La historia de Leo, el bandoneonista que ahora toca con su verdadera identidad

Mar del Plata es la ciudad con más pedidos de rectificación de identidad de toda la provincia de Buenos Aires. Aunque es un trámite sencillo cuando se trata de mayores de 18 años, presenta alguna dificultad en el casos de los menores. “No tendría que haber tanta barrera en el reconocimiento del derecho a la identidad", advierten desde AMI. La historia de Leo Cubiella.

El músico Leo Cubiella es una de las 14 personas de Mar del Plata que solicitó la rectificación de su identidad.

13 de Septiembre de 2020 08:05

En lo que va del año, 159 bonaerenses rectificaron sus partidas de nacimiento en el marco de la aplicación de la ley de identidad de género y General Pueyrredon, con un total de 14 casos -13 mayores de 18 años y un menor-, es el distrito con más solicitudes, según datos del Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires.

Allí aparece el bandoneonista Leo Cubiella (30), quien hace apenas un mes y medio realizó el trámite, luego de un largo proceso interno. Por eso, que ahora se le reconozca su verdadera identidad, para él es el cierre de una historia y el inicio de otra. “Es liberador”, dice. 

Si bien desde muy chico supo que su identidad no coincidía con su cuerpo, Leo admite que se acostumbró a convivir con esa idea en la más absoluta privacidad, incluso, sin compartirla con su familia. “Cuando era adolescente no había ley de identidad de género y socialmente no estaba tan aceptado, así que naturalicé que fuera algo privado y no social”, cuenta. 

Hasta hace poco más de un año y con evasivas, Leo sólo había podido sugerir entre sus amigos más cercanos qué era lo que le pasaba. “Hablábamos de la ambigüedad del género, pero nunca pude decir nada concreto”, recuerda. Su nombre, dice, lo eligieron entre todos y “como un juego”. Pero un día llegó el quiebre: empezó a tocar cada vez más y cansado de que en las entrevistas periodísticas le preguntaran qué se sentía ser “la primera bandoneonista mujer” de Mar del Plata, resolvió que ya era tiempo de presentarse oficialmente y ante todos como Leo Cubiella. “Hasta que fui bastante grande no sabía que existía la palabra para definirlo. Mi familia tampoco: pensaban que podía ser lesbiana, pero en su vocabulario o imaginario ni siquiera estaba la palabra trans. Y a eso se suma que la figura de varón trans no está tan visibilizada”, explica.

"Empecé a tocar con más confianza, con otro color", asegura Leo, quien hace un mes y medio pidió rectificar su identidad.

“Me di cuenta de que realmente lo personal es político y lo dije. Eso me trajo tranquilidad y me facilitó el desenvolvimiento en situaciones laborales cotidianas. Al no estar tan reprimido, pude relacionarme de otra manera, decir las cosas de otra forma”, asegura Leo, quien también sintió los cambios arriba del escenario, en donde acompaña al pianista Luis Reales, a la cantante Rocío Baraglia y participa de la orquesta Rayuela. “Me sentí más cómodo, siento que toco mejor; con mucha más confianza, con otro color”, asegura el joven, quien, lejos de los prejuicios que hay en torno al mundo del tango, dice que tuvo una rápida aceptación entre los músicos. “Dicen que el tango es machista y hubo personas a las que hace diez años les hubiera costado un montón aceptarlo pero ahora lo entendieron sin problemas. Lo mismo pasó con mi familia, que fue fundamental en este proceso”, remarca.

La ley nacional 26.743 fue sancionada el 9 de mayo de 2012 y promulgada el 23 de mayo del mismo año, y establece que las personas deben ser tratadas de acuerdo a su identidad e identificadas con los instrumentos que lo acrediten respecto del nombre de pila, imagen y sexo.

Claudia Vega, abogada y presidenta de la Asociación por un Mundo Igualitario (AMI), una organización que brinda acompañamiento profesional, psicológico y militante a personas trans, travestis, intesex y no binaries, entre otras, advierte sobre la importancia del reconocimiento de la propia identidad. “Cambiarte tu propio nombre es irruptivo. Se suele decir que uno tiene un nombre propio pero es lo menos propio que tenemos: nos lo ponen nuestros padres al nacer. Entonces, para las personas trans, que sí son las que se ponen su propio nombre, es todo un tránsito, una vivencia interna muy profunda y compartirlo hacia hacia afuera no es sencillo”, dice.

En el caso de los varones trans -señala-, “viven gran parte de su proceso sin hablar, sin sacarlo hacia afuera y con mucha timidez”, y por eso la asociación civil trata de brindar un acompañamiento que les permita nutrirse para que “puedan sacar su propia voz”.

Si bien Vega asegura que se trata de un trámite sencillo, admite que presenta cierta dificultad cuando se trata de una persona menor de 18 años. La ley determina que el cambio de identidad de género se debe realizar a través de los representantes legales con expresa conformidad del o la menor, teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva e interés superior del niño o niña de acuerdo a la Convención sobre los Derechos del Niño y en la ley 26.061 de Protección Integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Es decir, exige el acompañamiento de ambos padres. “Estamos bregando para que no se convoque a ambos progenitores porque creemos que no es necesario ya que se mide la capacidad progresiva de los adolescentes. Suele ocurrir que a veces, alguno de los padres -en general, los varones- se niega a acompañar y eso demora el trámite”, sostiene la abogada especialista en niñeces y adolescencia.

“Cuando son chicos o chicas menores de edad, los padres tienen que acompañar ese proceso con mucha información y a veces sucede que no la hay. Por eso, en general ese cambio de identidad se vive como un camino de conflicto, de censura. Lo que tratamos de hacer desde AMI es acompañar desde la trilogía de amor, respeto y cuidado”, apunta Vega, que en los últimos años asesoró a alrededor de 40 familias de Mar del Plata.

A su entender, si un niño que busca cambiar su identidad de género “tiene la autonomía de poder decidir lo que quiere, el abogado debe amparar esa decisión”. “Un adolescente que llega a hacer la rectificación, que puede llevarlo a palabras, ya ha transitado muchos años su vivencia; es un proceso largo, de mucho tiempo. Entonces, exigirle que siga esperando que el padre acompañe, es seguir vulnerando su derecho a la identidad”, argumenta.

En ese sentido, considera que la presencia de ambos progenitores no debería ser un requisito para adolescentes de 13 años en adelante, “porque a esa edad ya lo tiene definido y es necesario respetar la decisión”. “No debería ser un trámite tan burocrático, no tendría que haber tanta barrera en el reconocimiento del derecho a la identidad”, resume y repara en que, “de lo contrario, eso deriva en un sinfín de vulneraciones cotidianas, como  situaciones de bullying, el nombre que no lo representa en el documento ni en el carné de la obra social o en el cuaderno de comunicaciones del colegio”, por ejemplo.