Wilson, la historia de un ministro de Festejos y Protocolos que se parece demasiado a la realidad
Mauro De Angelis suma una nueva novela a su obra: Wilson. Escrita en 2019, esta obra arrastra una actualidad sorprendente. El poder, la intriga, el desinterés y un amor ausente conforman la historia de Wilson, el ministro de Festejos y Protocolos de un gobierno demasiado real.
Wilson (Ediciones Bucarest - 2025) es la nueva novela de Mauro De Angelis, una historia que comenzó a escribirse en 2019, pero que llega a este 2025 con una vigencia increíble. "¿Qué ocurre cuando la locura tiene corona? ¿Cómo se sobrevive en un régimen donde la fantasía se convierte en ley?", se preguntan sus editores en la presentación.
Desde el primer vistazo, Wilson se presenta como una fábula, en gran parte por el escenario que su autor elige como telón de fondo. "Es una novela que tiene un aire de fábula porque está anclada en una realidad que parecería ser sacada de un cuento. No se sabe bien dónde es, si es una isla imaginaria, probablemente del Mediterráneo, pero, como dice por ahí, puede ser también caribeña; es un lugar medio mágico. Y el tiempo de la acción es el presente, pero también puede ser tranquilamente un pasado remoto. Es medio impreciso tanto en el espacio como en el tiempo, pero eso surgió natural, no fue buscado para nada", cuenta Mauro De Angelis.
—Ahora, a pesar de esto, la novela tiene mucha actualidad. Háblame un poco de la cuestión del poder, ¿buscaste alguna conexión política en la historia?
—Este libro fue escrito en 2019, prepandemia, antes del surgimiento del mundo como lo vemos hoy, y mucho antes de que ciertos personajes que se mencionan estuvieran en el poder. Algunas cosas se pueden ver desde el presente, pero en realidad surgieron en la escritura, no fue tan meditado en el momento de escribir. Quizás ahora se puede interpretar de muchas maneras, al menos conscientemente, pero yo en su momento hice una novela donde hay un rey, donde hay cruces de poder y algunas otras circunstancias que sí puse a propósito, digamos, poderes políticos, poderes económicos, poderes religiosos, todo muy como en broma, pero en realidad es en serio. Hay personajes muy nefastos que están en el poder, como el mismo Wilson, quien es ministro y no deja de ser un político. Pero en su caso, parece un político honrado, un tipo que quizás no es corrupto, pero que está metido dentro de ese mecanismo y, por su forma de ser, termina expulsado de él. Él trata de hacer las cosas bien y de llevar su vida lo mejor que puede, pero le pasan muchas cosas que son graciosas o tristes. Mi intención, realmente, fue seguir al personaje en sus peripecias e ir descubriendo qué pasaba a medida que escribía; fue realmente así, no es algo premeditado, surgió día a día con la escritura de la novela.
Múltiples lecturas: política, memoria y cordura
La novela tiene, en realidad, varias líneas de lectura. Podríamos decir que la política es tan solo una de ellas. En Wilson, es una representación, a modo de fábula o de ficción, sobre el poder, la memoria y la fragilidad de la cordura. A través de las memorias de Edmundo Wilson, un funcionario del Ministerio de Festejos y Protocolos de una isla ficticia tan tropical como mediterránea, se despliega una historia que conjuga el delirio político con una sensibilidad profundamente humana.
—¿Qué significa el exilio de Wilson para su desarrollo como personaje y para la trama inclusive?
—Es como el símbolo de su fracaso, pero también el símbolo de que él no encaja en ese nuevo formato político. Es un exiliado político que, de alguna manera, sigue en el poder, pero desde otro lado.
Desde allí, Wilson decide contar su verdad, sus memorias, pero, a su vez, todo está cruzado por la nostalgia, por un amor al que no alcanza. "Es algo muy sutil, pero tiene que ver con la incomunicación, porque Wilson no puede conectar con la persona de la cual se enamoró. Y todo lo que hace como ministro de Festejos y Protocolos es siempre tratar de, en cierta forma, comunicarse con esa persona a través de la realización de ceremonias y de hacer un trabajo de forma correcta. Pero pasan cosas y todo termina en algo tragicómico. Él tiene una gran melancolía porque, además, es una persona que se va acercando a cierta edad y no logra concretar. Es alguien de logros pobres", dice el autor.
Y agrega: "Él es un buen tipo. Y esa es la cuestión. Él quiere hacer su trabajo bien y, aunque a veces posee información con la que podría ganar más dinero, por ejemplo, no lo hace. Él se mantiene fiel, es como un político raro, una persona de una familia, a pesar de ser el último de esa familia, y por eso también es muy respetado y aguanta en su fracaso".
Wilson se narra con una voz que transmite una melancolía lúcida, aun cuando los eventos bordean lo absurdo y cuando el humor está presente. La historia tiene todos los elementos necesarios para hacerla atractiva y potente, nada le sobra: intrigas políticas, eventos absurdos que la realidad luego demostró que se pueden concretar y, peor aún, que alguien puede pensarlos y llevarlos adelante, y reflexiones personales.
Sí, Wilson reflexiona. Siempre reflexiona sobre todo y hace de su soledad un instrumento para buscarle sentido al caos en el que estuvo.
—Mauro, la última pregunta tiene que ver con cómo aparece Wilson en tu vida literaria, en tu biografía literaria, y cómo se fusiona con tu obra anterior…
—Para mí, es un libro que me dio siempre muchas satisfacciones porque, en cuanto a la escritura, fue muy feliz. Me parece que logré lo mejor que pude en su momento, y me parece que es un libro que, con el paso del tiempo, me sigue gustando y creo que debe ser de lo mejor que escribí; me siento muy contento con él. Me dio mucha satisfacción también porque, en su momento, fue seleccionado y quedó finalista de una convocatoria que hizo La Bestia Equilátera entre muchísimas novelas y quedó entre las diez primeras. Yo eso no me lo esperaba y eso me dio mucha alegría también. Siempre estuvo ahí, cerca de editarse, pero pasaba el tiempo y no se lograba, no lograba convencer a las editoriales. Hubo muchos intentos, mucha gente que trató de ayudarme, me contactó con distintos editores, pero no es fácil para nadie y recién el año pasado pude acercar el material a la gente de Ediciones Bucarest gracias a Jorge Chiesa, quien había editado con ellos, y al mes me llamaron que lo querían editar. Para mí es una alegría muy grande, me hubiera amargado mucho si el libro no hubiera sido editado, pero me quedo muy tranquilo de que por fin puede salir. Luego los libros hacen su recorrido y eso ya es otra historia, pero tener un libro y no poder editarlo es frustrante, pero ya está. Wilson es ahora un libro completo y me ha dado muchas satisfacciones.
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