El Cineclub Dynamo y la posibilidad del gran cine en películas y libros

Se creó hace cerca de 20 años. Después de pasar por Buenos Aires y varias salas de la ciudad, hoy funciona en Santiago del Estero 2716. Cuenta con una biblioteca específica, muestras de arte y afiches y fotos de cine originales. Proyectan ocho películas por mes en 16 mm.

El Cineclub propone, aproximadamente, ocho películas por mes en formato fílmico en funciones los viernes y los domingos.

14 de Octubre de 2023 22:35

Entrar al Cineclub Dynamo es una experiencia maravillosa. El contexto, la atmósfera, el silencio que enmarcaba la presencia de aquellos varios proyectores, siendo observados por enormes carteles promocionales de películas, es cautivante.

El espacio se ubica en una casa pintoresquista vasco. En el porche hay un gran mural de azulejos original de Juan Ruiz de Luna con encastres perfectos y una gran puerta de madera. Al ingresar, una lámpara de barco ilumina el acceso y deja ver a la santa patrona del lugar, Santa Teresita, sobre la chimenea. En el centro, un gran proyector 16 mm que apunta hacia la pared blanca del fondo. Alrededor, otros proyectores Super 8, de diapositivas, parlantes originales de cine. El mismísimo corazón del Cineclub.

Hace casi 20 años el Cineclub surgía. Siempre con la misma impronta y con la misma intención. Su fundador, Carlos Müller, recuerda que todo comenzó con la compra de un proyector de cine Jahuel 2592, a través de un conocido. “Yo tomaba un taller en la Biblioteca de Naciones Unidas con Daniel Boggio. Ahí lo conozco a Albino Gonzáles y me recomienda un proyector, porque a mí me gustaban los que él tenía. A mí me gustaba el cine fílmico y había empezado a estudiar en el Enerc. Entonces me pareció una buena oportunidad. Era el año 1997 y yo era consciente de que se vivía una transición hacia lo digital. Lo compré y había que usarlo. Empecé a pedir películas al Instituto Goethe, pero, como no prestaban a personas individuales, armé el cine club, que en realidad éramos un grupo de amigos que nos juntábamos a ver películas y luego charlar un rato. Yo leía sobre ellas y las presentaba y así fue tomando forma”, cuenta.

Si bien el Cineclub creció en Buenos Aires, la primera función en Mar del Plata se dio en la casa de Albino González (Colón al 9500). Müller agrega, “No era nada práctico ir a ver una película hasta allá. La primera función fue un 25 de mayo, pero siempre tengo la duda sobre si fue del 2004 o del 2005. Es gracioso porque así no sé si festejar los 19 o los 20 años”.

Una experiencia para vivir y respirar cine de una forma distinta.

De Mar del Plata se corrió hasta Buenos Aires, más exactamente a la librería La libre de San Telmo, donde se ganó bastante reconocimiento. Al volver a Mar del Plata, las proyecciones tienen lugar en un espacio que se llama Escena abierta, sobre la calle Córdoba, luego en Alaska, 25 de Mayo entre La Rioja y Catamarca, para llegar hasta el Espacio Bronzini donde funcionó durante cinco años. Este año 2023, el Cineclub Dynamo encuentra su lugar en Santiago del Estero 2716. El mismo espacio hoy cuenta con una biblioteca temática y específica sobre cine, así como una hemeroteca, una diapoteca y una cinemateca propia.

En el caso de la biblioteca, está siempre abierta por demanda de los socios, que son los que pueden retirar libros. El espacio también se puede utilizar como sala de lecturas y de estudio. El material que contiene es sumamente importante, no solo en distintos idiomas, sino también en cuanto a importancia específica.

-Después de tantos años, ¿sentís algo especial al entrar a este espacio o se naturaliza?

-Lo que me pasa es en términos de bienestar. Es, para mí, un espacio agradable donde puedo estar con mis pensamientos en un ambiente que me gusta. Es pasar un tiempo muy agradable. No quiero romantizar la idea, no hablo de amor o de pasión, sino que me gusta catalogar los libros, mirar películas, escribir, en estos espacios.

-En Mar del Plata se suelen desarrollar ciclos de cine, pero ¿cuál creés que es la particularidad del Cineclub Dynamo?

- Este es un lugar de cultura cinematográfica y, por ende, tiene algo muy importante que es la figura del programador. Aquellos que deciden venir confían en él y saben qué tipo de materiales se van a ver. Yo no me siento obligado a pasar lo que se considera buen cine. Entonces, es también un lugar de búsqueda de ampliar el panorama cinematográfico que puede tener un espectador medio y, a la vez, es un lugar de aprendizaje. No hay mejor manera de aprender cine que viendo a los grandes directores bajo una mirada atenta a una de sus películas. Eso supera cualquier clase magistral de una institución académica. Acá, el cine cobra relevancia, yo me encargo de presentar la película y a veces se suele dar algún intercambio al final. Yo no soy muy amigo del cine debate, pero a veces las películas requieren ese intercambio porque son muy duras, muy arduas, y la gente se va un poco mejor.

El Cineclub propone, aproximadamente, ocho películas por mes en formato fílmico en funciones los viernes y los domingos. Pero hay ocasiones donde realizan funciones en otros espacios también y pueden asistir los socios y quienes quieran ver buen cine, pagando una entrada. Hoy por hoy está comenzando a sostenerse con el aporte de los socios, para quienes se hace una reunión exclusiva por mes, en la que se muestra siempre alguna rareza del mundo cinematográfico. “Que todo esto pueda funcionar dentro de una economía real, y se mantenga con el aporte de los socios, era todo un desafío y sabíamos que no iba a ser fácil de hacer en la ciudad, si no en la ciudad, en lugar de abrir cervecerías artesanales, estarían abriéndose cines club”, sostiene Müller.

Todo el material que se proyecta el programador lo obtiene directamente de la Filmoteca de Buenos Aires, de la embajada de Francia o de la de Japón. Son tres o cuatro viajes al año para renovar todo el material. Una particularidad que se ha notado con el paso del tiempo tiene que ver con el cambio generacional de aquellos que asisten al Cineclub. El propio Müller lo explica: “Se notó muchísimo el cambio generacional. Antes eran más grandes los que asistían, sobre todo a partir de los 90 se comenzó a ver mucha más gente joven entre el público. Luego de la pandemia también se dio un salto y por supuesto que eso es muy bienvenido, pero de a poco vamos recuperando también a la gente adulta”.

-¿Vos te acordás cuál fue la primera película que te voló la cabeza?

- Esas cosas tienen que ver más con el camino, con el lugar en que uno está justo parado, en mi caso fue la adolescencia. Una etapa donde las cosas se ven distintas y todo tienen un impacto magnificado. ¿Por qué digo esto? Porque nos son películas que elegiría hoy para nada. Pero, creo que la experiencia que me marcó, en cuanto a directores, posiblemente haya sido alguna película Kieślowski, La doble vida de Verónica, Trilogía que había salido hacia poco. También podría nombrar Underground, de Kusturica. La vi en una copia de 35 mm en el teatro Colón y sí lo recuerdo como una experiencia sobrecogedora.

-¿Era por lo espectacular, por lo que provocaba desde el pensamiento o por qué?

-Tenía que ver con el descubrir al cine como una herramienta de expresión muy potente. Yo leía mucho, pero con el cine noté que tenía un plus que no había encontrado ni en la fotografía ni en la literatura. Me parecía que era un arte que tenía la posibilidad de llegarte de una forma increíble. Pero insisto, todo está muy cruzado con la experiencia de la adolescencia.

Caminamos por los distintos ambientes con los que cuenta la casa. Todos y cada uno de ellos decorado con cuadros y afiches originales de cine. Muchos de ellos en ruso, otros en inglés, todos poniendo espíritu a la casa. Los pasillos son laberínticos, los espacios cuentan con enormes placares empotrados desde el piso hasta el techo. Puerta que se abre, lugar donde se guarda algo sobre cine. La luz del sol comienza a iluminar de a poco cada uno de los rincones. Los títulos comienzan a superponerse y las palabras de Carlos Müller ganan movimiento. El lugar es toda una gran sala onírica, una gran caverna con una pantalla de fondo.

“El gran logro del cine es ser el único arte en evocar lo real en persona y como ‘en directo’, sin jamás, no obstante, confundirse con lo real”, sostiene Clément Rosset en sus Reflexiones sobre cine (el cuenco de plata – 2010). El cine no se confunde con lo real, pero sus experiencias nos acercan considerándonos ni tan presentes ni tan ausentes de lo que nos rodea.