Otra cara de la violencia: la desocupación en mujeres marplatenses es 67% mayor que en los hombres

El Indec reveló fuertes asimetrías entre la situación de hombres y mujeres en el mercado laboral. Ellas se insertan mayoritariamente en los empleos peores remunerados. La discriminación económica también se evidencia en los aportes jubilatorios.

Las asimetrías en el mercado de trabajo quedaron plasmadas en datos recientes del Censo 2022.

8 de Marzo de 2024 07:59

La desigualdad en las oportunidades es otra de las formas que asume la violencia de género en la sociedad en general y en la economía en particular. La brecha salarial o el denominado techo de cristal no se tratan de meras formulaciones teóricas, sino que tienen evidencia empírica: por caso, en los últimos días el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec) dio a conocer el informe “Características económicas de la población”, en el marco de una serie de reportes que el organismo público viene dando a conocer en base al Censo 2022. Además de graficar la precarización y dificultades a las que está sometida el grueso de la población económicamente activa de General Pueyrredon, el reporte asimismo evidencia fuertes asimetrías entre mujeres y varones, donde las primeras sufren en mayor proporción el desempleo, se insertan principalmente en los empleos peores remunerados y hasta tienen menor tasa de aportes jubilatorios.

Una necesaria aclaración: si bien el censo 2022 fue presentado como el primero de la historia en donde se relevarían estadísticas sobre las identidades auto percibidas por fuera del modelo binario clásico varón/mujer, contradictoriamente el Indec finalmente no informó los datos específicos de otras identidades censadas como mujer trans, varón trans, no binario u otras. La explicación oficial es que se tomó la decisión “para cumplir con los estándares de calidad estadística requeridos por el INDEC”.

Ahora si, como punto de partida, la información desagregada por distrito indica que las mujeres tienen una menor participación en el mercado de trabajo en General Pueyrredon, donde solamente el 55,6% de ellas forman parte de la población económicamente activa (PEA), es decir, aquellos residentes mayores de 14 años que tienen o buscan trabajo. De acuerdo a lo relevado por el Indec en el censo realizado entre marzo y mayo de 2022, 162.577 integraban la PEA sobre una población de 292.040 mujeres mayores de 14 años en viviendas particulares. En cambio, los hombres tenían una superior proporción de PEA, con 181.559 sobre 255.363, es decir, el 71,0%.

La cara más cruda, la desocupación, también golpea con mayor impacto entre las mujeres. Mientras que el desempleo en el total de la población era del 9,0%, en los varones caía al 6,8%, en tanto que en las mujeres escalaba al 11,4%. Es decir, la desocupación entre las mujeres es un 67% mayor que en los varones. Esto significa que 18.636 mujeres habían buscado trabajo en las últimas cuatro semanas, sin encontrarlo, que es el parámetro que toma el Indec para determinar que alguien es desocupado.

Las desproporciones también se observan al analizar el escenario por segmentos etarios, dado que el informe individualiza la situación según grupos quinquenales de edad, por lo que se pueden observar las disparidades existentes. En el fragmento de jóvenes (14-29 años) con 8.787 mujeres desocupadas sobre una PEA de 41.015, la falta de empleo afectaba al 21,4%, mientras que en los hombres se reducía abismalmente al 13,8% (6.310 sobre 45.669), cuando el promedio entre ambos géneros era del 17,4%. En otras palabras: la desocupación entre las mujeres jóvenes es 55% superior a la que se encontraba entre los varones.

Si las estadísticas anteriores ya eran alarmantes, las asimetrías se agravan entre los 30 años y el límite de la edad jubilatoria, es decir, con las mujeres de hasta 59 años y los varones de hasta 64. 8.868 mujeres estaban desempleadas sobre 106.258, el 8,3%; en tanto que en los varones era de 4,5%, lo que representaba 5.619 sobre 123.997 varones incluidos en la PEA. En este segmento se da la más grande desproporción, con un desempleo que afecta en un 84% más entre las mujeres. Finalmente, la brecha se reducía entre la población en edad jubilatoria: el 6,4% de las mujeres estaban sin empleo, mientras que en los varones caída al 4,5%.

 

Mayor participación en puestos con peores salarios

El informe del Indec también transparenta que las mujeres se emplean principalmente en aquellos trabajos con peores remuneraciones salariales.

Al momento de relevar la categoría ocupacional de la PEA, las mujeres tienen una menor participación en los puestos de empleador/patrón y cuenta propia, y tienen una abismal mayor inserción en el trabajo doméstico que los varones. Por orden, las categorías en que se desempeñan las mujeres son empleada y obrera 51%, cuenta propia 27,5%, trabajo doméstico 11,8%, patrona/empleadora 3,6%, trabajadora familiar 2,6%, con 3,5% de datos ignorados. En cambio, en los varones son otros los porcentajes: empleado y obrero 54,2%, cuenta propia 33,4%, patrón 6,2%, trabajador familiar 2,5%, servicio doméstico 0,4%, con un 3,3% de casos ignorados.

Pero las simetrías incluso son más marcadas con el detalle de la ocupación según rama de actividad, donde se observa con detallada precisión que las mujeres se insertan principalmente en rubros más precarizados y/o con menores sueldos, como el trabajo doméstico, la educación y la salud. Las cinco principales actividades donde se desempeñan los hombres son: 23,4% en comercio al por mayor y al por menor; 17,6% en construcción, el 13,1% en industria manufacturera, 8,3% en servicios de transporte y almacenamiento y 5,6% en servicios de alojamiento y servicios de comida.

Por su lado, si bien el concepto “comercio al por mayor y por menor…” también es la primera rama de actividad en las mujeres, con el 23,3%, las siguientes tres difieren completamente: 14,5% en actividades de los hogares como empleadas de personal doméstico -en los hombres es de apenas el 0,5%-; 12,6% en enseñanza -frente a un 3,5% en los varones-, y 9,4% en salud humana y servicios sociales -es del 2,9% en varones-. En quinto lugar cierra la industria manufacturera, con 8,0%.

Los aportes jubilatorios, también a la baja

Con una diferencia menos abultada que en las anteriores categorías, la situación económica de las mujeres también expone que atraviesan un peor escenario que los hombres en cuanto a los aportes o descuentos jubilatorios.

De acuerdo al Indec y siempre teniendo en cuenta que son estadísticas del momento del Censo 2022, entre las mujeres que se desempeñan como empleadas/obreras, en el servicio doméstico y como trabajadoras familiares, a apenas el 64,% le realizan descuentos jubilatorios, es decir, que presumiblemente se encuentran bajo una relación laboral registrada, mientras que el 3,6% hacen aportes por si mismas. En tanto, el 30,3% de las mujeres ni aportan ni tienen descuentos jubilatorios, mientras que sobre el restante 1,5% se ignoran los datos. En el caso de los hombres, se reduce al 27,1% el porcentaje de los que ni aportan ni descuentan, mientras el 67,6% tiene descuentos jubilatorios y el 3,6% aporta por su cuenta, con un universo del 1,7% sobre los cuales no se tienen datos.

Pero la precarización es especialmente más dramática entre las 17.629 personas que trabajaban en el servicio doméstico, un ámbito hegemonizado por las mujeres, con un total de 16.876 trabajadoras (95,7%), frente a apenas 753 hombres (4,3%). En esta actividad, el 69,2% de las personas no aportan ni tienen descuentos jubilatorios, ante un 22,1% que si tiene descuentos y un 6,1% que aporta por su cuenta.

De los 13 cuadros desagregados adjuntos al informe “Características económicas de la población” del Indec, en solo uno se puede registrar una situación apenas mejor (o menos peor, en rigor) de las mujeres. El 77,9% de las empleadas/obreras, trabajadores domésticas o trabajadoras familiares tiene cobertura de salud por obra social o prepaga, mientras que en los varones es del 74,3%, mientras que el 2,0% y 1,9%, respectivamente, tiene cobertura por programa o planes estatales. Consecuentemente, el 20,1% de las mujeres y el 23,8% de los varones no tienen obra social, prepaga ni plan estatal. Igualmente, esta estadística se podría explicar a partir que mujeres trabajadoras no tengan cobertura de salud por su propio empleo, sino a partir de la extensión de la obra social de su pareja hombre.