Compartir compulsivamente es perjudicial para la salud: el peligro de las cadenas en Whatsapp

En los '40, Welles fue precursor de las fake news con la invasión alienígena que transmitió por radio. Por qué ochenta años después las sociedades caen en las mismas trampas. Cómo batallar contra el fenómeno de la viralización de mentiras.

Estas prácticas desestabilizan generando sensaciones colectivas de temor, desconfianza y pánico.

5 de Diciembre de 2021 10:08

La historia es hartamente conocida. El 30 de octubre de 1938, Orson Welles, llevó el clásico “La guerra de los mundos” de H. G. Wells a la radio y llamó al caos. A través de su voz, nacía una guerra inédita, la humanidad entraba en crisis, el mundo se caía a pedazos por culpa de una invasión alienígena y ya no quedaba nada más por hacer. Una pesadilla. Una tragedia sin precedentes. El apocalipsis. Todo parecía verdad, claro, aunque desde el comienzo se decía que se trataba de una simple dramatización de la obra original, detalle que se volvía a aclarar mucho más tarde, cerca del minuto cuarenta. Muchos llegaron tarde a la transmisión y no escucharon la advertencia, o la escucharon y no la advirtieron, o simplemente entendieron que la ficción es más linda de creer que la propia realidad. O algo así. No importa: lo que nos importa es el efecto del relato. La desesperación social. Porque lo que pasó después ya todos lo sabemos: pánico, corridas, gritos y suicidios en masa.

 Con el diario del lunes, nadie puede culpar a Welles por ser un hombre demasiado adelantado a su época. Lo que hizo el afamado locutor y guionista desde el teatro Mercury de Nueva York no fue otra cosa que difundir a los cuatro vientos la primera fake – un mensaje, una noticia falsa – con proporciones extraordinariamente bíblicas. Es decir: con el poder de su oralidad y genio, el estadounidense dio vida al mismo fenómeno que hoy, en tiempos de redes sociales, resulta cada vez más frecuente: el peligroso fenómeno de la viralización.

Orson Welles, un genio adelantado a su tiempo.

La historia nos enseña que, a pesar de tener más de ochenta años de distancia y de vivir en contextos tan disímiles, las sociedades no cambian. O, dicho de otro modo, que caen en las mismas trampas. En los ’40, como defensa a los que creyeron en la invasión marciana, semejante inocencia y locura se podría justificar en la falta de información que condicionaba a la época, en las enormes  dificultades para chequear lo que se escuchaba en los grandes medios. Pero hoy, en un mundo que está en el polo opuesto, donde la información no solo no falta sino que sobreabunda y se reproduce por cualquier canal, al alcance de todos, a cada hora, a cada minuto, a cada segundo, ¿qué se puede decir?

La semana pasada Mar de Plata fue epicentro de una fake news viral que alarmó a muchas familias. Tres audios burdos y difusos en WhatsApp sobre una mujer apuñalada  y un chico secuestrado en la puerta de un “maternal infantil” fueron suficientes para que numerosos padres creyeran que se gestaba una especie de “secuestro masivo de nenes”. Y no solo la ciudad fue víctima de esta falsa alarma: con unos pocos días de diferencia, ocurrió lo propio en Tigre y Neuquén. No sorprende porque las mentiras virtuales crecen así, a una velocidad que ya no entiende de tiempos ni distancias. Y eso es lo preocupante.

Tampoco se trata de una modalidad nueva pero sí es cierto que resulta cada vez más habitual, algo que también hace difícil discernir entra las verdades y mentiras que circulan por las redes. Esto mismo advierten en Red Solidaria Mar del Plata, una organización que se encarga de difundir búsquedas genuinas de personas y, sobre todo, de menores de edad desaparecidos. “Estamos viendo más noticias falsas en el último tiempo y gran parte de ese contenido viene del extranjero”, asegura Juan Hay, uno de los referentes del voluntariado local, en declaraciones a 0223.

A chequear y pensar

Pero no vivimos en “La guerra de los mundos” ni todo está perdido. Algo se puede hacer para frenar las falsas cadenas de WhatsApp. Y, aunque parezca evidente y trillado, se puede empezar a dar la batalla desde casa con armas elementales y que cada cual tiene a su alcance: responsabilidad, precaución y sentido común. Si nos olvidamos de esos escudos, entonces sí: estamos perdidos como sociedad. “El primer paso es chequear la información. Sé que suena obvio pero es fundamental encontrar datos certeros y reales y verificar ciertas cosas. Hoy es muy fácil contrastar una información: podemos googlear, consultar en Google. ¿Y entonces cómo sabemos cuándo una información es correcta? Verificando páginas oficiales. Los medios de comunicación sirven mucho para validar la información o para advertir una estafa o un engaño o que no existe”, afirma Leo Larrea Velasco (@leo_la), máster en Marketing y Comunicación Digital.

Hay, de Red Solidaria, comparte la mirada e insiste en la importancia de corroborar las informaciones relacionadas a “cosas muy delicadas”. “Hay que chequear absolutamente todo pero todavía más los temas delicados como secuestros y todo lo que tiene que ver con chicos, que es lo que estuvimos viendo en los últimos días acá en la ciudad. Y si se da información de alguna institución, es fácil: hay que ir a la fuente y ver si hay o no una declaración de esa misma institución. Si no hay nada es porque se trata de una información falsa”, resume.

Los tips de Red Solidaria para poner fin a las cadenas virales falsas en Whatsapp.

Larrea Velasco dice, además, que los mensajes virales suelen “tocar alguna fibra emocional” para despertar el deseo de compartirlo de manera inmediata, dejándose llevar por el sentimiento más que por el propio razonamiento. “Estos mensajes en general hablan de maltratos o de cosas que te pueden indignar y entonces uno actúa en base a esa emoción. Y como el mensaje suele venir de alguien que confías, entonces vos también le enviás el mismo mensaje a otras personas que obviamente confían en lo que vos decís y eso produce la viralidad”, explica.

Pero rara vez los impulsos conducen a buenos caminos en la vida. Es vital privilegiar la premura frente a la irrefrenable inmediatez a la que someten las redes. Así como el Instituto de Lotería y Casinos repite su slogan en cada publicidad, no estaría mal un cartelito en la parte superior de cualquier pantalla que recuerde lo siguiente: “Compartir compulsivamente es perjudicial para la salud”. ¿Perjudicial para la salud no es mucho? Para nada. Es un grosero error pensar a las cadenas falsas como simples maldades de adolescentes; hay que entenderlas como lo que son, acciones dañinas bien orquestadas que, en la gran mayoría de los casos, buscan desestabilizar mediante sensaciones colectivas de tensión, malestar, angustia, temor, desconfianza y pánico, al igual que lo que generó Welles con la novela de los marcianos invasores. Y ya quedó tristemente demostrado qué reacción puede tener una sociedad a la que le inyectan los venenos del colapso. Hay que tener mucho cuidado. El miedo nos destruye y no por nada, como reza alguna frase hecha, se lo ha bautizado como el peor enemigo del hombre.

"Yo creo que hoy tenemos muchas posibilidades de chequear antes de compartir. Simplemente se trata de tomarse un segundo en validar el mensaje. Pero creo que lo que hace que nos saltemos el paso de chequear la información es la emoción que nos provoca el mensaje. Como todo va demasiado rápido, y encima seguramente estamos haciendo otra cosa mientras nos llega ese mensaje, lo compartimos sin procesarlo ni siquiera para nosotros”, sostiene Larrea Velasco, en declaraciones a este medio.

No hables con desconocidos

Papá, mamá, el abuelo, la abuela, suelen repetir lo mismo a sus hijos o nietos cuando comienzan a enfrentarse al mundo exterior: “No hables con desconocidos”. ¿Y por qué no extender este mantra familiar a las cadenas virales? Por lo general, estos mensajes son ambiguos y no aportan datos concretos sobre los hechos que narran. Y tampoco es claro o totalmente desconocido el origen de la fuente que da la información, por lo que para justificar la "veracidad" de la presunta noticia, recurren a la dinámica del "teléfono descompuesto" brindando una sospechosa sensación de cercanía al asegurar que los hechos le ocurrieron "al amigo de un vecino", al "vecino de un vecino", al "compañero de un conocido", y así sucesivamente.

Por suerte, el engaño no es complejo y es fácil de desentrañar. Para ello, Larrea Velasco, quien también es licenciado en periodismo, invita a los usuarios a hacerse cinco preguntas básicas cuando reciben un mensaje: ¿Quién?; ¿Cuándo?; ¿Dónde?; ¿Por qué?; ¿Cómo?. “Estas famosas ‘W’ (NdR: por su pronunciación en inglés) son las primeras que se le vienen a la mente a la gente que está en periodismo. Son las preguntas básicas para construir cualquier noticia. Y en mi caso, siempre que me llega un mensaje dudoso, empiezo a preguntar lo mismo: ¿y quién te lo mando? ¿y quién es? ¿y de dónde? ¿y por qué?... Creo que hay que empezar a indagar un poco más en eso porque cuando estas preguntas no tienen respuesta, entonces es una prueba de que lo que se está diciendo no tiene sustento alguno y que no hay que compartirlo”, razona.

Dueñas de una realidad

 Las redes sociales se han apoderado de la “verdad” en el siglo veintiuno. En algún tiempo no tan lejano, todo lo que se decía por la tele o la radio era una verdad irrefutable. Y hoy, los grandes medios han cedido – o han perdido –  ese poder en manos de las redes. Parece que todo lo que se dice por ahí, en un tuiter de alguien que nadie conoce pero que tiene cientos y cientos de retuits, en una publicación de Facebook con miles de me gusta que por algún cálculo algorítmico llega a nuestro bio, en la storie de un influencer que sigo porque me cae simpático, es veraz. Ya se ha vuelto costumbre (mal) informarse por las redes. Y así es como también se alimentan las teorías conspiranoicas  (no es casualidad la expansión que hoy tiene el movimiento antivacunas en todo el mundo en plena pandemia del coronavirus) y, en definitiva, se termina construyendo cualquier realidad paralela.

“La velocidad frenética con la cual nos vamos comunicando muchas veces no nos permite comprender por estar leyendo tan rápido. Pasa hasta en los chats de amigos o familias, donde a lo mejor preguntamos algo que ya nos dijeron pero que no vimos porque el mensaje era muy largo o porque al mismo tiempo teníamos abierto múltiples chats. Y con la información pasa lo mismo. Escuchamos un titular, y lo repetimos pero sin profundizar en el contenido. Por eso las cosas que se comentan sobre lo que suceden suelen no ser ciertas pero ya no importa si son ciertas o no porque igual son constructoras de una realidad”, reflexiona el especialista en Comunicación Digital.