La cuadrada o el valor de rescatar una ausencia desde la literatura

La Cuadrada es la nueva novela de Juan Carrá, un texto con un estilo atípico al que el periodista marplatense nos tiene acostumbrados en sus libros anteriores. Es una historia que nace de la muerte, del dolor y la necesidad de duelar, una historia que nos hace presente lo ausente.

La cuadrada comparte algo de los libros de poesía.

8 de Junio de 2025 14:50

Antes de su publicación, La Cuadrada fue varios textos diversos. Y mucho antes de ser diversos textos, fue vida y dolor durante muchos años, hasta que finalmente encontró su lugar y su estilo.

Con la muerte como disparador (la muerte de una hermana pequeña), no daba para crónica ni ensayo, ni para una ficción total. El texto iba y venía. También incomodaba, porque cada intento era traer ese dolor permanentemente, sin permitir tomar distancia del tema.

"Esta novela me llevó cinco o seis años hacerla, hasta que llegué a la ficción y, en un momento determinado, apareció esta forma. En realidad, fue previo a la pandemia. Volví al campo de mi abuelo porque eso lo tenía claro: quería que se diera el cruce de la muerte de mi hermana y la muerte de mi abuelo. Ese era el punto de partida. Entonces, me fui al campo de mi abuelo a ver cosas, a ver qué pasaba, porque era algo que no hacía desde hacía mucho tiempo", comienza diciendo Juan Carrá sobre su nueva novela: La Cuadrada (Saltar el Pez – 2025).

El ejercicio funcionó y el resultado es un gran texto que, desde la ficción, le permitió al autor decir muchas cosas íntimas y personales.

—¿Pensás el texto y el ejercicio de escritura como parte del duelo?

—Sí, yo creo que es parte del duelo, es parte de un duelo inconcluso, y también creo que es un duelo permanente, sobre todo el de mi hermana. El de mi abuelo, quizás, está más saldado. Pero bueno, el texto mismo lo dice: vivir la muerte tan temprana, el vínculo con la muerte de una manera tan descarnada y tan temprana, hace que ese vínculo se trastoque para siempre.

Juan perdió a su hermana dos días antes de su cumpleaños número nueve. Ella tenía apenas un año y medio y, por eso, él mismo aclara: "Incluso me pasa eso, ahí tengo un punto medio nebuloso, a veces pienso que son diez años, a veces son nueve. Sí, lo seguro es que estaba entrando a cuarto grado. Eso es seguro porque yo recuerdo que falté el primer día de clases, fue justo ese primer día, y cuando volví a la escuela me cagaron a pedos por haber faltado. Hasta me preguntaron de una manera muy violenta: '¿Por qué faltó el primer día?'. Recuerdo que cuando les contesté: 'Porque se murió mi hermana', la maestra se quedó blanca. Nunca me voy a olvidar eso, se quedó parada, así, como no sabiendo qué carajos decir. Lo que también habla de una desprotección absoluta. Yo, la verdad, es que admiro cómo mis viejos lograron salir de ahí, dentro de todo, ilesos. Vuelvo a esta idea de mi hermana y de mí, que nosotros en ese momento no teníamos herramientas para nada, quedás a la intemperie, quedás absolutamente a la intemperie, porque si vos ves que tus viejos se caen, a vos se te caen todos los marcos de referencia, se te cae todo", cuenta el escritor y periodista.

Juan debajo del nogal donde encontró la historia definitiva.

La Cuadrada se cerró durante ese viaje "al campo". Ese viaje que él vivió, en realidad, dentro del viaje al campo. Juan mismo lo cuenta: "Yo sentí en el cuerpo que el texto se cerraba cuando estuve en el campo".

Él, luego de la decisión de ir hacia allá, habla con su padre, quien lo manda a hablar con su tío Juan. Este lo acompaña y se suma también su otro tío y padrino, Jorge. Solo faltaba su papá, pero él "con esas cosas no quiere tener nada que ver. Desde que murió mi abuelo dejó de ir al campo", explica el periodista.

—¿Y cómo fue esa experiencia?

—Fue espectacular ese viaje, espectacular en todo sentido. La pasamos bárbaro y yo, no sé, fue encontrarme, fue llorar, recorrer el pueblo que desde hacía muchos años no lo recorría, recordar en cada lugar anécdotas que tengo desde que era chiquito, anécdotas de más adolescente y anécdotas de grande. La última vez que había ido, pensaba, yo ya era grande, incluso ya tenía a Vicky, y había ido con mi abuelo. Hay una foto que publiqué hace poco, donde estoy sentado bajo un nogal, una foto que me sacó mi tío sin que yo supiera. Y estoy con la libreta, escribiendo, y ahí me di cuenta por dónde era la cosa. Ahí me di cuenta cómo cerraba la historia.

Según el autor, en la historia hay licencias propias de la ficción, una ficción que abarca cerca del 70 por ciento del contenido del libro. Pero esto no desgasta en absoluto la escritura y el estilo de Juan Carrá; por el contrario, lo amplía. La Cuadrada es algo totalmente ajeno a su obra, un salto en su narrativa que deja una sensación de algo más, porque a esa prosa poética que consiguió hay que sumarle una serie de poemas que no desentonan en nada. Es una historia hecha de una textura de lenguaje completamente distinta a lo que nos tenía acostumbrados en sus libros anteriores.

La obra literaria de Juan Carrá.

Por otro lado, este libro comparte algo con los libros de poesía: la brevedad, los espacios en blanco en las hojas, esos espacios que dan aire al lector, y en algunos de estos capítulos se necesita realmente aire para asimilar lo que se está leyendo, así como la posibilidad de abrirlo en cualquier lado y encontrarse con algo interesante que cierra literariamente sobre sí mismo.

"Yo no lo pude leer de nuevo. De hecho, me invitaron a una lectura para su presentación y yo me acordaba más o menos de algunos títulos, entonces empiezo a leer el capítulo justo de la muerte de mi hermana y cuando lo estoy leyendo, en un momento determinado, por dentro me digo: '¿Qué carajo hice? Estoy loco, ¿cómo voy a leer esto públicamente?'. Luego el editor me cuenta que toda la gente quedó enloquecida. Yo no llegué a llorar, pero me quedé como asfixiado", relata.

—¿Recordás algún capítulo en especial por algún tipo de efecto o golpe que te causó?

—El capítulo del pez. Fue uno de los que más loco me volvió escribirlo, pero ahí hay algo de la materialidad de las manos, hay mucho trabajo con las manos en esa parte y es algo que a mí me encantaba de mi abuelo. Él era un hombre rústico, con manos de campo, de uñas mugrientas, que en realidad eran limpias, pero parecían mugrientas por lo curtidas, esas manos ásperas. Me fascinaba verle las manos y, comparativamente, yo tengo unas manitos todas frágiles, flaquitas. En ese capítulo, donde él me pasa el pez y yo lo sostengo y siento que el pez se está muriendo y lo suelto en el agua como para que no haya muerte en mis manos, es todo ficción. Pero te juro que, desde que lo escribí, lo vivo como un recuerdo absolutamente real, porque hay algo ahí que siento que en esa escena rescaté todo lo que había de vínculo entre mi abuelo y yo.

Presentación de La cuadrada.

—Quizás ahí esté el duelo, ¿no? Digo, en eso de tenerlo con vida entre mis manos y en algún momento tener que dejarlo ir, soltarlo…

—Puede ser, no lo había pensado y está bien eso. Yo también creo que hay algo ahí que se roza con lo de mi hermana. Con eso de "ahora a seguir y pensar en otra cosa". Ya pasaron muchos años y son muchos años cargándolo de una manera rara, con silencio, con el desacomodo. Yo también, en algún punto, eso es lo que yo quería para mi familia: que sea la mejor forma de duelar y cerrar. Yo ya no quiero más silencio y mi manera de romper el silencio es escribir y por eso está este libro.

La Cuadrada es más que una novela, así como no es un libro más de Juan Carrá. Esta historia es un recordatorio de que, incluso en la tristeza, hay espacio para la belleza y la creación. La Cuadrada, los recuerdos y el dolor de Juan, en un libro que convierte la ausencia en presencia.