La increíble historia de Rocky, la película con la que Stallone pasó de actor porno a estrella de Hollywood

Sylvester Stallone no tenía un centavo cuando se inspiró en una historia real y escribió de un tirón el guión sobre un mediocre boxeador. Su insistencia para protagonizarla pudo más que sus apremios (había vendido a su perro porque no podía darle de comer), rechazó 350 mil dólares y el papel de Rocky lo convirtió en estrella y millonario.

La vida de Sylvester Stallone cambió por completo con Rocky.

17 de Febrero de 2023 09:57

Nada había sido fácil para Sylvester Stallone. Si hasta el momento de su nacimiento resultó inesperadamente complicado y llegó a este mundo con esfuerzo y una parálisis que marcaría su vida y su carrera. Pero, decidido a luchar cada batalla que le plantaran los años, el destino y su fe en sí mismo lo convertirían en una de las principales estrellas de Hollywood. Una que debió atravesar penurias económicas, “vender” su cuerpo por 200 dólares para una película porno, limpiar jaulas de leones y regalar a su amado perro porque no tenía para darle de comer justo antes de transformarse en uno de los actores mejores pagos del mundo, protagonista dos personajes icónicos (Rocky y Rambo) y de una historia, la suya, de película.

Michael Sylvester Gardenzio Stallone tuvo una infancia difícil. Hijo de un recio peluquero nacido en el sur italiano que eligió ese nombre en honor a su padre (Silvestro Staglione) y de una madre norteamericana de origen francés extrovertida y con oficios varios (trapecista, corista, peluquera, astróloga), en las calles de la “Pequeña Italia” de Nueva York el joven Sylvester la pasó mal. Al igual que en la escuela.

Todo había sido culpa de los médicos que lo recibieron en este mundo. Cuando su madre dio a luz, en el parto surgieron complicaciones y el bebé no podía salir sin ayuda. Los obstetras utilizaron dos pares de fórceps para sacar al pequeño Sly, pero lo hicieron mal. Y mientras el bebé luchaba por nacer, los médicos lastimaron un nervio de su cabeza. Es por esa mala praxis que Stallone tiene la parte inferior izquierda de su rostro paralizada, incluyendo zonas de los labios, la lengua y la pera, y una forma de hablar particular, arrastrando las palabras. Un detalle que le daría un aspecto particular, y lo haría víctima de bullyng en la escuela.

El pequeño Sylvester la pasó muy mal en el colegio por su aspecto.

Aunque hizo parte de la secundaria en un colegio privado en Suiza, Sylvester la pasaba mal en la escuela, lo expulsaron de varias instituciones y le costaba pasar de año. Lo salvó su aptitud para los deportes y su talento para el atletismo y el fútbol americano, lo que le posibilitó ganarse una beca y entrar a la universidad en Miami. Durante tres años estudió arte dramático porque soñaba con ser actor, pero no pasaba los castings y se ganaba la vida cómo podía. Fue carpintero, portero, cantinero, cortó cabezas de pescado y hasta limpió las jaulas de los leones en un zoológico. No tenía un dólar, y con 24 años y problemas para pagar el alquiler de su departamento en Nueva York, la primera chance que se le abrió en el cine fue para protagonizar una película “porno soft”. Tenía que aparecer desnudo y hacer escenas de sexo grupal, pero los 200 dólares de sueldo por dos días de grabación eran suficientes para dejar de dormir en una estación de micros a la que había ido a parar varias noches.

El film de 1970, de bajísimo presupuesto, se llamaba “La fiesta de Kitty y Stud”, y la trama era tan simple como lo anunciaba el título: Kitty y su novio Stud (el "gran" protagónico de Stallone) arman una orgía en su casa para romper la rutina de la pareja. Al año siguiente tuvo algo más de suerte y le dieron un ínfimo papel en una película de Woody Allen (“Bananas”) en la que hizo de delincuente en un par de escenas, y en 1973 apareció en un capítulo de la serie “Kojak”, con Telly Savalas.

En su primera película, Stallone aparece casi siempre desnudo.

Pero Stallone siempre soñaba en grande. Por eso se presentó a los castings para participar de una película que prometía mucho: "El Padrino". Los personajes de origen italiano le caían como anillo al dedo a Sly, pero no lo eligieron ni para hacer de yerno de Vitto Corleone ni para formar parte, como matón, de la familia mafiosa. Obstinado, Sylvester pidió al menos que lo contraten para hacer de extra en el casamiento de Connie Corleone, la escena inicial del film, pero ni para bailar en medio de la gente y en segundo plano le veían pasta.

Los años pasaban y Stallone no levantaba cabeza. Y ahora no solo debía preocuparse por él mismo y su pésima situación económica. Ya se había casado a fines de 1974 con su primera esposa, la fotógrafa Sasha Czack, a la que conoció en uno de sus tantos oficios (acomodador en un teatro) y apenas podían pagar el alquiler, pese a que Sylvester vivía en un departamento tan pequeño que el actor contó que abría la ventana y la puerta al mismo tiempo, sin levantarse de la cama.

Decidieron mudarse a California, la meca del cine, para probar mejor suerte. Pero a Sly lo rebotaban en todas las audiciones y su situación era desesperante. Tanto que debió regalar a su mejor amigo, su perro Butkus, un enorme bullmastiff que lo había acompañado en los últimos y difíciles seis años. Sin dinero para darle de comer, se paró delante de una tienda a buscarle una nueva familia, que le diera lo que él no podía. Le entregaron 40 dólares a cambio y se lo llevaron, dejándole el corazón roto como los muebles y todo lo que tocaba Butkus.

El perro que acompañó a Stallone en sus peores momentos.

Hasta que en una de las audiciones corrió la misma mala suerte de siempre, pero empezó a cambiar su vida gracias a su desesperación y confianza. Ante el primer rechazo para darle un papel, lo de siempre, Stallone les dijo a los productores, que buscaban una película para filmar junto a United Artists, que él escribía guiones. Les mostró uno y cuando le prestaron atención, aunque le dijeron que no era exactamente lo que buscaban, les contó que tenía en mente una historia, la de un boxeador fracasado que enfrentaba la oportunidad de su vida ante el gran campeón, que pintaba muy bien. Irwin Winkler y Robert Chartoff, sus salvadores, le dijeron que volviera cuando tuviese ese guión ya escrito.

Sylvester había tenido la idea de la historia cuando vio la pelea entre Muhammad Ali y Chuck Wepner. El retador, un esforzado pero limitado peso pesado blanco al que llamaban “El sangrador de Bayonne” porque terminaba las peleas con la cara cortada y llena de sangre, sorprendió al mundo tirando al campeón de los pesos pesados y resistiendo hasta los segundos finales del combate de pie. Stallone vio sobre el ring una metáfora perfecta de la vida. De su vida.

Wepner tira al campeón Alì en la pelea en la que se originó el guión de Rocky.

Esa noche nació Rocky Balboa, cuya historia Stallone escribió en tres días largos, casi sin dormir, creyendo que allí, en la oportunidad única que se le presentaba al personaje para salir de pobre y perdedor, también estaba la suya. Había aprendido el oficio de guionista en la pensión para indigentes en la que vivió en Nueva York, sin otra cosa que hacer en una habitación de ocho metros cuadrados. Y por eso el primer guión era más oscuro y triste. Una característica que Sylvester acostumbraba a darles a sus personajes. Tenía que ver con su propia historia, con el hecho de que solía escribir de noche y con las luces apagadas, y que hasta llegó a pintar las ventanas de su departamento de negro para impedir que ingrese algo de luz y el sol le cortara la inspiración. En esa historia que escribió de un tirón, el entrenador de Rocky lo maltrataba y era un sujeto racista, y por eso en el final de la pelea con el campeón Apollo Creed, Rocky se deja ganar para no terminar metido en la falsedad del mundo del boxeo profesional.

Su esposa leyó las 90 páginas del guión y le dio el primer cachetazo. Le dijo que ese personaje irritable, muy callejero y poco querible, no podía conquistar al público. Stallone le hizo caso y reescribió el guión, algo que haría a pedido de los productores al menos otras diez veces. Así convirtió a Rocky en un perdedor amigable y honesto, que nunca se daba por vencido. Entusiasmado como nunca, llevó la tarea hecha y le vieron potencial: Rocky se iba a convertir en una película. Pero, claro, con otro protagonista, uno conocido y que asegurara el éxito del film.

James Caan venía de brillar en "El Padrino" y querían que fuera Rocky.

Con un poco más de cien dólares en el banco, su esposa con un incipiente embarazo y un auto destartalado y en el taller que lo obligaba a ir en metro a las reuniones, Stallone defendió su destino como se defendía Rocky sobre el ring. Rechazó la primera oferta por el guión: nada menos que 25 mil dólares. La productora quería que el papel del boxeador cayera en manos de Burt Reynolds, James Caan o Robert Redford, no en un ignoto actor que no superaba ni los castings. Y como la historia era buena y la necesitaban para cumplir con un contrato firmado, redoblaron la oferta. Primero la subieron a 100 mil dólares, y ante la negativa de Stallone la fueron incrementando: 150 mil, 175 mil, 250 mil, 330 mil. A cada una de ellas, el humilde escritor le dijo que no. Era una locura, o la mejor jugada de su vida. La fortuna, por fin, le iba a hacer un guiño.

Sabiendo que Stallone no vendería su guión y que solo aceptaba si era el protagonista, los capos de United Artists pidieron conocerlo. En una sala de proyección, les mostraron la única película en la que aparecía en varias escenas, sin contar la cinta erótica de 1970 que casi nadie había visto. Se llamaba “La pandilla del barrio”, la había filmado hacía unos meses y trataba de cuatro jóvenes rebeldes enfundados en chaquetas de cuero. Los productores la vieron y se convencieron a la fuerza de que el tipo no actuaba tan mal. Con un pequeño gran detalle: nadie les avisó que Stallone no era el rubio fachero (el actor Perry King) que era el protagonista sino el morocho con la cara algo torcida que lo secundaba. Gracias a ese error, aceptaron producir “Rocky”, aunque con la mitad del presupuesto previsto.

Perry King, el de la derecha, ayudó sin saberlo a que Stallone fuera Rocky.

Stallone tenía por fin lo que tanto había soñado. Y 35 mil dólares, lo que se llevó por el guión y su actuación en la película. Parte de ese dinero lo gastó en recuperar a Butkus. Apenas cobró, se fue a buscarlo a la puerta de la licorería donde lo había entregado. Tardó tres días en cruzarse con el nuevo dueño, le contó su historia esperando conmoverlo, pero no lo consiguió. El hombre se llevó 15 mil dólares y una aparición como extra en la película a cambio de su mejor amigo, el que lo había acompañado en las malas y ahora iba a estar a su lado en las buenas.

En noviembre de 1975, la filmación se puso en marcha. Los 950 mil dólares prometidos alcanzaban para poco y nada. Pero los astros estaban de su lado, y todo se unió de manera mágica. El último día de audiciones apareció Carl Weathers, un ex jugador de futbol americano que apenas tenía experiencia en la película de la serie “Kun Fu”. Era atlético y muy bocón y mintió con que sabía boxear: era perfecto para el rol de Creed. Cuando le hicieron pasar la letra con el guionista, se disculpó: “Lo haría mucho mejor con un actor de verdad”. Allí mismo se enteró de que ese muchacho iba a hacer de Rocky, y que él se había ganado el papel del antagonista extrovertido y parlanchín.

Un rato después, a última hora, cruzó la puerta una actriz consagrada, nominada al Oscar, que buscaba ser Adrianne, la esposa de Rocky. Aunque habían pensado en Susan Sarandon, a la que descartaron por ser “muy sensual” para el papel, también a Cher y a Bette Midler, la química que logró Talia Shire con Stallone en esos minutos, con la timidez, el tono de voz y la profundidad con la que se puso en la piel de Adrianne, fueron suficientes. Talia venía de actuar en las dos primeras partes de “El Padrino”, dirigidas por su hermano, Francis Ford Coppola, la película ante cuyo rechazo Stallone habló por primera vez del guión de “Rocky”. El círculo perfecto se cerraba.

La filmación pudo ser un caos. Debían hacerla en menos de un mes, en noviembre de 1975, y no gastar más de lo acordado porque el dinero extra saldría de los bolsillos de Winkler y Chartoff, los productores. Esas carencias terminaron siendo parte de su secreto. Los actores usaban su propio vestuario, comían mal, había un solo baño para todos, intentaban hacer una única toma de cada escena para ahorrar tiempo y dinero y tenían que esconderse de los diferentes sindicatos de Hollywood porque no podían pagar lo que correspondía a los trabajadores.

Por eso Stallone usó a su perro Butkus como la mascota de Rocky Balboa y viajó con él durante tres días en tren hasta Filadelfia, su padre hizo del encargado de tocar la campana en la pelea contra Apollo, su hermano menor también participó en la película como cantante callejero, su esposa fue la fotógrafa del set y sus amigos se transformaron en los extras de la pelea por el campeonato. Las escenas en exteriores se hacían frente a gente real, que se sorprendía al ver correr a Stallone en las calles de Filadelfia, e incluso uno de ellos le tiró una naranja en plena escena, algo que quedó en la película cuando Rocky consiguió atraparla en pleno trote. El director John Avildsen grababa a Stallone entrenando donde podía, sin luces ni puestas de escena, en escenarios humildes y lúgubres, todo a pulmón, como la vida misma de Rocky. Esa atmósfera creada casi a la fuerza fue vital para mostrar el ambiente en el que se movía el protagonista, lejos de las luces y los lujos del campeón con el que soñaba ser a fuerza de golpes.

Una de las escenas centrales, la de la primera cita entre Balboa y su tímida novia en una pista de patinaje sobre hielo, necesitaba muchos extras. Pero cuando se filmó, había plata para uno solo. Por eso terminan patinando en una pista cerrada y desierta, con esos dos enamorados sin suerte haciendo equilibrio sobre el hielo, hablando en soledad de sus tristes vidas y de cómo los habían educado para fracasar.

El primer beso llegaría en la escena siguiente, que también contó con un guiño del destino. Talia estaba engripada, pero no podían atrasar la filmación. La fiebre y su malestar le dieron un toque ideal para ese momento, y aunque Stallone se contagió al besarla, la historia de amor que es central en la historia tuvo su momento perfecto.

El otro sería en el final, cuando Rocky, demacrado sobre el ring, grita por el amor de su vida, que sube corriendo y declarándole sus sentimientos. Ese final no era el que estaba escrito y grabado. La película terminaba con el retador vencido, saliendo del estadio de la mano de su pareja. Incluso había sido la imagen inicial del póster de promoción del filme, pero no les cerraba y lo terminaron grabando de nuevo. Los productores hipotecaron sus casas para obtener el dinero que hacía falta para filmarla de nuevo y tener a Rocky gritando desesperado por Adrianne, olvidándose del fallo que lo dejaba sin cinturón de campeón. Fue otro acierto.

El debut de la steadicam en la escena en la que trepa las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, un ícono que resiste 50 años, la música de “Gonna Fly Now” en una inolvidable banda sonora grabada en tres horas y con una inversión insignificante, la renuncia del coordinador de acción cansado de que Stallone y Weather no le hicieran caso y tiraran golpes a mansalva, lejos de lo que era habitual en las películas de boxeo y en la realidad, lo que obligó a que el propio Sylvester armara las coreografías de la gran pelea por el título y le diera otra dimensión al boxeo, todo contribuyó a que “Rocky” fuera un éxito inesperado y una película de culto. Pero antes de eso, Stallone sufrió un revés que lo hizo pensar que había dejado pasar la mejor chance de su vida.

La película tuvo un preestreno el 20 de noviembre de 1976, ante 900 invitados en el Sindicato de Directores que colmaron la sala y vieron el film sin la mínima reacción. Tras el emotivo final, todos se levantaron de sus butacas y se marcharon en silencio. Sly, que había llevado a su madre para que se sintiera orgullosa de él por primera vez en su vida, estaba desolado. Esperó a que todos se fueran y bajó por las escaleras los tres pisos del edificio pensando que todo lo que había soñado se rompía en pedazos y volvería a la pobreza y el anonimato. Pero cuando llegó a la entrada, los 900 espectadores lo recibieron con un aplauso que duró varios minutos.

Lo mismo ocurrió dos semanas después. Tras el estreno oficial, el crítico del New York Times destrozó la película. Ese comentario era clave para marcar la suerte de cualquier film. Uno de los productores, Winkler, leyó el diario con desesperación, y terminó destruido. Era su fin. Caminó hasta una de las pocas salas en las que se estaba estrenando “Rocky” para ver el infierno cara a cara y se cruzó con Peter Falk. El actor de la serie “Columbo”, al que conocía, lo felicitó. Pero el productor no entendía nada y le mostró la terrible crítica del NYT. Falk le pidió que ingresara a la sala. Winkler entró cuando Rocky y Apollo se mataban a trompadas sobre el ring y entendió lo que le había querido decir Peter Falk: la gente estaba de pie o parada sobre sus butacas, gritando a favor de Rocky extasiados, apoyando a ese perdedor honesto y de gran corazón al que todos querían ver campeón como si fuera una pelea real.

“Rocky” recaudó más de 230 millones de dólares en todo el mundo, tuvo diez nominaciones al Oscar, dos de ellas para Stallone (Mejor Guión y Mejor Actor), le ganó como Mejor Película  a “Todos los hombres del Presidente”, a “Network” y a “Taxi Driver “, y le dio a la nueva estrella de Hollywood la chance que tanto esperaba. Aunque faltaba una más. Y la buscó, otra vez.

Mientras la película erótica que había filmado seis años antes se reestrenaba con nuevo título (“El Semental Italiano”, el apodo boxístico de Rocky Balboa), los productores le pidieron que escribiera la secuela del boxeador amado por el pueblo. Stallone cumplió y cuando tuvo listo el guión de “Rocky 2”, pidió dirigirla ante la negativa de John Avildsen, que estaba filmando “Fiebre del Sábado por la Noche” (lo despidieron en medio de la película, pero tuvo desquite con la trilogía de “Karate Kid”), un millón de dólares por su trabajo y el 5% de las ganancias de esa secuela. Esta vez le dieron todos los gustos. La gran revancha recaudó 200 millones de dólares, convirtió a Rocky Balboa en campeón mundial de los pesos pesados, y a Stallone en una de los máximas estrellas de Hollywood.