Umasdeca y la voluntad constante en el trabajo por la inclusión y el reconocimiento
Unión Marplatense de Acción Social por los Derechos del Ciego y el Amblíope fue fundada en 1981. A pura voluntad y esfuerzo, dan pelea por el reconocimiento y la inclusión de las personas con alguna discapacidad visual. La audacia de ayer y las necesidades de hoy.
Gladys Correa es la directora ejecutiva de Umasdeca, Unión Marplatense de Acción Social por los Derechos del Ciego y el Amblíope, pero su vínculo con la institución empezó cuando ella era chica.
Umasdeca se fundó en 1981. La idea y la voluntad para su creación surgió en la escuela 504. En ese espacio, los adultos que adquirían una discapacidad visual asistían a la rehabilitación que consistía en aprender braille y usar el bastón. Pero luego de esa instancia, no había más lugares donde
reencontrarse y reunirse. Había existido una experiencia muchos años antes, un centro juvenil, pero que se había disuelto en 1976. Fueron muchos años sin un lugar donde poder conectarse.
“Entonces, empezaron a reunirse en mi casa. Yo tenía 14 años. A mis viejos siempre les gustó recibir gente, entonces empezamos a hacer las reuniones de carácter informal ahí, hasta que en 1981 se hizo la primera asamblea constitutiva y creamos Umasdeca. Más allá de las reuniones, también estaba la idea de defendernos, por eso es unión marplatense de acción social por el derecho del ciego y amblíope. En esa época, muy poca gente ciega andaba por la calle, muy pocos eran los que tenían un trabajo, no había nada. La persona que quedaba ciega se quedaba en su casa”, describe Gladys
De esa realidad, y de las buenas intenciones de amigos, docentes de la escuela 504 y personas con discapacidad visual disminuida, se creó ese espacio con la idea de trabajar en las necesidades de las personas adultas. La escuela cubría todo los de los niños, pero al finalizar el ciclo no había nada más.
De ahí que la idea originaria fuera defender los derechos y procurar dar respuestas a todas las necesidades que aparecían en las personas adultas con discapacidad visual.
Gladys hace memoria y narra: “Me acuerdo que eran personas ciegas que, después, convocaron a sus amigos que se fueron sumando de a poco. La inquietud era el trabajo. Eran jóvenes, estaban en edad laboral y no tenían dónde. Era mucha gente con inquietudes. Tenían entre 30 y 40 años. Por distintos motivos quedaron ciegos y no tenían otra cosa que hacer que quedarse en su casa. Pero ellos no querían eso. Ellos querían seguir trabajando. Esa fue la inquietud inicial, después se fueron sumando talleres para los más jóvenes y empezamos a hacer muchas más cosas. Pero la inquietud era dar
respuestas a todas las necesidades, en lo social, laboral y recreativo”.
Según los registros, por aquel momento se hicieron grandes torneos de ajedrez y se trajo al equipo de fútbol para ciegos, una actividad no tan difundida como hoy. Así, llegaron al año 1983 y, con el regreso de la democracia, se fue asesorando a la Municipalidad y al Concejo Deliberante para crear
ordenanzas que favorezcan cuestiones vinculadas a la discapacidad. Entre los años 1985 y 1986, se logró lo que fue la primera salida laboral para muchas personas ciegas.
Estas fueron las únicas autorizadas a vender cospeles de teléfonos en la peatonal San Martín. Lo que hoy son módulos donde se venden entradas para el teatro. En un primero momento fueron carros que significaban ingresos y dignidad para las personas ciegas. “Fue una resolución muy importante. No había dónde comprar cospeles y las personas ciegas tenían un trabajo digno. Así podían hacer una vida como cualquier otro”, dice Gladys.
Pero, la recientemente creada Umasdeca, no solo contribuyó y colaboró en esa ordenanza. También asistieron con la creación de la Biblioteca Parlante. Asimismo, se encontró la forma para que el Estado Municipal se haga cargo, porque de otra manera no se podía sostener. Se lograron puestos de trabajo
en la misma Biblioteca y, uno en particular, para un radioaficionado en el Radio Club. Paralelamente se hacían actividades grupales y recreativas para jóvenes, talleres de manualidades, cerámica y también se trabajó hacia afuera, es decir, hacia las otras organizaciones. Fue así que, en 1985, Umasdeca
organizó un congreso con organizaciones y uniones de toda Latinoamérica (repetirían esa experiencia en la década del 90 con las Jornadas para la Asociación de profesionales de la discapacidad visual, a la que asistieron profesionales de todo el mundo). Esto le valió un reconocimiento nacional e
internacional.
- ¿Costó que la gente se sumara o la necesidad provocó que fuera mucho más fácil?
-Se sumaban los más audaces. Pensá que al principio (en los años 80) el criterio de la sociedad era ocultar la discapacidad. No andaba mucha gente por la calle con bastón, eso fue un logro del trabajo institucional de estos últimos 42 años. Al principio, la gente no sabía cómo ayudarte. Me acuerdo que yo estaba en el grupo de jóvenes y ese era nuestro trabajo: hacer campañas para enseñarle a la gente cómo ayudarnos a cruzar la calle. Cosa que seguimos haciendo todavía hoy. En aquella época, no era habitual ver personas ciegas con bastón en la calle. Se empezó a hacer más habitual cuando pudieron poner lo de la venta de cospeles. Porque ahí ya tenían que salir a trabajar al centro y la gente empezaba a verlos. Así se empezó a mostrar más la discapacidad visual en la calle, entonces, se acercaban personas e iban a la escuela a rehabilitarse y de ahí se contactaban con Umasdeca, pero
inicialmente era un pequeño grupo.
Gladys cree que la institución tuvo un cambio de números de miembros cuando se creó el centro de rehabilitación, no hace más de ocho o diez años, pero al principio solo eran ocho las personas que asistían. “Siempre nos acordamos que, cuando sonaba el timbre o el teléfono, nos desesperábamos
para ver si era alguien nuevo, pero siempre era la mamá de alguien para preguntarnos a qué hora volvíamos”, recuerda mientras sonríe.
Pero los tiempos cambiaron. El 25 de agosto pasado su espacio cumplió 23 años. Recién en 2010 empezaron a sumar más gente. Hoy, son casi 70 los que asisten a rehabilitación y una lista de espera de 20 personas que aguardan su lugar y su tiempo. El lugar queda chico. Son muchos los profesionales y las obras sociales que ya derivan, directamente, a la Unión.
Umasdeca tuvo su primera sede en la calle Funes, entre Garay y Castelli. Fue comprada en 1988 con, sobre todo, la ayuda de la venta de bonos del programa "Para todos" en dos oportunidades, además de recursos propios ahorrados. Era un pequeño local de 6 metros por 6 metros, lo que complicaba el
trabajo de rehabilitación. Con el paso de los años, surge la ley de cheques a nivel nacional. Ellos presentan un proyecto para la compra de una casa, su refacción y el equipamiento. El 27 de diciembre de 1999 les fue otorgado el dinero y el 4 de enero compararon la vivienda. El nivel y la función de la
institución fue cambiando para bien y, en 2019, volvieron a presentar un proyecto para la ley del cheque, buscando los fondos para ampliar su sede. Fueron elegidos y les dieron el dinero en octubre de ese año. Empezaron las obras al año siguiente, pero la llegada de la pandemia provocó que lo obtenido
alcanzara solo para la mitad de lo proyectado. Lo que restaba se hizo, hasta donde se pudo, con recursos propios. El edificio tiene su parte delantera destinada a la rehabilitación y la parte de atrás está pensada para un centro de día para adultos mayores. Gladys explica orgullosa que, “Ya tenemos la habilitación municipal y estamos gestionando la provincial”.
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La iniciativa no es por azar. Según nos explican, “se ha trabajado mucho en inclusión educativa para los más chicos, pero no se trabaja en la inclusión de adultos mayores. Cuando terminan con la rehabilitación, nosotros les decimos que ya pueden asistir a los centros de jubilados de su barrio, o al
gimnasio, o a hacer algo que les guste. Porque la idea es que se integren a la sociedad de su barrio, con sus vecinos. Los más audaces, como al principio, lo hacen. Pero vuelven al tiempo, porque, por ejemplo, cuando todos bailan folclore o hacen gimnasia, a ellos les piden que se queden sentados,
porque nadie sabe cómo enseñarles o hacerlos participar. No están preparados para trabajar con ́personas ciegas o de baja visión. Entonces, se aburren y vuelven para acá. Porque, dicen ellos, acá saben cómo tratarlos. Acá hacen folclore, jardinería, yoga, gimnasia, taller de cocina, hacen de todo. Por eso está previsto este espacio para eso, para la gente que vive sola o pasa mucho tiempo sola en su casa porque el resto trabaja. Entonces, antes de que terminen en un hogar o una residencia, es preferible contar con un espacio así”.
-¿Es muy común ese tipo de inconvenientes?
-Sí, pasa. Por ejemplo, nosotros queremos ir a hacer aquagym y no conseguimos pileta. Porque nosotros no podemos hacer con un grupo cualquiera, nosotros necesitamos ir con un grupo de pares y no hay espacios o piletas que nos alquilen. No queremos ir gratis, queremos un espacio tal día, a tal
hora, quizás hasta podamos llevar el profesor nosotros, no sé, pero no conseguimos y es una actividad tan simple de hacer como la hace cualquier persona. Una lástima.
La sede de Umasdeca está en Entre ríos 2828. El crecimiento de la institución es sostenido, hoy presidida por Clara Marzullo, y continúa con los mismos principios que la fundaron: defender los derechos de las personas con discapacidad visual e impulsar su más plena inclusión social.
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