Marta Montero, transformó el dolor y se convirtió en pilar para familiares de víctimas de violencia de género

El femicidio de Lucía Pérez marcó un antes y un después en la historia de Mar del Plata. Su madre, con el paso del tiempo se abocó a buscar justicia y encontrar la forma de ayudar a quienes transitan la pérdida de un ser querido.

Marta Montero se convirtió en una referente para familiares de víctimas de violencia de género.. Foto: 0223

8 de Marzo de 2024 07:55

Cuando Marta Montero llegó a Mar del Plata desde la vecina localidad de Orense jamás imaginó que se sobrepondría a uno de los dolores más grandes que puede atravesar el ser humano, como el femicidio de una hija y se transformaría en una referente y un símbolo de lucha en materia de género.

A principios de la década del 90, se radicó en Mar del Plata, el primer lugar en el que vivió fue una modesta vivienda alquilada a pocas cuadras de la casa de Guillermo Pérez, el hombre con el que armaría una familia. 

“Nos pusimos de novios y compramos un terreno en Colinas, empezamos a edificar nosotros, yo lo ayudaba a Guillermo y cuando estuvo listo para que podamos entrar nos mudamos. En el 93 nos mudamos y llegó Mati y en el 2000 Lucía y ya nos quedamos ahí”, recuerda Marta mientras prepara el mate con el que acompañará toda la charla. 

Para Marta y Guillermo no había otra manera de llevar adelante el hogar que habían levantado de otra manera que no sea trabajando y cuidando de sus hijos. Guillermo trabajaba en un taller mientras Marta cosía “para afuera” en su hogar sin descuidar el día a día Matías y Lucía.

"Cuando ellos eran chicos yo cosía para afuera, era remalladora y de bebés me acuerdo hacía rollos con sweaters, me los ponía en la falda y los apoyaba a ellos para darles el pecho mientras estaba en la máquina”, recuerda. “después fueron a la escuela, jardín, primaria, secundaria. Mati aprendió un oficio lo ayudaba a su papá”, cuenta “Crecieron asi”, sintetiza.

Mientras su hijo mayor iba a la secundaria y en su tiempo libre ayudaba a Guillermo en el taller, Lucía iba al secundario y en sus ratos de ocio escuchaba a Pity, los Redondos o cualquier banda de reggae y hacía atrapasueños y pulseritas enceradas, entre otras manualidades que había aprendido a hacer en la escuela y perfeccionado con tutoriales de internet. “Tenía facilidad para esas cosas”, dice.

“Lucía era buena”, dice tranquila, mientras abraza con sus manos el mate pintado a mano que comparte con 0223 Marta y agrega ¿Qué te voy a decir yo, que soy la mamá? Pero era una chica buena, muy compañera, cariñosa  de venir y de la nada abrazarte y preguntarte como estas. Ella me alentó para que estudie enfermería que era algo que siempre había querido hacer y lo pude hacer de grande”, enumera. 

Miércoles negro

El 8 de octubre de 2016 Marta -como todos los días- se levantó temprano para ir a trabajar, desayunó y antes de salir de su casa fue a la habitación de Lucía y se despidió de ella con un “Te quiero mucho”, la adolescente, entredormida respondió “yo también te quiero mucho mami”. Marta salió hacia su trabajo, sin pensar lo que vendría horas después.

A mediodía, al completar su jornada laboral, llamó a la adolescente para saber cómo estaba todo en la casa, algo que hacía habitualmente, pero ucía no respondió la llamada. “Me pareció raro, ella siempre me contestaba el teléfono”, dice Marta. Volvió a intentar comunicarse sin éxito y fue a su casa pensando que a lo mejor, la adolescente estaba con sus amigas y no escuchó el teléfono (el día anterior le había pedido 100 pesos para salir con ellas).

Al llegar a la vivienda, encontró a las dos perras que tenían como mascotas encerradas, el lavarropas prendido y la notebook de Lucía prendida con la cuenta de Facebook abierta. Le llamó la atención, cerró la computadora y volvió a marcar el número de la adolescente que tenía como contacto favorito, pero del otro lado, nadie respondió la llamada.

Cuando Matías llegó a la casa, Marta, preocupada quiso saber si el joven tenía noticias de su hermana. Pregunta que tuvo una respuesta negativa y generó que su hijo intente contactarla. Probó de llamarla y tampoco tuvo respuesta. Chequeó la última conexión de la adolescente a las redes y le dijo a Marta: “Desde las 10 de la mañana no se conecta”. Volvió a llamar y nada. Matías se fue al taller de su padre a ayudarlo con una reparación y Marta  volvió a llamar a Lucía. Se recostó para dormir una siesta, pero la intranquilidad que la reinaba le impidió descansar. A las cuatro de la tarde sonó el celular: era su hijo que le informaba que lo habían llamado del Caps de Playa Serena y le habían dicho que tenían que ir, que Lucía había tenido un accidente.

Camino a la sala de primeros auxilios, Marta le preguntó a su hijo si le había avisado a Guillermo que iban a ver qué había pasado con su hija y el joven lo negó. Le dijo que quería evitar un posible problema de salud, ya que el hombre tenía problemas cardíacos. Permaneció en silencio hasta que, a poco de llegar recibió otro llamado. Le pedían que en vez de ir al Caps, se dirijan a la Comisaría de la zona.

“Cuando llegamos, el oficial Gari nos hizo pasar a una oficinita donde había una policía mujer y me dijo apoyado en la puerta: " Su hija está muerta. La trajo el novio con una sobredosis”, recuerda. Marta no daba crédito a lo que escuchaba y se llenaba de interrogantes ¿Cómo su hija, de 16 años estaba muerta? ¿De qué novio le estaban hablando? ¿Cómo saben, solo con ver el cuerpo que Lucía tuvo una sobredosis? ¿Con qué autoridad el hombre, sin ser un profesional de la salud hacía esa aseveración? Mientras la invadían las preguntas, la oficial que estaba sentada en un escritorio le dijo “Mientras usted trabajaba su hija estaba de joda” Fue un shock. Acompañada por su hijo y con la única contención de una taza blanca con manchas marrones producto de la falta de higiene con agua fría de la canilla que le dieron en la comisaría logró recomponerse y salir aturdida del lugar. Lo que siguió fue el horror, aunque su mecanismo de defensa haya seleccionado la información para “no enloquecer”.

Luego que le informaron de la muerte de Lucía, comenzaron los interrogantes para Marta y su familia mientras esperaban los resultados de la autopsia. “Una nunca está preparada para la muerte de un hijo, que es lo más sagrado para una. Yo siempre digo que la muerte es la muerte y no hay diferencias”, sostiene. Las pericias que se hicieron en el cuerpo de la adolescente que determinaron el consumo de estupefacientes, las vejaciones en el cuerpo y el deceso por ahogamiento y asfixia. El conocimiento del femicidio de Lucía dio lugar al Primer Paro Nacional de Mujeres y una infinidad de marchas en pedido de Justicia 

La larga batalla judicial

El miércoles 8 de octubre de 2016 a mediodía Lucía llegó hasta la puerta de la escuela secundaria 3 de Juan B Justo y Rivas, donde había una camioneta en la que, aseguran que vendían droga. Fue la última vez que la vieron con vida.

Por su crimen, fueron acusados Pablo Offidani, Matías Gabriel Farías y Alejandro Maciel. dos años después de su asesinato, el 26 de noviembre de 2018  el Tribunal Oral 1 integrado por Aldo Carnevale, Pablo Vinas y Facundo Gómez condenó a Ofidani y Maciel por tenencia de droga con intencion de venta y absolvió a todos los acusados del delito de Abuso sexual y femicidio del que se los acusaba.

El 12 de agosto de 2020 se anuló el fallo y, el 23 de marzo de 2023 el Tribunal Oral Criminal 2 condenó a prisión perpetua a Matías Farías y dictó una pena única a 15 años de cárcel contra Juan Pablo Offidani por el abuso sexual y el femicidio de Lucía Pérez, ocurrido el 8 de octubre del 2016.

A tono con los planteos del fiscal Leandro Arévalo y las abogadas querellantes Florencia Piermarini y Verónica Heredia, los jueces Gustavo Fissore, Roberto Falcone y Alexis Simaz entendieron que Farías fue autor penalmente responsable del delito de “abuso sexual agravado por el consumo de estupefacientes seguido de muerte en concurso ideal con el femicidio" de la adolescente.

Respecto a Offidani, los magistrados descartaron que fuera “partícipe necesario” en los hechos, tal como sostenían las letradas de la familia Pérez Montero, y resolvieron una condena a 8 años de prisión por ser “partícipe secundario” del abuso sexual y el femicidio. Y, como en el primer juicio de 2018 había sido condenado a 8 años de prisión por la venta de drogas, se unificó la pena en 15 años.

"El aporte de Juan Pablo Offidani fue marginal o secundario, habida cuenta de que no estuvo presente cuando el abuso principió su ejecución, y tampoco en ningún momento durante su consumación. Su aporte se ciñó a trasladarlos al lugar en el que el abuso habría de concretarse", indica el fallo.

En paralelo, la familia de Lucia pidió un jury contra Facundo Gómez Urso y Pablo Viñas, dos de los jueces que firmaron la sentencia absolutoria del 2018  por "negligencia, incumplimiento de los deberes inherentes del cargo y parcialidad manifiesta". Aldo Carnevale, el tercer juez de aquel tribunal, no formó parte del proceso ya que renunció antes para iniciar los trámites jubilatorios.

Una campaña para buscar Justicia y una casa que se transformó en refugio

En paralelo al desarrollo del primer juicio que se llevó adelante en 2018, con convicción y la fortaleza de exigir justicia por Lucía, surgió la Campaña Nacional Somos Lucía. Marta salía de las audiencias y un grupo de chicas la esperaban con un mate y un abrazo. "Eso era un montón. Que haya gente que esté sin conocerme, sin haber conocido a Lucía para darte su apoyo es impagable", dice la mujer. Fue así como empezó a tomar forma la campaña que luego como paret de las actividades performaticas para mantener vivo el recuerdo de la adolescente montó "El cuarto de Lucía".

Las actividades, marchas y actos para recordar a la adoscente que se realizaban se pensaban en la casa de Marta y su familia. Con el correr de los años, Marta se dedicó a acompañar a familias que atraviesan una situación similar a la que le tocó vivir y entonces, tomó noción de la importancia de contar con un espacio que no sea su casa familiar para realizar actividades. Entonces, se anotaron en el listado abierto por la  Agencia de Administración de Bienes del Estado (Aabe) a la espera de un espacio.

En 2022, la Aabe otorgó a la Campaña Nacional Somos Lucía una vivienda que había estado judicializada en Alvarado al 4900 y que hacía cinco años, tras un largo proceso legal había quedado deshabitada y había pasado a manos del Estado para que se transforme en un espacio de contención para familiares de víctimas de violencia de Género. Entonces comenzó para Marta y su familia un arduo trabajo para poner en valor la vivienda, algo que aún la desvela.

En la casa aún hay olor a pintura "Ayer estuve pintando las persianas", cuenta. De a poco Marta y Guillermo acondicionan los espacios de la amplia vivienda de dos plantas con patio y quincho que tiene los espacios definido. Hay una habitación destinada a recrear "El cuarto de Lucía" tal como lo había decorado la jove y otra que recrea el aula en la que estudiaba la joven con la mesa y las sillas que utilizaba y que fueron donados por las autoridades de la EES 4. Las demás habitaciones de la planta alta cuentan con atrapasueños, que realizaba Lucía y que Marta decidió retirar de su vivienda y llevarlos a la casa.

Si bien "La casa" quedó inaugurada formalmente el 28 de noviembre de 2023, todavía son pocas las actividades que se realizan en el lugar. "Por ahora tenemos charlas con psicólogos para quienes los necesiten", dice Marta mientras calienta el agua para el mate. "Tener este lugar para poder trabajar, y para poder trabajar juntas,  y cuando digo juntas, hablamos de diferentes colores, de diferentes diversidades este lugar es el indicado. Y en este momento, es más que importante este lugar para encontrarnos todas para discutir, para trabajar, para pensar qué es lo que vamos a hacer de ahora en más, y cómo lo vamos a hacer", cuenta la mujer entusiasmada con el proyecto.

Para Marta, Lucía está presente en la casa acompañándola en cada detalle. "Ella está acá, me acompaña siempre", asegura la mujer que asegura que el recuerdo de su hija está en cada paso que da. "Me tocó esto, La muerte de un hijo es algo para lo que no está preparado.... ¿Cómo te lo puedo explicar? Un hijo es lo más sagrado que uno tiene", dice la mujer que a fuerza de trabajo logró transformar todo su dolor para ayudar a otras familias que atraviesan situaciones límite. "Si me lo preguntás, sí, lo más fácil hubiese sido que me quede con mis plantas y mis perros en Colinas o tirada en la cama, pero no puedo, no me sale", cierra.