San Cayetano, un santo argentino
Por Redacción 0223
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Tradicionalmente se le pide pan, paz y trabajo. Pero nadie le pide paz. Y pan muy poco. Los fieles se amontonan de a miles para pedir trabajo. O para agradecer el que tienen. Comienzan a llegar antes de que salga el sol, algunos vestidos con mameluco, otros en saco y corbata, compran el ramo con siete espigas de trigo y una estampita que dejan a los pies de la imagen, adentro de la parroquia. La fila se extiende dos cuadras. El padre Juan Pablo los bendice, salpica los ramos con el agua bendita que guarda adentro de un gotero color azul. “Para valer no hay que tener. Hay que ser. Hay quienes tienen mucho y no valen nada”, dice frente a un grupo de treinta personas. Todas con su espiga en alto, algunas hasta llevan una bandera con el santo dibujado.
San Cayetano es furor. Miércoles 7 de agosto, siete menos veinte de la mañana. Alrededor de la parroquia hay cuatro calles completas de puestos ambulantes. Venden sándwiches, gaseosa, café, medias, relojes, películas truchas y muñecos de Homero Simpson. Todos trabajan, especialmente los que venden imágenes religiosas, la de San Cayetano es la más vendida, lógico, es su día, pero hay de todo, oficiales y paganas: San Expedito avanza a paso firme, el Gaucho Gil, siempre presente, Santa Rita, San Judas, la Virgen de Guadalupe, crucifijos de plástico que parpadean en colores, cintas rojas, canastitas con semillas de maíz.
- ¿Cómo vienen las ventas?
- A esta hora siempre tranquilo. Después del mediodía es el mejor momento. Antes de la procesión, especialmente. La gente viene a misa y compra los muñequitos para bendecirlos.
La mujer se llama Vilma y usa la palabra muñequitos. Está parada atrás de una mesa forrada con un plástico blanco. A un costado hay una pila de espigas de trigo atadas con cinta, cada una con su estampita y un pan miniatura envuelto en una bolsa transparente. El resto, imágenes de otros santos.
- ¿Cuál se vende más?
- Hoy San Cayetano, pero normalmente vendo mucho Gauchito Gil, Expedito y San La Muerte. Igual, hoy a San La Muerte no lo traje. También se venden muchas velas, dos pesos cada una o tres por cinco.
La velas de San Cayetano son mitad amarillas y mitad blancas. El blanco es un color genérico en el universo de las velas, sirve para cualquier santo. El amarillo, dicen, representa lo material, además es el color de la bandera de ceremonia papal. La tradición es encenderlas al lado del trigo. Hay quienes ponen un billete debajo. Eso va en cada uno. Como todo.
- ¿Hasta qué hora te quedás?
- Hasta que no haya más gente. El año pasado me fui después de las diez de la noche.
- ¿Creés en San Cayetano?
- Y sí, creo en todos.
Los textos oficiales señalan que Cayetano de Thiene nació en Vicenza, Italia, en 1480. Familia noble, de buen pasar económico; estudió derecho, fue secretario privado del Papa Julio II y ordenado sacerdote en 1516, cuando todavía no había cumplido 36 años. Eran momentos complicados para la iglesia, los problemas de corrupción y las malas decisiones del gobierno estaban generando conflictos graves en la cúpula eclesiástica. Cayetano creó entonces la Congregación de los Teatinos con el objetivo de renovar la imagen del clero, promulgaba vivir bajo los preceptos de la biblia y hacer voto estricto de pobreza. Cumplió al pie de la letra, pasaba sus días en hospitales ayudando a enfermos de gangrena, desnutridos, prostitutas marginadas y linyeras. Murió a los 66 años, acostado en una tabla de madera, el 7 de agosto de 1547. Lo beatificaron en 1629; recién en 1671 fue santificado.
En Argentina la devoción por San Cayetano es más fuerte que en cualquier otra parte del mundo. En Europa tiene sus seguidores, claro, pero no genera ni de cerca lo que genera de este lado del Atlántico. Su imagen llegó en barco con los inmigrantes italianos de finales del siglo XIX. Oficialmente es el padre de la providencia. Eso que es el santo del trabajo surgió acá. Para el santoral cristiano, el santo patrono del trabajo y la familia es San José. Pero importa poco, a fin de cuentas los fieles son los que construyen el culto. Lo de la espiga de trigo también es costumbre exclusiva argentina. Hay dos versiones sobre su origen. Una, la más popular, asegura que en la década de 1890 un campesino fue a rezarle a la parroquia para que lloviera, los campos estaban agrietados por el calor y la falta de agua. Se iba a perder todo. Y perder todo significaba pasar hambre. En aquel entonces los campos funcionaban a tierra, agua y sangre, no había más que eso. Este hombre susurró su oración y le dejó una espiga de trigo a los pies. Al día siguiente, dicen, se produjo el milagro. La segunda versión se remonta a 1930. Los cimbronazos de la crisis del 29 se sintieron en la economía argentina: exportaciones diluidas, el campo dominado por una oligarquía que no estaba dispuesta a invertir y una masa obrera desempleada y sin derechos. Fue el padre Domingo Falgioni, párroco del templo de San Cayetano, en Buenos Aires. Para reavivar la fe diseñó una imagen del santo rodeado de espigas de trigo que salió publicada en la tapa del diario católico El Pueblo. Fue un éxito inmediato. Los fieles respondieron encantados. Se juntó dinero suficiente para ampliar la parroquia y darle impulso a lo que hoy es el barrio de Liniers.
Durante la última dictadura militar, las procesiones de San Cayetano fueron momentos clave para los sindicalistas perseguidos, aprovechaban para mezclarse en la multitud y comunicarse con los trabajadores. Ningún militar iba a detenerlos en medio de un acto religioso, primero y principal, por una cuestión política: nadie iba a interrumpir una celebración católica; segundo, porque no era fácil identificar a alguien entre medio millón de personas.
Son más de cien años de tradición para San Cayetano en Argentina. Y cada año parece superar sus propios récords. No se puede saber exactamente la cifra, pero se calcula que en Mar del Plata unas 50 mil personas se acercan a rezarle cada 7 de agosto. La misa que acompaña a la procesión reúne cerca de tres mil. El resto desfila a lo largo del día.
El padre Juan Pablo tiene puesta una campera y una boina. Los fieles hacen fila para saludarlo y pedirle una bendición. Él les toma las manos y los mira a los ojos con una sonrisa amable. Los fieles lo quieren, lo abrazan. No le dicen Padre, lo llaman por su nombre.
- ¿Por qué la gente se acerca rezarle a San Cayetano?
- Es una cuestión afectiva. Nosotros los latinoamericanos somos así, cuando queremos a alguien tenemos que estar al lado, queremos verlo. Por otro lado está el tema del pan y del trabajo, que es tan importante. Y una tercera razón es la fragilidad de la vida. La vida es muy frágil. La vida y la fragilidad mueven a la fe, pero no mueven a la fe de una manera milagrera. La gente es plenamente conciente de que cuando vuelva a su casa va a encontrar los mismos problemas. Viene a buscar la fuerza necesaria para seguir adelante.
- ¿Por qué este santo es tan fuerte en Argentina?
- La vida de Cayetano es muy interesante. Fue una persona muy caritativa. En Argentina tomó impulso porque se le construyó una iglesia en Buenos Aires, en el actual barrio de Liniers, hace un siglo. Ese era el lugar de salida, por la avenida Rivadavia, de toda la zona rural. Toda la gente de trabajo que salía a la calle a buscar changas pasaba por puerta de la iglesia de San Cayetano. Y de pasada le pedían que los ayudara. Después se dio lo de la espiga y el milagro de la lluvia. Fue en esa misma iglesia.
- ¿Qué le pide la gente?
- Trabajo, por supuesto. Pero también viene mucha gente con problemas de salud, problemas con los hijos, de todo.
- ¿Se acercan jóvenes?
- Sí, sobre todo después de las cinco de la tarde. Llegan las familias cuando los chicos ya salieron del colegio, y los jóvenes cuando terminan su horario de trabajo. Muchos vienen a la noche. Vienen a agradecer.
Se forman dos filas. Una para llegar hasta la imagen del santo. Otra para entrar a la parroquia. Luis es abogado y tiene unos sesenta años, espera su turno con un manojo de espigas en la mano.
- Es al único santo que vengo a rezarle. No voy a misa ni creo demasiado en la iglesia. Pero creo en San Cayetano, vengo todos los años a agradecerle que mis hijos tienen trabajo, que yo tengo trabajo.
Luis habla y se le quiebra la voz. Se le quiebra apenas.
- Todo estamos acá por lo mismo, el trabajo es lo más importante, agrega.
Alicia es empleada doméstica, tiene un hijo y también espera su turno para tocar la imagen del santo.
- Yo le prendo velas todos los días siete. San Cayetano me ayudó mucho. Le pedí trabajo y lo conseguí. Es la primera vez que vengo porque vivo muy lejos. Hoy quería agradecerle personalmente. San Cayetano no te regala ni te soluciona nada. Todo está en uno, hay que salir a la calle. San Cayetano te ayuda cuando estás en la calle buscando trabajo.
En la parroquia recién termina la misa de las ocho. La gente avanza en silencio hacia la calle, hay unos veinte que van para la parada del 521. Les espera una jornada de trabajo. Y dan las gracias por eso.
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