En el Colectivo Crisálida, otra salud mental es posible

Desde hace más de una década, jóvenes profesionales que integran el "Colectivo Crisálida: arte y salud mental" proponen un abordaje artístico/ expresivo en pos de mejorar la calidad de vida de personas con padecimientos psíquicos.  

Talleristas participan en el "Espacio de cuerpo"
en un mismo espacio conviven diferentes actividades
El dispositivo se sostiene con fondos de la Unmdp y otros aportes
13 de Octubre de 2018 18:14

El arte es una herramienta de transformación social que genera empoderamiento y, desde allí cada uno puede construir diferentes formas de resistencia en el mundo que lo rodea.

Así lo entienden los integrantes del colectivo Crisálida, un dispositivo que, desde 2006, trabaja desde el arte abordando procesos individuales, grupales y comunitarios en personas con padecimientos psíquicos y que se encuentran en situación de vulnerabilidad social, económica y familiar.

En todos estos años de trabajo, los avances que tuvieron dentro del proyecto que surgió como Proyecto de Extensión de la Universidad Nacional de Mar del Plata fueron notorios.  “Empezamos con algo muy chiquito, ahora somos muchos y cada vez con un mejor nivel de crecimiento” cuenta entusiasmado Javier Curto, uno de los directores.

"Crisálida proviene del griego “Khrysos” que significa “oro”, explica Javier y, agrega que como metáfora, es en el interior, en el capullo donde ocurre todo un proceso de transformación, para devenir en la mariposa que surgirá.

Talleres de clown, expresión corporal, danza y artesanías son algunas de las actividades que se desarrollan dentro del dispositivo para resocializar a quienes se acercan en busca de una mejor calidad de vida.

 

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Llegar a Crisálida es adentrarse por unas horas en un mundo completamente despreocupado, donde los horarios no importan, la buena energía es predominante  y las emociones están a flor de piel. Quienes visitan el lugar son recibidos por los participantes de los talleres con afecto.

En un amplio  espacio conviven diferentes talleres en simultáneo y quienes asisten al colectivo eligen qué actividad realizar y llenan de colores vibrantes el lugar.

Los 45 talleristas son voluntarios con internaciones psiquiátricas prolongadas y sienten que desde su lugar pueden transformarse y transformar el medio que los rodea trabajando con la potencia creativa interna.

Actualmente, son 16 los profesionales que coordina las actividades y también tienen una capacitación mensual donde abordan todas las problemáticas que surgen. Psicólogos, trabajadores sociales, terapistas y profesores de teatro, artes visuales y literatura se reúnen cada martes y viernes, entre las 15 y las 19, en el Centro Cultural América Libre para coordinar los talleres en los que ansiosamente los esperan.

Marilina Tassaroli, es Licenciada en Psicología y coordinadora del colectivo  y explica que el proyecto está diseñado especialmente para contemplar las necesidades artístico-expresivas, aunque aclara: “No somos un hospital de día”.

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Si bien el grupo de talleristas está consolidado, los nuevos participantes son siempre bien recibidos por sus compañeros que los integran inmediatamente y los ayudan y motivan. Como en el caso de Osvaldo.

Osvaldo tiene 44 años y hasta hace apenas cuatro trabajaba en la Aduana. Tenía como hobbie la escritura y la pintura.  Pero cayó en un cuadro depresivo del que no podía salir y fue tratado en una institución psiquiátrica tradicional durante ocho meses. El resultado del tratamiento no fue el esperado: fue tratado como objeto médico experimental y el ser humano fue dejado de lado.

Hace tres  años, llegó a Crisálida acompañado por su familia. Se había transformado en otra persona: casi no podía caminar, no hablaba. Sin embargo, al poco tiempo de empezar a participar en los talleres pudo volver a caminar, a pintar y escribir.

Hoy Osvaldo no puede asistir con regularidad a los talleres ya que su obra social dejó de pagarle a las empresas que realiza el servicio de traslado y movilizarse por sus propios medios desde Playa Serena al centro de la ciudad implica un gasto imposible de afrontar. Entonces asiste cuando puede y hace algunos ejercicios en su casa. “No todas las historias tienen final feliz”, se resigna Curto

 

 

Todos los asistentes al dispositivo son mayores de 21 años y legan a Crisálida, derivados de instituciones públicas en su mayoría, aunque también hay casos de talleristas que llegaron judicializados y, en el último tiempo se ha incrementado el número de talleristas que son derivados del ámbito privado.

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No todo es color de rosas dentro del dispositivo. La crisis económica que atraviesa el país también se hizo sentir puertas adentro del colectivo: al ser un proyecto de Extensión Universitaria, cuenta con una partida de dinero anual que debe alcanzar para la compra de los materiales de trabajo que se necesitan para que los talleres puedan seguir funcionando con normalidad. Pero  no siempre alcanza.

En 2016, el Concejo Deliberante declaró de interés cultural el Proyecto de Extensión por entender que promueve el desarrollo de actividades sociales y culturales en la región. Ese mismo año participaron del ciclo de charlas TEDx que se realizó en la ciudad. Si bien ambas acciones ayudaron a que Crisálida se posiciones institucionalmente no alcanzaron para mejorar la situación. 

En este sentido, tanto Marilina como Javier reconocen que hay momentos en los que se dificulta trabajar con pocos o escasos recursos, pero "somos muy creativos porque estamos convencidos que otra salud mental es posible".

 

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