Julián Varsavsky y la búsqueda de los hilos invisibles del mundo

Julián Varsavsky presentó Viaje a los paisajes invisibles: de Antártida a Atacama. Una serie de crónicas que trascienden lo geográfico y nos llevan a lo más humano. 

En el libro, Varsavsky recopila una serie de crónicas que trascienden lo geográfico

3 de Marzo de 2024 09:51

En "Las ciudades invisibles", de Ítalo Calvino, nos metemos de lleno en un mundo de ciudades singulares e imposibles. Pero más allá de eso, Calvino provoca una discusión sobre lo que es una ciudad moderna. Las ciudades invisibles que son narradas por Marco Polo nos recuerdan quiénes somos los artesanos de ellas, qué características les daremos y cómo serán sus resultados. 

Cerrando el 2023, Julián Varsavsky presentó "Viaje a los paisajes invisibles: de Antártida a Atacama "(Adriana Hidalgo Editora – 2023). Está claro que el adjetivo invisible juega con la obra de Calvino, pero vale agregar que, en este caso, Varsavsky es lo que busca mostrar en cada una de sus crónicas: los hilos invisibles que mueven el mundo. 

De hecho, el propio autor aclara: “Lo invisible queda por mostrar. Acá hablamos sobre paisajes reales, pero el trabajo está enfocado en tratar de ver lo invisible, algo que yo apenas puedo entrever, pero que en el trabajo de posproducción, en ese regreso a las entrevistas de los habitantes de ese paisaje (que es el que realmente lo puede llegar a ver y captar más allá de los cinco sentidos que es a través del pensamiento resultado de una vivencia intensa y permanente junto al paisaje), me enseñan a encontrar los hilos, en todo caso invisibles, esos hilos del mundo, y encontrar un poco, también, el porqué de lo que vemos. Y no es una pregunta que se responde solamente desde las ideas, no desde el mundo físico concreto, se responde, por supuesto, también desde la observación participante, con métodos tomados prestados y recurriendo a la antropología, a los antropólogos, porque yo no lo soy”. 

Julián Varsavsky propone un ejemplo tomado del propio libro: “Si vas al capítulo de la colonia menonita en La Pampa, para mostrar este proceso yo ahí relato dos viajes que hice al lugar. El primero es aquel donde, justamente, no atravesé prácticamente nada del decorado del mundo y, por lo tanto, vi e interpreté mal. Por ejemplo, los catalogué. En esa primera crónica para Página 12 había puesto algo así como que era una aldea neo-medieval.  Me pareció que fue un viaje al pasado, es decir, el simple vista me engañó. Y el que me ubicó en la complejidad de lo que estaba observando fue un antropólogo que intentó aprender un poquito del idioma fallidamente, pero vivió con ellos varios meses e hizo varios viajes y entrevistó a media aldea durante horas y, a su vez, leyó toda su historia, toda la bibliografía que pudo alcanzar, y empezó a abrir cortinas. La principal revelación que te rompe todos los esquemas es que ellos no rechazan la tecnología. Y vos llegás ahí y los ves andado en carros tirados por caballos, sin autos, sin teléfonos, sin televisión y, bueno, creés que viven en el pasado. Pero cuando uno empieza a indagar y ve que ellos, por ejemplo, dos hermanos menonitas fueron a China, a la mayor feria tecnológica de metalúrgica, la más avanzada del mundo, y se trajeron varios containeres cargados de material, ‘¿Podemos hablar de una aldea medieval?’, me decía el antropólogo Lorenzo García Boto. De lo que se trata es de entender la cosmovisión desde la perspectiva de ellos y cuál es la manera en cómo asociamos nosotros la idea de modernidad ligada al desarrollo tecnológico industrial y digital.

Ellos se relacionan con la tecnología a partir del trabajo, pero pasado por la religión. Todo eso está en el libro, ellos tienen otros parámetros en función de que la tecnología sea aplicada pura y exclusivamente al trabajo, entonces van a buscar las mejores tecnologías, no rechazan nada, pero con otro criterio. Y el otro ejemplo clave es que decimos que hablan un alemán medieval, porque hablan un alemán distinto, en realidad, solo lo hablan ellos y entonces nosotros creemos, de alguna manera idealizamos, que es medieval. Pero lo que ocurre en realidad  es que ese es un idioma alemán que ha ido evolucionando y se ha ido actualizado, como todos los idiomas, a través de todos los lugares por donde han ido pasando. Salieron de Rusia hacia otros lugares de Europa, después a Norteamérica y bajaron a Bolivia hasta llegar a La Pampa. A lo largo de todo lo que se ha ido cambiando, la realidad es que se ha ido enriqueciendo su idioma y ha ido variando, como evolucionan todas las lenguas. Entonces tienen la misma raíz, el mismo tronco del que hablan hoy los alemanes de Berlín, lo que pasa es que evolucionó el idioma de Berlín y también el que se habla en La Pampa”. 

-Esas historias de vida, esos hechos culturales y sociales que se dan en esos lugares, ¿qué hacen con o del paisaje?

- Las experiencias de vida reflejan el paisaje. Una de las cosas que yo planteo en mis talleres es que el mejor reflejo de un paisaje va a ser el hombre del paisaje. Porque la especificidad de dicho paisaje define su vida. Eso por un lado y, por el otro, que ese hombre es quien más lo ha experimentado y quien más lo ha visto, tocado, sufrido, disfrutado. Entonces, si vos te dedicás a ahondar al hombre de ese paisaje, vas a ver lo invisible. Tenemos, por ejemplo, el capítulo de Miramar. Hay una especificidad presente en Peche y en la calidad de su mirada, de todo lo que llegó a ver de la pampa húmeda, que me permitió ver lo que nadie ha visto. Ni siquiera los que viven, probablemente, ahí en ese paisaje, porque nunca durmieron en el pasto como él ni descubrieron, por ejemplo, que las hormigas hablan, metafóricamente se comunican entre ellas emitiendo sonidos que parecen dialogar. En un momento, cuando él me contaba cómo es dormir tirado en el pasto de los campos de Miramar, abrazado con tus perros, dice que una noche descubrió que las hormigas hablan. ¿Cómo es eso? Sí, hablan, me cuenta: “Resulta que me quedé dormido justo con la oreja arriba de un hormiguero y yo escuchaba ruido y me preguntaba qué era. Entonces descubrí eso. A la mañana me di cuenta de que me había apoyado arriba de un hormiguero y era un cotorrerío ahí abajo”, me decía. Y fijate qué fina su mirada que además me dice una frase que sería surrealista, que no serviría para un cuento porque nadie lo creería: “Cuando más hablan las hormigas es en verano”. Mirá el nivel de observación que tiene del paisaje esta persona para llegar a haber notado eso. 

- Bachelard habla de una poética del espacio y qué linda que es, también, esa forma de comunicar lo que ven, también es poética…

- Claro, porque nadie estudió ese paisaje como él. Él lo estudio desde el sentido común más básico, ese del niño que aún no ha ido ni a la escuela. Por eso yo busco esa combinación entre el hombre, digamos, que instintivamente, sin racionalizarlo, vive y estudia ese paisaje con la mirada académica. Esa combinación es la que mejor te permite atravesar las superficies de un paisaje para ver lo que otros no pueden ver ahí. Por ejemplo, en los capítulos más antropológicos yo me siento un enano en los hombros de los antropólogos para poder ver más lejos. 

"Viaje a los paisajes invisibles: de Antártida a Atacama" nos sumerge en un mundo de sentidos y pensamientos. Varsavsky nos presenta una secuencia de espacios que posibilitan la reflexión sobre el impacto significativo al que solo los habitantes del lugar pueden acceder. La destreza del autor en su escritura, en sus descripciones, hacen el resto: posibilitan que uno los viva y los vea. Un viaje literario que trasciende lo geográfico y nos mete dentro de las múltiples perspectivas de lo humano