Torres y Liva: volver a empezar después de la tragedia

La mayoría se refugiaron en viviendas de familiares. Otros fueron derivados a un hotel privado y hasta a un hogar municipal. Ricardo está dispuesto a rehacer su vida.

Imagen: 0223 - El fuego devoró 40 departamentos y dejó a personas sin nada.

22 de Diciembre de 2019 22:16

Eran poco más de las 10 de la noche del domingo 15 de diciembre cuando Ricardo, junto a su esposa y su suegra, tuvieron que dejar todo lo que estaban haciendo y evacuar el edificio en el que vivían. La distribuidora mayorista Torres y Liva ardía en llamas y en pocos minutos el fuego se devoraba todo. A una semana de la tragedia, la sensación sigue siendo de vacío, de vulnerabilidad. Algunos se quedaron sin nada, perdieron todo, y ahora ellos quieren volver a empezar.

Ricardo y su familia estaban a punto de cenar en el 2°D de 14 de Julio 1752 cuando de repente su compañera lo alertó del "olor a quemado". Salió al pasillo y una vecina confirmó su incertidumbre con seis palabras. "Se está prendiendo fuego por Rivadavia". Bajó para contemplar lo que no cabía en su cabeza y rápidamente volvió a subir a su departamento para avisarle a su esposa. "Gorda, sacá a tu mamá ya y salí porque se prende fuego todo", alcanzó a decirle. Mientras tanto, las llamas ya rodeaban la ventana de su habitación.

Los departamentos del lado de Rivadavia también quedaron destruidos.

"Bajaron ellas y después de ayudar a un señor amigo mío que tiene problemas de movilidad, volví a subir a buscar la billetera y una campera. Para entonces, ya había explotado la cocina y la habitación. Las llamas estaban por todos lados. Salí de pedo", reconoce mientras charla con 0223 por teléfono, desde la casa de su mamá. Su acto de valentía casi le cuesta la vida, pero valió para recuperar algunos documentos y papeles que tenía en un placard que la voracidad de las llamas no llegaron a convertir en cenizas. "Después, perdí todo. No tengo nada", cuenta resignado.

Ya en la madrugada del lunes, Ricardo y los casi 150 damnificados fueron evacuados en un par de carpas que se montaron en el amplio operativo de seguridad que desplegó la Municipalidad de General Pueyrredon y todas las áreas intervinientes. Entre la vorágine y el desconsuelo de lo que sucedía, rogó ante los micrófonos de los medios de comunicación por la intervención y asistencia del Estado para las víctimas. Incluso, cruzó algunas palabras con el intendente Guillermo Montenegro. "No te preocupes negrito que de esto se va a hacer cargo el seguro, te van a devolver todo lo que hayas perdido", asegura que le dijo el jefe comunal, quien para entonces llevaba apenas cinco días de Gobierno.

Esa noche, Ricardo se fue a la casa de un amigo. A intentar buscarle una respuesta a la catástrofe que le había tocado vivir. "Cada cuatro horas me largaba a llorar de la impotencia que tenía", confiesa. La ayuda fue inmediata y al día de hoy le siguen entrando mensajes de Whats App para acercarle ropa o algún mueble. Pero todavía no tiene un lugar físico, propio, en dónde alojarse para recibir todas esas donaciones. Su psicóloga es fundamental en el proceso que atraviesa. La tragedia todavía está a flor de piel.

"Todavía no puedo arrancar mi vida normal hasta que no tenga un lugar para alquilar que me pueda ayudar a olvidar todo lo sucedido y así empezar de nuevo", expresa a la vez que justifica su rechazo a hacer la entrevista en el escenario de partida. Las ruinas de lo que dejó el incendio, los hierros retorcidos, los escombros humeantes son parte del pasado y a la vez de un presente que lastima. Sin siquiera una foto, un recuerdo tangible, tiene que empezar de nuevo.

"No quiero volver y la psicóloga ya me dijo que no vuelva. Sé cómo está todo. Volví al tercer día, pero no quiero ir más. No quiero saber más nada. Pareciera que pusieron una bomba. Es increíble, todavía no puedo razonar", trata de explicar, totalmente desconcertado y perplejo, el hombre de 50 años, que trabaja en una empresa de seguridad.

Desde su entorno de trabajo, al igual que en el de su esposa, "se portaron re bien". A pesar de las invaluables "diez mil donaciones" que tiene, aguardaba por otro tipo de asistencia. "Son los únicos que me ayudaron. El resto fue todo política. El intendente y todos los que me dijeron que me iban a ayudar. Nadie hizo nada. Solo me anotaron en una lista de Defensa Civil y me querían dar tres noches en un hotel, pero eso no es la solución a mi vida. Todas las palabras se las llevó el viento", cuenta afligido.

El enojo, la desazón y la impotencia de no encontrarle explicación pesan sobre el cuerpo e incomodan como el mismo calor que redujo todo a escombros. Pero de todas formas, Ricardo destaca la colaboración de los bomberos, la policía, los agentes de Desarrollo Social y de la gente que "se solidarizó demasiado". Fue una semana convulsionada. Mientras tanto, se la pasa de "acá para allá", parando en distintas casas de familiares y amigos.

Hasta el momento, el siniestro que lo dejó sin el departamento que alquilaba hacía 8 años tiene un hombre detenido e imputado por el delito de "incendio agravado por la puesta en peligro de más de cien personas": Néstor Gustavo Arrativel. Se trata de un hombre que vive en situación de calle desde 2002 y que aparentemente dormía en la Plaza Rocha, a solo 200 metros del lugar.

Incluso, el presunto responsable fue captado por distintas cámaras de seguridad de la zona céntrica en las que quedó registrado que durante la madrugada del 30 de noviembre se detuvo frente a una caja de electricidad ubicada en el cine Ambassador. Al momento de su aprehensión, se le secuestraron 9 encendedores, varias cajas de fósforos, bolsas de nylon y herramientas de mano que complican su situación.

Si bien en un comienzo hasta se barajó la hipótesis de que Arrativel sería un pirómano, la conjetura quedó desechada cuando personal del Hospital Interzonal General de Agudos (Higa) descartó cualquier tipo de brote y confirmó un grado de lucidez mental en el hombre de 53 años. Pero para Ricardo, "todo es muy sospechoso". "No creo en nada, menos a la Municipalidad y al intendente. Que me demuestren que esa persona hizo eso", exige.

El desconcierto es total. El desconsuelo es el mismo. A una semana del accidente, la herida sigue sin cerrar. El fuego quema. Algunos perdieron absolutamente todo. Objetos materiales y de un valor sentimental incalculable de años de vida. De ahora en adelante, el deseo es uno solo: empezar de nuevo.