Diego Cano: “La literatura siempre está en lo no literario”
El escritor y ensayista Diego Cano acaba de presentar su nueva novela: La verdulería (Trapezoide ediciones – 2023). Una historia que nace del recuerdo de su padre pero que, en su desarrollo, dispara hacia el absurdo.
En una ordenada verdulería, un día cualquiera, aparece colgado en la heladera un bigotudo muerto. El verdulero y sus compañeros, de pronto detectives, de pronto perseguidos, de pronto hacedores de autopsias, llevan a la historia de un punto al otro, sin dejar de perderse cada tanto. Y creo leer bien al decir que la llevan ellos. Porque sus movimientos son los que dan sentido a todo y todo el tiempo.
“Es en principio una dedicatoria a mi viejo. Él falleció en el 2021, era verdulero y fue español. Entonces, el disparador es un poco el duelo por mi viejo y tratar de transitar eso. Después viene la forma en que yo trabajo y pienso la literatura. Entonces hago explotar todo y desde ahí empiezo a jugar con la forma del relato que me gusta a mí, que tiene que ver con el absurdo, con ponerlo en la realidad para que después dispare para cualquier lado” comienza diciendo Diego Cano sobre su nueva novela.
El inicio de la historia te mete de lleno en una verdulería. Te obliga, inmediatamente, a pensar y recorrer el lugar con los sentidos a flor de piel: las imágenes, los sonidos y, sobre todo, el orden y los olores del local funcionan como disparador de lo verosímil. Al menos hasta que aparece “El bigotudo” colgado en la heladera.
- De entrada tirás al muerto de la historia y en la novela empiezan a reconocerse todas las claves de un policial. Pero, inmediatamente, también tirás una pregunta filosófica: ¿hay belleza en todo? Aumenta la experiencia lectora y la pregunta que uno se hace es ¿hasta dónde va a llegar esto? y no puede parar de leer…
- Como dice Aira: vos a un delirio no lo podés hacer muy largo. Yo tenía una idea y la iba disparando capítulo a capítulo. Tiene que ver con el procedimiento o el método elegido. Yo iba abriendo cosas que no tenía muy en claro hacia dónde iban. Dejé que mucho vaya surgiendo mientras escribía. Yo soy lector de policiales y soy fan de Georges Simenon. Entonces, para mí, lo del policial estaba de entrada, porque yo quería mezclar una especie de homenaje, digamos, a un lugar querido y, al mismo tiempo, juntarlo con una narración policial y metiendo lo del absurdo. Así salió esto. Con respecto al policial, me llevó mucho trabajo, porque yo no quería que fuese uno clásico, entonces parece que más adelante se desdibuja un poco el género…
- Incluso provocado por el mismo absurdo, los vampiros, las hipótesis de ellos, los otros personajes. Pero está claro que la estructura está sostenida por las preguntas: ¿qué hacer? ¿quién era el bigotudo? ¿qué pasó acá? Es más, son guías pero muchas no tienen respuestas.
- Sí, y ahí apelo a una cosa que, creo, es borgeana, o creo haber visto ese recurso en sus textos, que es la repetición. Esa pregunta se repite o se reformula y te da cierto anclaje en la lectura, te guía sin decir mucho y sin responderse. También te dispara para otro lugar del que venía, por ejemplo: primero el bigotudo es un muerto y después no se sabe qué es y luego ya se verá.
-En la historia aparecen pequeños gestos que te van abriendo el panorama. Un gesto entre pares, un escrito en la pared del ascensor, una mirada, una sonrisa traidora, un final que no es final del todo…
- ¿Eso sabés qué es? A vos te va a gustar, eso es El juguete rabioso de Arlt. De ahí lo traigo, pero igual me costó porque yo no quería que tuviese un cierre muy clásico. Ahí hay una lucha entre el absurdo absoluto y la forma clásica. De esa lucha salió esto, salió ese gesto traicionero de la propia narración. Yo quería decir algo de la traición, pero no quería ponerlo como una traición…
-Hablemos un poco del humor que tiene la nouvelle. No es un puñado de chistes, pero tiene humor. Tiene situaciones humorísticas y marcan una fuerte presencia…
- Tocás un tema muy a problematizar. Aira lo hace. Porque si te zarpás con el chiste no va, cansa, se come a la narración. Entonces, ahí hay todo un juego y yo creo que me zarpé un poco acá. Se me va un poco la mano por momentos, pero bueno, como lo estaba disfrutando lo dejé…
- Pero no desentona, al contrario, me parece que perfila a los personajes de alguna forma, porque aparecen esas situaciones en los momentos claves…
- Exacto, porque la clave es que tienen que tener un equilibrio total con la narración. Si está muy cargado de chistes no va, igual siempre es con ironía. Puede haber un chiste fácil pero siempre está tratándose todo con un tono irónico.
La verdulería tiene como característica, también, un juego entre apariencia y realidad: verdulería y/o carnicería, reses o un bigotudo, vampiros o no, alguien se declara gay y no se sabe si es o se hace para saltar la situación. El contexto lo permite y la nouvellle transita por ese camino. Cano explica: “Eso también lo aprendí de Aira. Siempre el camino de delante de la narración es romper con lo esperado, con lo que se espera. Entonces, en ese sentido, esta novela tiene un trasfondo más o menos clásico. Tampoco es que se va rompiendo absolutamente todo, pero la intención, como procedimiento, es ir rompiendo con lo esperado. Creo que esa sensación de ambigüedad la logré mejor con el “bigotudo” que se termina sin saber qué o quién mierda es”.
-Los personajes son tipos fracasados, se equivocan, terminan haciendo cosas que no saben y esto los unifica. Esto también es Arlt, ¿no?
- Exactamente, eso es Arlt, Los siete locos, donde todo les sale mal. Todo lo que hacen es como raro. Un poco está esa cosa de manejar ese registro de que nada es lo que parece. Eso también apalanca el relato, en el sentido de que el lector, si tiene esa ambigüedad, dice: ‘¿A ver cómo es?’ Y nunca te lo responden, pero te dispara para adelante…
- Y te obliga a vos, lector, a reponer información, porque llegás a un final sin final…
- Exacto, eso quería. Y, además, está eso de que los personajes no tienen nada que ver con lo que pasa: un verdulero que abre la verdulería y se encuentran un muerto, se convierte en detective, hace una autopsia. Es Arlt y es Aira también. La literatura siempre está en lo no literario. Si buscamos un lugar no literario por excelencia podemos poner una verdulería, sin embargo es una nouvelle, pero yo no quería solemnizar lo literario. No poner la literatura con mayúscula, como cosa grande a la cual hay que acceder con permiso.
La historia se desarrolla en un registro costumbrista, popular. Hay confianza y amistad entre los personajes. Pero, de pronto, aparece la palabra coequiper y más adelante crazy y después cuerpito, que te obligan a detenerte y pensar en quién las dice. El texto se caracteriza por un gran trabajo con el lenguaje. “Hice mucho trabajo alrededor del lenguaje, fui insertando muchas cosas en la voz de Evaristo que es un personaje que, por ejemplo, cuando se enoja habla como gallego, que es algo que sucede en realidad. También trabajé con el lenguaje porteño lunfardo, que es el que más está ligado a mi niñez. Y de a poco fui metiendo expresiones que después se van degradando hacia el final” sostiene el autor.
La verdulería es una nouvelle con un gran trabajo detrás. Desde el lenguaje, lo subjetivo, las claves y la corporeidad. Los sentidos se reflejan en el texto. Las texturas, los sonidos, los olores ganan en una narración pura en subjetividad.
Mientras espera la salida de su próximo libro, una serie de ensayos sobre César Aira, Diego Cano afirma: “Yo estoy muy satisfecho con el camino que hay en esta novelita”. Un camino personal, propio y generador de una fantástica experiencia lectora.
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