Crecer sin padres: ¿cómo es criarse en un hogar? 

En Argentina hay más de 9.700 niños, niñas y adolescentes que fueron separados de sus familias de origen por haber sufrido algún tipo de vulneración de sus derechos. Y como medida de protección a hogares convivenciales.

¿Cómo es vivir en un hogar convivencial?

12 de Mayo de 2023 13:04

En Argentina hay más de 9.700 niños, niñas y adolescentes que fueron separados de sus familias de origen por haber sufrido algún tipo de vulneración de sus derechos. Y como medida de protección los trasladan a casas de abrigo u hogares convivenciales, lo que antes se conocía como orfanatos. Una de las causas principales por la que llegan a estos hogares son las situaciones de violencia y maltrato, la negligencia, ausencia de responsabilidad y el abandono.  

Según la Ley de Protección 26.061, el tiempo máximo que deben pasar en estas instituciones es de 6 meses. Sin embargo, en el 79% de los casos lo exceden y en promedio permanecen institucionalizados unos 6 años. Los organismos del Estado, la familia y la sociedad deben asegurarles el pleno desarrollo de su personalidad hasta el máximo de sus potencialidades, así como el goce de una vida plena y digna. 

Sólo el 8% de estos chicos que viven al cuidado del Estado fueron adoptados por una nueva familia. Y esto sucede porque el 90% de los inscriptos para guarda adoptiva aceptarían niñas o niños de hasta 3 años. Y lamentablemente, el 40% de los chicos que se encuentran en estos hogares tienen más de 13 años. 

Pero la pregunta es si las y los adolescentes que están al cuidado del Estado están preparados para dejar sus hogares cuando son mayores de edad o si aún faltan políticas públicas que los acompañen a comenzar una nueva vida como adultos. 

Daniel Alberto Rodríguez, de 55 años, fue criado en un hogar. Su mamá tenía epilepsia en un grado muy avanzado y su padre tenía problemas de consumo de alcohol. Al no contar con padres responsables, él y su hermano  terminaron en situación de calle hasta que unos vecinos denunciaron lo que estaba pasando. En 1979 ingresa con 12 años al Hogar Convivencial Francisco Saverio Scarpati. Actualmente, es empleado del Casino y Presidente de Apand, institución donde vivió desde 1982. “Yo apenas egresé me cagué de hambre. Hubo momentos donde la pasé muy mal. De hecho, son muchos los compañeros que terminaron en trabajos muy marginales como cartoneros y trapitos. Yo siempre traté de aferrarme a los conceptos y valores que aprendimos en Apand como el respeto, la responsabilidad, no robar y seguir en el camino correcto que fue lo que me permitió salir adelante” 

Si bien, en estas instituciones se trabaja para fomentar el egreso autónomo de los jóvenes proporcionándoles herramientas para su desenvolvimiento en su vida cotidiana, no siempre se siente así llegado el momento. Camila Charras, de 27 años, egresada de Palestra, expresa: “La verdad es que cuando llegas a los 18 años, te das cuenta que no estás listo para salir del hogar. Las personas que nos criamos en los hogares ya venimos con una desventaja y pensar en administrarse solo desde el punto económico, emocional y profesional, te hace sentir que no listo para vivir solo y para lograr una vida autónoma. Creo que ya es difícil para cualquier persona pero imagínate saliendo de una institución. Sin embargo, siento que lo más importante fue que el hogar me propició un espacio en el que yo pude descubrirme, pude descubrir quién era para poder construir sobre esa base. Eso es lo que a mi me permitió planificar un futuro posible. Por eso es tan importante descubrir quién sos y que eso se convierta en una base, en una plataforma para poder partir de ahí con tu nueva vida”. 

En las casas de abrigo u hogar convivencial se los acompaña en la adquisición de hábitos y desarrollo de actividades acordes a su edad, madurez y gustos personales fomentando su inclusión en actividades educativas, recreativas, formativas, y controles de salud. “En mi familia nos levantamos a las tres de la tarde y en el hogar yo aprendí que la rutina no era solamente parte de una vida ordenada sino que te daba dirección. Gracias a la rutina uno puede planificar, puede tener un futuro porque si no vivís en el día a día sin saber lo que va pasar. En cambio, con una rutina uno planifica, ordena, hay una proyección futura para poder ir en conquista de pequeñas cosas”, dice Camila, ingresada a Palestra a sus 15 años. 

Estas instituciones buscan cubrir todas las necesidades básicas de cuidado, atención, higiene y alimentación y garantizarlas durante el período de permanencia del niño, niña y adolescente. “En la adolescencia uno está en búsqueda de su identidad de su forma de ser y la ropa refleja eso. Nosotros en los hogares vivimos por las donaciones que la gente da entonces a veces se complica un poco comprarse la ropa que a uno le gusta. Por suerte, los directores de Palestra fueron muy contemplativos y supieron siempre que la ropa tenía que ver con la identidad y han invertido para que nosotros podamos tener lo propio. Siempre intentaban respetar nuestra identidad porque sabían que era muy importante para nosotros”, asegura Camila. 

Dado que el hogar es la “casa” de los chicos, el equipo técnico de cada hogar trabaja en pos de garantizar sus derechos y gestionar lo referido a sus necesidades: atención de la salud; educación formal y no formal; recreación; vinculaciones familiares o con referentes comunitarios en caso de que los hubiera; estrategia de egreso como son la re-vinculación con la familia, la adopción, el autovalimiento cuando alcanzan la mayoría de edad, traslado a hogar de otras características, entre otros. “Al llegar al hogar todos solíamos fantasear con la idea de volver a casa con nuestras familias porque, a veces, sentimos que es mejor volver a lo conocido, que estar en una institución con gente que no conoces. Uno siempre tiende a querer repetir la misma historia y volver a recorrer el camino conocido porque hay un rastro que nos dejó una forma inscripta de hacer las cosas. El hogar sirve para romper esa estructura. Primero me tuve que identificar con un modelo nuevo de familia de crianza y después me vi con posibilidades de salir adelante”, expresa Camila. Por su parte, Daniel confiesa: “A los 16 años yo estaba muy conflictuado conmigo mismo y después empecé a comprender mi historia. Hablé con mucha gente que me ayudó a entender lo que me pasó. Y de a poco, lo fui superando, pude asimilarlo y eso me dio la posibilidad de tener herramientas para el futuro y para transitar el camino tan difícil que a veces nos toca pasar a algunas personas” 

Camila sonríe cuando habla. Sus ojos brillan y su manera de hablar transmite paz. Una paz que sólo conocen esas personas que supieron abrazar su historia tal y como fue. Su mirada es compasiva y su escucha es muy activa. Aprendió a dar lo que a ella le faltó. Hace pocos meses se convirtió en madre y mientras sostiene a su bebé en brazos confiesa: “Yo llegué al hogar rota, internamente estaba rota.Yo viví muchas angustias. Estos hogares no pueden ser romantizados porque la realidad es que nunca un hogar va a reemplazar la situación de criarte en una casa con una familia saludable. Sin embargo, acá descubrí que había una vida posible, que había un montón de posibilidades que en mi vida anterior no había conocido y eso me permitió comenzar una vida nueva” 

Uno de los trabajos más importantes que se hace en las instituciones es para fortalecer y ampliar las redes socio afectivas de los niños, niñas y adolescentes allí alojados. “Yo ya me reconcilié con la historia y logré un equilibrio donde puedo mantener una relación sana con mi familia. Hoy podemos charlar desde un lugar de adultos y amarlos. Pero yo tuve que hacer una crítica profunda de las cosas que no quería repetir, así como también, identificarme con un nuevo modelo, por eso creo que es muy importante contar con figuras referenciales en los hogares a quienes admires y sirvan de apoyo para poder construir una vida”, explica Camila. 

Una de las tiras infantiles más exitosas y reconocidas de la televisión argentina fue “Chiquititas”, una novela de Cris Morena, que reflejaba la historia de niños huérfanos que convivían en un hogar como una gran familia pero donde siempre había buenos y malos, sufrimientos, miedos, desencuentros e injusticias que demostraban la difícil tarea de dejar la niñez atrás y crecer en un contexto tan hostil pero que siempre al final, la verdad salía a la luz y la justicia se hacía presente. Daniel nos explica cuáles son las similitudes de esta tira con la vida real: “La realidad es bastante abismal porque una cosa es un cuento de hadas como era `Chiquititas` y otra cosa es vivir en el día día de un hogar convivencia. La realidad es mucha más cruda que lo que vos podías ver por televisión”. 

Daniel cuenta que teniendo las puertas abiertas de Apand para irse decidió quedarse y eso no fue en vano. El camino a casa no es fácil. Construir un nuevo hogar y comenzar de cero es para valientes. Camila y Daniel encontraron la manera de hacerlo. Camila admite: “Yo acá descubrí mi voz y me di cuenta que mi palabra era importante y se tenía en cuenta. Eso hizo que yo me empodere”  

La idea de vivir en un “orfanato”, asusta. Fueron muchas las películas y series que colaboraron con esas imágenes escalofriantes que aún hoy son parte del inconsciente colectivo. Sin embargo, esos lugares que considerábamos de “castigo” se transformaron en lugares de protección que, en muchos casos, salvan la vida de muchos niños.