Fabián Iriarte: “No sé si todo poema tiene que ver con la pérdida”

Fabián Iriarte presenta su nuevo libro de poemas: Entre los juncos y la baja tarde, seguido de La mudanza (Cepes Ediciones - 2022). Nuevos poemas que se suman a aquellos escritos en Estados Unidos durante el 2009.

El título encierra un verso de García Lorca.

19 de Marzo de 2023 08:53

Me encuentro con Fabián Iriarte en un café. Son muchos sus libros de poemas, pero es mi primera nota con él. Mientras voy llegando y lo veo en la mesa, junto a un árbol y a la sombra, me pregunto: ¿Cómo es la espera de un poeta? Desacelero el paso y observo. Pienso en qué pensará, pienso en si estará siendo abordado por algún verso en ese momento y yo caeré para interrumpirlo. Mientras tanto espera. Solo espera. 

-Fabián, ¿cómo te llega la poesía?

-Es lo más difícil. Creo que aparece de distintas maneras. En mi caso, yo leo desde muy chico y leí de todo y leí poesía. Entonces, una manera en que aparece la poesía, o la escritura de poesía, es por imitación. Me gustó este poema que leí y me gustaría escribir algo semejante a esto, semejante en el sentido no de imitar, ni el tema, ni el ritmo, sino escribir algo que esté dentro de esto que se llama poesía y que acabo de leer. También puede ser por fascinación. Podría ser también cómo surge un poema. Y eso es bastante inexplicable también, misterioso. Puede venir, como decíamos, de una imagen, de algo que escuchaste, que leíste. Creo que todos los poetas son personas muy atentas a todo lo que ven y a lo que escuchan. Todo puede ser material de escritura, mucho descartable por supuesto, pero todo, al principio, te parece que lo es. Y yo creo que, en general, es algo bastante involuntario. Es algo que no sabés cuando se te va a ocurrir una idea general de un poema, o un verso o dos versos. Porque eso también pasa. Por ahí no es un verso y empezás a pensar y llenás a ese pensamiento con palabras. A veces no viene una palabra sino una frase y recién después te das cuenta de que detrás de eso hay un tema.

-Y también, me imagino, hay poetas que te fascinan. Cuando los y las leés, ¿encontrás verdad?

-(Piensa en silencio) Sí, encuentro verdad. Claro, no una verdad científica. Son otras verdades y, generalmente, en los poetas que a uno lo fascinan se encuentran verdades que tienen que ver con una especie de identificación. Es decir, por ejemplo, tomemos a quien yo creo que es “la” poeta: Emily Dickinson, que tiene un poema que dice algo como que hay una cierta oblicuidad de la luz en las tardes de invierno y que esa cierta oblicuidad de la luz te produce una herida interna donde están los significados. Andá a saber qué quiso decir con eso, porque no lo podés traducir a una ley física, a una ley científica, pero reconocés que eso es una verdad si esa experiencia la has tenido. Para mí, esa es la verdad. Y hay otros muchos poemas donde de inmediato, cuando apenas los leés, decís: “Sí, es esto”. No sabés por qué, no sabés qué pasa, pero lo reconocés. Es como un reconocimiento. 

-Claro, porque detrás del poema hay alguien también. En los tuyos estás vos. Walt Whitman decía algo como que no leés un poema, estás leyendo a un hombre, ¿no?

-Justo estoy escribiendo un ensayo sobre poesía y autobiografía y citaba a Whitman. Empezaba con “Diré primero que toda poesía es autobiográfica y diré en segundo lugar que ninguna poesía es autobiográfica. Y digo, me estoy contradiciendo como Whitman que dijo ‘Me contradigo porque contengo multitudes’”. Otra cosa que también es verdad porque: ¿qué persona no contiene multitudes en sí misma? Siempre encuentro verdades en la poesía, ese tipo de verdades, generalmente expresada de manera metafórica. No como una oración afirmativa, no como una fórmula, pero las encuentro y cuando las encontrás es lo máximo, es insuperable, mágico, inexplicable y, sobre todo, algo que permanece con vos.

El método del discurso fue su anterior libro.

 

-Porque no es algo “que” pasa. Sino algo que “me” pasa. Esa experiencia te cambia…

-Lo guardás y después convivirá en vos con todo lo otro. Y, después de haber leído eso, no podés volver atrás. Lo reconocés como una experiencia afín a la tuya, pero a la vez notás que te cambió. 

-Entre los juncos y la baja tarde es el título del libro nuevo. Es un verso de Federico García Lorca, quien tiene una fuerte presencia en el libro. ¿A qué te remite esa imagen, por qué esa presencia tan marcada?

-Lorca siempre me encantó, me gustó. Es un poeta muy sonoro, es un poeta para escuchar en voz alta. Es fascinante porque a pesar de que es muy familiar para uno, también es exótico. Y no lo digo por el Romancero gitano, el gitanismo de Lorca, sino porque es una sensación mía, la dicción española no es la argentina. También este asombro por ciertas palabras que se usan en España que te suenan distinto, muchas veces muy lindo, que se combinan de manera diferente, por ejemplo ese verso: “Verde que te quiero verde”. ¿Qué quiere decir con eso? No tiene sentido y, sin embargo, no importa. “La luna en su polizón de nardos”: polizón de nardos, uno sabe el significado de esas palabras, pero juntas forman una imagen rara que, para mí, solamente podrían haber salido de España, no en otro lado. También me llamó mucho la atención la historia de aquellos Sonetos del amor oscuro. Esa historia de amor entre dos hombres fuertemente censurados, que tardaron mucho en salir a la luz. Justamente sonetos del amor oscuro. Me gustaron muchísimo. Te puedo contar algo más sobre el título: después de ese verso /Entre juncos y la baja tarde/, viene otro que dice / ¡qué raro que me llame Federico!/ Cuando lo leí hace mucho tiempo, me di cuenta de que es un poema que te pone en primer plano lo que después en lingüística y con Saussure aprendés que se llama la arbitrariedad del signo lingüístico. Cuando lo leí, me detuvo. Fue como una detención en el tiempo y en el espacio. Por otro lado, recuerdo también que yo decía “Entre los juncos y la tarde única” y lo había puesto así, no sé por qué. Por ahí fue porque junco y único riman, no sé. Hasta que Carlos Fratini me pregunta por qué le había cambiado ese verso a Lorca. Imagínate mi reacción, ¿Cómo que le cambié un verso a Lorca? Y ahí él me muestra que era “Entre los juncos y la baja tarde”. Yo estaba creído que era el primero el original, cómo recordaba mal un verso que para mí era esencial, es increíble. Parece una contradicción, te fascina y no te lo podés acordar. Yo creo que es por eso mismo, por la fascinación misma que uno comete el error o que la memoria te traiciona, para mí es eso. Ahora, ¿por qué? Vaya uno a saber por qué.

Fabián Iriarte se toma su tiempo para responder. No se apresura, piensa. Como si esperara también la respuesta. Entonces aparece una anécdota, un verso, un poema, un nombre. Pero, ¿qué es aquello que nos hace comprender dónde empieza la poesía? Supongo que hay algo, un momento, que lo señala. Momento, instante o acontecimiento que no será para todos y todas el mismo. El escritor, músico y poeta John Cage dice algo como que, ni bien comprendemos que hemos perdido todo, ahí empieza la poesía. “Me encanta Cage (Iriarte tiene un poema que se llama Juan Jaula en su honor). Quizás para él fue así, aunque no sé si es universal.  Entiendo que la poesía surge de la soledad, de la pérdida que puedas tener. Hay mucha poesía de ese estilo, comenzando por las elegías, donde lamentás la muerte de un ser querido. Eso es una tradición en la poesía de todas las épocas y de todas las literaturas del mundo. Pero no sé si todo poema tiene que ver con la pérdida. Hay otra idea, que también es un cliché literario y no solamente poético, que es que el poema que escribiste o la narración que escribiste no alcanzan a expresar todo lo que vos querías expresar. Tu lengua no alcanza y siempre se pierde un poco. Ahí tenemos otro sentido de la perdida más quejoso, como un pesimismo de la lengua, un pesimismo lingüístico sobre que tu lengua nunca podrá llegar a expresar todo lo que vos sentiste. Es un pesimismo y también es un poco de soberbia al pensar que yo tengo grandes pensamientos y mi lengua no llega a poder expresarlo”, sostiene. 

-Pensaba esa sentencia de Cage desde los poemas de La mudanza, que es parte de este nuevo libro (aunque salió ya hace unos años). En la mudanza hay una pérdida: tu casa, tu espacio, tus rutinas en el lugar…

-Sí, estoy de acuerdo con eso de la mudanza como pérdida. Pero suele haber también cierta ganancia y también eso es un lugar desde donde surge la poesía. Perdés el lugar donde estabas, las personas que solías frecuentar (que tienen como diversos grados de intimidad con vos desde los conocidos hasta los más íntimos), tu familia y hasta el idioma si te vas a otro país. Yo me fui a Estados Unidos y sentí que perdí un poco mi idioma. No es que no hables en español con nadie, pero la mayor parte del día estás utilizando otro idioma que, por más que lo conozcas, es un idioma ajeno. Entonces, eso también lo perdés, puede ser momentáneamente o no, pero lo perdés.

Fabián Iriarte presenta un nuevo libro de poemas.

-Como que habría que sacarle esa imagen trágica también, a veces uno no necesariamente pierde algo, sino que se libera…

-Tal cual. Y está claro que de todo eso surge poesía. Estos poemas de La mudanza yo los escribí en Estados Unidos, pero no sé si es la única ocasión. Me parece que hay otras ocasiones donde también se da el lugar para escribir poesía, como los generados por la alegría o un sentimiento de júbilo.

-En la primera parte del libro hay una gran presencia de la palabra “palabra”. Aparece reiteradas veces en distintos poemas. Incluso hay un verso que dice “Las palabras pueden fingir salvarte”. ¿Cómo es eso? ¿Por qué ese verso?

-Sí, es que yo soy bastante escéptico y me da un poco de risa y me parece hasta un poco ridículo decir que la poesía salva. Es algo que mucha gente dice así, como una idea romántica, que la poesía te salva. Que leer una novela, un cuento, un poema o un ensayo, muchas veces es terapéutico. Vamos a decirlo así, terapéutico en un sentido no médico, sino que muchas veces reconocés esa experiencia sobre la que estás leyendo como parecida a la tuya y sentís como una identificación. Salva quizás de esa manera, pero hay otras cosas más concretas que te salvan. Entiendo la idea pero me parece que es una hipérbole, una exageración, que puede caer en el ridículo…

-Claro, a lo sumo te da algunas herramientas más…

-Exacto. Pero volviendo a lo de la palabra, qué fenómeno es esto de que tengamos palabra. Es una cosa tan extraña. Las usamos todos los días, las escribimos, las decimos en voz alta, la usamos para comunicar, para transmitir saber, para conocer, pero es otra de las cosas inexplicables. ¿Cómo llegamos a la palabra y cómo eso hace que podamos comunicarnos? Y yendo al mito de Babel, cómo la palabra puede impedir la comunicación también…

-Sí y cómo el mismo concepto de palabra, que es tan diverso, puede operar las dos cosas: la comunicación y la incomunicación absoluta. Hoy en día la misma palabra, la cantidad de palabras que hay generan ruido y ese ruido impide la comunicación, estamos híperconectados y de tan conectados vivimos en el ruido. Yo últimamente salgo corriendo a buscar silencio, necesito un segundo para pensar…

-Eso, necesitás un segundo para pensar y la poesía tiene algo de eso también. Esos cortes de versos son un silencio y el agrupar los versos en estrofas es un silencio también. La poesía trabaja con el silencio, las pausas, las comas, todo aquello que no tiende a la velocidad. Excepto en cierta poesía como la futurista, que justamente imita el ruido y todo eso, pero justamente para tomar conciencia del ruido que existe o como una especie de juego. Pero me dejaste pensando en cuántas palabras existirán. Si nos pusiéramos a contar las palabras de tantos idiomas, las palabras que existirán son millones en el universo. Y otra cosa en que me quedé pensando es en los idiomas que se han extinguido, las lenguas muertas. ¿Cuántas? Millones de palabras que jamás conoceremos, que existieron y que sirvieron para la comunicación, sobre todo, pero quizás también de manera artística. Los millones que se han perdido y que nunca sabremos ni recuperaremos…

“Las palabras necesitan de la luz (…)”, sostiene Fabián Iriarte en uno de sus poemas. ¿Puede un poema despertar en nosotros la potencia onírica de los grandes sueños? La poesía es donde el lenguaje contempla su potencia de decir. El poeta lo sabe instintiva y visceralmente. El poeta es el que deja los ecos de un ser humano digno de ser contado desde los principios de los tiempos.

Fabián Iriarte presentará Entre los juncos y la baja tarde, seguido de La mudanza en la Fundación Cepes el sábado 25 de marzo a las 19