Sacheri, y su "metamorfosis" en "Lo mucho que te amé": "Me importa mucho la moral en la vida"

En la antesala a su presentación en la Feria del Libro de Mar del Plata, el reconocido escritor reflexionó con 0223 sobre los alcances de la moral a partir del lanzamiento de su última novela.

18 de Octubre de 2019 13:35

Metamorfosis. Ése es el mítico concepto que elige Eduardo Sacheri para sintetizar toda la complejidad que supuso el proceso de haberse puesto en la piel y el intenso corazón de Ofelia Fernández Mollé, la protagonista de Lo mucho que te amé (Editorial Alfaguara), una de las novedades literarias más seductoras que ofrece la 15ª Feria del Libro Mar del Plata Puerto de Lectura que permanece con sus puertas abiertas hasta el 21 de octubre en el Centro Cultural Estación Terminal Sur de Alberti y Sarmiento.

La transformación que encarna el autor de La noche de la usina y La pregunta de sus ojos no fue, seguramente, tan traumática como la que atravesó Gregorio Samsa en el célebre cuento de Franz Kafka pero sí tuvo que superar la presencia incómoda de otros desafíos e incertidumbres para nada menores: es la primera vez que la pluma de Castelar apuesta por la voz femenina para narrar una novela que, lejos de acotarse a una mirada superficial, navega sobre un profundo devenir introspectivo que nace de las contradicciones amorosas que conmueven a la joven contadora.

En su última novela, Sacheri, haciendo gala de sus conocimientos sobre historia, se retrotrae a la década de los '50 para compartir las vivencias de Ofelia, una de las cuatro hijas del matrimonio Fernandez Mollé que configura la representación de una familia tipo, antiperonista, de clase media, de Palermo. Entre estructuras sociales y rituales familiares rígidos e inherentes a la época, el punto de conflicto de la obra se dispara cuando la protagonista - que tiene novio - comienza a ver con otros ojos a Manuel, el prometido de su hermana Delfina.

En superficie, la historia propone tantas líneas de amor como discusiones sobre la coyuntura política de esos tiempos convulsionados pero claramente el eje argumental del microcosmos narrativo que construye Sacheri se funda en torno a los pesados cimientos de la moral. Es que la protagonista no se deja llevar por la hermosa sensación del enamoramiento y de la atracción inexorable; se muestra reprimida, colapsada, abrumada por la culpa de desear a quien no debe. 

"¿Y quién está a cargo de fiscalizar nuestros actos, y decidir si fueron justos o fueron injustos?¿Cuentan los actos y los pensamientos, o solo los actos?¿Es, cómo dice el 'Yo confieso', que uno puede pecar de pensamiento, palabra, obra y omisión?", son algunas de las reflexiones que recorren la mente de Ofelia, que también se pregunta en otro tramo: "¿Y qué pasa con las acciones que alguna vez fueron pecado y ahora no lo son?¿Cómo nos comunica Dios sus cambios de criterio?.

Con la voz interna de la protagonista y su debate permanente sobre los límites que se conjugan entre la moral, el deseo y la felicidad personal, Lo mucho que te amé fluye en sus 383 páginas con la pluma, siempre concisa, del ganador del Premio Alfaguara 2016 pero también inscribe una interpelación directa que compromete doblemente al lector.

Antes de presentarse este sábado a las 19 en la Sala Varese del Centro Cultural Estación Terminal Sur en el marco de la Feria de Libro, Sacheri habló con 0223 sobre su flamante estreno y compartió sus reflexiones con el eje puesto, precisamente, en la moral. "Es un tema que me importa y me interesa mucho en la vida real y por eso se traslada a lo que escribo", explicó.

-¿Cuál fue el principal desafío de ponerte en la piel de una mujer? ¿Tenías miedo de caer en lugares comunes, en estereotipos que quizás no representan al género? 

-La preocupación por no caer en estereotipos la tenés siempre que construís un personaje muy protagónico. Hay algunas novelas donde el protagonismo lo repartís entre más personajes y en este caso era uno, el de Ofelia, pero me da la sensación de que la identificación con el personaje también va madurando con el tiempo de escritura. Cuando uno lleva uno, dos o tres meses escribiendo, todavía su conocimiento del personaje es parcial y tentativo pero cuando llevás ocho meses o un año ya te vas sintiendo más identificado y mejor metamorfoseado en ese personaje; más allá de qué tipo de metamorfosis te implique ese personaje, que puede ser un viejo, un chico o alguien de otra época diferente a la tuya. Obviamente que un salto de género también te exige una metamorfosis pero me parece que es algo que va madurando con mucho tiempo dedicado a la escritura.

-Ya que lo mencionás, ¿Cuánto tiempo te llevó esa maduración? ¿Cuánto te demandó esta novela?

-En total, me habrá llevado dos años y medio…

-Y en general, ¿Te quedás satisfecho con el trabajo final o sos, como confesaba Borges, de los eternos perfeccionistas que nunca están conformes con su obra?

-Creo que cuando siento que termino los libros me quedo conforme. Por supuesto que siempre tenés la sensación de que hay cosas que podrían estar mejor pero no lo vivo con la angustia de ese perfeccionismo exacerbado, que me lo saco de encima pero sigue sin gustarme. Yo lo que siento es que hice lo mejor que podía. Por supuesto que sería mejorable pero ya no dependería de mí sino de otro.

-¿Hay solamente una intención o un gesto político en tu decisión de trasladar la novela a la década de los ‘50/’60?

-Creo que el factor principal no es el político sino que tiene que ver con el entorno moral y de las costumbres. Si bien todas las épocas tienen su moral, sus valores, sus tabúes y sus conductas reprobables, me da la sensación que nuestra época es bastante flexible. Y como yo quería que mis personajes enfrentaran realmente un dilema y que se sintieran verdaderamente interpelados por la moral de su época busqué un tiempo donde la moral sea más rigurosa y esa vigilancia social también lo sea. Ese fue el motivo más importante.

-Es verdad que es un poco trasversal a todos los campos de la vida, pero qué peso tiene la moral a la hora de pensar y desarrollar tus historias. En La pregunta de sus ojos también se ponía sobre la mesa la cuestión de la justicia por mano propia, en Lo mucho que te amé hay un amor prohibido…

-Posiblemente es un tema que me importa en la vida; saber qué es lo que está bien y qué es lo que está mal; qué cosas que hacemos le hacen bien a las personas que están alrededor nuestro y qué cosas no; cómo nos comportamos los seres humanos frente a la idea de la ley pero no de la ley 14.201 sino de la ley como concepto y principio. Eso sí es algo que me interesa mucho. Estas contradicciones entre la libertad, el deseo, el límite, la convivencia, creo que son cosas que me importan en la vida real y probablemente por eso se traslada a lo que escribo.

-Sin entrar en ninguna suerte de spoiler, resulta muy interesante tu construcción del capítulo 46 de Lo mucho que te amé, que resume una catarata de planteos existenciales, con una matriz un poco filosófica, lo cual también es algo que se distingue en otros tramos de la historia ¿Pensás así en la vida, en tus historias, o es más un recurso retórico que te gusta explotar?

-Creo que se dan un poco las dos cosas. Mi cabeza funciona así muchas veces. Escribir para mí es en buena medida jugar con esas preguntas, formulármelas en voz alta o en una pantalla o en un papel mientras escribo, independientemente de si encuentro las respuestas o si encuentro respuestas cambiantes o contradictorias. Las preguntas de Ofelia no son muy diferentes a las mías y su incapacidad para responderlas probablemente también tengan que ver con mi incapacidad para resolverlas.

-Cuando te preguntaba del gesto político era por las discusiones que se repiten dentro de la familia Fernández Mollé y que, salvando nombres propios, podrían parecer totalmente actuales en algunos casos ¿Hay una intención de mostrar la continuidad de esa grieta que Argentina nunca supo romper?

-En general me gusta que mis personajes tengan un sustento con la realidad en la que viven; no me gusta que estén suspendidos en el vacío. Esto me ha pasado en distintos libros y en este caso los años que viven estos personajes son bastante convulsionados, como muchos en Argentina. Y me parecía que si mis personajes eran de esa clase media urbana, de Palermo, era lógico que les interesara la política y más aún si varios de ellos eran estudiantes universitarios y si también otro trabajaba en Entel. Lo que me interesaba reflejar eran sus propias contradicciones y sus modelos de pensamiento.

La transposición con las grietas actuales corren por cuenta de quien lea y me parece bien; no es que diga que no hay que hacerlo pero es una libertad de quien lo lea. Lo que pasa que no tengo tampoco una respuesta definida a esto: siento que hay similitudes y  diferencias también. No me parece que sea tan simple o automática la conexión entre ambas grietas.

-Vi en tu cuenta de instagram que recomendabas leer Cuarteles de Invierno de Osvaldo Soriano y que destacabas, ante todo, lo accesible que resultaba su superficie de lectura. Y lo mismo podría decirse de otro icono popular como “el Negro” Fontanarrosa. Creo que vos también lograste una consolidación desde ese punto de vista ¿Eso es algo que te nace en forma natural o tratás de ser consciente y pensar en un lector imaginario; es decir, intentás escribir para que ese lector, de alguna manera, no evada tan fácil tu propuesta?

-Yo creo que tendemos a escribir como nos gusta leer. Es una intuición nomas. Y en general, a mí, cuando quien escribe juega al hermetismo tiende a aburrirme. Prefiero que la complejidad venga por otro lado; no me niego como lector a lo complejo pero me gusta que la complejidad tenga otras fuentes que no tienen que ver con una estructura laberíntica. Entonces yo aspiro, aunque no sé si pasa, que lo que yo escribo eventualmente le permita al lector hacer recorridos de complejidad que tengan que ver con las ideas, los sentimientos y las contradicciones que se le plantean a los personajes pero que esas complejidades no vengan por el lado de mi discurso. Son formas de leer que uno intenta reproducir en sus formas de escribir.

-En otra entrevista con Guillermo Martínez (NdeR: autor de Los crímenes de Alicia) él me decía que pensaba más como cuentista porque tendía a pensar primero en los finales y entonces eso le dificultaba más imaginar todo el desarrollo que supone una novela. ¿En tu caso, que has tenido muchas producciones y en distintos ámbitos, con cuál etiqueta te sentirías más identificado?

-En mi caso han sido como momentos. Tuve una primera época muy vinculada con el cuento y ahí coincido con lo que dice Guillermo, que en un cuento el final es importantísimo. Pero en estos últimos años me manejo mucho más con la construcción de atmósferas y eso tiene que ver más con la novela. Y la verdad es que estoy escribiendo más novelas últimamente pero no tengo claras las razones…

-Son etapas…

-Claro, son etapas, son momentos, no sé si en el futuro, en una de esas, me vuelve a atrapar la escritura de cuentos y me quiero mover más hacia ese género. No lo analizo demasiado tampoco. Pero esto lo digo más por los resultados que por una reflexión teórica de mi laburo; es una simple constatación empírica de lo que estoy haciendo: últimamente es verdad que estoy escribiendo más novelas.

-¿Y ya estás trabajando en algo nuevo o te das un tiempo para descansar?

-Estoy trabajando en una novela con mucha tranquilidad porque Lo mucho que te amé acaba de salir y también porque reconozco que cuando tengo que hablar mucho y difundir mis trabajos me resulta difícil escribir con cierta constancia y profundidad; para escribir así, necesito silencio. Por el momento, como es lógico, estoy más ocupado en que el libro se conozca. Hasta abril del año que viene voy a estar de gira con esta novela y hasta entonces la posibilidad de escribir va a ser escasa.