El estrangulador serial que nunca atraparon, y una madre que sobrevive al dolor con la "terapia del Holocausto"

Del 2000 al 2004, en Camet, cinco jóvenes aparecieron muertas tras ser violadas y estranguladas. La primera víctima fue Marlene Michienzi, con solo 16 años. A dos décadas de los femicidios que quedaron impunes, Mirta Bassil, la mamá de la adolescente, revive hipótesis y sospechas y comparte su camino de reconstrucción. “Vivo como si Marlene me viera siempre”, revela, a 0223.

14 de Octubre de 2021 18:08

Quién.

Cuándo.                      

Dónde.

Por qué.                      

En veintiún años, la Justicia nunca supo darle esas respuestas a Mirta Bassil, mamá de Marlene Michienzi, la adolescente de 16 años que el 11 de septiembre del 2000 fue encontrada sin vida en Parque Camet con una bufanda en la boca manchada de semen y la cara desfigurada a golpes, dos indicios de la aberración que después terminó de confirmar la operación de autopsia: sí, la víctima había sido violada y estrangulada hasta la muerte.

El femicidio de Michienzi resuena con otra fuerza dentro de la reciente historia criminal de Mar del Plata por su brutalidad y por ser el que inauguró una larga serie de impunidad que se extendió hasta 2004, con un saldo de cinco mujeres asesinadas bajo patrones similares. Cuatro días después del hallazgo de Marlene, el 15 de septiembre del 2000, en la misma zona localizaron el cadáver de Débora San Martín. Ambas chicas coincidían en edad, en altura, en la mecánica de asfixia, y en que habían ido a pasear al centro antes de ser secuestradas.

El 25 de noviembre del mismo año se sumó Mariana Vázquez a la lista: a la joven de 23 años la asfixiaron en su casa de Camet con una bolsa. Luego, el 24 de enero del 2001, un grupo de albañiles descubrió entre yuyales, muy cerca de la casa de Vázquez, el cuerpo sin vida de la turista tresarroyense María Claudia Renovell, de más de treinta años. Al igual que en los hechos anteriores, había sido golpeada y estrangulada con la correa de su cartera.

María Leticia Filosi fue el nombre que puso fin a la serie criminal. El 10 de mayo de 2004, un vecino vio a la adolescente de 17 años al costado de un camino con salida a la ruta 11. Aquel hallazgo compartió algunas reminiscencias brutales con el de Michienzi: la chica, que había ido al centro por una entrevista laboral, estaba atada de pies y manos, tenía la bombacha metida en la boca y la cabeza en una bolsa. La conclusión de los médicos forenses resultó evidente: violación seguida de muerte por estrangulamiento.

Como una tragedia más del destino, los femicidios no solo compartieron el campo de acción y el modus operandi sino el rotundo fracaso en las investigaciones: hubo detenidos, hubo juicios, pero en ningún caso hubo culpables. El Estado tuvo 15 años – es el plazo máximo que estipula la ley para los homicidios que tienen una pena en expectativa a perpetua – para encontrar a un responsable y condenarlo pero no supo aprovechar ese tiempo. El destino inexorable de las cinco causas fue la prescripción.

Beneficio de la duda para un psicópata                                

Marlene Michienzi era la nieta de Oscar Bassil, reconocido bandoneonista  que se destacó en la orquesta de Francisco Canaro y llegó a tocar con figuras como Hugo del Carril y Tita Merello.  Vivía en Parque Chacabuco, iba a la escuela N°15 República Oriental del Uruguay, y era fanática de Boca, de Chacarita, y de los Backstreet Boys. “No sabés lo buena, linda y amorosa que era mi flaquita”, recuerda Mirta Bassil.

Ella y su mamá se mudaron a Mar del Plata diez días antes de aquel lunes de septiembre en que todo cambió. La presencia de los abuelos maternos había pesado en la decisión de su familia de cambiar de aire para instalarse definitivamente en  “La Feliz”. Con las gestiones de una inmobiliaria, la mamá y su abuelo consiguieron un departamento, al lado de la comisaría primera. Pablo Rubén Damasco, el hijo de la propietaria, fue quien se hizo cargo de  la operación de alquiler y, para el fiscal Marcos Pagella, también resultó ser quien violó y mató a la adolescente.

El hombre, de unos cuarenta años y por entonces cuidador de coches del boliche Sobremonte, cayó detenido cinco años después, a fines de diciembre del 2005. Todas las sospechas se fundaban en el resultado de un estudio de ADN que aseguraba que el semen hallado en la bufanda de Marlene le pertenecía. Damasco, entonces, permaneció preso casi dos años en el penal de Batán hasta que en julio del 2007, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº1 celebró el juicio en su contra y lo absolvió.

Foto: la sonrisa de Marlene.

A contramano de los planteos de la fiscalía y de Gustavo Demarchi, quien ofició como abogado del particular damnificado, los jueces Esteban Viñas, José Antonio Martinelli y Aldo Carnevalle entendieron que no había elementos “suficientes” como para dar por probada la culpabilidad del único imputado. Naturalmente, el agente del Ministerio Público, que en el alegato había pedido la pena perpetua, fue muy crítico con el fallo y sostuvo que “la prueba no fue valorada de forma correcta”, según consta en las declaraciones que reseñan las crónicas policiales de la época.

“De Damasco lo que se comprobó en el juicio es que era un psicópata pero no se pudo llegar a comprobar su autoría en el hecho. Lo que me explicaron es que el ADN se hizo incompleto y que en su momento lo supusieron culpable por indicios pero no por pruebas. Por eso terminó saliendo: por el beneficio de la duda”, recuerda Bassil, quien tampoco se muestra convencida de la responsabilidad criminal del sospechoso.

De todos modos, la madre de la menor dice que aún tiene “muchas dudas” de que el acusado no “haya conectado a otra persona” para materializar el femicidio. “Esto lo digo por su forma de ser, por cómo se manejó en el juicio, y por unas cuantas cosas más. Me quedaron muchas dudas sobre si él no tuvo nada que ver pero tampoco tengo la seguridad como para decir que asesinó a mi hija. Además, si de verdad no tuvo nada que ver, no hay que dejar de pensar que estuvo preso un año y ocho meses. Eso también es terrible”, insiste, en una entrevista que le concede a 0223, a pocas semanas de cumplir otro aniversario sin su hija.

El serial killer que tampoco fue

Con el antecedente fresco de la primera serie de crímenes impunes que se le atribuyó a la figura mitológica de El Loco de la Ruta (una seguidilla de asesinatos y desapariciones de trabajadoras sexuales que se inició en 1996), también hubo un intento por imponer la versión de que los cinco asesinatos eran obra de un único serial killer, que algunos se aventuraron a bautizar como El estrangulador de Camet.

Por las coincidencias en el perfil de las víctimas, la forma de matar y esa suerte de “firma” del horror que el femicida imprimía en la escena del crimen, al dejar bombachas o bufandas en la boca de los cadáveres, la idea parecía tener algún sustento. La Justicia, de hecho, llegó a investigar una posible línea unificadora de los casos pero, tal como consignó en sus amplias investigaciones y reconstrucciones el periodista Fernando del Río, fue más para descartarlo que por sincera convicción.

Bassil se distancia de una posibilidad semejante y, al barajar hipótesis en voz alta, piensa que Marlene pudo haber sido captada por un “grupo de dos o tres personas”. “He pensado que podrían ser varias personas que le hayan brindado confianza, o que mi hija haya confiado en ellos, o que la podrían haber llevado forzosamente a algún lugar… no sé, son tantos los pensamientos que no puedo responder con seguridad al no haber un esclarecimiento”, dice.

Sospechas en el centro

El último día, Marlene había pedido permiso para ir a caminar por la peatonal San Martín y salió cerca de las 18. En el regreso, tal como había hecho en sus primeros días en Mar del Plata, pensaba visitar primero la casa de sus abuelos para ir después a cenar al departamento a las 20.30. Pero eso claramente nunca pasó.

En sus años por Buenos Aires, la adolescente ya había adoptado la costumbre de compartir cuentos o chistes con su mamá después de ir a pasear y por eso una de las sospechas que no descarta Bassil es que el responsable haya sido alguien que frecuentara la zona céntrica de la ciudad.

Foto: Marlene solo tenía 16 años cuando le arrebataron la vida de una manera brutal.

“A mí me llegaron a preguntar si Marlene se hubiera parado en una ronda de la peatonal donde hace mucho tiempo contaban cuentos y chistes y yo dije que sí. Eso era característico en ella, era algo que ya hacía antes de que llegáramos a la ciudad. Yo pienso que ella podría haber estado en ese lugar donde se reunían muchas personas. Y por eso también digo que son muchas las posibilidades que se abren”, sostiene.

Durante el juicio, también se reveló que, antes de su desaparición, Marlene se había comunicado con una amiga para decirle que se iba a encontrar con dos jóvenes, algo mayores que ella. Ambos fueron sometidos a análisis de ADN pero los resultados de compatibilidad dieron negativo y echaron por tierra otra línea investigativa.

Sin respuestas

A pesar de la falta de resultados, Bassil dice que no guarda “ninguna queja” para con el fiscal Pagella, que intervino en la etapa de instrucción de la causa desde el primer momento, y resalta que “trabajó hasta donde lo dejaron”. Pero sí es sumamente crítica con el juicio que se hizo contra Damasco por las pocas definiciones que arrojó respecto de las circunstancias del crimen.

“En el juicio no me pudieron decir ni dónde se hizo el crimen, ni por qué, ni cuándo”, grafica, y agrega: “El forense dice que la nena mía muere entre el 11 y el 12 de septiembre pero en realidad ni siquiera tengo bien la fecha. El horario de muerte parece que es entre esas dos fechas. Y con respecto al lugar, se sabe que en la ruta 11 la dejaron pero no se pudo saber dónde la mataron”.

La mujer se siente “triste y decepcionada por la Justicia” y ratifica que “no va a aceptar” la muerte brutal que sufrió su hija. “La muerte la acepto porque es parte de la vida, todos sabemos que vamos a morir, pero yo no puedo aceptar la forma en que muere mi hija y la falta de Justicia, que nadie haya podido encontrar a los autores. Puede ser inoperancia, puede ser complicidad… no lo sé. Tengo dudas y no puedo dar respuestas seguras sobre temas tan delicados”, dice.

La fortaleza del dolor

Mirta Bassil no tuvo respuestas de la Justicia pero sí encontró otras respuestas en la vida. Se aferró a sus otros dos hijos, a sus padres, y reafirmó su camino. No fue fácil. Tampoco lo hizo sola. Tomó la decisión de ir a una escuela de vida y con la ayuda de otros padres de hijos fallecidos, inició un trabajo de reconstrucción personal que le llevó cinco años pero que le dio suficientes herramientas como para superar las recaídas y los momentos de angustia que todavía la visitan, a más de veintiún años del femicidio.

“Yo no decaigo solo en las fechas de cumpleaños o en la conmemoración de la muerte de mi hija; momentos de llanto y de mucha congoja tengo prácticamente a diario. Porque Marlene falta. De mis tres hijos, hay dos vivos y está ella que sigue en mi corazón. Y cuando veo a mis otros dos hijos, que han crecido y ya tienen sus vidas, siempre me parece que los veo solos. Me he convertido en una persona bastante fuerte pero eso no quita el sentimiento de tristeza, de la cuánto extraño, de cuánto quisiera que este acá, de poder verla, de que pueda ver a sus hermanos. Eso es inevitable”, se sincera.

Foto: Marlene era fanática de Boca y Chacarita.

Pese a ello, la mamá no duda y asegura que en este tiempo pudo “aprender a convivir” con la doble herida de pérdida e impunidad que la marcó para siempre. “A veces, hay personas que cuando saben que mataron a un hijo tuyo, se alejan porque piensan que uno les va a transmitir tristeza y angustia de forma permanente, y esto no es así. Y no lo digo por mí sino por mis compañeros de escuela que conozco desde el 2001 y otras personas que conocí y que también han perdido hijos. Esto no se supera ni se acepta, pero con el dolor se aprende a convivir”, reitera.

La “terapia del Holocausto”

La “escuela de vida” que cita Mirta Bassil funciona actualmente en la parroquia Nuestra Señora de Fátima y se sostiene a base de un marco teórico con profundas raíces en la filosofía existencialista, que plantea a cada persona – independientemente de sus circunstancias físicas, emocionales o psicológicas – la búsqueda de un significado vital. Todo eso se resume en el concepto de “logoterapia”, que muchos entienden como la “tercera escuela vienesa de psicoterapia” después de lo que fue la irrupción de Sigmund Freud con el psicoanálisis y de Alfred Adler con la psicología individual.

Victor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, fue quien creó la terapia a partir de sus propias experiencias de vida: había nacido en una familia judía y en 1944, junto a su esposa, sus padres y su hermano, cayó en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. Cuando la guerra terminó, Frankl era el único que seguía con vida. La pesadilla recién comenzaba.

Si bien la psicoterapia ya la venía desarrollando desde antes de convertirse en una de las millones víctimas del nazismo de Adolf Hitler, el trauma de sufrir en carne propia el Holocausto y de ver de cerca la muerte de sus seres queridos dio un nuevo impulso a su trabajo y así, en 1959, se lanzó con la publicación del libro “El hombre en busca de sentido”, donde sentó las bases de la “logoterapia”.

“A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano: la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino”, sostiene el pensador, en una de las frases que resumen el espíritu de la obra, uno de los best seller más visitados del siglo pasado.

Y la misma esencia se refleja en las palabras de la mamá de Marlene, que desde hace años pone todas sus energías en “ser un referente de vida y no de muerte”: “Mi director en la escuela, que ya falleció, era Paco Bretone y él fue un guía para mí. Siempre le decía que me había salvado y que era mi maestro, pero él me decía que yo era mi propia maestra, y que mi motor era Marlene. Él me enseñó a vivir como si Marlene me estuviera viendo siempre y así es como sigo viviendo hoy”.