La Belle Époque y una fascinación mundial por París

Daniel Balmaceda presenta Historias de la Belle Époque Argentina (Sudamericana – 2022). Un libro que invita a recorrer los espléndidos años dorados de aquellas últimas décadas del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial.

Historias De La Belle Époque Argentina es lo nuevo del divulgador Daniel Balmaceda.

20 de Noviembre de 2022 08:33

La Belle Époque es un período entre guerras. Se piensa en esos años entre el final de la guerra franco-prusiana y el inicio de la Primera Guerra Mundial, una época donde París atraía todas las miradas e instalaba modas y costumbres por todo el mundo.

El periodista y divulgador Daniel Balmaceda busca en periódicos, revistas y documentos inéditos cómo se vivió esta época en nuestro país. Reubica las piezas y le da forma a Historias de la Belle Époque Argentina, reconociendo que “la fascinación por París era, en ese momento, en todo el mundo. De allí radiaban modas y costumbres. Por ejemplo, en esa época comenzaron a unificarse los menús de los restaurants. Justamente el restaurant, que es bien francés, logró imponerse por encima de la fonda, de la cantina, de las cervecerías alemanas. Desde ahí, el menú comenzó a escribirse en francés en todo el mundo. Unificaron los nombres de los platos. Ese es solo un ejemplo de cómo se universalizaba lo francés. Trasladaron costumbres y palabra a todo el mundo”.

-Y, aparte de nombres y conceptos, ¿de qué nos apropiamos nosotros?

- Como se venía de una guerra muy trágica, creo que el principal gusto que nos quedó fue el del esparcimiento y el deporte. También diría que fueron muy fuertes las oleadas inmigratorias. En ese momento solo había dos ciudades que generaron cambios fuertes por las olas de inmigrantes: Nueva York y Buenos Aires. Eran las dos puertas de entrada a Estados Unidos o a nuestro país. Todo ese movimiento migratorio nos cambió. Y tanto nos cambó que nosotros hablamos muy distinto a como hablaban nuestros abuelos de 1810, con costumbres sociales muy distintas y, por supuesto, costumbres culinarias que revolucionaron todo.

Parece que para los escritores, por ejemplo, París era obligatorio. Todos debían pasar por allí y, por supuesto, todos aspiraban a eso. Llegaban a Francia y al regresar traían temas y estilos nuevos. Así llegó, por ejemplo, el Romanticismo en una fecha tardía a nuestro país. Un Romanticismo que ya casi no se estilaba en Europa. Balmaceda agrega, “Lo que ocurrió en ese caso fue que, ese romanticismo encajó muy bien en ciertos autores y en una nueva escenografía acá. Porque acá, y a partir de ahí, empiezan a escribir considerando la necesidad del ser humano de disfrutar, de viajar y, además, con todo un aporte tecnológico que hacía que se sintieran que tenían nuevas batallas que lidiar. Sobre todo contra la naturaleza y contra el tiempo. Ganarle al tiempo, ganarle a la naturaleza con los aviones, con los barcos, con el teléfono. Por eso se generó ese nuevo lugar desde donde poder llevar adelante ese romanticismo”.

La condición de ser “La ciudad luz” traía una rotura con pensamientos y figuras de tiempos anteriores. Había una tendencia a buscar en la tecnología y en la razón todas las respuestas. El ser humano en el centro, ya la luz no solo era Dios, sino que estaba en las todas las calles, en todas las casas y seguía expandiéndose. “La iluminación estiró los horarios de actividades, la electricidad mejoró el nivel de vida de las personas” explica el periodista.

El periodista y divulgador Daniel Balmaceda.

-Con ese avance tecnológico también convivía algo del pasado. De hecho, la llegada del Cometa Halley generó muchas posibilidades para observarlo científicamente, pero también mucha incertidumbre y tragedias por temor a su llegada…

- Exactamente, y está bien que lo menciones porque no es un tema tan pequeño el del Cometa Halley. Vamos a pensarlo junto al Titanic. El Halley en 1910 y el Titanic en 1912. Son dos momentos en que el ser humano se da cuenta de que la naturaleza no está completamente vencida y que todavía no podemos dominar al universo, el lugar que ocupábamos. Todo eso lo termina confirmando la llegada de la Primera Guerra Mundial. No teníamos la felicidad comprada y el dominio absoluto sobre la naturaleza y sobe las cosas.

-¿Qué fue es que apareció mientras investigabas y le dabas forma al libro que no esperabas?

- Puede ser extraño o trivial, pero lo que a mí más me llamó la atención fue la importancia del balcón en aquellos tiempos. Como las casas con cinco o seis pisos tenían su lugar de privilegio en el balcón. A la tarde tomaban el té en el balcón y eso quiere decir que veías desde ahí a todos y, a su vez, te veían a vos. Era un palco a la calle todo el día, pero principalmente a la tarde, cuando caía la penumbra. Por otro lado, cuando ocurrían hechos como los desfiles por los centenarios o el funeral de Roque Saenz Peña, los vecinos alquilaban sus balcones para darle la posibilidad a otros que vieran lo que ocurría desde otro lugar y además se hacían unos pesos (de ahí la frase “para alquilar balcones”). Me sorprendió la cantidad de avisos de alquiler de balcones. Cuando llegaba un pariente, lo primero que se hacía era ir y mostrarle el balcón y la vista desde ahí…

-Pero esos balcones que se alquilaban convivían con los balcones de los conventillos, que eran totalmente diferentes. No eran palcos, sino solo una ventana hacia el exterior…

- El balcón del conventillo era interno y no tenía el glamour o la utilidad de ese palco a la calle del que hablamos. Y eso trae, justo, esos dos contrastes. Por un lado, llegan arquitectos franceses, italianos, alemanes y generan grandes edificios y surgen construcciones magníficas en Mar del Plata, Buenos Aires, Rosario. Pero también tenés los conventillos debido a esa explosión demográfica que no había forma de contener. Llegaba tanta gente que se daba ese contraste porque no había espacio.  Pero esas diferencias se buscaban saldar desde el gobierno que tenía una balanza comercial positiva y que pensaba en mejorar el estilo de vida con mejores tranvías, subtes, calles, urbanidad y generar grandes cambios.

-Me quedé pensando en ese cambio de lo público y lo privado que generó la época…

-Claro, eso se afianza también porque empezás a tener una gran cantidad de parque para disfrutar, pero también porque se logra el descanso dominical (1905). Ya empiezan a tener el sábado a la noche y el domingo todo el día libre y se aprovecha a salir al parque que se convirtió en un lugar público de gran suceso.

La Belle Époque en Argentina y un estado de ánimo que se manifestó en un cambio de actitudes sociales, tecnológicas y urbanas. Lo francés, su signo de refinamiento y su sacudimiento cultural dejó huellas en nuestro país, en nuestra cultura y en nuestra sociedad.