De acostarse con 5 personas en un día a no parar de masturbarse en Navidad: intimidades de adictos al sexo

Cecilia, Lucía y Carlos comparten con 0223 el drama de la hipersexualidad en primera persona. Destrucción de amistades o parejas y hasta la pérdida del trabajo, asoman como algunas de las graves consecuencias de este trastorno. "No somos degenerados: somos personas enfermas que la pasamos muy mal", explican.

Los grandes tabúes y prejuicios sociales del sexo condicionan la búsqueda de ayuda.

No, la adicción al sexo no es un chiste: existe y es una enfermedad que, lejos de placer, acarrea mucho dolor a quienes la padecen. Es una adicción, incluso, más cruel que otras por el peso del estigma social. La vergüenza o el temor condicionan seriamente la posibilidad de salir a enfrentar el problema y encontrar algún tipo de tratamiento. Y mientras más se dilata la búsqueda de ayuda profesional, mayor es el daño.

Por lo general, cuando se habla de sexo, hay una natural tendencia a la banalización. Pero en materia de adicciones, no hay lugar para las miradas superficiales: cada una de estas conductas compulsivas responden a patrones "deteriorantes" que afectan no solo a la salud sino a distintas áreas de la vida.

"Hasta que se decreta el malestar, muchas veces hay conductas previas que son placenteras. Esto también lo tenemos que saber. En toda adicción, al principio, las personas se sienten bien pero en realidad lo que están sintiendo es un alivio a un sufrimiento mucho más profundo", explica la sexóloga Cecilia Cardarelli (MP: 45799).

 

Las consecuencias de la hipersexualidad son innumerables. Algunos empiezan a distanciarse de sus amistades, otros terminan por destruir el matrimonio y también hay casos límites donde las personas pierden hasta el trabajo al no poder controlar sus comportamientos compulsivos. “Por mis conductas no perdí un solo trabajo, perdí muchísimos”, lamenta Carlos, al compartir el drama de su experiencia.

Carlos es un ingeniero de Tucumán, está casado hace siete años y se alegra al decir que su “última conducta nociva” data de exactamente tres años y once meses. Dice que cinco años atrás, en una Navidad, vivió el punto de inflexión de su adicción. “Estábamos bailando juntos con mi esposa y ahí sonó la alarma de la computadora indicando que había finalizado la descarga de una película, que obviamente no era navideña”, recuerda, y agrega: “Acá, ya no podía parar de ver porno y entonces mi esposa me dio un ultimátum para que haga algo y salve el matrimonio”.

Lucía, en cambio, dice que todavía no habló del trastorno de hipersexualidad que sufre con la pareja estable que tiene hace ocho meses. “Es un tema delicado pero confío en que lo va a comprender. La verdad que con esta adicción se me hace difícil estar en pareja porque por momentos me aíslo o siento una suerte de  ‘anorexia’ sexual. Me cuesta mucho conectarme con otra persona, desde la intimidad y desde lo emocional”, explica, en diálogo con 0223.

Lucía es docente y se mantiene “abstinente” desde hace seis años. Dice que las únicas personas que saben del problema son sus “amigas más cercanas” aunque reconoce que tampoco “terminan de entenderlo del todo”. Ella, al igual que Carlos, es adicta al consumo de pornografía. “Veía videos en mi casa, encerrada en la habitación, y me quedaba despierta hasta la madrugada consumiendo porno sin poder parar”, relata, y rememora: “Yo me di cuenta que tenía un problema cuando me enteré que un amigo que quería mucho también era adicto. Recién ahí entendí que tenía que buscar ayuda”.

Pero las experiencias más extremas se escuchan en boca de Cecilia, quien asegura haber tenido relaciones sexuales con cinco personas diferentes, por separado, en un mismo día. “Llevé un conteo en algún momento pero después me di cuenta que ya ni me acordaba bien con quién ni cuándo, ni con cuántos estuve”, confiesa, en una entrevista que le concede a este medio.

La chica dice que tomó noción de su adicción recién a los veintiocho años pero aclara que el “proceso de inflexión fue paulatino”. “Creo que fui adicta durante gran parte de mi adolescencia y adultez. Me fui dando cuenta que había una gran diferencia entre mis experiencias y las de mis pares y que no eran buenas experiencias. Empecé a sentir un vacío y me sentía insatisfecha. Y un día tuve una discusión fuerte con una persona muy cercana y todo me terminó de cerrar. Yo estaba evadiendo mis problemas con sexo”, afirma.

Sexo vacío

Cecilia pensaba permanentemente en sexo, al punto tal de no poder concentrarse “en las tareas básicas del día a día”, algo que la empujó a presentar la renuncia en el trabajo y a encerrarse en su casa. “Recuerdo no haber salido por un tiempo. No sabía bien qué me pasaba, o sí, pero no quería reconocerlo. Lo que se me pasaba por la cabeza era que me sentía muy sola, y la única manera de aliviar eso era cayendo en ese círculo vicioso de conocer a alguien y tener relaciones. Y al otro día otra persona, y así”, cuenta.

La adicción al sexo puede manifestarse de muchas formas: no solo implica una tendencia a mantener relaciones en forma compulsiva, sino que también puede estar ligada a un consumo problemático de pornografía.

La joven, que lleva tres años en recuperación, reconoce que el “momento de levante” era lo que despertaba “más adrenalina” en ella. “El ‘durante’ a veces lo disfrutaba mucho, sobre todo si me sentía cómoda con la persona, que la verdad esas experiencias sí las cuento como naturales. Pero había oportunidades en las que me sentía desconectada del momento totalmente. Simulaba estar pasándola bien pero no era el caso, un bajón. Y después me sentía vacía y sentía que necesitaba otra persona, otra experiencia y así y así”, insiste.

“Ni hablo de lo que me provocaba si alguien me llegaba a rechazar: o no salía de la cama o tenía más sexo de lo habitual solo para reafirmar que yo era deseable. Una locura”, señala Cecilia, y agrega, por otra parte: “Mi comportamiento me puso en situaciones de peligro. Tener, por ejemplo, sexo anónimo (con alguien que no conocés o conocés poco) sin protección es una de las cosas más arriesgadas que hice”.

Entre tabúes y prejuicios

Para Carlos, la adicción al sexo es “demasiado cruel” en estos tiempos donde todavía escribir sobre "sexo" despierta incomodidad y resquemores en algunos sectores de la sociedad. “Si sos alcohólico a lo sumo te dicen que sos un borracho, o si tu adicción es al juego, te tildan de timbero,  pero con esta adicción te dicen que sos un degenerado, un violador o algo semejante, y no... no somos eso: somos personas enfermas que la pasamos muy mal”, insiste el ingeniero.

La adicción al sexo no trae placer: solo agrava los cuadros de soledad, insatisfacción y depresión.

“Las personas deben reconocer que existen estos trastornos. No debería ser algo tabú, todos deberíamos estar más informadas al respecto”, considera Cecilia, en la misma línea, y agrega: “La sociedad tiene que mantener la cabeza y el corazón abiertos; deberíamos romper ya con los prejuicios y los tabúes respecto al sexo y a la salud mental fundamentalmente”.

Lucía, por su parte, asegura que “hay mucha gente que está sufriendo esta adicción en soledad” y que “no sabe pedir ayuda” por “vergüenza, pudor o angustia”. La docente, además, apunta contra los “disparadores culturales” que se ven a diario en “publicidades, películas, series, vestimentas de moda y chistes sexualizados”, una mirada crítica que también comparte Carlos.

A dónde ir

Por sus múltiples expresiones, la adicción al sexo no tiene un diagnóstico clínico. Recién en 2018 se incorporó como un desorden de salud mental en la lista de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud. Y, de hecho, en Argentina tampoco hay instituciones sanatoriales que aborden este trastorno. 

"A diferencia de lo que pasa con la mayoría de este tipo de cuadros de salud, no es posible detectar causas unívocas o precisas. Pero, como patrón general, lo que sí se puede ver es que las personas que padecen estas adicciones tienen personalidades con muy baja tolerancia a la frustración", apunta la sexóloga Cardarelli, quien también dicta clases en colegios de Mar del Plata.

Lo que sí existe es Sexo Adictos Anónimos (SAA), un grupo de autoayuda con sede en Capital Federal que funciona bajo la misma lógica de Alcohólicos Anónimos con “Doce Pasos” y “Doce Tradiciones” que ayudan a la persona a encontrar un camino de recuperación.

La estrategia de recuperación de Sexo Adictos Anónimos sostiene las mismas bases de Alcohólicos Anónimos. 

“El programa es el mismo de Alcohólicos Anónimos pero con algunas adaptaciones lógicas: por ejemplo, nosotros decimos de qué conductas nos queremos abstener pero no es que no queremos tener más sexo. Lo que queremos tener es una sexualidad sana, que es algo completamente distinto”, aclara el ingeniero, uno de los participantes activos de SAA, y detalla: “Entonces acordamos abstenernos de nuestras conductas nocivas, solo por hoy, solo por estas 24 horas, y así vamos contando los días”.

Antes de ingresar, el grupo ofrece en su web una guía de “autodiagnóstico” con preguntas básicas y esenciales que permiten identificar síntomas y dar cuenta o no de la hipersexualidad. “Cuando hice el test, comprendí que lo que sucedía tenía nombre, y que también había otras personas que lo padecían. Fue un gran alivio encontrarme con eso. Responder las preguntas de autodiagnóstico, con total sinceridad, te pone en evidencia que hay comportamientos que no son sanos y que hay que ponerle mucha atención a como nos vinculamos”, destaca Cecilia, quien de todos modos mantiene un acompañamiento de manera paralela con un terapeuta profesional.

Lucía también valora la importancia de participar en reuniones de autoayuda y, sobre todo, de estar dispuesto a escuchar “a otras personas que están o que pasaron por las mismas situaciones, que pudieron parar con la adicción y que ahora tienen vidas diferentes y mucho mejores”. “Nos quita un peso enorme de encima saber que no estamos solos, nos acompañamos, nos entendemos y nos ayudamos unos a otros”, resalta, y expresa: “Ojalá más personas puedan animarse y acercarse a los grupos. A mí me cambió la vida poder entender qué me estaba pasando y lo que podía hacer para sentirme bien conmigo misma, teniendo una vida sexual sana, estando o no en pareja”.

Comenzar no es fácil

Ningún cambio o solución se produce de un día a otro. Para ninguno de los entrevistados fue fácil asumir la problemática, poner la cara en los encuentros de Sexo Adicto Anónimos y hablar frente a desconocidos de sus conductas más íntimas y vergonzosas. Carlos, por ejemplo, dice que no hubiese ingresado si no era por la insistencia de la esposa, que hoy sigue siendo una ayuda clave para no recaer en las prácticas que lo llevaron a su peor versión.

“Ella, muchas veces con firmeza, y otras no tanto, me da una mano para que no consuma pornografía o caiga de nuevo en la masturbación compulsiva con o sin material pornográfico. Y tampoco vamos a comprar ropa interior ni vemos series o películas que tengan escenas sexualizadas o eróticas. Todo eso es una gran ayuda para mí”, comenta.

El hombre que proviene del norte del país y que hace tiempo se instaló en Buenos Aires valora el oído que ofrece SAA "sin juzgar a nadie". “A las reuniones asisto ya sea de manera presencial o virtual. Y hago distintos servicios, que van desde servir un té a coordinar una reunión o representar a mi grupo en una reunión con otros grupos de Argentina o incluso de otros países. Pero el servicio más importante es que yo vaya a la reunión”, enfatiza.

Cecilia confiesa que tuvo “mucho miedo” y que hasta era escéptica de los resultados que podía obtener a través del tratamiento de recuperación que ropone el grupo de autoayuda. “Yo no creía mucho pero me recibieron con respeto y me explicaron todo a medida que la reunión avanzaba. Fue la primera vez que sentí que alguien me entendía totalmente por lo que me estaba pasando. Creo que los doce pasos planteados sirven como guía pero que cada uno después encuentre su propia forma, sus propias reglas para recuperarse”, reivindica.

Y si bien ha sufrido recaídas recientes, la chica valora cada parte del proceso y entiende que “todo forma parte del mismo aprendizaje”. “Creo que las recaídas también sirven mucho. En cada una pude ver lo mucho que había avanzado y lo importante que era escucharme, prestarme atención y actuar acorde a mi deseo. Es muy difícil, pero es una de las cosas que estoy aprendiendo en la recuperación: la importancia que tiene la comunicación con uno mismo”, dice, y concluye: “Yo por eso pienso que el sexo es una manera más de comunicación con el otro pero también con nosotros mismos. Es una manera de expresar deseos, amor, placer, y como toda comunicación el sexo también debe ser consensuado y con respeto, a nosotros y hacia con quien lo compartamos”.

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