“En materia de suicidio, lo peor que podemos hacer es callar”

Aixa Galarza, docente e investigadora en la facultad de Psicología de la Unmdp, advirtió sobre la importancia de tener información, acompañar desde un lugar de empatía y desterrar los mitos que hay en torno al tema.

Foto: diario El Tribuno

4 de Septiembre de 2020 18:31

El suicidio es un tema tabú. Si bien un informe de Unicef Argentina de mediados del año pasado indica que es la segunda causa de muerte entre chicos de 10 y 19 años, se habla poco o nada de la muerte autoprovocada. En Mar del Plata, a pesar de que no hay estadísticas oficiales, se estima que en lo que va del año la cantidad de suicidios prácticamente duplica el número de homicidios registrados en 2020, que alcanza los 21 hechos. “Es un tema que en general no está bien tratado en los medios de comunicación porque, o bien se culpabiliza a la persona, se la estigmatiza por lo que hizo o intentó hacer; o no se dice nada. Lo más importante para la prevención del suicidio es poder informar correctamente a las personas y su entorno, como lo podemos pensar para la prevención de adicciones o de otras dificultades”, dice Aixa Galarza, psicóloga, docente e investigadora en la facultad de Psicología de la Unmdp. 

Galarza estudia el tema desde hace años y es el eje de su tesis doctoral. También participó -junto al extitular del área de Salud Mental del municipio, Santiago González, y docentes y estudiantes de la EET 5-, del desarrollo de una app para la detección del riesgo suicida, principalmente, en adolescentes. La aplicación, que se encuentra en su fase final, consiste en un cuestionario y tiene dos etapas que podría aplicarse en escuelas para tener una llegada masiva y detectar, a grandes rasgos, si hay algún riesgo. “En el caso de que se detecte un posible riesgo, se pasaría a una segunda etapa para hacer una evaluación más profunda y determinar si efectivamente el adolescente tiene riesgo suicida, qué tipo y qué grado, para hacer las derivaciones que correspondan”, explicó la especialista,

-¿Qué pudo observar en todo este tiempo de investigación?

-He podido ver que hay un aumento de las autolesiones que no necesariamente representan un aumento suicida pero sí son un comportamiento autodestructivo, y se inician a partir de los 13 años. Tal vez lo hacen por única vez, pero se está generalizando, por ejemplo, con juegos como el la ballena azul o el de Momo. Tal vez alguien lo hace por única vez, pero quizás otro no tiene los recursos para salir porque tiene otros padecimientos y le cuesta pedir ayuda. Ahí es cuando el riesgo empieza a aumentar. 

-¿Qué factores desencadenan un suicidio?

-El suicidio es un fenómeno multicausal. En realidad, muchas veces se habla de “tormenta perfecta” porque se tienen que dar una serie de condiciones para que efectivamente la persona que se realiza lesiones, se suicide. No es algo que pasa de un día para el otro.

Lo que uno ve de afuera después de que el suicidio fue consumado es que fue muy rápido, pero en realidad hay cosas que ya se venían gestando: tener baja autoestima, sentirse aislado, solo, sin apoyo, que no lo entienden; tener una perpectiva oscura del futuro, pensar que nada va a cambiar y uno no tiene el control sobre su vida. Otros son no tener un buen manejo de las emociones, es decir,  sentir emociones muy intensas durante mucho tiempo y no poder bajar ni regularlas.

El suicidio también está muy asociado al bullying -sobre todo en la adolescencia-, al fracaso académico o situaciones de pérdida de un familiar. Ahora, durante la pandemia, muchos factores de riesgo se intensifican para todos: el aislamiento social, el miedo, el distanciamiento social, la incertidumbre respecto del futuro; todo eso genera factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar depresión, consumo problemático de sustancias, trastorno del sueño. En un adulto, un factor puede ser la pérdida del empleo o de la casa, por ejemplo; mientras que en los adultos mayores, la sensación de abandono o soledad es uno de los factores desencadenantes más importantes.

-La persona que tiene esa idea y lleva un tiempo pensándola, ¿la dice?

-Sí. Por lo general, si uno le pregunta desde un lugar de respeto y de escucha, lo manifiestan porque necesitan hacerlo. Mucho depende desde dónde se pregunta, si desde un lugar de juzgar, retar, enojo o de preocupación genuina, empatía. Obviamente, es difícil, pero sobre este tema, lo peor que podemos hacer es callar porque eso es lo que más atenta contra la prevención.

Los adolescentes, de 13 años para arriba tienen necesidad de hablar de esto. Cuando uno les abre la posibilidad de hablar, tienen mucha necesidad de sacarse mitos como “el que lo dice no lo hace” o “si le pregunto, lo voy a incitar”. Estos mitos, lo único que hacen es impedir la prevención. Sucedió mucho a partir de la serie “13 razones”, que retrata muy bien cómo la cuestión del secreto, lo no dicho termina haciendo una bola de nieve que, si se se hubiera hablado y los adultos hubieran estado más disponibles, quizás se podrían haber evitado; no solamente el suicidio, sino también el abuso, el bullying y demás. 

Nueve de cada diez personas que se suicidaron, lo dijeron antes. Es uno de los mitos más comunes en nuestra sociedad y en el mundo. Estas creencias, que tienen fuerza de verdad a pesar de que nadie sabe de dónde salieron, se transmiten a través de las generación. Por eso, en cuanto a la detección y prevención del suicidio, uno de los puntos que todos los organismos recomiendan abordar en los talleres es desterrar los mitos. En general, el que lo dice, lo hace. Tener información nos da posibilidad de acción. 

-¿Qué indicadores hay que tener en cuenta?

-Un estado de ánimo deprimido, tristeza, desesperanza, mucha autocrítica o muy baja autoestima, poca esperanza de que las cosas puedan cambiar o tal vez, reacciones emocionales muy cambiantes. También el aislamiento y la pérdida de las redes sociales. Hoy en día tenemos que estar muy pendientes de las personas que están solas, sobre todo los adultos mayores o aquellas personas que están en los grupos en riesgo. Con ellos es importante estar presentes a través de una videollamada o un llamado telefónico. 

Otros indicadores a tener en cuenta es el cambio en el apetito, alteraciones en el sueño, cambios poco habituales en la persona. Siempre que nosotros detectemos cosas que nos llamen la atención, es importante ir y preguntar qué le está pasando. A lo mejor no es riesgo suicida pero tiene un consumo problemático. Por ahí, sí hay que estar atento a comentarios como “ya nada tiene sentido”, “nada vale la pena” o “yo no valgo la pena”. Incluso, esos comentarios muchas veces se ponen en redes sociales y son un alerta roja. Aunque no lo parezca, son pedidos de ayuda.

-En esos casos suele decirse que es sólo para llamar la atención...

-Claro, porque se está ahogando y está haciendo señas de la manera que puede para decir “por favor, ayudame”. Es la manera que encuentran y lo que sucede muchas veces por estos benditos mitos es que reciben agresión por eso.

-¿Qué otros mitos hay en torno a esta problemática?  

-Hay un montón. Uno muy habitual es “el que ya lo tiene decidido, no va a cambiar de opinión”. En realidad, las personas todo el tiempo están ambivalentes en relación a esto. Pensemos que las personas que tienen ideas sucidas o un plan de suicidio,  son personas que quieren dejar de sufrir, no es que no quieren dejar de vivir. Sienten que no pueden con la vida que tienen por el sufrimiento que les genera pero, probablemente, si uno les pudiera ofrecer una alternativa, la tomarían. La persona que está en este proceso suicida siente que está en un túnel que nunca va a terminar y que el dolor es incontrolable; tiene la certeza de que ya no hay nada para hacer y que nada va a cambiar. Entonces, claro, el suicidio aparece como una forma de resolución inamovible y eso es lo que tenemos que tratar de romper; demostrar que hay otras alternativas aún en las peores adversidades , infundirnos esperanza entre todos, conteniéndonos, siendo solidarios. Hay una luz al final del túnel y tenemos que poder sostener la esperanza. 

Lo más recomendable es consultar a un profesional para que pueda hacer una evaluación más precisa y en función de eso pensar junto con la persona y su entorno qué es lo más adecuado para hacer.

 

Línea de Prevención del Suicidio: (011) 5275-1135 ó 135 (línea gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires). Funciona la 24 horas.