A 30 años del caso Comaschi: la atleta a la que un error administrativo le arrebató el sueño de ser olímpica

En diálogo con 0223, Ana María Comaschi repasó la pesadilla que vivió en Barcelona 1992 por el insólito olvido que cometió el COA: no la inscribieron para participar de la competencia. Años después inició una demanda y la Justicia falló a su favor. Hoy es instructora de educación física de la Policía bonaerense y logró reconstruir su vínculo con el deporte con una nueva faceta.

Se cumplen 30 años del error del COA que le impidió a Ana María Comaschi competir de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

15 de Agosto de 2022 15:02

Ana María Comaschi llegó a Barcelona con toda la ilusión a cuestas para competir en los Juegos Olímpicos. La atleta oriunda de Necochea rondaba por España luego de haber logrado la clasificación una semana antes para competir en heptatlón, la prueba combinada de atletismo. Pero cuando se acercó a la villa olímpica para hospedarse no se pudo acreditar. El sueño de ser olímpica había terminado antes de comenzar.

La historia se remonta a fines de julio de 1992. La investigación que se montó para esclarecer el caso permitió comprobar con el correr de los años que la atleta no pudo participar de la competencia por un error administrativo. El Comité Olímpico Argentino (COA) no mandó el fax con sus datos en tiempo y forma para integrarla a la nómina oficial de atletas argentinos y no pudo participar.

Treinta años después, la deportista olímpica que no figura en los registros, diarios ni archivos rememora su fallida participación en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 en un mano a mano con 0223. Un caso que, con un juicio de por medio, sentó precedentes en el deporte nacional y dejó al descubierto la inoperancia de los dirigentes del COA.

El error administrativo del COA generó un escándalo por la no inclusión de Ana María Comaschi en Barcelona 1992.

Desde entonces, en cada torneo compitió presionada y después de los Juegos Panamericanos Mar del Plata 1995 se retiró de manera definitiva. A los pocos años ingresó a la Policía de la provincia de Buenos Aires, donde volcó toda su experiencia de atleta y se convirtió en la primera mujer instructora de educación física dentro de la fuerza.

Después de permanecer distanciada del deporte por décadas, Comaschi encontró un nuevo lugar dentro del atletismo: reivindicando el protagonismo de las mujeres, participa de seminarios de género e integra una comisión de protección de atletas ante casos de acoso y abusos.

 

Papelón olímpico

Comaschi fue designada por la Confederación Argentina de Atletismo (Cada) para los Juegos, pero la inscripción - que debía remitir el COA a la organización - nunca llegó. Un verdadero papelón.

Sus primeros pasos dentro del atletismo los hizo en Necochea, donde nació y se crio. A los 18 años abandonó su ciudad y se trasladó a Mar del Plata para estudiar Educación Física. Con el correr de los años comenzó a destacarse en competencias nacionales y a comienzos de los '90 se consolidó como una de las principales figuras del atletismo femenino.

Dotada de una gran velocidad y un poderío físico, con 25 años viajó a España a disputar el Iberoamericano de Sevilla, donde finalizó segunda en la prueba de heptatlón con 5.795 puntos y consiguió, con apenas unos días de antelación, la clasificación a los Juegos Olímpicos de Barcelona. El sueño de ser olímpica era realidad, pero se esfumó por un insólito error administrativo: el COA olvidó enviar la planilla con sus datos correspondientes al Comité Olímpico Internacional (COI) para integrarla en la delegación argentina.

Comaschi había llegado a la capital catalana cuatro días antes de que comenzaran los Juegos, pero cuando ingresó a la villa olímpica el 23 de julio de 1992 no se pudo acreditar. Entonces, tuvo que esperar a la comitiva nacional que llegaba al día siguiente y el secretario de Deportes de la Provincia de Buenos Aires, Fernando Galmarini, le prometió que encontrarían una rápida solución. Los funcionarios mantuvieron reuniones con sus pares del COI pero la respuesta fue la misma: la culpa era del COA por no enviar el fax en tiempo y forma.

El "caso Comaschi" "ganó la medalla de oro al papelón".

"Un primo mío de Necochea hizo el esfuerzo y viajó a Barcelona a verme. Había sacado el ticket para heptatlón y no le pude avisar, no había teléfonos. Él fue y se sentó en la tribuna pero nunca salí a competir", rememora desde la redacción de 0223.

"Ahí empezó toda la osadía. Los dirigentes se tiraban el palo uno al otro. Me querían poner de abanderada de la delegación, pero tampoco se podía porque yo no estaba acreditada. Yo les dije que no, que no había ido a pasear sino a competir", afirma.

La atleta permaneció cerca de una semana en el interior de la villa. Pasó los días oculta en una habitación a la que sus compañeros le llevaban la comida. Los deportistas convivían en medio de restricciones de circulación por los atentados que había cometido la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA), que infundía temor en toda España. "No me podía mover libremente: había amenazas de bomba y estábamos todos custodiados", evoca.

Fue así que, entre lágrimas, emprendió el regreso a Argentina y al llegar al aeropuerto internacional de Ezeiza, la esperaba una multitud de periodistas que se le abalanzó enseguida. Con el coronel Antonio Rodríguez y el general Ernesto Alais al mando del COA, y con el respaldo de la sociedad, la prensa de aquel entonces planteó el "caso Comaschi" como una lucha del pueblo contra los militares, en alusión al golpe cívico militar.

Durante varios días, la necochense recibió invitaciones para contar su visión de los hechos en los programas que conducían prestigiosos periodistas y conductores como Susana Giménez, Mirtha Legrand, Juan Alberto Badía, Marcelo Longobardi y Bernardo Neustadt. "Todo eso me abrumaba mucho. Lo hacía porque no quería que le pase a otro atleta. A mí me dolió mucho y me marcó la vida, me la arruinaron. Yo quería demostrar que tendría que haber participado", enfatiza.

 

Juicio a los culpables: "Fueron años luchando contra un monstruo"

Tristeza y bronca fueron los sentimientos que la dominaron durante mucho tiempo. Dos años más tarde inició una demanda por "pérdida de chance deportiva y daño moral" contra las autoridades del Comité Olímpico. "Hasta entonces tenía mucho dolor y no quería saber nada", confiesa.

Representada por la abogada Nora Yolanda Ríos Ayala, Comaschi llevó a la Justicia al coronel Antonio Rodríguez, quien estuvo al frente del organismo por 28 años, y al jefe de la misión argentina, Ernesto Alais, el mismo general que encabezó el levantamiento Carapintada en la Semana Santa de 1987 pero nunca llegó con los tanques a Campo de Mayo. Años después fue condenado por delitos de lesa humanidad.

"Me la pasé juntando recortes de periódicos, mandamos exhortos a España y Francia porque había pasado un caso similar. Fueron años juntando pruebas, luchando contra un monstruo, un poderío", cuenta.

La atleta tuvo fallo favorable en primera instancia y el COA apeló la medida, pero fue ratificada en la Cámara Nacional en lo Civil y tuvo que recurrir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que revisara la medida. "En el medio quisieron arreglar, pero yo jamás quise. Quería que se hiciera justicia, que se demostrara que yo tenía que estar en los Juegos Olímpicos y que a partir de mi caso quedara una referencia", cuenta.

Ocho años después, el fallo le devolvió la calma, pero el dolor le quedó para siempre. "Yo estudiaba, entrenaba y trabajaba. Fui como pude. No tenía ni un sponsor. En esa época, hacíamos lo que podíamos para estar en el deporte. Todavía me pregunto por qué me tocó a mí. La marca la hice, pero en los archivos no figura que fui olímpica", lamenta.

Ana María Comaschi solo pudo participar de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata en lanzamiento de bala.

Después de su fallida participación en Barcelona 1992, se abocó a entrenar y se consagró cinco veces campeona argentina. Pero su enfrentamiento con los dirigentes le costó su participación en los Juegos Panamericanos Mar del Plata 1995. A último momento, la misma conducción del COA retiró el heptatlón del programa oficial y lo dejaron solo como un deporte de exhibición, fuera del medallero. "No querían que hiciera ruido. Participé pero estuve en la mira de ellos. Siempre estuve muy presionada después de lo de Barcelona", asegura.

Comaschi apenas se tuvo que conformar con participar en las pruebas de lanzamiento de bala, en las que terminó octava. Ya sin motivaciones y truncada la preparación para Atlanta 1996, inmediatamente la atleta se alejó de las pistas.

El destino o la vida quisieron que se volviera a cruzar con el olimpismo 26 años después. Su hijo, el marplatense Mauro Zelayeta, clasificó y ganó la medalla de bronce de Beach Vóley en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018.

Su hijo Mauro Zelayeta se colgó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud.

 

Su nuevo rol en el deporte y el lugar de la mujer

A partir de su retiro, Comaschi tomó distancia del deporte: "Con la pista tuve una relación de amor-odio. Me alejé mucho, me hacía mal. Aparecía cuando me llamaban para algún acto. Recién ahora me estoy involucrando más".

Actualmente colabora con la Federación Atlética de la provincia de Buenos Aires que conduce María de los Ángeles Peralta, quien le encomendó participar de un seminario de género. Como en distintos ámbitos de la vida, el atletismo históricamente estuvo liderado por los hombres y hoy cada vez más mujeres se hacen su merecido lugar.

La atleta dejó sus huellas con las manos en la plazoleta que homenajea a los participantes de los Juegos Panamericanos 1995 de Mar del Plata.

"Hay que darle a la mujer el lugar que no tuvo durante años. Todo siempre lo manejaban los varones. En Argentina ya hay diez federaciones con mujeres presidentas", resalta.

Además, integra una comisión de protección de atletas ante casos de acoso y abusos. "Se hace un acompañamiento para los chicos y se deriva a una comisión de la Cada para tratar el tema con un psicólogo y hacer un seguimiento. Automáticamente, al profesor se lo aparta del cargo", cuenta.

 

La primera mujer instructora de la Policía

Acaso aún en deuda con la atleta, durante una tarde de entrenamiento en el Centro Deportivo de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), el secretario de Deportes Fernando Galmarini le presentó al ministro de Seguridad de aquel entonces, Alberto Piotti, quien le ofreció encargarse del entrenamiento físico de los agentes de la Policía Bonaerense.

"Estuve seis meses yendo y viniendo a La Plata para hacer los cursos y quedé. Ingresé en el '98 y fui la primera mujer instructora de la Policía en la provincia de Buenos Aires. Era todo una novedad", reconoce con orgullo. Entre cronómetros, fuerza de brazos y abdominales, Comaschi lleva 25 años dentro de la institución que le abrió las puertas.

Aunque que una mujer tuviese que entrenar a los oficiales varones estaba mal visto, Comaschi afirma que "sufrió" más con sus pares mujeres. "Con los hombres no tuve un solo problema, sabía llevarlos", confía.

Convertida en comisaria administrativa, su tarea hasta la irrupción de la pandemia de coronavirus era realizar las pruebas de aptitud física en la Escuela de Policía de Mar del Plata. "Tenemos un cupo de 60 oficiales por semana a los que se les toma dos mil metros por tiempo, fuerza de brazos, abdominales y un test de slalom. Si desaprueban el curso anual no puede ascender de grado durante ese año", explica.

"Encontré un mundo en el que muchos me preguntaban cómo me había animado. La verdad me encantó, no reniego. Estoy muy contenta con lo que hice. Hay que estar en el lugar de los policías un día. Les pagan dos mangos con cincuenta. Para ganar un sueldo acorde tenés que cumplir las ocho horas, más cuatro adicionales y prestar servicio en algún lugar de noche o el día de franco. No duermen nunca. El material humano es muy bueno, pero el sistema está mal", asevera.