Moderación, pragmatismo e inserción internacional
La fórmula Fernández-Fernández cumple la función importante en el plano internacional: calmar mercados e insertarse en un mundo complejo.
"Gobernar bien es entender los vientos del mundo", dijo Carlos Pagni en un reciente podcast del diario La Nación destinado al análisis de la historia de los presidentes de la República Argentina. La reflexión es acertada pero poco profundizada, dado que, no hay nada mas elemental que entender el contexto internacional para pensar una gestión de gobierno. Veamos antecedentes.
A su manera, todos los Jefes de Estado lo hicieron y quienes realizaron un diagnostico equivocado sufrieron las consecuencias. Sin irnos muy atrás en el tiempo, podemos decir que la presidencia de Raúl Alfonsín vino acompañada de la restauración democrática en los países vecinos y con ello la firma del Declaración de Iguazú como piedra fundacional de lo que luego fue el Mercosur. El presidente radical entendió que el fortalecimiento de las incipientes democracias debía darse por la vía de la integración para resguardarse de los intereses de la Guerra Fría. De esta forma se creó el Grupo de Apoyo a Contadora, una instancia multilateral establecida en 1985 por los gobiernos de Argentina, Brasil, Perú, y Uruguay, con el fin de ampliar la acción multilateral establecida por el Grupo Contadora en 1983 para promover la paz en los conflictos armados de Centroamérica.
Luego, Carlos Menem entendió que con la caída de la URSS y la hegemonía estadounidense en el escenario post guerra fría, el país debía experimentar una serie de reformas neoliberales tendientes a modernizar la economía y el Estado. En ese entonces, el G7 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Canadá y Japón) representaba el 50 por ciento del PBI y hacia allí fue la política exterior. Para los objetivos de Menem fue un éxito, para los del conjunto de la población fue una catástrofe.
Fernando De la Rúa no hizo lo que Menem debía haber hecho antes y no se animó a realizar por aliarse con las trasnacionales que ganaron terreno durante todo el menemismo: abandonar la convertibilidad. Eso terminó en un estallido social, corralito y todo lo que los argentinos recordamos perfectamente bien. En Venezuela, Ecuador y Bolivia se dieron procesos similares que permitieron la aparición de nuevos partidos que protagonizaron la década progresista posterior. Justamente, la lectura de Eduardo Duhalde primero, y Néstor Kirchner luego, en la misma sintonía que Lula en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela, tuvieron como aspecto central el fortalecimiento de sus gobiernos basados en tres pilares fundamentales: la reestructuración de la deuda, el acercamiento con China como parte de un orden mundial multilateral y la integración suramericana sostenida por el Mercosur, primero, y Unasur, después. Cristina continuó en esa línea pero se topó en 2008 con la peor crisis internacional desde el crack del 1930 y la caída de los comodities en el segundo semestre de 2014 que afectó fuertemente al conjunto de los países sudamericanos. Aquí, en lugar de ampliar la integración y diversificarla para darle valor agregado a la exportación o poner en funcionamiento el Banco del Sur, los gobiernos avanzaron en la reprimarización y el aislamiento. El error costó caro.
Lo de Mauricio Macri es el ejemplo de lo que no hay que hacer en política exterior. Con un diagnostico equivocado, el gobierno nacional apostó sus cartas a un proyecto global que estaba en crisis y decidió abrirse cuando todos se cerraron y priorizó las potencias occidentales cuando China, India y el sudeste asiático son polos de libre comercio. Hoy, es un gobierno atado a la voluntad de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional sin integración con sus pares regionales.
En este marco, cabe destacar que la fórmula opositora Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, mas allá de los elementos internos que fueron y seguirán siendo analizados largamente, es un mensaje fronteras afuera.
¿Por qué? El próximo gobierno deberá afrontar tres elementos pesados: bajo precio de la soja, endeudamiento y una región fragmentada. La figura de Cristina está asociada al pasado "populista" que, por más que pueda ser debatida largamente, no es lo que el proceso demanda.
Argentina tiene que negociar con el FMI, vincularse con Donald Trump e insertarse en una región que tiene Jair Bolsonaro comandando el país más importante de América del Sur. No hay lugar para la épica revolucionaria ni la retórica de la Patria Grande sino mas bien urge el pragmatismo y la moderación.
Bolivia y Uruguay, dos países que elegirán presidentes el mismo día que los argentinos son un ejemplo de ese viraje que el progresismo debe dar para volver a ser. En Bolivia se presenta nuevamente Evo Morales pero con muchos cuestionamiento signados por maniobras judiciales que permitieron lo que la Constitución prohibía. Con una economía ordenada que incluye algunas prácticas monetaristas como la baja de la emisión monetaria para contener la inflación, Evo entendió mejor que nadie que necesita comerciar con todos los países y por eso no le tiembla el pulso a la hora de mostrarse con Macri o Bolsonaro. En esta misma línea, Evo reunió el apoyo del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, quien consideró justo que el líder indigenas se postule.
Por otra parte, los favoritos del Frente Amplio en Uruguay son dos dirigentes con perfil más técnico que político. El intendente de Montevideo Daniel Martínez goza de un perfil dialoguista y de gestión mientras que la segunda en la encuestas, Carolina Cosse, viene de manejar el ministerio de industria y producción. Para reemplazar dos liderazgos fuertes como los que representan Tabaré Vazquez y José Mujica y para eso, optaron por perfile técnicos y moderados.
En este contexto, es correcto darle la dimensión internacional a lo que se juega en estos momentos en el país. Es lógico que muchos de los lectores no lo consideren prioritario pero la realidad es que el mundo ordena y demanda. El gobierno dijo que si continúa otro mandato "seguirá por el mismo camino pero más rápido", esto significa en el plano externo continuar atado a la voluntad del FMI y subordinarse a la estrategia de la Casa Blanca contra Venezuela y China sin ninguna contraprestación comercial.
Si es la oposición la que vuelve al poder, deberá saber que para reconstruir lo interno deberá estabilizar su rol externo a través de un acuerdo racional pero firme con el FMI, una postura independiente ante una guerra comercial entre EEUU y China que mas temprano que tarde llegará a nuestro territorio configurando un escenario de probable desintegración económica, incertidumbre y, tal vez, desarme de cadenas de valor globales y repensar una relación inteligente con los países del Mercosur, especialmente, con Brasil y su gobierno.
Retomando a Pagni, "entender el proceso histórico y los vientos del mundo para hacerle para poder gobernar en medio de las dificultades". Ante semejante desafío se requiere pensar en clave regional pero por sobre todas las cosas hace falta paciencia, pragamatismo y moderación.
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