Viaje al mundo de la colombofilia, un deporte nacional que practican solo 2.500 personas

Si bien en Argentina se practica desde 1886, recién en 2015 fue declarado deporte nacional. En Mar del Plata hay medio centenar de palomares y el doble de criadores. En qué consiste esta actividad particular.

21 de Agosto de 2020 18:13

La utilización de palomas para la transmisión de mensajes data desde tiempos inmemoriales: según el naturalista inglés Charles Darwin, el sistema ya se implementaba hace 5000 años, durante la quinta dinastía egipcia, con el faraón Userkaf, a quien se considera como el primer colombófilo. Desde entonces, a lo largo de la historia de la humanidad, estas aves fueron fundamentales en los sistemas de comunicación de la antigua Grecia, Roma, China, Japón y, particularmente, durante los conflictos bélicos. Más acá, durante la Guerra Civil Española (1936 -1939) y la Primera y Segunda Guerras mundiales, también cumplieron un rol fundamental en el envío de información. Incluso, espías británicos reconocieron haberse valido entre 1939 y 1945 de más de 200 mil palomas mensajeras para transmitir órdenes o advertir sobre la localización de objetivos enemigos. 

Aún hoy, la era del internet y la mensajería instantánea, hay personas que se dedican a la cría y entrenamiento de palomas, ya no para el envío de mensajes, sino con carácter deportivo. En el país, según la Federación Colombófila Argentina, la actividad se practica desde 1886, aunque recién comenzó a ser tenida en cuenta como deporte nacional en septiembre de 2015, con la promulgación de la ley 27.171. En Argentina hay 2500 colombófilos y en Mar del Plata se calcula que hay medio centenar de palomares, cuyos criadores trabajan a diario para sostener una labor que se mantiene a través de las generaciones.

Las palomas que crían los colombófilos son cruzas de la especie Columba Livia, de origen belga, que se diferencia de los ejemplares silvestres por su gran sentido de la orientación y la capacidad para retornar a sus refugios. Pueden vivir entre 16 y 18 años

El entrenamiento de las aves criadas en cautiverio comienza a los pocos días de vida y consiste en rutinas: vuelan noventa minutos fuera del palomar y comen y son aseadas siempre a la misma hora. Los criadores utilizan silbatos para ayudarlas a organizarse. Además, reciben una alimentación especial a base de mezclas de maíz, trigo, girasol, lentejas, arvejas, arroz y complementos, como aminoácidos y sales rehidratantes. Todos los ejemplares están anillados con un número único e irrepetible y llevan un chip para geolocalizarlas.

En Mar del Plata hay unos cincuenta palomares activos.

Cuando todavía son pichones -seis o siete meses de edad-, las palomas comienzan a volar distancias cortas. Por ejemplo, se las encanasta y se las traslada en vehículos especiales hasta Mar Chiquita y allí se las suelta para que retornen a los palomares. De a poco, las cantidades de kilómetros se van ampliando. El objetivo es que estén en condiciones de competir en carreras antes de ser adultas, es decir, previo a cumplir un año. La competición más larga de la que participan -considerada de gran fondo- se inicia en Zapala, Neuquén, que representa 1.100 kilómetros en línea de vuelo hasta Mar del Plata. El tiempo y la velocidad de un ave en hacer ese recorrido depende de las condiciones climáticas: con viento a favor, una paloma puede alcanzar los 120 kilómetros por hora; con viento de ala llega a los 80 kilómetros por hora y con viento en contra, viaja a 60 kilómetros por hora. Cada competidor concursa con uno o dos equipos de hasta 15 ejemplares cada uno.

En esta época del año los criadores empiezan a formar los casales para favorecer la reproducción. Una vez que esto ocurre, a los 21 días ponen huevos y los pichones nacen 21 días más tarde. A los siete días de vida, se los anilla y comienza el entrenamiento.

En la ciudad hay dos sedes que concentran a los amantes de este particular deporte: la Asociación Colombófila Marplatense (avenida Jara 1192) y la Asociación Colombófila General Pueyrredon (Laprida 3725). Si bien existen aproximadamente cincuenta palomares activos, se estima que el número de criadores es, por lo menos, el doble. Los colombófilos tienen las instalaciones en sus propias casas y, en general, son estructuras de madera que tienen posaderos donde las palomas duermen y espacios para la reproducción. Cada criadero puede albergar entre 60 y 120 aves.

Guido Varanini tiene 29 años y si bien conoció la actividad a los 15 a través del abuelo de un amigo, recién hace cinco años se empezó a dedicar de manera profesional. Hoy cuenta con 50 palomas voladoras y otras 50 reproductoras en su casa, en cercanías del aeropuerto. “La mayoría de las personas que se dedican a esto son grandes y tengo miedo que desaparezca porque hoy, con el tema de la tecnología, es muy raro que a un chico le guste esto”, dice.

Osvaldo Dagnino (60), presidente de la Federación Colombófila Argentina, reconoce que esta actividad siempre se desarrolló “puertas adentro”, aunque no cree que corra riesgo de extinción. “Siempre hay un hijo, un sobrino o un vecino que se interesa”, confía. En el país hoy hay 2500 colombófilos, 140 clubes ubicados en distintas ciudades y en una escuela agraria de Coronel Pringles se dicta una materia sobre la colombofilia. Para él, los más jóvenes son el motor para que esto siga adelante.

Para Dagnino, si no hay más adeptos "es sólo por falta de conocimiento" y calcula que, si el tema tuviera más espacio en los medios masivos de comunicación, podrían llegar a tener hasta 30 mil colombófilos. “Es un deporte muy sano, de familia; las palomas mensajeras no transmiten ninguna enfermedad, al contrario, son deportistas que están bien cuidadas”, asegura.

Temas