Juramento, un barrio de casas bajas y eucaliptos que sufre la inseguridad
Por Redacción 0223
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Por Luciana Acosta
Juramento es un barrio de casitas bajas y familias numerosas, de calles sin veredas y santuarios del Gauchito Gil. Ubicado a 20 minutos del centro de Mar del Plata, se extiende desde avenida Fortunato de la Plaza (ex39) a Mario Bravo y de Edison a Alejandro Korn. Lo atraviesa la calle Calabria (ex51), una de las pocas arterias que tiene asfalto en condiciones y por la que circula la línea de colectivo 553.
De las 108 manzanas que conforman el barrio, el 40% son terrenos fiscales tomados. No obstante, la totalidad de las viviendas posee los servicios de agua, cloacas y gas.
La mayoría de los habitantes de Juramento trabaja en el puerto y, en menor medida, en la construcción. Por eso, es habitual verlos durante la madrugada esperar el colectivo que los deje en la zona de de las fábricas procesadoras de pescado. También están los otros, los que regresan a sus hogares antes del amanecer con sus tradicionales vestimentas blancas, después de jornadas laborales de más de diez horas en las cámaras frigoríficas.
En épocas de crisis, muchos improvisan kioscos en sus propias casas y, a través de alguna ventana que da a la calle, ofrecen yerba, cigarrillos, golosinas y hasta frutas y verduras. Y allí es cuando se enfrentan a la tarea más difícil: competir con los precios desleales de un supermercado chico ubicado en el centro del barrio.
Andar de noche por algunos sectores del barrio Juramento es complicado: el mal estado de las calles, sumado a la escasa iluminación -producto de la falta de lámparas o porque son tapadas por el follaje de eucaliptos y otros árboles añosos-, transforman la zona en una verdadera boca de lobo. Un ejemplo de ello lo constituye la plaza Pedro Luro, situada en la manzana comprendida entre las calles Padre Dutto, Rondeau, Puán y Nápoles. Allí, donde los postes, juegos de niños y hasta los árboles tienen los colores del centenario Club Atlético Aldosivi, falta la luz apenas cae el sol. Es que de las 17 luminarias instaladas, sólo funcionan tres.
En ese marco, los asaltos se constituyen la máxima preocupación de los pequeños comerciantes que, aún conmocionados por el crimen a principio del año del verdulero Néstor La Bella, atienden a sus clientes a través de rejas. Inclusive, cuentan los vecinos, a veces se escuchan disparos que adjudican a enfrentamientos entre dos grupos antagónicos. La venta de droga -cocaína y marihuana, particularmente- es el principal motivo de esas disputas territoriales.
Los edificios de la escuela municipal 10 y del jardín de infantes 31 tampoco se salvan del vandalismo. El año pasado los docentes pidieron a la asociación de vecinos que intercediera ante las autoridades de la comisaría quinta para pedir mayor presencia policial en los alrededores de ambos establecimientos.
Hugo Toso, tesorero de la sociedad de fomento de Juramento, reconoce que la situación “se desbordó entre los últimos 7 ó 10 años” producto de la falta de una “contención integral, sobre todo de los chicos” frente al avance implacable de la droga. “Eso es lo que empezó a pudrir todo”, asegura.
Una parte de la población asentada en el barrio es absolutamente vulnerable: hay madres adolescentes, mujeres víctimas de la violencia de género que no tienen a quien acudir y situaciones de trabajo y explotación infantil. Incluso, en la zona trabajan organizaciones no gubernamentales que intentan contrarrestar la ausencia del Estado. “Acá las puertas siempre están abiertas, pero más que el lugar no tenemos para ofrecer... Hace falta que venga una asistente social o alguien a darnos una mano en ese sentido”, afirma el vecinalista.
El alto grado de precariedad en que viven algunas familias se corresponde con la falta de inversión en infraestructura que, a la larga, les permitiría tener una mejor calidad de vida. “Pedir, siempre se pide, pero los fondos no llegan, no hay. Nosotros apoyamos la gestión del intendente Gustavo Pulti, pero creemos que el problema está en la línea de funcionarios intermedios que no trabajan a la par o no están a la altura de las circunstancias. Cada reclamo que hacemos en la Delegación del Puerto, por ejemplo, cae en saco roto”, explica.
- ¿Qué cantidad de calles tienen asfalto?
- Sólo el 20%. En 2012 se hizo asfalto en 24 cuadras y 20 ó 22 con cordón cuneta.
- ¿Qué está planificado para este año?
- La verdad, nada. Hay propuestas pero nada confirmado. A nosotros nos gustaría terminar con lo que ya se empezó, pero se tendría que conseguir un crédito.
- ¿Y el alumbrado público?
- Hay luces en todas las calles.
- Pero hay partes del barrio que están a oscuras...
- Es cierto, no todas funcionan. Lo que pasa es que la que se rompe, cuesta mucho arreglarla.
- ¿Qué obras se hicieron últimamente?
- Pocas, casi nada. Elegimos algunas en el Presupuesto Participativo pero no nos ha ido muy bien que digamos.
Durante la primera experiencia del Presupuesto Participativo, en el período 2009 - 2010, los vecinos de Juramento decidieron que los 100 mil pesos asignados a la zona se invirtieran en la compra de una ambulancia que cubriera las emergencias de ese sector y en la construcción de una bicisenda en Mario Bravo, desde Jacinto Peralta Ramos a Edison. La ambulancia nunca llegó y la cinta asfáltica para la gente que va a trabajar en bicicleta se paralizó a la altura de Cerrito.
En la segunda oportunidad (2010 - 2011) les fue mejor: con los 25 mil pesos recibidos construyeron una biblioteca y una sala de computación que funcionan actualmente en la sede barrial de William Morris al 3900.
Pero la racha se terminó en la elección de obras para el período 2011- 2012. “Habíamos pedido una máquina de arrastre y un complemento para levantar basura que se anexaba al tractor, pero nunca nos dieron nada, y eso que fue elegido por una amplia mayoría”, señala Toso, quien también admite que “no correspondía” a la sociedad de fomento reclamar ese tipo de maquinarias. “Pero aún sabiendo que nos iba a agregar más trabajo y responsabilidades, las pedimos para tratar de arreglar un poco las calles y que la gente no esté tan mal”, cuenta.
“No me gustaría aparecer como un llorón, pero la verdad es que acá hacen falta muchas cosas”, cierra resignado.
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