, 36 años, comerciante, casada, quien luego de ser curada de sus dos leves heridas en el Hospital Interzonal quedó detenida e incomunicada”, indica el matutino.

Eran hampones de frondosa trayectoria en Mar del Plata”, explican desde el diario local en la extensa crónica en la que relatan que, Di Tullio se encontraba descansando en su habitación y Guillermo “el Negro” Schilling, su pareja estaba en el living junto a la hija mayor de Margarita y una vecina y amiga de la familia y, en otra habitación se encontraban los dos hijos menores del matrimonio cuando arribaron al domicilio “los violentos visitantes conocidos de la familia”.

Di Tullio y Schilling en su departamento de Alvear al 200

Uno de los violentos visitantes se trenzó con Schilling, los dos restantes apartaron a las dos mujeres y en un clásico apriete se dirigieron a la habitación en la que estaba Margarita Graciana Di Tullio, pero la homicida, en un rápido movimiento logró apoderarse de un revolver  calibre .38 largo”, relata el periódico, que indica que la mujer “baleó a quemarropa a uno de los atacantes y luego al restante. Después corrió al living y disparó contra el tercer malviviente matándolo en el acto”, describe.

La investigación fue caratulada como “Tentativa de robo, tentativa de violación, triple homicidio, lesiones leves y abuso de armas” y tanto Di Tullio como Schilling quedaron alojados en el Complejo Penitenciario de Batán. Las pericias determinaron que "Marga", como le decían en el barrio, había sido culpable de dos de los tres homicidios y la carátula cambió a "exceso en la legítima defensa" y cumplió una condena de tres años de prisión.

Tiempos felices. El matrimonio Di Tullio-Schilling junto a los hermanos Lozada y Córdoba

“Los tipos estaban armados y agarraron a mi esposo para preguntarle dónde estaba la plata. Cuando él los llevó hasta el lugar, me dijo al oído 'agarrá la máquina'. Ya está, les dije, llévense la plata y listo. Me dijeron que no sólo se iban a llevar la plata sino que tenían ganas de violar a mis niños y de paso a mí. Cuando vi que las amenazas venían en serio, saqué el arma de debajo de las sábanas y les disparé sin asco. Los tres quedaron tendidos en mi habitación, y yo creía que ya estaban muertos, pero uno de ellos se levantó con el arma en mano y me colocó el caño entre los ojos. Estaba tiritando y alcanzó a decir: 'Me pusiste...'. Yo le agarré la mano que sostenía el arma, saqué el caño que apuntaba a mi frente y se lo coloqué en la suya. ¿Así que te puse? Ahora te mato. Entonces disparé y terminé con el último de ellos'', contaría una década después, sentada en la mesa de Mirtha Legrand.

Así está hoy el frente de la vivienda donde ocurrió la tragedia

Los diarios de la época dan cuenta de una sociedad del mayor de los Losada con Di Tullio y una deuda de 300 dólares. Sin embargo, 36 años después, Gabriel Triviño, su hijo, negaba en diálogo con 0223 la existencia de una sociedad y recordaba que a su madre no le gustó nunca el apodo con la habían bautizado los medios: hacía referencia a una adolescente que mataba y violaba por placer y ella, en cambio, sólo respetaba a los delincuentes con códigos.

Dueña de la noche

A mediados de los '80, Di Tullio abandonó la delincuencia y junto a su pareja abrió "Neisis Drinks", el emblemático cabaret que regentearía hasta su muerte; luego sus hijos continuarían con el negocio familiar. Hay quienes dicen que el nombre era una forma de homenajear a Shelling, a quien llamaban Ness por su aspecto físico. Otros, en cambio, aseguran que leyendo un libro de nombres encontró que "Neisis" significaba "brillante" y no dudó en llamar así a su flamante emprendimiento.

Lo cierto es que en épocas en que la prostitución no era cuestionada, el negocio progresaba y Margarita se jactaba de tener verdaderos antros de perdición al que asistían marineros, comerciantes, profesionales y políticos. Según solía decir, las mujeres que trabajaban con ella estaban allí “porque querían” y porque ella las hacía respetar. En sus mejores épocas, el lugar supo tener 40 mujeres en el bar. “Ninguna mujer está acá porque es obligada, de hecho, muchas se han ido a la competencia y son libres”, explicaba. Lo único que les pedía era que no llegaran al bar en zapatillas.

Como si fuera el mejor coaching motivacional, Margarita las reunía cada tanto y con voz firme arengaba: “No me vengan en zapatillas y gorrita. Esto no es una fábrica. No son costureras: son putas y a toda honra. Acá hay que poner la mejor sonrisa. Con las luces apagadas todas se ven lindas. Y la que no quiera laburar que se vaya a su casa, nadie las obliga a nada, son libres”, les decía.

"Ir a lo de Pepita era como ir a Disney", dicen los parroquianos

"Era otra época. Ahora decís bar de copas y se relaciona a la prostitución y la trata. Yo empecé a trabajar con mamá en 2001 y te puedo asegurar que las 40 chicas que pasaron por el bar van a coincidir en que no había prostitución en Neisis", afirmaba Gabriel Triviño, quien durante casi una década fue la mano derecha de Margarita.

De acuerdo al relato del hombre encargado de llevar las cuentas del bar, el dinero que ingresaba era por la venta de tragos que realizaban las mujeres. "De los tragos, las chicas se quedaban con un porcentaje. Después, si el cliente quería algo más que una copa, ellas elegían aceptar o no, nadie las obligaba. Te digo más: si el cliente insistía y las chicas no querían, mi vieja o la gente de seguridad se ponían firmes. Era un bar de tragos atendido por chicas", explica.

“Ir a lo de Pepita era como ir a Disney”, recuerdan los parroquianos. En el lugar se veían las escenas más desopilantes que se puedan imaginar. “Había de todo y la gorda era un personaje bárbaro”, aseguran.

Tras la muerte de Margarita, "Neisis" reabrió y en la barra, iluminada con una luz led colocaron la misma foto con la que habían decorado los autos que participaron del cortejo. Debajo de la imagen, la leyenda: "Nuestra Pepita". Y sobre la pared, con tinta indeleble: "Marga, con vos no se muere la noche".

Sin ella y en sintonía con el cambio de paradigma, la noche no fue igual. "Neisis" se convirtió en un "pub familiar" al que iban parejas a escuchar música y ver mujeres bailar en el caño. También llegaban al mítico bar algunos taxi boys. El 12 de octubre de 2012 la Policía desbarató el cabaret en un allanamiento. En el lugar, que funcionaba al 100% aunque sin las extravagantes escenas de antaño, los efectivos encontraron a trece mujeres -nueve de nacionalidad dominicana, tres argentinas y una paraguaya- que estaban trabajando en el lugar y no pudieron acreditar que estaban allí por propia voluntad. Entonces, Gustavo, hijo de Pepita -que por entonces estaba a cargo del bar- fue procesado junto a su pareja y a otra mujer por el delito de Trata de Personas. 

Fuentes consultadas por 0223 indicaron que dentro de la causa se identificaron tres casos agravados por Captación, recepción y acogimiento, y a principios de este año la Cámara ratificó al elevación a juicio de la causa.

 

La banda de los Pepitos y el crimen de Cabezas

En 1997 el nombre de Margarita Di Tullio había vuelto a ocupar las primeras planas de los diarios nacionales. “Pepita la pistolera”, esta vez, había quedado envuelta en un nuevo caso policial resonante: se la acusaba de liderar “La banda de los Pepitos”, organización sospechada de haber participado el 25 de enero de ese año del crimen del fotógrafo de la revista Noticias, José Luis Cabezas.

“No sé nada. La única vez que hice algo feo fue para defender a mis hijos”, decía a quien le ponía un micrófono en frente. Sin embargo, el 11 de febrero quedó detenida acusada de ser la autora intelectual del crimen y pasó 77 días en la cárcel. Durante aquellas semanas, le hablaba al espíritu de Cabezas y, para distraerse, montó una peluquería. "Le decía: hacé algo, que estos hijos de puta te mataron, no seas gil, hacé algo, yo no fui, vos sabés que yo no fui. No podés dejarme acá adentro, hacé que caigan los culpables”, contó. El tiempo, al final, le dio la razón y fue sobreseída por falta de pruebas.

Convertida en un personaje pintoresco y novedoso, se paseaba por los medios. Incluso, llegó a contar su historia en la mesa de Mirtha Legrand y participó del detector de mentiras de Chiche Gelblung. Por esos días también se enarboló como una de las principales defensoras de las prostitutas que habían sido asesinadas por el denominado “loco de la ruta”, un falso asesino serial inventado por la Policía Bonaerense.

Margarita siempre quiso ser famosa. Amaba las luces del espectáculo y a Sandro y quería conocer a las celebrities. Estaba convencida que su vida era digna de un libro. Cuando en octubre la producción de la diva de los almuerzos la contactó para coordinar una participación en el programa, sintió que por fin "había llegado". Fue a la peluquería, compró ropa y se sentó en la mesa más famosa del país. Allí no sólo contó su historia de vida, sino que también tomó cocaína frente a las cámaras, algo de lo que se arrepentiría más tarde.

De encargarse de un cabaret a comprar lapiceras de colores

En el Puerto de Mar del Plata nadie sabe ni se acuerda de nada. Al menos, es la primera reacción que aparece apenas uno pregunta por Margarita. Hasta que alguien rompe el hielo y otros, por fin, reconocen que también tienen algo para contar. No hay miedo, pero sí una especie de respeto que reina ante su recuerdo, sobre todo, si el que se acerca a consultar es un desconocido. 

Del puñado de comerciantes que compartieron cuadra con Di Tullio en la década del ‘90 y aún se mantienen en la calle principal del centro comercial de 12 de Octubre, la mayoría dice haber tenido un trato cordial con esa mujer retacona y de risa fuerte que comandaba la whiskería más famosa del lugar. “Le echaban la culpa a los marineros, pero acá venían todos: jueces, fiscales, políticos… Era otra época, la prostitución no estaba vista como ahora”, aclara uno de ellos. 

Otro, propietario de una perfumería ubicada a escasos metros del local nocturno de Di Tullio, asegura haber tenido con ella siempre un trato cordial, aunque admite que había días en los que las fiestas que se prolongaban hasta bien entrada la mañana revolucionaban el barrio. “Ella solía venir a comprar perfume, siempre muy educada”, agrega.

A pesar de que no resultaba extraño verla a la luz del día realizando compras en los distintos negocios, era más fácil cruzarse en la calle a las empleadas de su cabaret, que no sólo servían copas a los clientes, sino también ofrecían servicios sexuales. Si bien en un comienzo toda la actividad se concentraba en el inmueble conocido como Casa Francesa, en 12 de Octubre y Avenida de Los Trabajadores, entre 1995 y 1996, parte del prostíbulo se extendió a otro local situado sobre la mano de enfrente, en diagonal. “Las chicas entraban con los clientes, los atendían y después se volvían al bar”, explican.

Aún para aquellos que se encontraban a mayor distancia, la presencia de Di Tullio no pasaba desapercibida: coinciden en que solía desplazarse con actitud de vedette y tenía gestos algo exagerados, pero generalmente, se mostraba “alegre, con una sonrisa”.  Del otro lado de la manzana, en una librería con varias décadas de existencia en la zona, aseguran que era una clienta asidua. ¿Qué compraba? Lapiceras de colores.

Música de Sandro, un loro que cantaba la Marcha Peronista, champagne y un cura asustado 

El 5 de julio de 2009, Margarita estaba en San Juan, había viajado junto a su nueva pareja y comenzó a sentir cansancio y un fuerte dolor de cabeza. Al mismo tiempo, su lengua se había trabado y el lado derecho del cuerpo le había dejado de responder. Minutos antes había hablado por teléfono con su hijo Gabriel para saludarlo por su cumpleaños. "Me dijo Feliz cumpleaños, hablamos un poco y antes de cortar me comentó que estaba cansada y me dijo hijo te amo", después me llamaron para avisarme que estaba internada y que desde que había cortado el teléfono no había vuelto a decir una palabra", recuerda.

Fue internada de urgencia por un accidente cerebro vascular y derivada a la unidad de cuidados intensivos, con pronóstico reservado. Gabriel no dudó en trasladarla en un helicóptero -sin importarle la tormenta que se había desatado en San Juan ese día-  hasta el Hospital Privado de Comunidad en Mar del Plata, donde permaneció internada en coma hasta el 30 de septiembre, cuando su cuerpo dijo basta.

“Cuando me muera no los quiero ver llorar, quiero que pongan música y tomen champagne. Los voy a estar mirando”, les había dicho a sus familiares meses antes de sufrir el ACV, como si hubiera presentido que el final estaba cerca. Por eso, cuando llegó el momento, su familia cumplió con esa última voluntad al pie de la letra.

En Mar del Plata nunca se vio un velorio igual. Las "chicas" de Marga -así se autodenominaban las mujeres que trabajaban en su cabaret- llegaron a despedirse de la reina de la noche portuaria con sus ropas de trabajo, mientras que cientos de hombres y mujeres se acercaron a la extinta Cochería Italiana, sobre calle Magallanes al 3300, con una copa de champagne en la mano. Si bien el velatorio fue multitudinario, no todos pudieron ingresar a la sala donde se encontraban los restos de Di Tullio. “Los hijos no querían que los periodistas entraran a la sala velatoria pero a mi, como me conocían de estar siempre haciéndole entrevistas, me dejaron pasar”, se acuerda Guillermo Villareal, corresponsal del Diario Clarín. Lo que vio es algo de lo que -cree- no se olvidará jamás: a Margarita la velaron a cajón abierto, la vistieron con ropa de noche, la maquillaron y le pusieron anteojos de sol. Bajo el féretro, un viejo grabador tipo "huevito” reproducía en loop canciones de Sandro a todo volumen, mientras los deudos bebían y un loro cantaba la Marcha Peronista. “Cada tanto alguien gritaba 'Margarita te amamos' y todos aplaudían", cuenta el periodista a 0223.

Villarreal califica la escena como “una mezcla entre surrealista y bizarra” y asegura que las reacciones de la familia de Di Tullio eran de lo más diversas: “Había algunos que lloraban, pero la mayoría sacaba champagne de una heladera y tomaban al lado del cajón. Y, como si eso fuera poco, paseando por la sala y subiéndose al hombro de la gente estaba Lorenzo, el loro de Margarita”, relata.

El sepelio tuvo la misma tónica: cientos de autos preparados con fotos de Margarita caracterizada como “Pepita la pistolera” recorrieron la calle 12 de Octubre con música a todo volumen y se detuvieron frente a los dos bares que administraba la mujer, mientras que el vecindario salió a la vereda a aplaudir el paso del cortejo fúnebre. Hubo una excepción: en la Parroquia "Sagrada Familia", el sacerdote decidió encerrarse bajo llave por temor a sufrir algún robo.

Una vez que arribaron al cementerio de Avenida 10 de Febrero y Antártida Argentina, las cerca de 300 personas que se habían dado cita en el lugar siguieron con la "fiesta” de despedida, aunque de una manera menos llamativa. No obstante, la prensa acreditada no salía de su asombro ante lo que veía. “En el sepelio cantaban a capella”, aporta Darío Palavecino, corresponsal del Diario La Nación. "Pepita" fue sepultada junto a sus padres y el momento en el que bajó el ataúd fue el único en el que hubo silencio. Cuando el féretro tocó fondo, los asistentes retomaron la entonación de los clásicos de Sandro y, organizados en grupos, se apuraban a derramar bebidas alcohólicas sobre el cajón, previo a que los empleados cubrieran la sepultura.

Antes que los empleados del cementerio taparan el cajón con tierra, sus hijos, exaltados, arrojaron las botellas de champagne en el féretro. “Fue algo grotesco: tiraron la botella como si estuviesen botando un barco y tuvieron suerte que los vidrios que rebotaron no le pegaron a nadie”, recuerdan los periodistas que cubrieron la singular despedida de la mujer que supo convertirse en la más temida del puerto.

"Yo te puedo hablar de lo que fue ella como mamá, de lo que no sale en los medios", adelanta el hombre que supo hacerse cargo del negocio familiar tras la muerte de su madre en 2009. “Mamá un ser luminoso fuera de la actividad delictiva. Era una mujer generosa que amaba la vida y siempre estaba con una sonrisa. Me gusta recordarla así", dice Triviño a 0223. 

Triviño, Di Tullio y Schilling

Para Gabriel, es una lástima que no haya trascendido que Margarita era "una madraza" que se desvivía, no sólo a sus hijos, sino también a sus nietos. Por el contrario, advierte, esa imagen sí se vio reflejada en la calle y, sobre todo, en el Puerto el día del velorio de Di Tullio, momento en el que "mucha gente se acercó a saludar a los deudos y a despedir a la mujer que los había ayudado de manera desinteresada". “Había filas de autos”, se acuerda.

"Mi mamá era una leona. No te lo digo porque haya sido mi mamá, sino porque realmente era así, una mujer que por sus hijos daba todo y nos defendía a capa y espada", dice Gabriel mientras explica que, pese a la imagen que el común de la sociedad tiene sobre su madre, Di Tullio "era como cualquier mamá. Nos llevaba al colegio cuando no pasaba la combi, nos iba a buscar, nos ayudaba a hacer la tarea. No vamos a negar que tenía sus cosas, pero no era distinta a las madres de mis compañeros", dice el hombre que recuerda a Di Tullio como una madre sobreprotectora al punto de cometer un doble homicidio para defender a su familia.

Como abuela, Di Tullio no fue diferente. "Fue peor como abuela", recuerda entre risas Triviño al tiempo que resalta fue "una abuela joven y muy presente", dice. Margarita disfrutaba de salir a pasear con sus nietos, cuidarlos los fines de semana y llevarlos a andar a caballo a Parque Camet. Tenía debilidad por su nieto mayor. "Mucha gente decía uy Pepita la pistolera, tené cuidado no se jode con ella. Para nosotros era mamá y para la gente del barrio era Marga".