No hay un plan económico

No hay un plan económico. Ni lo habrá. El presidente Alberto Fernández ya lo dijo: “No creo en los planes económicos”. Ergo, no lo hay. 

Un plan implica marcar un rumbo y dirigirse con la política económica hacia allí o un esquema de acciones para ser llevadas a cabo durante un mediano plazo en principio. 

En una Argentina con inflación interanual en el orden del 50%, desempleo cercano al 15%, pobreza entorno al 45%, desigualdad profunda y problemas estructurales, si algo se necesita es un plan o una dirección sobre el camino elegido y el destino al que se intentaría arribar. 

Sin embargo, ni plan ni dirección. Las internas dentro de la coalición gobernante se vislumbran cada vez más y se refugian en disconformidades respecto a la política económica que intenta plasmar el Presidente. “Intenta”, digo, porque tampoco la política económica de Alberto Fernández y su gabinete parece estar aún sólida. Las marchas y contramarchas también lo han demostrado. Vicentín es el caso insignia: 

  • 1.      Expropiación o nada 
  • 2.      Intervención 
  • 3.      Interventores devenidos en veedores 
  • 4.      Cambio de planes  
  • 5.      Perotti al mando en modo reversa 
  • 6.      ¿El Presidente se equivocó?

"Me equivoqué con el tema Vicentín", sentenció el Presidente. Creyó que la idea de expropiar la empresa tendría otra reprecusión: "Pensé que estaba más asumida la situación de crisis", dijo. Es decir dio marcha atrás con su aparente convicción por una cuestión política y social además de haberle bloqueado el juez las alternativas presentadas por el gobernador santafecino. 

Vicentín, el impuesto a la riqueza, la actualización de precios en programas como precios cuidados/maximos o el “festejo” del 9 de julio son una muestra explícita de lo que está sucediendo entre el sector duro del kirchnerismo y el pragmático Fernández y su gabinete a siete meses de su asunción donde las distintas realidades lo han obligado a cambiar sobre la marcha. Es decir, la no expropiación de la importante cerealera dudosamente quebrada, el aval a los empresarios a aumentar precios congelados ante posible desabastecimiento o el pausado proyecto de un nuevo impuesto que grava las riquezas son ejemplos de temas que se van desandando de una manera que no contenta a la ex presidenta y a su círculo. 

La valoración de gestión del Presidente ya no es la de 3 meses atrás. Seguir abriendo y profundizando la confrontación en medio de una crisis sanitaria que no ve tierra a la vista y un derrumbe económico con cifras históricas, no es negocio. Mejor, por ejemplo, avanzar con el proyecto de “moratoria para todos”, verdaderamente apoyado en general salvo por algunas observaciones que hace la oposición sobre el permiso que daría para regularizar los impuestos en sector combustibles y apuestas. 

Sacar a la Argentina del círculo vicioso de cepo, devaluación, inflación y caída económica con 10 años de estancamiento y encenderla era el mandato de Alberto Fernández antes de la pandemia. 

Sin plan, pero con posibles objetivos. La frase del Presidente sobre el descreimiento en los planes económicos que surge de la entrevista concedida al Financial Times, termina con un “creo en las metas que podemos establecernos”. Vasta experiencia reciente con las “metas” tuvimos durante el gobierno anterior. 

El programa oficial de metas de inflación, avalado por el entonces presidente Mauricio Macri en enero de 2016, contemplaba bandas de entre 17% y 12% para 2017, entre 8% y 12% para 2018 y de entre 3,5% y 6,5% para el 2019. No hay mucho para agregar. 

Argentina atraviesa un derrumbe económico similar al de 2002 pero con muchos menos instrumentos al alcance para salir de la crisis. En principio hay que evitar una crisis mayor asistiendo a los sectores más castigados lo que dure esta pandemia. Luego intentar recuperarse como bien dice el Presidente a través de obras públicas, construcción privada, subsidios y agregaría el sector pyme que concentra casi un 70% de la fuerza de trabajo. Una recuperación es posible y lo será en tanto los índices reboten el año próximo respecto de la profundidades que dejará este 2020. 

Pero una salida real del círculo vicioso no. Eso necesita un plan y consensos. Entre 2011 y 2015 los enfoques económicos de Fernández y la ex presidenta eran muy distintos y hoy esas diferencias parecen seguir crujiendo. 

Una recomposición del estancamiento que atraviesa el país implica observar un mismo problema, consensuar un diagnóstico y delinear opciones para modificar la estructura de balanza comercial, productividad, empleo y desigualdad y ello precisa de mínima una dirección. Por ahora el GPS no responde

Un presidente que busca enviar mensajes a todos los sectores. “Las decisiones las tomo yo”, se esforzó una vez más por dejar eso en claro y enviar otro mensaje a los bonistas pero finalmente un grupo terminó rechazando nuevamente la última oferta del gobierno. “Seguiremos negociando” y “no queremos hacer una oferta que ponga en riesgo a los sectores más vulnerables” son las declaraciones de último momento que abren otro capítulo de la deuda y ponen en duda que la oferta de la Argentina haya sido realmente única e inamovible.El canje tiene que salir, el Presidente necesita meter ese gol pero todavía hay considerable  incertidumbre sobre su rumbo.

La certeza es que no hay plan. 

Nada es permanente excepto el cambio. El pragmatismo, la flexibilidad y las idas y vueltas tal vez se topen alguno de éstos días con la verdadera dirección de la gestión. 

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